57 países se han sumado a la fundación del Banco Asiático de Inversión
Eduardo Olier
El pasado 24 de octubre se produjo la ceremonia del lanzamiento oficial del Asian Infrastructure Investment Bank (AIIB) por iniciativa de China. 21 países, incluidos China, India y otros países asiáticos, firmaron el acuerdo. Hace pocos días, este mismo mes de abril, la mayoría de los países asiáticos y otras grandes economías fuera de ese área han firmado acuerdos para participar en la iniciativa. En total, 57 países se han sumado en la forma de Prospective Founding Members (PFM) al AIIB. 20 de ellos, países no asiáticos; entre ellos, España, que lo hizo el pasado 11 de abril. Quedan fuera Estados Unidos, Canadá y Japón. Este último por ser el país dominante del Asian Development Bank (ADB). Otros como Corea del Norte y Taiwán, no han sido aceptados a participar en esa unión financiera.
Los japoneses se mantienen escépticos respecto de este nuevo instrumento financiero, alegando que el ADB lleva ya años funcionando y cuenta con un capital de 100.000 millones de dólares, algo así como el doble del capital inicial del AIIB. Sin embargo, la iniciativa demuestra que el mundo financiero, con China a la cabeza, empieza a poner distancias del dominio estadounidense, que se concentra en el FMI y el Banco Mundial, y cuyo banco de desarrollo (el US Export-Import Bank) hace tiempo que yace tratando de sobrevivir. Cierto es que tanto estas instituciones como el ADB llevan muchos años funcionando, pero todo ello no quita para que en poco tiempo se puedan ver cambios de gran transcendencia en los equilibrios existentes en la economía mundial.
En este sentido, el primer movimiento ha sido el acuerdo de China con Pakistán esta misma semana para invertir 62.000 millones de dólares en nuevas infraestructuras. Una estrategia que Beijing denomina como One Belt, One Road y que incluye la construcción de nuevas rutas de transporte por carretera y ferrocarril, así como nuevas conexiones de gas y petróleo que vengan a satisfacer las necesidades chinas de lograr productos energéticos en cantidad suficiente. Un cambio evidente respecto de EEUU, cuyos problemas financieros siguen sin resolverse incluso con una economía en fuerte crecimiento de nuevo. A lo que hay que añadir las dificultades del fracking, debido a los bajos precios del crudo.
El juego de Pakistán en esta nueva estrategia pone a los países del Golfo ricos en hidrocarburos en nuevas oportunidades, ya que se encontrarán más próximos del gigante chino ávido de suministros de gas y petróleo. Una circunstancia que pone también a Irán en una posición de predominio como potencial regional en ese área, especialmente por la distensión que va en camino con Estados Unidos y la comunidad occidental, y como líder indiscutible del mundo chiíta de la región. A todo esto se suman los acuerdos comerciales chino pakistaníes en material militar, tal como se ha conocido esta misma semana. Pakistán, según se asevera, negocia la compra de varios submarinos de tecnología china. Un acuerdo de unos 5.000 millones de dólares, que se sumarían a la previsible entrega de varios aviones de combate de última tecnología. Sólo Francia con sus aviones Rafale parece estar en liza en aquella zona, donde India ha comprometido la adquisición de 36 aviones de este tipo, al igual que, al parecer, existen conversaciones con los Emiratos Árabes Unidos para la compra de este tipo de aviones de combate franceses.
Todo un escenario que demuestra cómo el centro de gravedad mundial se mueve de Occidente a Oriente, y cómo a Estados Unidos le salen nuevos competidores liderados por China. Un esquema que hace preguntarse sobre el futuro del dólar en la escena mundial, y sobre el poder real de Estados Unidos como el gendarme mundial que fue. Ahí está la situación con Irán cuyas sanciones han ido quedando en papel mojado. Basta recordar cómo en 2012 Estados Unidos trató de impedir los pagos en dólares de este país controlando el sistema SWIFT de transacciones bancarias, y cómo Irán solventó la situación mediante la compra de oro desde China y Rusia y, posteriormente, desde Turquía. Y cómo, posteriormente, Irán se benefició de las inmensas reservas en dólares de China para no quedar bloqueada financieramente.
Un complejo equilibrio de geopolítica financiera que llevó ya a finales de 2013 a sentar en una mesa de negociación a iraníes y americanos, lo que ha conducido al nuevo escenario de distensión actual. Una situación en la que, según aseguran algunas fuentes, Irán ha continuado con su programa de enriquecimiento de uranio mediante compras en otros mercados. Y en lo financiero, mientras Estados Unidos se ha apoyado en sus tradicionales aliados europeos entorno a la OTAN, Irán con China, India y Rusia han encontrado en Dubai el centro financiero que les permite equilibrar esa balanza.
Quiérase o no la economía mundial se mueve de manera distinta que hace pocos años, y los equilibrios antiguos se verán desplazados a una nueva ruta de la seda donde China será el nuevo país dominante. España, en el extremo sur de Europa, puede quedar desplazada si no se mueve en esa dirección. Algo que no parece que la actual situación política le favorezca. Al menos no se oye a ningún dirigente político hablar de estos asuntos tan esenciales para el futuro del país.
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