El rescate a Grecia del año 2010 fue en realidad un rescate de bancos alemanes, franceses y griegos virtualmente quebrados, tenedores de la impagable deuda helena. Varufakis se opuso entonces
En un lúcido artículo publicado el pasado 29 de marzo en El País, Varufakis se permitió el lujo de decir unas cuantas verdades como puños extrapolables a España y al futuro.
El rescate a Grecia del año 2010 fue en realidad un rescate de bancos alemanes, franceses y griegos virtualmente quebrados, tenedores de la impagable deuda helena. Varufakis se opuso en aquel entonces a tal rescate ya que el 90 % de los fondos frescos fueron a parar a entidades financieras privadas que habían actuado de manera irresponsable y no querían pagar las consecuencias.
Estimaba que era mejor que el país cargara con el impago entonces que no con otro más abultado después, como podría ocurrir dentro de poco. Le fastidiaba tener que rescatar bancos europeos mal gestionados que otorgaron créditos sin ton ni son a costa de los ciudadanos griegos honrados.
Empresas alemanas, no solo de armamento, se vieron envueltas en turbios escándalos a la manera española en alianza con políticos y lobbistas griegos. Hasta les vendieron submarinos sin estabilidad. Ni en broma se les habría ocurrido actuar de manera tan indecente en su propio país.
Jugaron con ventaja contra una democracia imperfecta. Nadie en Alemania les pide cuentas por ello mientras disfrutan alegremente de los beneficios de aquello. ¡Cuánta hipocresía hay por medio!
Las condiciones impuestas estrangularon la economía griega. Imposibilitaron ningún crecimiento haciendo todavía más onerosa la carga, machacando al ciudadano común. Se trataba de retrasar el fatídico desenlace que en todo caso iba a suceder, blindando la economía francesa y alemana de los desafueros de su sistema financiero.
La restructuración de la deuda-país es un anatema para los economistas actuales. A lo largo de la historia ha ocurrido infinitas veces en casi todos los países. La deuda privada, sin embargo, se puede dejar de pagar y no pasa nada, siempre y cuando sus tenedores sean empresas indecentes y empresarios de pinipón con buenos contactos en vez de pymes o humildes hipotecados. Estos siempre pagan el pato.
Se trata de hacer regresar un capitalismo decente y sensato donde cada palo aguante su vela
Lo que en realidad le ha ocurrido tanto a Grecia como España es un gigantesco traspaso de deuda privada impagable hacia la deuda pública provocado por elementos de la casta, las élites extractivas de siempre. De esta manera, estas encasquetan sus desafueros al ciudadano normal y corriente.
Los que lo han provocado mantienen sus cuentas a buen recaudo en paraísos fiscales. Si a eso añadimos que tanto la economía griega como la española poseen modelos productivos insostenibles basados en actividades de bajo valor añadido, sin apenas industria, el resultado es que sin un cambio radical en sus modelos económicos y educativos ambos países están condenados al default.
Es una mera cuestión de tiempo. Que nadie se hinche de soberbia. Muchos países están igual por razones diferentes. China y Brasil tendrán todo que lamentar cuando sus propias incongruencias revienten.
Too big to fail. Grecia es una economía de reducido tamaño. Si se derrumba no pasa nada. Por eso se le pueden apretar las clavijas de la manera más obscena. España, con problemas similares o incluso peores, es demasiado grande para dejarla caer. Arrastraría a toda Europa. Grecia tiene ya un presupuesto equilibrado. Ya le gustaría a España.
La economía griega es apenas un Banco Madrid al que se le puede dejar morir sin mayores consecuencias. La española es un gigantesco Bankia que es necesario rescatar como sea a prorrata. Tal doble rasero hace que Grecia siga estando con el agua al cuello mientras España se convierte en alumno aventajado, en teoría, a pesar del desastre que está fermentando si no modifica de manera radical su modelo productivo y sus corruptas y anticuadas estructuras de gobierno.
Obvian que la deuda se sigue incrementando a razón de 60.000 millones de euros anuales. Se acerca al 100% del PIB. Montaña de préstamos ingente que de momento se puede pagar porque esa cosa obtusa e incoherente denominada mercados otorga una prima de riesgo mínima a la deuda española.
Finalizará el día que algún chispazo insospechado los espabile y ponga la prima de riesgo en su valor real. Ipso facto, dejaría la economía española K.O. y su efecto rebote arrastraría a todo bicho viviente. ¿Se producirá en China, en Brasil, en la machacada Grecia o en estos mismos eriales?
El asunto es estructural. Mientras que el problema griego se podría enderezar si hubiese voluntad, si España sigue empeñada en no realizar ningún cambio profundo de su modelo productivo y, de paso, de Estado, antes o después se verá abocada a la suspensión del pago de la deuda porque continuará su incremento galopante, arrastrando a toda Europa.
El crecimiento actual son solo meandros. Es debido en gran parte a causas exógenas como la cotización del dólar, del petróleo o el aumento del turismo promovido por la inestabilidad política en el Mediterráneo Oriental.
Para evitar una quiebra futura se debería reducir el exceso de legislación de pésima calidad que flexibilizara la economía, modernizar de manera radical el funcionamiento de las Administraciones Públicas que permitiera extirpar el exceso de burocracia, establecer poderes y contrapoderes que hicieran que la corrupta vergüenza decimonónica que contemplamos fuera para siempre historia.
Es necesario cambiar radicalmente el modelo global, aplicar la economía fundamental aprovechando que todo el orbe más o menos civilizado comienza a darse cuenta de que una economía basada en el consumo salvaje, en dilapidar recursos finitos y en degradar el medioambiente significará el suicidio de esta civilización y de media humanidad. Para las élites extractivas es una amenaza. Para la población normal, podría ser su gran oportunidad.
Si España sigue empeñada en no realizar ningún cambio profundo de su modelo productivo se verá abocada a la suspensión del pago de la deuda
Para empezar, se deberían trocear las entidades sistémicas para que dejaran de serlo. Imponer a los actuales gestores codiciosos e indecentes unas normas éticas y unos sueldos acordes con sus escasas capacidades, obligando a su bolsillo a asumir los destrozos que provocan, a la manera del genuino J.P. Morgan. Él respondía con sus bienes, así como entonces los socios de Goldman Sachs. El sistema financiero comenzó a corromperse cuando dejaron de hacerlo y la responsabilidad pasó a los respectivos bancos centrales.
Se trata de hacer regresar un capitalismo decente y sensato donde cada palo aguante su vela, donde los bancos centrales no puedan jugar al Monopoly de manera irresponsable ni las autoridades se dediquen a destruir el sistema productivo sustituyéndolo por mayor corrupción y deuda.
La cantinela es recurrente: la mayoría de las civilizaciones pasadas se hundieron cuando sumaron efectos medioambientales nocivos y el abuso por parte de las élites extractivas en el poder. Igual que siempre, igual que ahora. Lo dice hasta la NASA.
Varufakis diagnosticó bien los problemas. Otra cosa es que le permitan resolver nada, ya que pondría en evidencia el absurdo y descontrolado sistema financiero mundial.
Se vislumbra en lontananza tsunami electoral. Ojalá navegara siguiendo su estela una renovación cívica, económica y educativa radical con estadistas a bordo de ella. O, en su defecto, al menos otro vapuleado Varufakis capaz de cantar a Europa las verdades del barquero y hacer rechinar sus crueles y endurecidas conciencias.
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