Autor: Jonathan Newman
[Adaptado de una charla realizada en la Conferencia de Moneda Fuerte del Instituto Mises, el 10 de abril de 2014]
La palabra “inflación” significa distintas cosas para distinta gente. Una concepción popular de la inflación se centra en los precios, en realidad en todos los precios. Para esa gente, incluyendo a algunos economistas, “inflación” significa un aumento en el nivel general de precios, es decir, los bienes y servicios que compramos tienen precios más altos.
La otra concepción de la inflación se centra en la oferta monetaria. Los economistas con este enfoque piensan en la inflación como un aumento del dinero en la economía. Veremos que considerar la inflación como un aumento en los precios puede resultar equívoco y ambiguo, especialmente comparado con considerar la inflación como un aumento en la oferta monetaria.
Los precios pueden aumentar por muchas razones
Si la demanda de algo aumenta en relación con su oferta o si la oferta de algo disminuye en relación con su demanda, el precio aumentará.
La razón fundamental para esto se llama utilidad marginal decreciente: aumentar nuestras existencias de algún bien quiere decir que irá hacia la satisfacción de un fin peor clasificado. Si la siguiente “unidad marginal” va a un bien peor clasificado, entonces lo máximo que estamos dispuestos a pagar por la siguiente unidad debe ser menos que por la unidad previa. Puede que estés dispuesto a pagar 600$ por un Apple Watch, pero lo máximo que estarías dispuesto a pagar por otro podría ser 100$, quizá como un regalo para otro o para poder tener ambos en la muñeca.
Aunque esto suene a bastante limitador en términos de las razones por las que los precios puedan aumentar, estos dos conceptos (oferta y demanda) pueden canalizar y canalizan todo tipo de cambios en el mercado.
Las preferencias pueden cambiar, los bienes pueden ponerse o pasarse de moda, pueden producirse accidentes que reduzcan nuestra oferta de cierto bien, podemos pensar en formas nuevas y más eficientes de producir bienes, servicios que en un momento dado solo podían producirse con trabajo humano pueden reemplazarse o complementarse con nuevas herramientas y máquinas y así sucesivamente.
La lista de cosas que afectan a la oferta y la demanda es infinita, dependiendo de lo concreto que se sea, pero lo importante a recordar es que este tipo de cambios están integrados y canalizados mediante nuestras preferencias e ideas y por tanto mediante oferta y demanda.
No hay forma correcta de medir un aumento general en el nivel de precios
Puede que estéis familiarizados con índices como el índice de Precios del Consumo, que se calculan y compilan basándose en datos de encuestas y métodos matemáticos técnicos, pero por su misma naturaleza no pueden averiguar apropiadamente el nivel de los precios. No pueden hacerlo porque este tipo de índices son un número.
Tratan de reducir los billones de datos de los precios de todos los bienes y servicios en la economía a solo un dato. Los precios del mercado, que ya son un fenómeno complicado en sí mismo, fluctúan no solo año a año, sino mes a mes, día a día e incluso segundo a segundo. Tampoco hay un repositorio central de información de precios.
Incluso en un país, los precios aparecen de un forma muy dispersa y descentralizada, desde los salones de Washington DC a los oscuros callejones del centro de Chicago, de los solares de los vendedores e coches con pintura de neón a las propinas a botones y camareros, de los fugaces ceros y unos disparados a la velocidad de la luz por Internet a los contratos a largo plazo para uso de terrenos o la producción cinematográfica.
Un número no podría ni siquiera empezar a describir la magnitud y la naturaleza dinámica de algo como el “nivel de precios”. Sería como ir al Oeste para un viaje de acampada e ir a la localización más remota para ver las estrellas y una lluvia de meteoros y luego, al mes siguiente, cuando vuelves a la civilización y tienes cobertura telefónica, enviar un mensaje a tus padres para decirles cómo era la vista y decir “fabulosa”.
La información del índice de precios es retrasada, incompleta y por su propia naturaleza incapaz de describir la imagen astronómica de los precios del mercado. Y ni siquiera hemos mencionado los asuntos a menudo citados de las encuestas, datos del gobierno y los temas más concretos con respecto a las mediciones particulares.
La inflación es más que el nivel de precios
Un tercer tema relacionado con considerar a la inflación solo como un aumento en el nivel de precios es que queda lejos de explicar todas las consecuencias de la inflación monetaria. Mucha gente entiende correctamente la relación entre el nivel de precios y la oferta monetaria (más dinero significa precios más altos) y ellos también entienden que esta relación es mala para el ciudadano medio.
Ahora bien, el Dr. Salerno no es medio bajo ningún punto de vista, sino que podemos decir que si es uno de los últimos receptores del nuevo dinero, tiene que pagar precios más altos antes de que su propio salario aumente debido a la inflación, como quiera se defina esta.
De este modo, la inflación no es inocua: representa una transferencia de riqueza de los primeros usuarios del nuevo dinero a los usuarios posteriores del nuevo dinero a medida que se propaga por la economía.
Aunque la mayoría de la gente conoce y entiende esta consecuencia de aumentar la oferta monetaria, se queda corta a la hora de explicar todas las consecuencias de la inflación monetaria, que se explicará dentro de un momento.
Pero, para resumir, ver la inflación como un aumento en el nivel de precios tiene al menos tres problemas importantes:
- Es ambiguo, porque casi cualquier cosa puede cambiar los precios.
- No es práctico, porque no puede medirse apropiadamente.
- Y es incompleto, porque no cuenta toda la historia de los aumentos en la oferta monetaria.
La inflación se ve más apropiadamente como un aumento en la oferta monetaria y esta concepción de la inflación no sufre del mismo problema que la otra. La inflación monetaria tiene una causa sencilla y bien definida, al contrario que la inflación de precios. La inflación monetaria es medible porque el dinero es su propia unidad de cuenta y puede contabilizarse, al contrario que la inflación de precios, que no es directamente medible. La inflación monetaria es asimismo el punto de partida del ciclo económico, en lugar del punto de llegada para muchos, como la inflación de precios.
Antes de que podamos explicar los altibajos del ciclo económico, tenemos que conseguir entender dos conceptos relacionados: el tipo de interés y la producción.
El tipo de interés es un precio, como cualquier otro precio, pero para dinero actual. Parece extraño que se pueda comprar dinero, pero si simplemente se invierte la perspectiva de cualquier transacción, “comprar dinero” se convierte en una parte obvia y ubicua de nuestras vidas cotidianas.
Cuando compras un Apple Watch (o dos), intercambias dinero por el dispositivo. Sin embargo, desde la perspectiva de Apple, no solo están vendiendo el reloj, sino comprando tu dinero. El precio de tus 600$ es un Apple Watch.
El tipo de interés es un precio para el dinero presente en términos de dinero futuro
Cuando aceptas un préstamo, estás comprando dinero presente a cambio de la promesa de un pago futuro. La diferencia relativa entre estas dos sumas es el tipo de interés. Y, como cualquier bien, cuando más bajo sea el precio, más querrá comprar la gente. A tipos de interés más bajos, más gente estará dispuesta a tomar prestado.
En la actualidad, hemos subcontratado mucho del préstamo a los bancos, que actúan como intermediarios financieros. Los bancos usan nuestros ahorros para prestar a posibles prestatarios y por tanto la oferta de dinero presenta prestable depende de cuánto ahorre la gente (dicho de otra manera, depende de cuánto consuma la gente, ya que el ahorro es lo contrario del consumo).
Lo indirecto del la toma de prestado y el préstamo mediante bancos no complica demasiado las cosas: de hecho las facilita para que entendamos la oferta de préstamos simplemente como ahorro.
Los empresarios son algunos de los prestatarios principales del dinero presente. Los empresarios compran factores de producción, como tierra, trabajo y capital, para producir bienes y servicios. Sin embargo, solo se dedican a la producción si esperan un beneficio, es decir, si sus ingresos superan a sus costes.
Los empresarios deben considerar el coste de pagar la deuda
Si toman prestado dinero para pagar los factores de producción, entonces el beneficio también tendría que exceder el interés que prometen pagar por los fondos que toman prestados.
Por esta razón, el tipo de interés es una pieza esencial de información para los empresarios. Si los tipos de interés son altos, solo funcionarán las líneas de producción de alto beneficio. Si los tipos de interés son bajos, más líneas de producción serán rentables.
En un mercado no intervenido, los tipos de interés los determinan oferta y demanda. Si la gente se hace más dispuesta a guardar su propio dinero, o ahorrar, entonces la oferta de fondos prestables aumentará en relación con la demanda y caerá el tipo de interés. Al menor tipo de interés, más líneas de producción se convertirán en rentables porque ahora los empresarios pueden tomar prestado más barato para comprar factores de producción. Como este escenario se inició con gente más dispuesta a ahorrar, también está claro que los empresarios serán capaces de comprar los recursos reales requeridos para la producción. Los consumidores han demostrado que están dispuestos a consumir menos, así que ahora pueden usarse más recursos para producción por parte de los productores.
Veamos un ejemplo concreto de cómo funciona esto:
Supongamos que Tim Cook tiene una idea de cómo fabricar un millón de Apple Watches y espera que los ingresos de sus ventas excedan sus costes en un 10%. No tiene el dinero para pagar las máquinas y trabajadores y fábricas necesarios para producir los relojes, así que necesita tomar prestado. El tipo actual de interés es del 15%, desgraciadamente para Tim Cook, así que abandona su idea por el momento.
Sin embargo, un par de meses después, debido a la mayor voluntad de la gente de ahorrar e invertir, el tipo de interés cae un enorme 10%, hasta solo el 5%. Tim Cook revisa su plan y sus expectativas de rentabilidad y decide seguirlo. Toma prestado el dinero necesario para pagar trabajadores, máquinas y fábricas y empieza a fabricar Apple Watches.
Vende sus productos y consigue ingresos que exceden sus costes en un 12%, ¡un poco más de lo que esperaba! Paga a sus acreedores la cantidad prometida, un 5%, lo que le deja un 7% todo para él por asumir los riesgos y producir algo que gusta a los consumidores.
El menor tipo de interés en este ejemplo animó al empresario a producir y también indicó a este que se habían liberado recursos en la economía para su uso en la producción. Veamos ahora qué ocurre cuando los empresarios reciben una señal falsa de los mercados del crédito a través de la inflación monetaria.
Cuando se implican los bancos centrales
Cuando un banco central decide aumentar la oferta monetaria, el nuevo dinero entra en la economía a través de los mismos mercados en los que la gente presta y toma prestado.
El nuevo dinero aumenta la oferta de dinero presente disponible para prestar, lo que, como todos sabemos, disminuirá el precio, o el tipo de interés en este caso.
Para ser claros, esta vez el tipo de interés más bajo no refleja la voluntad de la gente de ahorrar o invertir, sino solo refleja la intervención de los banqueros centrales. Este tipo de interés artificialmente bajo envía a todos los empresarios y prestamistas las mismas señales que un tipo normal de interés, pero no se basa en las preferencias reales de la gente.
Cuando el banco central aumenta la oferta monetaria y cae el tipo de interés, induce a más toma de préstamos y menos ahorro. Los empresarios están más que satisfechos de tomar los préstamos al tipo de interés más bajo, pero todos los demás están menos dispuestos a ahorrar al tipo de interés más bajo. El dinero recién impreso crea la diferencia.
Menos ahorro significa más consumo y como el tipo de interés está tan bajo, los consumidores pueden incluso tomar prestado para financiar aún más consumo. Los empresarios toman sus fondos y compran factores de producción y, al nuevo tipo más bajo de interés, las líneas de producción que siguen son las que antes no eran rentables. Todos están satisfechos mientras consumen, invierten, ganan mayores salarios, empiezan nuevos proyectos y disfrutan del viaje a la cumbre.
El lado malo
Esta cumbre no puede sin embargo durar eternamente. Aunque gasto esté aumentando en todos los frentes no se han creado nuevos recursos, solo nuevos papeles verdes. La economía no ha asignado recursos reales quitándolos del consumo y dirigiéndolos a la producción, solo ha estirado los recursos existentes. Las señales en las que confían los empresarios se falsearon y basaron en los caprichos de unas pocas personas poderosas, no en las interacciones colectivas y voluntarias de individuos en todas partes.
El auge llega al máximo y cae en un declive cuando se produce alguna combinación de estos acontecimientos:
- Cuando la creciente escasez de factores de producción se hace demasiado cara.
- Cuando el grifo monetario se cierra y por tanto se seca el consumo y la inversión.
- Y cuando la gente empieza a darse cuando del daño que se ha producido.
El auge se caracteriza por infraempleo y desempleo, precios a la baja y un reajuste del capital en toda la economía. El declive es doloroso, pero necesario y sano.
Capital y trabajadores han sido mal asignados y líneas de producción que parecían rentables se revelan como no rentables a posteriori. La corrección se produce durante el declive. De hecho, el declive es la corrección. Los recursos tienen que ir allí donde son más valorados y el único sistema capaz de realizar esa abrumadora tarea de la economía de mercado no intervenida.
En el pasado y hasta hoy, a la corrección necesaria no se le ha permitido seguir su curso antes de que los bancos centrales reinflen y reinicien el ciclo. Así que resulta una desgracia que tengamos que llamarlo el “ciclo” de auge-declive, en lugar de “acontecimiento” de auge-declive. Si fuera algo que solo pasara una vez, podríamos perdonar a los responsables y decir: “Vale, fue un experimento interesante. Realmente no pesábamos que fuera a funcionar, pero ahora todo el mundo lo sabe”. Como en la película de Batman con George Clooney y Arnold Schwarzenegger.
Pero, como sugiere la expresión “ciclo económico”. Los auges artificiales y los declives dolorosos continúan porque alguna gente, especialmente el gobierno, aparece para beneficiarse a costa de otros y debido a una falta general de comprensión de incluso los más elementales mecanismos en funcionamiento.
Podemos evitar el problema. La gente está usando y desarrollando divisas que no están ligadas a nuestra reserva fraccionaria y sistema bancario centralizado. Se están adoptando nuevas tecnologías para que los préstamos se procesen a tipos menos afectados por la manipulación del banco central.
Mucha gente se está dando cuenta del desastroso historial de la banca central y la política monetaria expansiva. La misma gente está aprendiendo la vía al crecimiento económico real a través de ahorro real y usos económicamente sostenibles de nuestros recursos.
Quizá algún día miremos atrás a los balanceos de la bola de demolición de nuestra economía actual de la mismo forma que vemos Batman y Robin protagonizada por George Clooney y Arnold Schwarzenegger: riendo, pero avergonzándonos y sacudiendo la cabeza.
Publicado originalmente el 18 de abril de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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