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viernes, 17 de abril de 2015

Promesas de bancos públicos no están respaldadas con la realidad

Mark A. Calabria es Director de Estudios de Regulaciones Financieras
 
Los rescates de los grandes bancos durante la crisis financiera enfurecieron a muchos, dentro de los cuales me incluyo. Algunos han sugerido que los bancos propiedad del Estado o de los municipios podrían reemplazar a los grandes bancos, eliminando así muchos de los problemas asociados con ellos, desde los rescates a los abusos de los consumidores, conflictos de intereses y a veces la simple y llana corrupción.
 
Las opciones de banca pública están actualmente siendo consideradas en varias ciudades y estados incluyendo Colorado, Seattle y Santa Fe. Pero mientras que debemos buscar una solución sostenible a los defectos de nuestro sistema financiero, los bancos estatales podrían ser una cura peor que la enfermedad.
 
Los bancos públicos tienen una larga historia que data desde 1408, cuando la primera institución de este tipo fue establecida en Génova, Italia. En su declaración de misión se lee algo que parece provenir del movimiento Occupy Wall Street: entre sus propósitos estaba el de “erradicar ciertas malas prácticas de los banqueros, quienes están tan dedicados a su propios intereses que casi ni se sonrojan conforme arruinan el bien común”.
 
Como muchos bancos públicos que le siguieron, el Bando di San Giorgio de Génova fracasó, en parte debido a pérdidas por préstamos a su gobierno auspiciante.
 
El primer banco público estadounidense fue establecido en Vermont en 1806. Fracasó seis años después, costándole a los ciudadanos de Vermont el equivalente a casi $3.000 millones en dólares corrientes. Siete otros estados establecieron bancos públicos en los 1800s, habiendo cerrado el último de estos en 1859 (el Banco del Estado de Indiana).
 
Estos bancos se caracterizaban por una corrupción rampante. Como dijo el legislador de Carolina del Sur John Felder en 1846, “Cuando sea que...tal cohabitación existe, el banco se topa con la política y los políticos se topan con el banco y de ahí se derivan unas fétidas enfermedad y corrupción”.
 
La reciente historia de Fannie Mae y Freddie Mac, bancos cuasi-públicos a nivel federal, ilustra que el mal manejo y la corrupción están vivos y sin daño en donde se intersectan lo público y lo privado. También podemos observar en el extranjero ejemplos premonitorios. Alemania tiene un sistema extenso de bancos públicos, los más prominentes de ellos siendo los Landesbanken. Estos bancos son propiedad de los gobiernos de los estados alemanes, muy similares a la propuesta que actualmente está siendo considerada en Colorado. A pesar del hecho de que los Landesbanken son una minoría del sistema financiero de Alemania, la mayor porción de las pérdidas relacionadas a la crisis de las hipotecas basura de 2008 provino de estos bancos públicos. Años antes de la crisis, el Fondo Monetario Internacional había advertido de los riesgos escondidos en el sistema de banca pública de Alemania. Desafortunadamente, estas advertencias fueron ignoradas.
 
Los partidarios de una banca pública podrían señalar al Banco de Dakota del Norte, actualmente el único banco de un Estado en el país y el único banco de propiedad estatal en EE.UU. El Banco de Dakota del Norte es en general una institución bien administrada. También es un subsidio masivo a la industria de combustibles fósiles. Uno solo necesita mirar sus reportes anuales para ver que muchos de sus préstamos a una tasa por debajo del mercado se han destinado a la industria de combustibles fósiles. Esto es típico de los bancos estatales, los cuales suelen subsidiar a los poderosos y conectados. Adicionalmente, gran parte del riesgo crediticio del banco últimamente es desplazado hacia el gobierno federal, particularmente mediante sus préstamos estudiantiles que son garantizados a nivel federal.
 
Otro asunto es que la gran mayoría del financiamiento para el Banco de Dakota del Norte proviene de los depósitos del Estado, muchos de los cuales son generados por la recaudación por concepto de impuestos y tarifas. El banco es capaz de ofrecer préstamos con tasas por debajo del mercado a los prestamistas porque le paga al Estado menos interés por sobre sus depósitos.
 
Esto es esencialmente un subsidio escondido. Si Dakota del Norte hubiese mantenido sus depósitos en bancos privados, hubiese recibido más intereses sobre sus depósitos. El arreglo por lo tanto funciona como una transferencia desde los contribuyentes hacia los prestamistas. Rara vez es tal falta de transparencia algo que le conviene al público en general.
 
Las investigaciones académicas confirman la inconveniencia de los bancos estatales. El estudio más comprensivo, de economistas de la Universidad de Harvard, concluye que “una propiedad estatal mayor de los bancos está asociada con un desarrollo subsecuente más lento del sistema financiero, un crecimiento económico más bajo, y, en particular, un crecimiento más lento de la productividad”. Tenga en cuenta que la productividad es lo que en definitiva determina el crecimiento de los salarios. Esta investigación ha sido extendida en un reciente estudio que concluye que la interferencia política en las decisiones de concesión de préstamos generalmente resulta en peores resultados económicos.
 
Cuando el gobierno es dueño de los bancos, las decisiones de concesión de préstamos se vuelven cada vez más determinadas por la política en lugar de ser determinadas por la economía. Los recursos fluyen a aquellos con influencia.
 
Los bancos que son propiedad del Estado también suelen subvaluar el riesgo para poder atraer a los electores. Si hay una lección que deberíamos aprender de la última crisis, es que cuando usted subvalúa intencionalmente el riesgo, cosas malas pasan.
 
La furia pública dirigida a Wall Street tiene un buen fundamento. Pero los estadounidenses tienen muchas opciones más allá de Wall Street. Si quieren una institución pequeña y basada en la comunidad, hay más de 2.000 instituciones receptoras de depósitos en EE.UU. que tienen menos de $100 millones en activos y otras 4.000 que tienen menos de $1.000 millones en activos. Esto es así sin incluir al creciente número de opciones de servicios financieros alternativos como los préstamos de persona a persona y “crowdfunding”.
 
Los prestamistas y ahorradores tienen muchas opciones entre las cuáles escoger —con el énfasis en “escoger”. No hay una buena razón para obligar a estas instituciones a competir con un banco estatal subsidiado y politizado.
 
Este artículo fue originalmente publicado en American Banker (EE.UU.) el 5 de marzo de 2015

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