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sábado, 11 de abril de 2015

Inversiones Extranjeras

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Alguna gente llama a los programas de libertad económica un ‘programa negativo’. Dicen: ‘¿Qué es lo que Uds. los liberales desean realmente? Están en contra del socialismo, del intervencionismo gubernamental, de la inflación, de la violencia sindical, de las tarifas de protección… Uds. dicen ‘no’ a todo’.
Yo llamaría a esta declaración una poco profunda y prejuiciada formulación del problema. Por que es posible formular un programa liberal en una forma positiva. Si una persona dice: ‘Yo estoy en contra de la censura’, no es negativa; está a favor que los autores tengan el derecho de determinar lo que desean publicar, sin interferencia del gobierno. Esto no es negativismo, es precisamente libertad. (Desde ya, cuando uso el término ‘liberal’ con respecto a las condiciones del sistema económico, quiero significar liberal en el antiguo sentido clásico de la palabra)
Actualmente, la mayor parte de la gente considera las notables diferencias en el nivel de vida de diferentes países como insatisfactoria. Hace doscientos años atrás, las condiciones en Gran Bretaña eran mucho peores que lo que hoy son en la India. Pero en 1750 los Británicos no se llamaban a sí mismos ‘subdesarrollados’ o ‘atrasados’ porque no estaban en situación de comparar las condiciones de su país con las de países en los cuales las condiciones económicas eran más satisfactorias. En la actualidad, todos los pueblos que no han alcanzado el nivel de vida promedio de los EEUU creen que hay algo que no está bien en su propia situación económica. Muchos de estos países se llaman a sí mismos “países en desarrollo” y – como tales – piden ayuda de los así llamados países desarrollados o súper-desarrollados.
Permítanme explicar la realidad de esta situación. El nivel de vida es más bajo en los denominados ‘países en desarrollo’ porque la utilidad promedio proveniente del mismo tipo de trabajo es más bajo en esos países que en algunos países de Europa Occidental, Canadá, Japón y – especialmente – los EEUU. Si tratamos de averiguar las razones de esta diferencia, debemos entender que no se debe a la inferioridad de los trabajadores u otros empleados. Prevalece en algunos grupos de trabajadores Norte Americanos una tendencia a creer que ellos son mejores que otra gente – que es a raíz de su propio mérito que están obteniendo salarios más altos que otra gente.
Solamente sería necesario que un trabajador Norteamericano visitara otro país – digamos Italia, de donde provienen muchos trabajadores Norteamericanos o sus antepasados – que no son sus cualidades personales sino las condiciones prevalecientes en el país las que hacen posible que el gane salarios más altos. Si un Siciliano emigra a los EEUU, muy rápidamente estará ganado un salario de un nivel habitual en los EEUU. Y si el mismo hombre vuelve a Sicilia, descubrirá que su visita a los EEUU no le ha dado cualidades que le permitan ganar, en Sicilia, salarios más altos que sus paisanos.
Ni tampoco puede explicarse esta situación económica dando por sentado algún tipo de inferioridad en los empresarios que actúan fuera de los EEUU. Es un hecho que fuera de los EEUU, Canadá, Europa Occidental y ciertas partes de Asia, el equipamiento de las fábricas y los métodos tecnológicos empleados son considerablemente inferiores a los que se encuentran dentro de los EEUU. Pero esto no se debe a la ignorancia de los empresarios en esos países subdesarrollados. Ellos saben muy bien que las fábricas en los EEUU y Canadá están mejor equipadas. Ellos saben todo lo que es necesario saber sobre tecnología, y si no lo saben, tiene la oportunidad de aprender lo que necesitan conocer a través de libros de texto y de revistas técnicas que diseminan este conocimiento.
Nuevamente: la diferencia no es la inferioridad personal o la ignorancia. La diferencia es la disponibilidad de capital, la cantidad de bienes de capital disponibles. En otras palabras, el monto de capital invertido por unidad de población es mayor en los así llamados ‘países desarrollados’ que en los llamados ‘países subdesarrollados’.
Un empresario no puede pagar a un trabajador por encima del valor agregado por el trabajo de este empleado al valor del producto. No puede pagarle más que lo que los clientes están dispuestos a pagar por el trabajo adicional de este trabajador individual. Si le paga más, no lo recuperará de sus clientes. Incurrirá en pérdidas y, como he indicado una y otra vez y todo el mundo sabe, un empresario que sufre pérdidas debe cambiar sus métodos de hacer negocio o irá a la quiebra.
Los economistas describen este estado de cosas diciendo que ‘los salarios son determinados por la productividad marginal del trabajo’ Esto es solamente otra forma de expresar lo que ya he dicho antes. Es un hecho que la escala de salarios es determinada por el monto por el cual el trabajo del asalariado incrementa el valor del producto. Si una persona trabaja con herramientas mejores y más eficientes puede rendir en una hora mucho más que una persona que trabaja una hora con instrumental menos eficiente. Es obvio que 100 personas trabajando en una fábrica Norteamericana de zapatos, equipada con las más modernas herramientas y máquinas, producen mucho más, en el mismo período de tiempo, que 100 obreros del calzado en la India, que deben trabajar de una forma menos sofisticada, con herramientas anticuadas.
Los empleadores de todos estos países ‘en desarrollo’ saben muy bien que mejores herramientas permitirán que sus empresas sean más rentables. Les gustaría construir más y mejores fábricas. La única cosa que les impide hacerlo es la escasez de capital. La diferencia entre los países ‘en desarrollo’ y los países ‘desarrollados’ es una función de tiempo. Los Británicos comenzaron a ahorrar antes que todas las otras naciones. También comenzaron antes a acumular capital y a invertirlo en negocios. Dado que comenzaron antes, existía un más alto nivel de vida en Gran Bretaña cuando, en todos los demás países europeos, existía todavía un más bajo nivel de vida. Gradualmente, todas las otras naciones, comenzaron a estudiar las condiciones Británicas y no les fue difícil descubrir la razón de la riqueza de Gran Bretaña. Así comenzaron a imitar los métodos Británicos de negocio. Dado que las otras naciones comenzaron más tarde y que los Británicos no se detuvieron en su inversión de capitales, quedaba todavía una gran diferencia entre las condiciones de Inglaterra y las condiciones de esos otros países. Pero algo ocurrió que hizo desaparecer la ventaja de Gran Bretaña. Lo que sucedió fue el mayor evento en la historia del S. XIX, no solamente en la historia individual de algún país. Este gran evento fue el desarrollo, en el S. XIX de la inversión extranjera. En 1817, Ricardo, el gran economista Británico, daba por sentado que el capital podía ser invertido solamente dentro de las fronteras de un país. Daba por hecho que los capitalistas no tratarían de invertir en el extranjero. Pero unas pocas décadas más tarde, las inversiones de capital en el exterior comenzaron a jugar un importantísimo rol en los asuntos mundiales.
Sin inversión de capital, habría sido necesario para las naciones menos desarrolladas que Gran Bretaña, comenzar con los métodos y la tecnología con que los Británicos habían comenzado al principio y la mitad del S. XVIII, y lentamente, paso a paso – siempre muy por debajo del nivel tecnológico de la economía Británica – tratar de imitar lo que los Británicos habían hecho.
Les habría tomado – a estos países – muchas, muchas décadas para alcanzar el nivel de desarrollo tecnológico que Gran Bretaña habría alcanzado cien o más años antes que ellos. Pero el gran evento que ayudó a estos países fue la inversión extranjera. Inversión extranjera significaba que los capitalistas Británicos invirtieron capital Británico en otras partes del mundo. Primero invirtieron en aquellos países Europeos que, desde el punto de vista de Gran Bretaña, tenían escasez de capital y estaban retrasados en su desarrollo. Es un hecho bien conocido que los ferrocarriles de la mayoría de los países Europeos, y también los de EEUU, fueron construidos con la ayuda del capital Británico. Como Uds. saben, lo mismo ocurrió en este país, Argentina.
Las compañías de gas en todas las ciudades de Europa también fueron británicas. A mediados de la década de los 1870s, un Británico, autor y poeta, criticó a sus conciudadanos. Dijo: ‘Los Británicos han perdido su antiguo vigor y no tienen más nuevas ideas. No son más una nación importante, con liderazgo en el mundo’. A lo cual Herbert Spencer, el gran sociólogo, contestó: ‘Mire el continente Europeo. Todas las capitales Europeas tienen luz porque una compañía de gas Británica les provee el gas’. Esto era, desde luego, en lo que nos parece la edad ‘remota’ de la iluminación a gas. Y siguiendo con la respuesta al crítico Británico, Herbert Spencer agregaba: ‘Dice Ud. que los Alemanes están muy por delante de Gran Bretaña. Pero mire a Alemania. Aún Berlín, la capital del Reich Alemán, la capital de Geist, estaría a oscuras si una compañía de gas Británica no hubiera invadido el país e iluminado las calles’
De la misma manera, el capital Británico desarrolló los ferrocarriles y muchas ramas de la industria en los EEUU. Y, desde luego, en la medida en que el país importa capitales, su balanza comercial se convierte en los que los no-economistas denominan ‘desfavorable’. Eso significa que tiene un exceso de importaciones sobre las exportaciones. El motivo de la, para Gran Bretaña, ‘favorable balanza comercial’ era que las fábricas Británicas enviaban muchos tipos de equipamiento a los EEUU y este equipamiento no era pagado en dinero sino por las acciones en las empresas Norteamericanas. Este período de la historia de los EEUU se prolongó hasta los 1890s.
Pero cuando los EEUU, con la ayuda del capital Británico – y más tarde con la ayuda de sus propias políticas pro-capitalistas – desarrollaron su propio sistema económico de una forma sin precedentes, los americanos comenzaron a recomprar las acciones que en su momento habían vendido a los extranjeros. Entonces los EEUU tenían un excedente de exportaciones sobre importaciones. La diferencia fue cancelada con la importación – la repatriación, como alguien lo llamó – de las acciones de las empresas Norteamericanas Este período se prolongó hasta la Primera Guerra Mundial. Lo que ocurrió después es otra historia. Es la historia de los subsidios Norteamericanos otorgados entre y después de las dos guerras mundiales a los países beligerantes; los préstamos, las inversiones hechas por EEUU en Europa, además de los préstamos-y-arriendos, la ayuda extranjera, el Plan Marshall, alimentos que fueron enviados a ultramar y otros subsidios. Enfatizo esto porque la gente a veces cree que es vergonzoso o degradante tener capital extranjero trabajando en su propio país. Debe entenderse que, en todos los países excepto Inglaterra, la inversión de capital extranjero tuvo un rol importante en el desarrollo de las modernas industrias.
Si afirmamos que la inversión extranjera fue el mayor evento histórico del S. XIX, debe pensarse en todas las cosas que no habrían llegado a existir de no haber existido esa inversión extranjera. Todos los ferrocarriles, los puertos, las factorías y minas en Asia, el Canal de Suez y otras tantas cosas en el Hemisferio Occidental, no habrían sido construidos si no hubiera existido la inversión extranjera.
La inversión extranjera se realiza con la expectativa que no será expropiada. Nadie invertiría nada si supiera con anticipación que alguien expropiaría su inversión. En el momento en que se realizaron dichas inversiones extranjeras en el S. XIX, y a principios del S. XX, no existía la cuestión de la expropiación. Desde el principio, algunos países mostraron una cierta hostilidad hacia el capital extranjero, pero en su mayor parte se dieron buena cuenta que obtenían una enorme ventaja de estas inversiones extranjeras. En algunos casos, estas inversiones extranjeras no fueron hechas directamente a capitalistas en el país de destino, sino indirectamente por medio de préstamos al respectivo gobierno. Y era entonces el gobierno quien usaba el dinero para las inversiones. Así fue, por ejemplo, el caso de Rusia. Por razones puramente políticas, los Franceses invirtieron en Rusia, en las dos décadas precedentes a la Primera Guerra Mundial, alrededor de veinte mil millones de francos oro, prestándolos principalmente al Gobierno Ruso. Todas las grandes empresas del Gobierno Ruso – por ejemplo el ferrocarril que conecta Rusia desde los Montes Urales, a través de la nieve y el hielo de Siberia, hasta el Pacífico – fueron realizadas, mayormente, con el capital extranjero prestado al Gobierno Ruso. Se darán cuenta que los franceses ni pensaron que un día habría un Gobierno Ruso comunista que simplemente declararía que no pagaba las deudas incurridas por su predecesor, el Gobierno Zarista.
Con la Primera Guerra Mundial, comenzó un período de una guerra universal, una guerra abierta contra las inversiones extranjeras. Dado que no existe remedio alguno para prevenir que un gobierno expropie el capital invertido, no existe, prácticamente, protección legal alguna para las inversiones extranjeras en el mundo de hoy en día. Los capitalistas no previeron esto. Si los capitalistas de los países exportadores de capital se hubieran dado cuenta de ello, todas las inversiones extranjeras habrían terminado hace cuarenta o cincuenta años atrás. Pero los capitalistas no podían creer que algún país fuera tan falto de ética como para incumplir una deuda o expropiar y confiscar la inversión extranjera. Con estos hechos comenzó un nuevo capitulo de la historia económica del mundo. Y llegó al final un gran período del Siglo XIX cuando las inversiones extranjeras ayudaron a desarrollar, en todo el mundo, modernos métodos de transporte, manufactura, minería y agricultura. Llegó un nuevo período en el cual los gobiernos y los partidos políticos consideraban al inversor extranjero como un explotador que debía ser expulsado del país. En esta actitud anticapitalista, los soviéticos no fueron los únicos pecadores. Recuérdese, por ejemplo, la expropiación de los campos petrolíferos en México, así como las cosas que ocurrieron en esta país (Argentina) que no considero necesario comentar.
La situación en el mundo hoy en día, creada por el sistema de expropiación del capital extranjero, consiste en: a) la expropiación directa y b) la expropiación indirecta a través de controles de cambio o de impuestos discriminatorios. Este es un problema, principalmente, de los países en desarrollo.
Tómese el ejemplo del más grande estos países, la India. Bajo el sistema Británico, el capital Británico (predominantemente capital Británico pero también de otras naciones europeas) fue invertido en la India. Y los Británicos exportaron a la India algo más que debe mencionarse al respecto: exportaron a la India modernos métodos para combatir las enfermedades infecciosas. El resultado fue un tremendo incremento de la población en la India y un correspondiente incremento en los problemas de ese país. Enfrentada a una situación que empeoraba, la India se volvió hacia la expropiación como un medio de solucionar sus problemas. Pero no siempre fue una expropiación directa; el Gobierno hostigó a los capitalistas extranjeros, obstaculizando sus negocios de tal manera que estos inversores extranjeros se vieron forzados a malvender sus empresas. La India pudo así, desde luego, acumular capital por otro método, la acumulación doméstica de capital. Sin embargo la India es tan hostil a la acumulación doméstica de capital como al capital extranjero. El Gobierno de la India dice que desea industrializar su país, pero lo que realmente tiene in mente es tener empresas socialistas. Hace unos pocos años, el estadista Jawaharlal Nehru publicó una colección de sus discursos. El libro fue lanzado con la intención de hacer más atractiva la inversión extranjera en la India. El Gobierno de la India no se opone al capital extranjero antes que sea invertido. La hostilidad comienza cuando el capital ya ha sido invertido. En este libro – cito literalmente – el Sr. Nehru dice: “Desde ya deseamos concretar el socialismo. Pero no estamos opuestos a la empresa privada. Deseamos alentar, de toda forma, la empresa privada. Deseamos prometer a los empresarios que inviertan en nuestro país que nos los expropiaremos ni los socializaremos por diez años, quizás por un período más largo” ¡Y él pensaba que esto era una invitación para venir a la India!
El problema – como Uds. saben – es la acumulación doméstica de capital. En todos los países, hoy en día, hay muy altos impuestos sobre las empresas. De hecho existe una doble imposición sobre las sociedades. Primero, las utilidades de las empresas están sujetas a muy altos impuestos y, segundo, los dividendos que esas empresas pagan a sus accionistas están nuevamente sujetos a impuestos. Y esto se hace de una forma progresiva.
La imposición progresiva sobre las utilidades y los dividendos significa que precisamente esa parte de las utilidades que la gente podría haber ahorrado y volver a invertir, se elimina con los impuestos. Tómese el ejemplo de los Estados Unidos. Hace unos pocos años existía un impuesto sobre las “utilidades excesivas” el cual significaba que por cada dólar ganado la empresa retenía solamente dieciocho centavos. Cuando estos dieciocho centavos eran pagados como dividendos a los accionistas, aquellos que tenían una gran cantidad de acciones tenían que pagar otro sesenta ú ochenta ó aún un mayor porcentaje de los mismos como impuestos. Del dólar de utilidad podía guardarse solamente siete centavos y los otros noventa y tres centavos iban al Gobierno. De estos noventa y tres centavos, una gran parte podría haberse ahorrado o reinvertido. En cambio, el Gobierno lo usaba para gastos corrientes. Esta es la política de los Estados Unidos.
Creo que ha quedado claro que la política de los Estados Unidos no es un ejemplo para ser imitado por otros países. Esta política de los Estados Unidos es peor que mala, es insana. La única cosa que desearía agregar es que los países ricos pueden darse el lujo de tener más políticas erróneas que un país pobre. En los Estados Unidos, a pesos de estos sistemas impositivos, existe todavía acumulación de capital e inversiones adicionales, cada año, y – por lo tanto – existe todavía una tendencia hacia el mejoramiento del nivel de vida.
Peo en muchos otros países el problemas es muy crítico. No hay – o no hay suficiente – ahorro doméstico, y la inversión de capital desde el exterior se reduce considerablemente por el hecho que estos países son abiertamente hostiles a la inversión extranjera. ¿Cómo pueden hablar de industrialización, de la necesidad de desarrollar nuevas plantas, de mejorar condiciones, de elevar el nivel de vida, de tener mejores salarios, mejores medios de transporte, si hacen cosas que tienen precisamente el efecto contrario? Lo que sus políticas realmente logran es impedir la acumulación de capital doméstico, o reducir su tasa de crecimiento, y poner obstáculos para la llegada del capital extranjero.
El resultado final es, ciertamente, muy malo. Tal situación ocasiona una pérdida de confianza, y hoy en día hay cada vez más y más desconfianza por parte de la inversión extranjera. Aún si dichos países cambiaran inmediatamente sus políticas e hicieran todas las promesas posibles, es muy dudoso que pudieran una vez más inspirar a los capitalistas extranjeros que inviertan.
Existe, por supuesto, algunos métodos para evitar esta consecuencia. Uno podría ser establecer algún tipo de estatutos internacionales, no solamente acuerdos, que podrán sacar el tema de las inversiones de las jurisdicciones nacionales. Esto es algo que podrán hacer las Naciones Unidas. Pero las Naciones Unidas es simplemente un lugar de reunión para discusiones inútiles. Dándose cuenta de la enorme importancia de la inversión extranjera, comprendiendo que las inversiones extranjeras pueden producir un mejoramiento en las condiciones políticas y económicas mundiales, se podría tratar de hacer algo desde el ángulo de la legislación internacional.
Este es un problema técnico-legal, que solamente menciono, ya que la situación no es desesperada. Si el mundo realmente quisiera hacer posible a los países no desarrollados poder elevar su nivel de vida al nivel de los Estados Unidos, entonces podría hacerse. Solamente es necesario entender cómo podría hacerse.
Lo que falta para hacer a los países no desarrollados tan prósperos como los Estados Unidos, es solamente una cosa, capital, y – por supuesto – la libertad para utilizarlo bajo la disciplina del mercado y no bajo la disciplina de los gobiernos. Estas naciones deben promover la acumulación de capital doméstico y hacer posible que los capitales extranjeros lleguen a sus países.
Para el desarrollo del ahorro doméstico se hace necesario mencionar otra vez que el ahorro doméstico, de las masas populares, presupone la existencia de una unidad monetaria estable. Esto implica la ausencia de cualquier clase de inflación.
Una gran parte del capital utilizado por las compañías Estadounidenses es propiedad de los mismos trabajadores y de otra gente de modestos recursos. Billones y billones de dólares en depósitos en cajas de ahorro, de bonos y de pólizas de seguro son el capital utilizado por estas empresas. En el mercado financiero de los Estados Unidos hoy en día, los grandes prestamistas de dinero no son más los bancos sino las compañías aseguradoras, cuyo dinero es propiedad – no técnicamente pero sí desde un punto de vista económico – de los asegurados. Y prácticamente cualquier persona en los Estados Unidos está asegurada, de una u otra forma. El prerrequisito para una mayor igualdad económica en el mundo es la industrialización. Y ésta es posible solamente a través de un incremento en la inversión de capital, una mayor acumulación de capital. Quizás Uds. estén asombrados que no he mencionado una medida que se considera el método primordial para industrializar un país. Hablo del proteccionismo. Pero las tarifas y los controles de cambio son exactamente los medios para impedir la inversion de capital en un país y su industrialización. El único camino para incrementar la industrialización es tener más capital. El proteccionismo solamente desvía las inversiones de un sector de negocios a otro. El proteccionismo, por sí solo, no agrega nada al capital de un país. Paras instalar una nueva fábrica uno necesita capital. Para mejorar una fábrica ya existente uno necesita capital, no una tarifa.
No deseo explayarme sobre el problema de la libertad de comercio o sobre el proteccionismo. Espero que la mayor parte de sus libros de texto sobre economía, lo expliquen de una manera adecuada. La protección no mejora la situación económica de un país. Y lo que ciertamente no la mejora, es el sindicalismo. Si las condiciones son insatisfactorias, si los salarios son bajos, si el salariado de un país mira a los Estados Unidos y lee sobre lo que pasa allí, si ve en las películas como el hogar de un Estadounidense promedio estás equipado con todo el confort moderno, puede tener envidia. Tiene toda la razón en decir “Deberíamos tener lo mismo”. Pero la única manera de obtenerlo es el incremento del capital.
Los sindicatos usan de la violencia contra los empresarios y contra la gente a quien llaman “rompehuelgas”. A pesar de su poder y de su violencia, sin embargo, los sindicatos no pueden elevar los salarios, continuamente, para todos los asalariados. Igualmente inefectivos son los decretos gubernamentales fijando salarios mínimos. Lo que los sindicatos logran, si tienen éxito en elevar las escalas salariales, es un permanente, duradero desempleo.
Pero los sindicatos no pueden industrializar el país, no pueden elevar el nivel de vida de los trabajadores. Y éste es el punto crítico. Debe comprenderse que todas las políticas de un país, cuyo objetivo sea mejorar el nivel de vida, deben dirigirse hacia un incremento de la inversión de capital per cápita. Esta medida de inversión de capital per cápita todavía se está incrementando en los Estados Unidos, a pesar de todas sus malas políticas. Lo mismo es cierto respecto a Canadá y a algunos países de Europa Occidental. Pero, infortunadamente, se está reduciendo en países como la India.
Leemos todos los días en los periódicos que la población mundial se está volviendo cada vez más grande, quizás 45 millones de personas – ó aún más – por año. ¿Cómo terminará esto? ¿Cómo serán los resultados y las consecuencias? Recuerden lo que dije sobre Gran Bretaña. En 1750 los Británicos pensaban que seis millones de habitantes constituían una tremenda sobrepoblación para las Islas Británicas y que estaban encaminados hacia hambrunas y plagas. Pero al principio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, cincuenta millones de habitantes vivían en las Islas y con un nivel de vida incomparablemente superior al que habían tenido en 1750. Esto fue el efecto de lo que se denomina industrialización, una palabra algo inadecuada. El progreso de Gran Bretaña se originó en el incremento de la inversión de capital per cápita. Como mencioné antes, existe un solo camino para que una nación logre la prosperidad. Si se incrementa el capital, se incrementa la productividad marginal del trabajo, y el resultado será que los salarios reales se elevarán. En un mundo sin barreras a las migraciones, habría una tendencia mundial hacia el igualamiento de los noveles salariales. Si no existieran barreras a las migraciones hoy en día, probablemente veinte millones de personas, por año, tratarían de llegar los Estados Unidos, para conseguir mejores salarios. Ese influjo reduciría los salarios en los Estados Unidos y los aumentaría en otros países.
No dispongo del tiempo para analizar este problema de las barreras a las migraciones. Pero deseo remarcar que existe otro método para el igualamiento de los noveles salariales en todo el mundo. Este otro método, que opera en ausencia de la libertad para migrar, es la migración de capital. Los capitalistas tienen la tendencia de mudarse hacia aquellos países donde exista una gran cantidad de fuerza laboral disponible y en los cuales los resultados del trabajo sean razonables. Y por el hecho que exportan capital a esos países dan lugar a un a tendencia hacia mayores niveles salariales. Esto ha funcionado así en el pasado y funcionará en el futuro de la misma manera.
Cuando el capital Británico fue invertido por primera vez en – digamos – Austria o Bolivia, los niveles salariales eran muy, muy inferiores a los prevalecientes en Gran Bretaña. Pero esta inversión adicional de capital dio lugar a una tendencia hacia mayores salarios en esos países. Y dicha tendencia prevaleció en todo el mundo. Es un hecho bien conocido, por ejemplo, que tan pronto la United Fruit Company se instaló en Guatemala, el resultado fue una tendencia general hacia mayores niveles salariales, comenzando con los salarios que pagaba la United Fruit Company, lo que hizo necesario que otros empleadores pagaran también salarios más altos. Por lo tanto, no existe razón alguna para ser pesimista respecto al futuro de los países “no desarrollados”
Estoy totalmente de acuerdo con los comunistas y con los sindicatos cuando dicen “Lo que se necesita es elevar el nivel de vida”. Hace poco tiempo, en un libro publicado en los Estados Unidos, un profesor indicó: “Ahora tenemos suficiente de todo, ¿por qué la gente en el mundo trabaja tan duro todavía?” No dudo que este profesor tiene de todo. Pero existe otra gente en otros países, también mucha gente en los Estados Unidos, que desean y deberían tener un mejor novel de vida. Fuera de los Estados Unidos – en América Latina y, aún más, en Asia y en África – todos desean ver mejoradas las condiciones en su propio país. Un más alto nivel de vida trae aparejado u más alto de nivel de cultura y civilización.
Así es que estoy totalmente de acuerdo con la meta final de elevar el nivel de vida en todas partes. Pero estoy en desacuerdo con las medidas que deben adoptarse para llegar a esa meta. ¿Qué medidas nos permitirán llegar a ese fin? No la protección, no la interferencia del gobierno, no el socialismo, y – ciertamente – no la violencia de los sindicatos (eufemísticamente llamada negociación colectiva, de hecho, negociación a punta de pistola)
Para llegar a esa meta, como yo lo veo, ¡hay solamente un camino! Es un método lento. Alguna gente hasta podría decir: demasiado lento. Pero no hay atajos para llegar al paraíso terrenal. Lleva tiempo y se debe trabajar. Pero no toma tanto tiempo como la gente cree, y finalmente se llegará al objetivo buscado. En 1840, en la parte occidental de Alemania – en Swabia y Würtemberg que era de las áreas más industrializadas del mundo – se decía: “Nunca podremos alcanzar el nivel de los Británicos, tienen la ventaja de haber empezado antes y siempre nos llevarán la delantera” Treinta años más tarde los Británicos decían: “Esta competencia de Alemania no podemos aguantarla más, debemos hacer algo para eliminarla”. En ese momento el nivel de Alemania estaba subiendo muy rápidamente aproximándose al nivel Británico. Y al presente, el nivel de ingreso per cápita de Alemania no está, en absoluto, por detrás del Británico.
En el centro de Europa está Suiza, un pequeño país al que la naturaleza ha dotado muy pobremente. No tiene minas de carbón, no tiene minerales, no tiene recursos naturales. Pero su gente, a través de los siglos, siguió continuamente una política capitalista. Han desarrollado el más alto nivel de vida en Europa Continental y su país se ubica entre los más grandes centros de civilización en el mundo. No veo porque Argentina – que es mucho más grande que Suiza, tanto en población como en superficie – no podría obtener el mismo alto nivel de vida después de algunos años de buenas políticas. Pero – como he señalado antes – las políticas deben ser buenas.

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