Jesús Huerta de Soto
Un ejemplo curioso de actividad bancaria fraudulenta es el de Calisto I, papa y santo (217-222 D.C.) que, en el tiempo en que era esclavo del cristiano Carpóforo, actuó como banquero por cuenta de éste y aceptó depósitos de los cristianos. A pesar de todo, se arruinó y cuando intentó escapar fue detenido por su amo, obteniendo el perdón gracias a los ruegos de los mismos cristianos a los que había defraudado.1
La quiebra del banquero Calisto, que es narrada con detalle en la Refutatio omnium haeresium2 atribuida a Hipólito y que fue descubierta en un convento del monte Athos en 1844, se produjo, al igual que las crisis recurrentes que ya hemos visto que se verificaron en Grecia, tras un periodo de fuerte expansión inflacionaria que vino seguido por la grave crisis de confianza, pérdida del poder adquisitivo del dinero y quiebra de múltiples empresas comerciales y financieras, que tuvo lugar bajo el emperador Cómodo aproximadamente del año 185 al año 190 de nuestra era.
Hipólito cuenta cómo Calisto, siendo esclavo del también cristiano Carpóforo, emprendió por cuenta de éste un negocio de banca, captando los depósitos preferentemente de las viudas y hermanos cristianos que, a la sazón, ya empezaban a ser un grupo numeroso e influyente de Roma. Calisto, no obstante, se apropia de manera fraudulenta de los depósitos recibidos y, no pudiendo hacer frente a su inmediata devolución, intenta huir por mar e incluso suicidarse. Después de varias peripecias es flagelado y condenado a trabajos forzados en las minas de Cerdeña, de donde es milagrosamente liberado gracias a los buenos oficios de la cristiana Marcia, concubina del emperador Cómodo. Treinta años después, ya libre, fue elegido XVII papa en el año 217, siendo martirizado al ser arrojado a un pozo por los paganos en una revuelta popular que tuvo lugar el 14 de octubre del año 222.3
Se explica ahora que incluso los Santos Padres se hayan referido a la profesión de los banqueros cuyas grandes tentaciones manifiestan muy bien conocer cuando en las constituciones apostólicas les exhortan diciéndoles: «¡Banqueros sed honrados!»;4 admonición de moralidad para los banqueros que se pretendió remontar incluso hasta las Sagradas Escrituras y que los primeros cristianos utilizaban constantemente para recordar a los banqueros sus deberes y alejarlos de la tentación.
[Nota: El emperador Cómodo es el de la película “Gladiador”]
1.- El hecho ciertamente extraordinario de que haya existido un banquero que haya sido papa, y después santo, justificaría el que Calisto I fuera considerado como patrón de los banqueros, si no fuera por el mal ejemplo que dio en su actividad bancaria, al quebrar y defraudar la confianza que en él habían depositado muchos de sus hermanos cristianos. Es San Carlos Borromeo (1538-1584), arzobispo de Milán y sobrino y administrador del papa Juan Ángel de Médicis (Pío IV) el patrono de la banca, cuya fiesta se celebra el 4 de noviembre.
2.- Hipólito, Hippolytus Wercke, vol. 2, «Refutatio omnium haeresium», ed. P. Wendland, Leipzig 1916.
3.- Juan de Churruca, «La quiebra de la banca del cristiano Calisto (c.a. 185-190)», Seminarios complutenses de derecho romano, febrero-mayo 1991, Madrid 1992, pp. 61-86.
4.- «Ginesthe trapezitai dókimoi». Véase «Orígenes y movimiento histórico de los bancos», en Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana, Espasa Calpe, Madrid 1973, tomo VII, ob. cit. p. 478.
Extraído de “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos” del Prof. Jesús Huerta de Soto
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