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viernes, 10 de abril de 2015

Alemanes y el ajuste invisible

 
 
Es bastante inusual que uno de los mejores economistas del mundo escriba de forma habitual en una bitácora. Es todavía menos habitual que ese mismo economista sea alguien con amplia experiencia en gestiones de crisis y política monetaria en el banco central más importante del mundo, y que además haya sido probablemente uno de los principales motivos por los que su país ha evitado una gran depresión. Encima el tipo resulta que escribe bastante bien, así que tener a Ben Bernanke con un blog propio es realmente estupendo.
 
Ahora que no está en la Reserva Federal y sus palabras ya no pueden causar miedo y pavor en los mercados, Bernanke ha estado hablando de la eurozona, y más concretamente, del problema alemán. Bernanke se fija en este gráfico, señalando el persistente superávit comercial germano como el origen de la larga crisis de la eurozona:
 
040315_Trade_Surpluses
 
El problema, en este caso, es que Alemania exporta demasiado. Esto es en parte porque sus empresas son competitivas, en parte porque disfrutan de un tipo de cambio extraordinariamente favorable dentro de la eurozona. Si el marco alemán estuviera en vigor, la relativa fortaleza de la economía del país forzaría su apreciación respecto al resto del continente aún en crisis, reduciendo su superávit y dejando margen a las empresas no-germanas a poder competir. Lo que vemos, sin embargo, es una Alemania que vende muchísimo al exterior, redirigiendo la demanda de la periferia hacia su industria y reduciendo su tasa de crecimiento. Para empeorar las cosas, los alemanes han seguido una política estricta de contención salarial, evitando que su demanda interna crea demasiado.
 
El punto clave de Bernanke, sin embargo, es que aunque esta situación de desequilibrio requiere un ajuste para evitar problemas a medio plazo, el país con superávit comercial no tiene absolutamente ningún incentivo para hacerlo, mientras que los países con déficit simplemente no pueden evitar hacerlo (vía una dolorosísima deflación salarial) si quieren evitar una crisis financiera. El símil con el patrón oro está más que justificado.
 
La solución es relativamente sencilla: Alemania simplemente debe empezar a gastar todo ese dinero que está ingresando con sus exportaciones invirtiendo en infraestructuras (que están en bastante mal estado), subiendo los salarios a sus trabajadores o (cielos santo) facilitando la construcción de vivienda (algo que no han hecho lo suficiente). Las tres medidas aumentarían los ingresos de los trabajadores alemanes a corto plazo; el problema, obviamente, es que Alemania siempre vive aterrorizada de problemas imaginarios a largo. Es muy difícil convencer a un electorado que haga reformas cuando las cosas van bien, incluso cuando esas reformas están abiertamente destinadas a regarles de dinero. El centro de los problemas de la zona euro, irónicamente, es que todo un continente ha sido incapaz de convencer a los alemanes sobre las bondades de emborracharse.
 
Fuera de Alemania, Bernanke sugiere también algo que uno no se espera de un ex- banquero central: inflación. Por mucho miedo que le tengan los alemanes, lo cierto es que es una idea sensata.

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