Nace el AIIB
En el 'nuevo orden mundial chino'
PABLO PARDO
Jin Liqun, secretario general del AIIB, en el China Development Forum 2015, la semana pasada en Pekín
El 12 de marzo de 2015 podría ser el día en el que comenzó el Siglo de China. Y no por algo que hiciera China, sino el Reino Unido. Ese día, el ministro de Finanzas británico, George Osborne, anunció que Gran Bretaña va a entrar como socio fundador en elBanco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB, según sus siglas en inglés).
Claro que, ¿a quién le importa que Gran Bretaña se adhiera a un banco de desarrollo?
La respuesta es: a mucha gente. «Puede señalar el final del siglo americano», según el ex embajador de Singapur en la ONU y ex presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tras el 11-S, Kilgore Mahbubani. Para el ex economista jefe del Banco Asiático de Desarrollo y ex asesor del presidente de Corea del Sur, Lee Jong-wha, supone la llegada «del Nuevo Orden Mundial chino».
Pero la respuesta no se ha limitado a Asia. También llega al Atlántico, donde la decisión anunciada por Osborne ha sentado como una carga de profundidad en uno de los pilares más inamovibles de la geoestrategia mundial desde la Segunda Guerra Mundial: el eje anglo-americano. Jim O'Neill, el ex ejecutivo de Goldman Sachs que creó el acrónimo con más éxito de las últimas décadas -BRIC, formado por las iniciales de Brasil, Rusia, India y China, es decir, de las grandes potencias emergentes- ha calificado de «tensión diplomática» la situación creada entre Londres y Washington tras el anuncio.
Y no le falta razón. La Casa Blanca emitió un inusual comunicado tras el anuncio de Osborne declarando que «ésta es una decisión del Reino Unido. Deseamos y esperamos que el Reino Unido use su voz para promover la adopción de altos estándares» por el AIIB. Poco después, una fuente anónima de la Casa Blanca declaraba a Financial Times que la decisión de Londres «no es la mejor forma de relacionarse con una potencia emergente», como China.
¿Cómo es posible que un banco de desarrollo, que es por definición la institución más aburrida del mundo, haya provocado semejante tensión?
La respuesta es simple: porque el AIIB va a ser la primera institución multilateral de lucha contra la pobreza y coordinación económica en la que EEUU no va a estar representada desde que, hace un cuarto de siglo, se acabo el Comecon, un disfuncional mercado común de los países comunistas del Este de Europa que en la práctica sólo beneficiaba a la Unión Soviética. Encima, el AIIB va a estar controlado por el rival estratégico de Washington: Pekín.
Artillados con unas reservas de divisas gigantescas, pero sin que su peso económico se vea reflejado en las organizaciones que se crearon entonces, como el Banco Mundial y el FMI, los países emergentes están creando sus propias organizaciones. Y los europeos, que han bloqueado todas las reformas del FMI y el Banco Mundial para dar más poder a los emergentes, están ahora uniéndose al estandarte de esos nuevos organismos: el AIIB. Más vale ser cola de león que cabeza de ratón. Cinco días después de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia anunciaron que se unen al nuevo banco. La razón es acceder al sector de 6,5 billones de euros en inversión en infraestructuras que va a necesitar Asia en la próxima década. España aún no ha anunciado ninguna decisión.
Quien se queda con el pie cambiado es EEUU, que está tratando de crear, con mucho esfuerzo y poco éxito, una contrapartida al AIIB con su TPP, que son las siglas en inglés de Asociación Transpacífica, es decir, un amplio acuerdo para crear una zona de libre comercio en el Pacífico.
Claro que los cambios no sólo afectan a los grandes centros de poder. El Banco Mundial y sus homólogos regionales -los bancos interamericano, asiático y africano de desarrollo- tienen estándares en materia de medio ambiente, lucha contra la corrupción, transparencia y respeto de los derechos laborales. China, no. Y los criterios que usará el IAAB para dar créditos siguen sin ser definidos. Es más: ni siquiera está claro si en la nueva organización China ejercerá su derecho de veto. Así pues, el Nuevo Orden Mundial chino podría ser mucho menos transparente, más destructivo con el medio ambiente, y menos respetuosos de los derechos laborales que el Viejo.
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