Autor: Lucas M. Engelhardt
[Presentado originalmente como discurso en memoria de Hans Sennholz en la 2015 Austrian Student Scholars Conference, Grove City, Pennsylvania]
“El dinero y la banca libres no son imposibles, simplemente son ilegales. La libertad del dinero y la libertad de banca son los principios que deben guiar nuestros pasos”. – Hans Sennholz.
Cuando me pidieron que diera el discurso en memoria de Hans Sennholz, no estaba seguro de sobre qué debía hablar. ¿Debería dar un discurso inspirativo, autobiográfico acerca de la vida como joven profesor universitario? ¿Debería presentar una investigación de vanguardia? ¿Debería defender una mejor política sobre algún tema político “caliente”? Al final, miré el título del discurso: era el discurso en memoria de Hans Sennholz. Así que decidí que debería presentar algo propio de Sennholz, especialmente al ser un exalumno del Grove City College, aunque no fui nunca alumno de Sennholz, que se había jubilado antes de que yo estudiara allí.
El único problema era que sabía embarazosamente poco acerca de Hans Sennholz. La había oído hablar (en la misma sala en la que yo iba a hablar) una vez. Pero solo recordaba dos cosas de él. Primero, recordaba su acento alemán. Segundo, recordaba una breve historia que contó acerca de sus experiencias en publicación académica. Aparentemente, Harvard le pidió escribir un artículo (no que creo que mencionara qué), así que lo hizo y se le pagó 15$ por su trabajo. Pensó que debía haber algún error. No mucho después, Harvard se volvió a dirigir a él, así que volvió a escribir para ellos: lo imprimieron y recibió otros 15$. Decidió de dejar de escribir para Harvard. (La experiencia de publicación académica de Sennholz es bastante diferente de la mía. Escribí un artículo que envié a una de las revistas económicas estadounidenses. Decidieron no imprimirlo y les pagué 100$).
En todo caso, después de darme cuenta de que debería explicar algo propio de Sennholz y darme cuenta de mi propia ignorancia acerca de su obra, fui a la biblioteca y reservé todos los libros de Sennholz en el sistema de bibliotecas del estado de Ohio. Mientras los iba leyendo: Age of Inflation; Debts and Deficits; The Great Depression: Will We Repeat It?;Money and Freedom, apareció un tema central, que es el tema en la cita con la que he empezado: Moneda fuerte y banca libre. Así que espero presentaros hoy lo que llamo una defensa de la independencia monetaria, es decir, una defensa de la independencia de dinero y estado. Para hacer esta defensa, consideraré una serie de distintas opciones institucionales sobre cómo puede organizarse el sistema monetario.
Bancos centrales nacionales completamente dependientes
Empecemos por el peor caso: un banco central que es completamente dependiente del sistema político. En la práctica, en un sistema así, el Tesoro tendría poder para crear dinero a voluntad. Los economistas por lo general están de acuerdo en que un sistema así llevaría a tasas muy altas de inflación. El gasto público es popular: la izquierda ama sus programas de bienestar social, mientras que a la derecha le gusta financiar un gran ejército. Sin embargo, los impuestos son políticamente impopulares (especialmente para quienes tienen que pagarlos). Así que no sorprende que los gobiernos normalmente incurran en déficits. Si al gobierno se le diera un control directo sobre la creación de dinero, cabe esperar que los déficits se financiaran principalmente con la creación de dinero nuevo, ya que los efectos de dicha creación son mucho más fáciles de esconder que los efectos de los impuestos o las disminuciones en el gasto.
El resultado final que esperan los economistas dentro de este marco es que la hiperinflación se convierta en una posibilidad muy real. Históricamente, la hiperinflación tiende a producirse cuando se financian grandes déficits con creación de dinero. Esto no es sorprendente: Imprimir un billete de 1$ cuesta aproximadamente 0,07$, así que la fabricación de dinero es bastante rentable. Es una forma barata de conseguir fondos para el gobierno y los ceros son baratos. Así que, al aumentar los precios y perder valor el dinero,, el Tesoro puede mantener sus beneficios simplemente añadiendo ceros. Al final, acabamos con un escenario propio de Zimbabue. Tengo 180 billones de dólares zimbabuenses que compré en eBay por 15$ (y eso incluía las hojas protectoras de plástico. Sospecho que las hojas son más valiosas que el dinero que contienen, pero lo que importa es: los ceros son baratos. Siendo así, no hay en la práctica ninguna limitación a la inflación que el Tesoro pueda crear si se le da el poder de crear directamente dinero. Por esta razón, la mayoría de los economistas hoy creen que los bancos centrales deberían ser independientes.
Bancos centrales nacionales independientes
En cierto modo, la afirmación de que el dinero debería ser independiente del estado es un poco displicente. A lo largo de los últimos veinte o treinta años, la literatura de la economía ortodoxa ha convergido en torno a la idea de que los bancos centrales, que gobiernan la política monetaria, deberían ser independientes de los gobiernos bajo los que operan. Alberta Alesina y Larry Summers (Summers es el exsecretario del Tesoro con el presidente Clinton y exdirector del Consejo Económico Nacional) hallaron que los bancos contrales independientes tienen mejor rendimiento inflacionista, sin tener mayor desempleo o inestabilidad económica que los países con bancos centrales que son menos independientes. Incluso el presidente Obama ha dejado claro que apoya una “Reserva Federal fuerte e independiente”, una extraña declaración, dado que ha nombrado a cinco de los miembros actuales del Consejo de Gobernadores y parece pretender nombrar a más.
Y la realidad es que la Reserva Federal no es muy independiente. Dincer y Eichengreen, en un trabajo en International Journal of Central Banking, clasificaban a la Reserva Federal de Estados Unidos como uno de los cuatro bancos centrales menos independientes del mundo, junto con India, Singapur y Arabia Saudita.
Más allá de las conexiones institucionales, han claras conexiones políticas entre la Reserva Federal y el gasto público. Debido al control de la economía por el estado, un déficit de 1$ parece estar financiado por aproximadamente 0,30$ de base monetaria adicional. Así que aunque la Fed no esté financiando al gobierno dólar a dólar, sí parece haber una relación muy íntima entre los dos. La razón es sencilla: la Fed, bajo su actual ideología, pone como objetivo los tipos de inflación. Si el gobierno toma mucho prestado, lleva al alza los tipos de interés. Así que la Fed produce más dinero a poner en los mercados del préstamo para bajar los tipos de interés hasta su nivel objetivo. El efecto final es que la Fed está financiando una parte importante de los déficits públicos.
¿Es entonces algo mejor que un banco central completamente dependiente? Como les gusta decir a muchos economistas: depende. Cuando llegue el momento, ¿decidirá la Fed luchar contra la inflación en lugar de continuar financiando déficits públicos? Es imposible decirlo con seguridad, aunque diré dos cosas. Primero, los macroeconomistas ortodoxos parecen haber alcanzado un consenso en que luchar contra la inflación es un objetivo muy importante de la política monetaria, quizá el objetivo más importante en la mayoría de los países en la mayoría de los casos. Segundo, la jefatura de la Reserva Federal está convencida de que, en este momento, la inflación no preocupa mucho. Aunque cambie de opinión con el tiempo y tenga la fortaleza política de hacer frente a un gobierno que, con toda probabilidad, seguirá gastando en déficit, es lo bastante incierto como para que yo no especule en un sentido u otro.
Bancos centrales independientes, discrecionales e internacionales
Como sabemos, la Reserva Federal no es muy independiente. ¿Qué hace entonces independiente a un banco central? Basándonos en la investigación de Nergiz Dincer y Barry Eichengreen, los bancos centrales más independientes se encuentran principalmente en la Eurozona, donde el Banco Central Europeo tiene el control de la política monetaria.
¿Es sin embargo “mejor” este sistema internacional? Llevémoslo al extremo (un extremo que algunos han sugerido) y consideremos los pros y contras de un sistema así. Imaginemos que todos los bancos centrales ceden su autoridad al Fondo Monetario Internacional, que luego actúa como único banco central del mundo.
Hay que reconocer que el sistema tiene varias ventajas reales. El comercio es indudablemente más fácil cuando hay una divisa común. La menor preocupación con respecto a las fluctuaciones cambiarias anima proyectos de inversión transfronterizos, que pueden aumentar la productividad al ubicar capital donde sea más productivo, en lugar de donde la estabilidad monetaria sea menor. Puede esperarse que el FMI sea independiente ante cualquier presión de gobiernos individuales para financiar déficits, o al menos ser más independiente de lo que sería un banco central nacional.
Sin embargo, los inconvenientes son importantes. En su libro, The Tragedy of the Euro, Philipp Bagus sugiere que la formación de la Eurozona creó una tragedia de los comunes, en la que las economías débiles (como Grecia, Portugal y España) tenían incentivos para tener grandes déficits presupuestarios, financiados indirectamente por el Banco Central Europeo. Como primeras receptoras del dinero recién creado, las economías con déficit pueden gastar el dinero antes de que tenga un impacto directo en los precios, ganado así a costa de aquellos países con presupuestos más equilibrados. Esto crea naturalmente un incentivo para que los países tengan déficits presupuestarios y, de hecho, para que compitan por tener los mayores. Es una receta para cierta combinación de inflación excepcionalmente alta, si el banco central ajustara los déficits, o tipos de interés excepcionalmente altos, si el banco central quiere mostrarse impertérrito.
Aunque es posible que un banco central internacional pueda mostrarse impertérrito más eficazmente de lo que podría un banco central nacional, la experiencia reciente en Europa plantea preguntas acerca de si los bancos centrales internacionales realmente se mantendrán firmes.
Quiero decir una cosa más acerca del peligro de un sistema completamente unificado: cuando se lleva a cabo una gestión del riesgo (y mucho de la política es en realidad precisamente gestión del riesgo), hay que prestar atención a los peores escenarios. Mientras el banco central tenga discreción, las posibilidades de que (en algún momento en su historia) el banco central vaya a cometer un error muy grande son muy altas. Así que la pregunta se convierte en: ¿cuál es el plan B? Hemos visto en años recientes que la hiperinflación a nivel nacional, aunque terrible, ha permitido una rápida recuperación. La razón puede verse examinado a Zimbabue. En su episodio hiperinflacionista de 2008, la economía interna de Zimbabue se vio tan afectada que la renta bruta nacional por cabeza había caído a su nivel más bajo en cuarenta años. Sin embargo, desde entonces, la renta bruta nacional por cabeza se ha más que doblado hasta su nivel más alto desde 1983. ¿Cómo ocurrió esto? Los zimbabuenses abandonaron su hiperinflada divisa a favor de cierta combinación de euros, dólares de EE. UU. y rands sudafricanos, todos los cuales son estables, comparados con el dólar de Zimbabue. La adopción de una divisa que es más estable dio a la gente confianza para dedicarse de nuevo a las transacciones comerciales, lo que liberó recursos que habían sido en buena medida inutilizables en un entorno hiperinflacionista.
Sin embargo, esta solución requería la existencia de divisas alternativas a las que cambiar. ¿Qué ocurriría si un único banco central mundial cometiera el mismo error? La respuesta no está clara en absoluto, pero creo que una hiperinflación a nivel mundial, si ocurriera, afectaría gravemente a la división del trabajo y por tanto llevaría a un colapso en el nivel mundial de vida. La recuperación no sería fácil, ya que requeriría la reintroducción de una nueva divisa en la que la gente confiara realmente lo suficiente como para aceptarla como medio de intercambio. Históricamente, algunos países han tenido éxito en reintroducir una forma de su propia divisa con una base diferente, pero hay también muchos casos, Zimbabue entre ellos, en los que fracasó la reintroducción.
Dado, por tanto, que habría fuertes incentivos para la hiperinflación, las posibilidades de que se produzca realmente una hiperinflación en un sistema con un solo banco central mundial, en algún momento, están lejos de ser cero. De hecho, si se concede un periodo de tiempo suficientemente largo, la hiperinflación (o al menos alguna forma de grave mala gestión monetaria) se convierte en bastante probable. ¿Merece este riesgo las ventajas? Para mí, que probablemente no.
Normas de política monetaria
Todo lo que se ha dicho hasta ahora ha supuesto que el dinero lo produce algún ente político monetario que tiene cierta discreción acerca de la cantidad de dinero que puede producir. Una alternativa popular es una política monetaria basada en normas. En este caso, el sistema político establece una norma de política monetaria que, por algún medio, es incapaz de alterar. Esta norma decide así automáticamente cuál debería ser la política monetaria.
Se han propuesto bastantes normas posibles. La regla del crecimiento constante del dinero de Milton Friedman fue un ejemplo temprano (y notablemente sencillo). Friedman sugirió que la oferta monetaria debería crecer a un ritmo constante cercano al 3% o el 5%. Dado que la producción, de media, crece a un ritmo similar, esta tasa de crecimiento llevaría a un nivel general de precios que sería básicamente estable a largo plazo. Como Friedman, se han propuesto otras normas. Es conocido que John Taylor propuso su norma, que se basaba en una combinación de la inflación reciente y el estado reciente de la economía en relación con su tendencia a largo plazo. Scott Sumner sugiere lo que llama el objetivo de PIB nominal, una idea que no es original suya ni el afirma que lo sea.
En lugar de criticar cada una de ellas individualmente, sugeriré unas pocas dificultades con esta disposición institucional, independientemente del contenido concreto de las normas.
Por supuesto, la dificultad principal es la política. Cualquier sistema político que sea lo bastante fuerte como para establecer una norma política monetaria es lo bastante fuerte como para modificarla o descartarla. Así que, ¿qué haría falta para que se establezca la norma política monetaria y luego se la deje en paz? Sabemos que hay momentos en que los políticos son realmente lo suficientemente fuertes como para implantar una política, pero no serían lo suficientemente fuertes como para eliminarla. Pienso en la Seguridad Social como ejemplo. En este caso, la política creó un grupo de interés (muy popular) que pelearía por que continúe la política. Todos quieren a su abuela y todas las abuelas aman a la Seguridad Social, así que es hoy un programa popular que ningún político estará en serio dispuesto a desmantelar. Para que pudiéramos hacer esto con la política monetaria, tendríamos que tener una norma política monetaria que creara un grupo popular de interés que se resista a cualquier cambio en dicha norma. No tengo claro cómo hacer esto, pero puede que sencillamente no sea creativo a la hora de idear soluciones políticas.
Incluso si resolviéramos el problema político, todas estas normas tienen en común ciertos problemas económicos, principalmente uno de error en la medición. Cualquier uso de datos económicos debe reconocer que discutir los datos desde un punto de vista científico, como decir que el nivel general de precios aumentará si la oferta monetaria aumenta suficientemente rápido, es distinto que decir que una medición concreta de esa variable actuará de una manera concreta. El índice de Precios del Consumo, el Índice de Precios de la Producción y el deflactor del PIB buscan todos expresar el “nivel general de precios”, pero todos tienen debilidades.
Es decir: las estadísticas que podemos realmente medir no se alinean perfectamente con las concepciones científicas que pretenden estimar. En resumen: en realidad hay errores en toda medición macroeconómica. Para fines científicos, esto es algo que podemos soportar. Mientras nuestras estadísticas estén razonablemente bien correlacionadas con la realidad subyacente que nos preocupa, puede esperarse que los errores, en cierto modo, se compensen. Así que mientras los precios reales actúen, de media, como el IPC y mientras que la verdadera oferta monetaria actúe, de media, como la M2, cualquier conexión estadística entre el IPC y la M2 se espera, de media, que refleje la relación real entre dinero y niveles de precios.
Pero hacer políticas es algo completamente distinto, se acerca mucho más a la ingeniería que a la ciencia. Siendo así, los errores, en cierto sentido, son exactamente lo que importa. Si la medición de la oferta monetaria está midiendo temporalmente en menos la verdadera oferta, se acabará creando demasiado dinero bajo una regla de Friedman. ¿Es esto temporal? Sí, pero en el mundo de la economía, las cosas temporales son exactamente esas cosas que crean perturbaciones económicas.
Un problema económico adicional con estas normas es que suponen que, en cierto modo, el mundo es o debería ser estático. La norma de Friedman y el objetivo de PIB nominal suponen implícitamente que los niveles generales de precios o de gasto total en la economía no deberían cambiar. ¿Por qué no? La norma de Taylor supone implícitamente que el tipo de interés de equilibrio real no debería cambiar. Repito: ¿por qué no? El mundo económico es un mundo dinámico en el que el cambio es una de las pocas constantes. A su nivel más elemental, la actividad económica es el uso de recursos para satisfacer nuestras preferencias, basándonos en nuestro conocimiento técnico. Pero estos tres están un flujo constante. Estamos continuamente usando, creando, agotando y descubriendo recursos. Estamos constantemente cambiando nuestras preferencias. Nuestro conocimiento técnico está cambiando constantemente a medida que aprendemos cosas nuevas y olvidamos otras. ¿Por qué deberíamos esperar entonces que los agregados macroeconómicos (incluso si los pudiéramos medir perfectamente) permanezcan constantes? Así que, hacer política basadas en reglas tiene serios problemas económicos, debido a las malas mediciones y al dinamismo natural del mundo real. Quizá por suerte probablemente no experimentemos nunca estos problemas, ya que los problemas políticos para llegar a establecer esas normas es probable que sean insuperables.
Dinero basado en el mercado
Nuestra parada final en el espectro de la independencia monetaria es una divisa realmente independiente, es decir, un dinero que no tenga ventajas ni desventajas legales cuando se compara con otros bienes. En resumen: un mercado libre del dinero, en el que las monedas son libres para competir entre sí para obtener el favor de los usuarios. Quienquiera que lo desee puede presentar su propia moneda, así que yo podría imprimir dólares Engelhardt en mi sótano y tratar de convencer a la gente para que los use. La una restricción sería que estaría prohibido el fraude, de forma que nadie podría imitar mis dólares Engelhardt.
En un sistema así, yo esperaría que el dinero estuviera dirigido por las acciones normales y cotidianas de los empresarios que lo hacen tan bien al satisfacer tantos de nuestros deseos. Al responder a la demanda y competencia de otros proveedores, la oferta de dinero crecería al ritmo que determine el mercado. Si se reclama más de una moneda concreta, esa moneda aumentará de valor (aumentando la rentabilidad de producirla), llevando a aquellos empresarios que la producen a producir más y llevando a otros empresarios a la producción de dinero similar (y por tanto en competencia con ese dinero).
Al responder los empresarios a la demanda, cabría esperar que el valor de un dinero ganador sea probable que sea bastante estable durante largos periodos de tiempo (no perfectamente estable, por supuesto, ya que a menudo hay un desfase entre un cambio en la demanda y los cambios en la producción para atender esa demanda). Pero el mercado recompensará a aquellos productores de dinero que hagan el mejor trabajo proporcionando un dinero que la gente quiera usar realmente.
Como observaba Sennholz en muchos de sus escritos, hay algo en el oro que hace de él un dinero particularmente bueno. Y ese algo no es solo algún indefinible “Factor X”. Es una lista de rasgos. Como se expone en Money and Freedom, de Sennholz, el oro es útil, pero no esencial, fácil de dividir, muy duradero, almacenable y transportable. Así que el hecho de que el oro, en muchos casos operando junto a la notablemente similar, pero algo menos valiosa, plata, fue históricamente, lo que apareció como dinero en el mercado libre. Como Sennholz, también estoy de acuerdo en que parece bastante probable que, si se dejara a la gente en paz, usaría de nuevo el oro como dinero.
Así que la pregunta es entonces: ¿qué nos costaría establecer un dinero basado en el mercado? Cuando leí por primera vez Inflation or Gold Standard?, de Sennholz, leí su plan de reforma y casi a cada paso me decía: “Bueno, ya hemos hecho eso”. Solo faltaban un par de puntos. Cuando Sennholz escribió Money and Freedom en 1985, su propósito original era actualizar Inflation or Gold Standard? , pero se dio cuenta de que el mundo había cambiado lo bastante en los diez años o así desde que escribió aquel libro que hacía falta un libro nuevo. Así que escribió un nuevo plan de reforma. Resultó que muy poco ha cambiado en los últimos treinta años, así que el plan de Sennholz de 1985 es en su mayor parte aún relevante para nosotros hoy en día.
El primer paso: Deben derogarse las leyes de curso legal. Permitir que los pagos de deuda privada se contraten de forma que puedan devolverse como quiera que tomadores y prestadores consideren aceptable. Como señala Sennholz, este movimiento no es en realidad particularmente radical. Si el gobierno federal desea recibir su propia divisa fiduciaria para el pago de impuestos, nadie le impide continuar haciéndolo. Si prefiere tomar prestado y pagar con su propia divisa fiduciaria, también está bien. Igualmente, si cualquier empresa privada o persona desea continuar usando exclusivamente dólares en papel, son libres de hacerlo. La única diferencia es que la gente sería también libre de no usar divisa en papel. En cierto modo, ya tenemos esta libertad en la mayoría de nuestras transacciones. Cuando vendemos bienes y servicios, se permite a las empresas rechazar (u obligar) el pago en cualquier forma que quieran. Legalmente, en EE. UU., solo la deuda cae dentro de la provisión del curso legal. Repito que el cambio legal que pedimos no es radical.
Un segundo paso es lo que llamo “honradez en la acuñación”. La ceca de EE. UU. produce monedas de oro y plata que tienen un valor de curso legal que es una pequeña fracción de su valor metálico. Bajo la Ley de Gresham, estas monedas se atesoran, mientras que el papel moneda (que vale mucho más en el intercambio que el papel en que está impreso) se usa como dinero. Esto debería acabar. En lugar de acuñar un Liberty de plata con un falso valor de curso legal, acúñese simplemente con su peso y pureza. El reverso del Liberty de plata debería decir. “1 onza de plaza”. Señalo que ya lo incluye, solo que a continuación de la designación bastante tonta de “Un dólar”. Esto crea confusión para cualquier negocio que pueda querer aceptar monedas de oro o plata al sugerir que la moneda vale un dólar, cuando su valor metálico es mucho mayor. Eliminar simplemente la designación de un dólar haría esas monedas mucho más utilizables en transacciones, al permitir que se intercambien por su justo valor.
Además de la honradez en la acuñación, libertad adicional en el sistema bancario haría también más competitivo el mercado del dinero. Por ejemplo, debería permitirse la libre entrada en la banca. Los bancos deberían ser libres para aceptar depósitos y ofrecer servicios de cheques y tarjetas de crédito en cualquier divisa o producto que depositantes y bancos consideren aceptables.
Técnicamente, puedes tener depósitos en EE. UU. que estén denominados en divisas extranjeras, pero los depósitos mínimos tienden a ser prohibitivamente altos (descubrí una cuenta que puedes abrir por solo unos 50.000$ a algo así). Permitir la libre entrada a bancos que se especialicen en divisas extranjeras real la posibilidad de usar monedas alternativas para alguien más que no sean los excepcionalmente ricos. Además, ya no se obligaría a los bancos a ser miembros de la FDIC o el Sistema de la Reserva Federal. Como a cualquier organización, a los bancos se les debería permitir unirse si creen que los beneficios superan los costes y no unirse si creen que los costes superan a los beneficios.
Repito que no son movimientos radicales. No estoy reclamando el fin de la FDIC, aunque confieso que me gustaría ver cómo se desvanece. No estoy reclamando la abolición de la Reserva Federal, aunque también estoy convencido de que, en conjunto, sería algo bueno. Simplemente reclamo que estas organizaciones se abran a las fuerzas normales de la competencia del mercado a competidores que sean libres de entrar o salir de dicho mercado, produciendo productos innovadores que pueden operar junto o reemplazar a aquellos productos que actualmente proporcionan la Reserva Federal y el FDIC.
Terminaré como empecé, con Sennholz. El último párrafo de Money and Freedom nos dice:
La moneda fuerte y la banca libre no son imposibles: son simplemente ilegales. Por eso debe desregularse el dinero. Todas las instituciones financieras deben ser de nuevo libres para emitir sus billetes basados en contratos ordinarios. En una sociedad libre, las personas son libres para establecer bancos emisores de billetes y crear cámaras privadas de compensación. Con libertad, el dinero y el sector bancario pueden crear divisas fuertes y honradas, igual que cualquier otro sector puede proporcionar productos eficaces y fiables. La libertad de moneda y la libertad de banca, estos son los principios que deben guiar nuestros pasos.
Publicado originalmente el 11 de abril de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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