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lunes, 27 de abril de 2015

A vueltas con el patrón oro

A vueltas con el patrón oro-1: Un resumen rápido

 
 
 
Una de las cosas que surge cada vez que hay una crisis monetaria y financiera de carácter global son las llamadas a una vuelta del patrón oro, la definición de la moneda en una cantidad correspondiente en oro. Juan de Mercado en una entrada reciente decía que apoyar el regreso del patrón oro es ignorancia. La propuesta de la vuelta al patrón oro se asocia por lo general con lo que se denomina la Escuela Austriaca, que es aquella fundamentada en el trabajo de Menger, Böhm-Bawerk, Mises, Hayek y otros. Es también propuesta de comentaristas de la realidad financiera como Jim Grant y otros. La discusión sobre una vuelta al patrón oro, que es sólo especulación de unos pocos, puede sorprender a algunos, siendo evidentes los problemas que un sistema de paridades fijas está provocando en nuestra unión monetaria y la evidencia de que eliminar el control de la política monetaria y dársela a un tercero no elimina en absoluto la posibilidad de burbujas crediticias. Pero me adelanto. En esta entrada y la siguiente argumento que la adopción del patrón oro de forma aislada es un sinsentido y que incluso lo es en el contexto de una profunda reforma del sistema financiero internacional.
 
El punto fundamental de estas entradas es que el sistema monetario que se adopte no puede considerarse de forma aislada sino que tiene que ser complementario, en el sentido económico de la palabra, a la gran variedad de instituciones que gobiernan la realidad económica de las naciones. Interpreto el abandono del patrón oro en el periodo de entreguerras como inevitable dada la realidad social que surge en Europa y en EE.UU. después de la Primera Guerra Mundial y argumento que las condiciones que provocaron tal abandono siguen presentes. Vaya por delante que en honor a la justicia aquellos que proponen el retorno al patrón oro no lo hacen al patrón oro tal como existió, pongamos, en el año 1890 pero argumento más adelante que dichas propuestas viven en una visión idealizada del funcionamiento de la economía y que las condiciones para su aplicabilidad no se dan. El sistema monetario tiene que ser diseñado con una visión realista de las instituciones que gobiernan todas las transacciones económicas, no sólo una parte.
 
En esta primera entrada hago unas consideraciones generales, y algo desordenadas, sobre el patrón oro y los sistemas monetarios que hemos experimentado en los últimos trescientos años. En el próximo discuto porqué se abandono el patrón oro y las lecciones que el periodo de entreguerras contiene para nuestra situación actual. En la tercera y final ligo los sistemas monetarios a la estabilidad financiera y argumento que no hay un patrón claro entre ambas cosas y que propuestas encaminadas a la eliminación del sistema fraccionario de reservas no dotaran al mercado financiero de la estabilidad que se persigue.
 
Una aclaración: en lo que sigue no doy referencias, salvo en casos muy específicos, porque tal es la literatura sobre la materia que sería una labor hercúlea y esto es una entrada de un blog. Los nombres son los habituales en esta literatura: Hume, Hawtrey, Hayek, Keynes, Eichengreen, Temin, Bernanke, Bordo, Barro, Friedman, … Si alguna idea es más mía que de otros, pocas, lo aclaro según sea el caso.
 
El sistema monetario internacional: Dos consideraciones iniciales

 

Lo primero que hay que aclarar es que el sistema monetario no es un fin en sí mismo; es un medio para la prosperidad de la sociedad. Argumentos como que el dólar o la libra se devalúan frente al oro como consecuencia del abandono del patrón oro son irrelevantes (véase el gráfico 1). Lo relevante es si la renta o el consumo per cápita real de una sociedad es más alta y menos volátil bajo el patrón oro u otro sistema monetario, si crece a mayor ritmo, si la tasa de desempleo es más baja y menos volátil, etc. Esto es, lo que hay que mostrar es la conexión entre un sistema monetario concreto y la estabilidad económica. Y hay que mostrarlo con una observación detallada de la evidencia empírica y de la experiencia histórica, no con una selección predeterminada de la evidencia para apoyar una posición predeterminada.
 
Segundo, están las dos fricciones que son necesarias para primero pensar en el “dinero” y segundo en política monetaria. Tiene que haber una fricción que hace que el intercambio sea más eficiente mediante el uso de una cosa que denominamos dinero, y que puede ser en especie o en papel moneda , que mediante el intercambio directo de dos bienes (lentejas por clases de literatura sueca). La segunda de las fricciones es la que se refiere a la naturaleza del intercambio económico en una multitud de mercados, sujetas estas transacciones como están a un sinfín de fricciones, ineficiencias, y demás. Es porque estas fricciones son evidentes que tenemos discusiones sobre si es mejor el patrón oro que un sistema basado en el papel o si interesa un sistema de paridad fijo o no, o si es necesario tener un banco central independiente o no.
 
Para enfatizar esta segunda consideración, imagine el lector un mundo perfecto, donde los mercados son perfectamente flexibles, los precios se ajustan de forma inmediata para asegurar el vaciamiento de los mercados, no hay información asimétrica, las promesas contingentes son reales, etc. En este mercado la naturaleza del medio de intercambio es irrelevante, y en particular es irrelevante que se produzca una devaluación de la moneda con respecto al número de bienes que se puede adquirir con ella. Lo que importa es la distribución real de los recursos y lo único que se ha cambiado es la unidad de medida (la distancia de mi casa a la universidad es igual si se mide en millas o en quilómetros).
 
Habiendo aclarado estos dos puntos básicos podemos ahora empezar a meternos en materia.
 
Cuatro periodos

La historia monetaria de occidente en los últimos 300 años se puede resumir en cuatro periodos.
 
El patrón oro clásico (1717-1931): En un sistema de patrón oro las autoridades monetarias del país se comprometen a fijar el precio de la moneda en términos de una cantidad fija de oro y a intercambiar oro por moneda en cantidades ilimitadas.
 
Inglaterra adopta un patrón bimetálico en el siglo 17 cuando sucesivas leyes fijaron la convertibilidad de la moneda en cantidades y calidades especificas de oro (el oro inicial venia del golfo de Guinea, de ahí “guineas” como nombre de la moneda.) Esto no quiere decir que no hubiese modificaciones aquí y allí. La reforma “definitiva” se produce en el año 1717, siendo Sir Isaac Newton Master of the Mint, cuando se fijó por ley las cantidades especificas de oro y plata en la moneda (al parecer este señor, en sus ratos libres, hizo alguna contribución que otra al campo de la física, astronomía, matemáticas, …) La decisión tomada por Newton por motivos que no vienen al caso, hizo que Inglaterra estuviese de facto, que no de iure, en el patrón oro desde ese año. En el año 1816 Inglaterra abandonó de forma oficial la política bimetalista y se convierte de iure en un país en el patrón oro. Distintos países adoptaron el patrón oro (o bimetálico) en distintos momentos. Con idas y venidas y la gran crisis del patrón oro en el periodo de entreguerras fijamos el patrón oro clásico en esos 200 años largos que van de 1717 a 1931 cuando Inglaterra abandona de forma ya definitiva el patrón oro. La vuelta de Inglaterra al patrón oro después de la primera guerra mundial es a un patrón oro algo distinto (lo que se denomina el “gold bullion standard”) pero para lo que nos ocupa aquí las diferencias son irrelevantes.
 
El gráfico 1 muestra el precio del oro en libra esterlinas de 1718 al año 1949. Sobre la variabilidad que se observa en la serie vuelvo más abajo.
Gráfico 1: Inglaterra: Precio de una onza de oro fino en libras esterlinas. Datos anuales: 1718-1949. Fuente: Lawrence H. Officer and Samuel H. Williamson, ‘The Price of Gold, 1257-2011.’
 
 
Bretton Woods (1959-1971): La Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial acabaron de forma definitiva con el patrón oro. Bretton Woods es un sistema mixto, donde el dólar estaba fijado en términos de oro y el resto de las monedas tenían un paridad semiflexible frente al dólar, con la posibilidad de alterar el tipo de cambio en una banda prefijada. Bretton Woods vino acompañada de la creación de dos instituciones, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo. El papel del Fondo Monetario Internacional estaba encaminada a financiar los déficits por cuenta corriente de los países miembros, que podían tomar prestado hasta un determinado nivel ligado a su participación en el fondo. El periodo de Bretton Woods “puro” donde el dólar era completamente convertible en oro, va desde el año 1959 hasta el abandono del sistema por parte de EE.UU. en 1971, durante la administración Nixon. El gráfico 2 muestra el precio en dólares de una onza de oro durante los años de Bretton Woods y los que siguen a su abandono.
 
El Sistema Monetario Europeo (1979-1992): El Sistema Monetario Europeo se creó como consecuencia de la enorme volatilidad y tipos de cambio durante los años 70. Su institución fundamental era el Mecanismo de Tipos de Cambio (Exchange Rate Mechanism o ERM) por el que la mayoría de los países de la Comunidad Europea fijaban sus tipos de cambio y solo se permitían fluctuaciones del 2.25% frente a las otras monedas (con la excepción de la lira italiana, que lo podía hacer en un 6%). Las paridades sufrieron varias modificaciones, hasta once durante la primera década. El sistema dura de forma efectiva hasta el año 1992, cuando se fuerza el abandono de la lira italiana del sistema, así como de la libra inglesa que se había unido al ERM en el año 1990. La caída del sistema monetario europeo tiene como orígenes tanto la perspectiva de una integración monetaria como la progresiva integración de capitales que hacia incompatible las políticas monetarias y fiscales de los países miembros con el mantenimiento de un tipo de paridades semifijos.
 
La Unión Monetaria (1998-): El euro es el esfuerzo actual de dotar a Europa de estabilidad monetaria y tipos de cambio. Hemos hablado tanto de nuestra moneda en NeG que los comentarios que voy a hacer solo se refieren a las lecciones que el pasado tiene para nuestra tesitura actual.
 
 
Las cuestiones económicas en lo que se refiere al patrón oro
 

Cuando un país adopta el patrón oro, fija la cantidad de dinero en circulación. En este sentido la consecuencia fundamental, pero no la única, del patrón oro es que, si es creíble, elimina la discrecionalidad de la política monetaria. Una expansión monetaria está en principio ligada en exclusiva a los descubrimientos de minas de oro que ocurran en el país en cuestión. La determinación exógena de la política monetaria determina a su vez la política fiscal. El patrón oro puro, por tanto eliminan las políticas de demanda como factor de la política económica con graves implicaciones en lo que se refiere a la absorción de shocks imprevistos en la economía y al suavizado del ciclo económico.
 Gráfico 2: Precio de una onza de oro fino en dólares. Datos anuales: 1950-2011. Fuente: Lawrence H. Officer and Samuel H. Williamson, ‘The Price of Gold, 1257-2011.’
 
Cuando varios países adoptan el patrón oro fijan a su vez las paridades entre ellos, determinadas como están por el tipo de cambio de cada moneda frente al oro. Cualquier desviación del tipo de cambio entre dos países del tipo implícito dada su equivalencia en oro resulta en los consiguientes flujos de oro, mediante un proceso normal de arbitraje. La consecuencia fundamental del patrón oro en este aspecto es que un shock en un país bajo el patrón oro se transmite completamente a otro país bajo el mismo patrón, con graves implicaciones para la actividad económica de dicho país. Esto es fundamental para entender el papel que jugó el patrón oro en la transmisión de la Gran Depresión a través de los distintos países que bajo él estaban (no España por cierto, lo que le libró de las consecuencias de la Gran Depresión; nuestro problemas eran otros.)
 
La deflación y el patrón oro
 
Una ultima consecuencia del establecimiento del patrón oro y fuente de no poca confusión es el posible efecto deflacionario que se siga su adopción. Efectivamente en un entorno de crecimiento económico y con un mayor número de transacciones que realizar entonces, dada una velocidad constante, el precio de las cosas ha de bajar. Esto es la característica fundamental de la fase tardía del patrón oro, la que abarca el último tercio del siglo 19. Este fue un periodo de crecimiento estable y mejora de la productividad. Esta es una deflación “buena” que es la asociada con shocks de productividad positivos en un sistema donde la base monetaria se mantiene constante. La confusión es que hay deflaciones “buenas” y “malas” La deflación que preocupa es la “mala” la que se deriva de un shock negativo de demanda. No se puede argumentar la conveniencia del patrón oro por el buen comportamiento del sistema durante la última parte del siglo 19, porque éste periodo, aunque no exento de crisis, está caracterizado por un buen comportamiento de la economía real. En general todos los sistemas monetarios funcionan mejor en presencia de shocks de productividad positivos. Al patrón oro, como a cualquier otro sistema monetario, hay que juzgarlo tanta por la estabilidad media que produzca, así como a su capacidad de absorción de shocks negativos.
 
Una pequeña aclaración: La velocidad no es sólo una variable tecnológica sino también una endógena. Claramente avances en la compensación electrónica incrementan la velocidad y por tanto permiten un menor ajuste deflacionario de los precios en presencia de shocks de productividad positivos.
 
¿Era el patrón oro clásico inflexible? No

 
Como veremos en un momento la credibilidad del patrón oro no estaba fundamentada en la adhesión de los países miembros que formaban el centro del patrón oro (Reino Unido, Francia y EE.UU.) en toda circunstancia, sino en el establecimiento de unas reglas claras sobre el funcionamiento del mismo. El funcionamiento del patrón oro en su periodo clásico en el siglo 19 no puede entenderse sin el papel fundamental que jugó el Banco Inglaterra en su funcionamiento. También hay que considerar el funcionamiento del patrón oro durante periodos de guerra. Hablo de esto último que me parece importante y dejo lo primero para otra ocasión (esto quiere decir que no lo voy a tratar).
 
Gráfico 3: Dolar frente a la libra esterlina. Datos nuales: 1791-2011. Fuente: Citation: Lawrence H. Officer, ‘Dollar-Pound Exchange Rate From 1791,’ MeasuringWorth, 2012.
 
 
Volvamos al gráfico 1. Como puede verse en la serio del precio del oro en libras hay tres eventos importantes en la muestra. El primero es el asociado con el periodo de la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas. El segundo es la Primera Guerra Mundial y el periodo de postguerra, cuando el Reino Unido tuvo dudas sobre la oportunidad de una vuelta al patrón oro y el tercero es el abandono definitivo del mismo durante la Gran Depresión. Lo importante es que el patrón oro mostró una notable flexibilidad: Permitía la suspensión de la convertibilidad en periodos de crisis y la vuelta a la paridad pre-existente una vez que el periodo de crisis había terminado. El caso de la Primera Guerra Mundial es peculiar porque la convertibilidad nunca se suspendió legalmente (por ello la estabilidad del precio de la onza de oro); el Banco de Inglaterra apeló al patriotismo británico para evitar una crisis de convertibilidad.
 
Por supuesto que el abandono del patrón oro por parte de un país tenía consecuencias sobre el tipo de cambio entre monedas. El gráfico 3 muestra la paridad dólar/libra para el periodo que va desde la independencia estadounidense hasta 2011. Como puede observarse hubo una notable devaluación del dólar frente a la libra en el periodo de la Guerra Civil, pero una vez concluida ésta el Congreso votó el retorno al patrón oro (la historia monetaria estadounidense en el periodo que sigue a la Guerra Civil es algo compleja, lo que explica la volatilidad del tipo de cambio aunque eventualmente EE.UU. volvió a la paridad existente.)
 
El patrón oro por tanto estaba asentado en una notabilísima credibilidad por parte de las autoridades monetarias y tenía la flexibilidad para responder de una forma sensata en tiempos de crisis. Una importante consecuencia de la vuelta a la paridad preexistente una vez que terminaba la crisis es que se evitaba la devaluación de la deuda incurrida para atajarla mediante la permanente inyección de papel moneda. Esto por tanto incrementaba las posibilidades de financiación exante del estado pues los inversores estaban dispuestos a financiar el esfuerzo bélico en la confianza de que el gobierno no devaluaría las promesas hechas una vez terminada la guerra.
 
Entonces si tan bueno era el patrón oro, ¿Por qué murió y por qué no se apoya su vuelta? De esto me ocupo en la próxima entrada.
 
 

A vueltas con el patrón oro -2: ¿Por qué se abandonó el patrón oro?

 
En la ultima entrada hice un resumen brevísimo de lo fundamental del patrón oro durante el periodo clásico que va desde el siglo 19 hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial. En esta segunda describo las razones por las que se abandonó el patrón oro en el periodo de entreguerras y argumento que las razones que llevaron a la disolución de este sistema monetario siguen presentes. Por último argumento que en términos de compromiso con una paridad fija, un mecanismo como el euro es superior al patrón oro. También aclaro un par de cosas que surgieron en los comentarios a la última entrada.
 
Como ya he dicho, nadie propone, ni siquiera los economistas austriacos cuyo nombre se asocia con estas ideas, la vuelta al patrón oro clásico; por lo general se propone el patrón oro más una reforma del sistema financiero que acabe con el régimen de reserva fraccionaria, propuesta que se asocia al nombre de Hayek. En la tercera, y última entrada, argumento que tal propuesta haría poco por incrementar la estabilidad financiera y servir de freno a la generación de crédito y que en general la asociación entre patrón oro y reserva fraccionaria puede que fuese relevante en los tiempos en los que Hayek articulaba su propuesta pero que no lo es ahora. Los argumentos para rechazar el patrón oro son independientes del marco bancario bajo el que opere.
 
El oro como medio de intercambio
 
Antes de comenzar la respuesta a la pregunta que encabeza esta entrada, contesto a un par de comentarios de lectores sobre la conveniencia física del oro como medio de intercambio. No hay duda que el oro es ideal como medio de intercambio al ser ligero y maleable. Pero lo más importante es que el oro tiene limitadas aplicaciones industriales (aunque tiene algunas), atributo fundamental para cualquier medio de intercambio, y por tanto no tiene flujo de caja alguno que haga que el valor del mismo frente a otros bienes fluctúe como consecuencia de las innovaciones que se produzcan en dichos flujos.
Efectivamente, supongamos que utilizamos como medio de intercambio un metal con grandes aplicaciones industriales, como por ejemplo el cobre. Entonces el devenir de las industrias que utilizan el cobre como insumo afectará a su vez a la capacidad de compra de una onza de cobre: La masa monetaria, la cantidad de cobre, por tanto estará sujeta a las innovaciones en industrias utilizadoras del cobre y con ellos el nivel de precios en general de la economía, algo que no parece ideal en un mundo con fricciones e ilusión monetaria. Por ejemplo, si de repente se descubre que el cobre es ingrediente crítico para un producto con gran demanda, el precio de todas las cosas, en cobre, bajará como consecuencia de que ahora el cobre se ha vuelto valiosísimo.
 
El patrón oro: Un sistema monetario con poca credibilidad

Dos son las cuestiones que están ligadas íntimamente bajo el patrón oro (y cualquier sistema de paridades fijas): La cantidad de dinero, algo que tiene contenido en una economía cerrada, y la paridad de la moneda frente a otras, algo que obviamente sólo tiene contenido en una economía abierta. Si bien estas dos vertientes están ligadas tienen implicaciones distintas y en lo que sigo voy y vengo entre ambas.
 
El primer, y quizás principal argumento, es que el patrón oro no supone garantía de lo que tanto preocupa a los que proponen su retorno: El uso de la política monetaria con objetivos cortoplacistas. En este aspecto, y desde la perspectiva de un país como el nuestro, el euro es un marco muy superior en términos de compromiso (committment) y credibilidad. La razón no es otra que en el patrón oro la moneda nacional existe; simplemente su “valor” está fijado frente una cantidad en oro. Un país puede abandonar el patrón oro en cualquier momento sin cambiar su moneda: El Reino Unido puede abandonar el patrón oro y al día siguiente los buenos ciudadanos de ese país puede seguir pagando sus cosas con libras esterlinas. Como el abandono del patrón oro no supone reintroducir moneda alguna, tampoco supone un nivel de compromiso con una determinada paridad o cantidad de dinero: Simplemente se cambia la paridad frente al oro y ya está. En este sentido el euro es un paso mucho más dramático que el restablecimiento del patrón oro; supone un aumento exponencial de los costes de abandonar un sistema de paridades fijas porque elimina precisamente lo que es susceptible de devaluación que es la moneda nacional, a diferencia de lo que era por ejemplo el mecanismo europeo durante la década de los ochenta o el patrón oro.
 
Piense por un momento el lector en nuestra situación actual e imagínese que hubiéramos estado en el patrón oro, en vez del euro: ¿Hay alguna duda de que habríamos devaluado nuestra moneda frente al oro o simplemente abandonado el patrón y dejar que la moneda flotase libremente frente a otras? Yo personalmente no y menos dadas las continuas llamadas por parte de nuestros lideres al BCE para que intervenga y monetice. Es más, dada la naturaleza de nuestras democracias participativas, mucho me temo que cualquier crisis, por menor que fuese, provocaría otra vez devaluaciones de las monedas nacionales frente al oro, como muestra la corta vida que tuvo el sistema de paridades fijas en Europa en los años 80.
 
Es importante aclarar que la preocupación de los que proponen el retorno al patrón oro, la utilización cortoplacista de la política monetaria, esta bien fundamentada: Este es problema permanente en la política económica y uno con larga tradición en la literatura macroeconómica. El punto es, primero, que este problema sólo puede ser estudiado en el contexto de un modelo dinámico formal, donde el establecimiento de la reputación y credibilidad de la autoridad monetaria sea el resultado de un equilibrio con expectativas racionales (porque todo en lo que se refiere a política monetaria son las expectativas, como hemos (re)aprendido en esta crisis). Segundo, que estos modelos tienen que tener restricciones de economía política en ellos para establecer los límites de la credibilidad factible. El patrón oro no soluciona estos problemas y la experiencia bajo el mismo en el periodo de entreguerras los ilustra bien.
 
El fin del patrón oro en el periodo de entreguerras
 
Una vez finalizada la primera guerra mundial surge la cuestión del retorno al patrón oro, suspendido de facto, que no de iure, durante la Primera Guerra Mundial (el caso inglés es paradójico porque en cierta forma el patrón oro sobrevive a la guerra pero no al armisticio; pero esta historia es un detalle.)
La estabilidad del patrón oro como un sistema de paridades fijas en el periodo que precede a la primera guerra mundial había estimulado los flujos de inversión internacionales y está en el origen del crecimiento de la economía internacional durante esas décadas. La eliminación del riesgo cambiario, la certidumbre de que el rendimiento, pongamos, en libras esterlinas de una inversión en EE.UU. no iba a estar determinado más que por la inversión en si y que no se vería afectado por una devaluación del dólar había estimulado los flujos de inversión directa y había colaborado a la integración de los mercados de capitales. A su vez el funcionamiento del patrón oro implicaba la ejecución de la política financiera y monetaria con el único objetivo de mantener el patrón oro, con independencia de cualquier otra consideración. Esto requería tanto el ajuste de los tipos de interés para evitar la salida de oro en presencia de desajustes de la cuenta corriente como la intervención directa en el mercado financiero mediante prestamos entre bancos centrales, presión a los bancos individuales para evitar crisis de convertibilidad, etc (un ejemplo de esta peculiar forma de operar del patrón oro puede observare durante la crisis del año 1890, con la primera quiebra de Barings, consecuencia a su vez de la crisis de la deuda argentina … no hay nada nuevo bajo el sol.)
 
En particular en presencia de shocks adversos en la balanza comercial, como por ejemplo el que se produce cuando un país competidor experimenta una ganancia de competitividad, quizás por una innovación tecnológica, el descubrimiento de nuevos recursos naturales, lo que fuese, requería que el país afectado negativamente subiese los tipos para mantener el oro en el país. La lógica, tenue e imperfecta, es que la subida de los tipos induciría la contracción que a su vez se traduciría en una rebaja de los precios bienes e insumos locales con la consiguiente ganancia de competitividad y restablecimiento del equilibrio comercial. Siendo el trabajo el insumo por antonomasia la flexibilidad salarial era un ingrediente necesario para el buen funcionamiento del patrón oro.
 
 
El patrón oro: Numero de países en el patrón oro. 1919-1937. Fuente: B. Eichengreen, Golden Fetters, Tabla 7.1
 
El mantenimiento del patrón oro iba encaminado al mantenimiento de los flujos internacionales de capital y la profundización del comercio internacional que hacía del mundo en la víspera de la Gran Guerra un mercado global . En la inolvidable imagen de Keynes en el capítulo II de “Las Consecuencias Económicas de la Paz:”
 
“The inhabitant of London could order by telephone, sipping his morning tea in bed, the various products of the whole earth, in such a quantity as he might see fit, and reasonably expect their early delivery upon his doorstep; he could at the same moment and by the same means adventure his wealth in the natural resources and new enterprises of any quarter of the world, and share, without exertion or even trouble, in their prospective fruits and advantages.”
 
El beneficiario del mantenimiento del patrón oro era precisamente el inversor global que podía contar con la estabilidad cambiaria para distribuir su capital por el mundo de la forma que considerase más conveniente, en la seguridad que cualquier shock que afectase a la cuenta corriente no resultaría en titubeo alguno con el mantenimiento del patrón oro; el ajuste necesario sería a costa de un depresión de la demanda interna que, probablemente, no afectase en mucho su fortuna.
 
Por insistir: En un sistema de paridades fijas cualquier shock, en cualquier país miembro del patrón oro, se trasmite de forma inmediatamente a través de todos los países en el sistema que tienen que ajustar sus políticas al coste que sea para el mantenimiento de la paridad. Y la naturaleza de estos shocks no tiene que ser productiva sino que puede ser fiscal, un error de política monetaria, cualquier cosa. No es sorprendente por tanto la naturaleza global de la Gran Depresión: el patrón oro era el mecanismo de transmisión perfecto para cualquier shock o error de política monetaria en cualquiera de los miembros centrales del sistema.
 
Es por todo esto que el patrón oro sólo fue sostenible en un determinado momento muy breve: Los costes de su mantenimiento estaba distribuidos de forma desigual y el advenimiento de la democracia de masas después de la primera guerra mundial sólo podía minar la credibilidad de dicho mantenimiento.
 
Pero tal era la reputación que tenía el patrón oro que la restauración después de la Primera Guerra Mundial era considerada por todos los miembros de las clases dirigentes como un ingrediente necesario (y casi suficiente) para el retorno a la prosperidad prebélica. El gráfico que acompaña esta entrada muestra el número de países bajo alguna versión u otra del patrón oro (con o sin convertibilidad, que es una paridad fija pero donde el tenedor de la moneda no tiene derecho al intercambio en oro, sistemas basados en la plata, … ) durante los años de entreguerras en una muestra de 54 países. Sólo tres países, España, la Unión Soviética y Turquía, no estuvieron en ningún momento en el patrón oro de la postguerra, muy distinto, eso sí, del anterior a la Primera Guerra Mundial.
 
En el Reino Unido la restauración del patrón oro en 1925, una vez que expiraba la Ley que suspendía la convertibilidad y que se pasó después del armisticio por motivos que no vienen al caso, era considerada por todos como inevitable, aunque produjo notables desavenencias. El motivo era algo que nos tiene que resultar familiar: La inflación en ese país no sólo había sido alta en términos absolutos sino también de forma relativa, sobre todo con EE.UU. Una vuelta al patrón oro a la paridad prexistente sólo podía resultar, como previno Keynes, en una fuerte deflación de los bienes locales (los “non tradables”) si había de producirse un reequilibrio de la posición externa del país e Inglaterra iba a volver a recuperar su posición como nexo central en el sistema financiero internacional. Y así se hizo. El desastre que aquello fue no hace falta volver a contarlo: Inglaterra apenas duró seis años en el patrón oro y siguieron después EE.UU., Alemania, Francia. El tiempo del patrón oro había pasado.
 
Conclusión
 
Es porque esta realidad social es la que impera hoy, como debe ser, que los motivos por los que el patrón oro se abandonó siguen presentes hoy. El patrón oro, como un sistema de paridades fijas, es políticamente muy difícil de mantener. Como decía Juan de Mercado, aquellos que lo defienden han de considerar estos argumentos. Es difícil ver cómo puede una sociedad adaptarse al sistema financiera; más bien al contrario es el sistema monetario el que es un producto de la realidad institucional de un país. Estos argumentos nada tienen que ver con la naturaleza del sector bancario pero en la última entrada trataré el tema de la estabilidad financiera bajo distintos sistemas monetarios y argumentaré que el razonamiento de Hayek es, si bien correcto, obsoleto dada la realidad financiera y económica bajo la que opera nuestra sociedad.
 
Y la adopción de un sistema monetario para cambiar una sociedad es un sinsentido sobre todo, como he argumentado, el sistema carece de los mecanismos que lo doten de credibilidad. El euro se pensó precisamente con estos problemas y objetivos “in mente.” Como ejemplo una cita, que utilizamos Jesús Luis y yo en un artículo reciente, del antiguo gobernador del banco central griego y primer ministro Lucas Papademos:
 
“After entry into the euro area, the Bank of Greece will be implementing the single
monetary policy decided by the Governing Council of the European Central Bank and it will certainly be impossible to improve the economy’s international competitiveness by changing the exchange rate of our new currency, the euro. The objectives of higher employment and output growth will therefore have to be pursued through structural reforms and fiscal measures aimed at enhancing international competitiveness by increasing productivity, improving the quality of Greek goods and services and securing price stability.”
 
 
 

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