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domingo, 12 de abril de 2015

Los bancos centrales no son espectadores inocentes

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En un trabajo reciente citado el mes pasado en The Economist, un trío de economistas hacen un trabajo amplio de correlaciones sobre cifras de inversión. Kothari et al. concluían que  el crecimiento del beneficio y los precios de las acciones impulsan la inversión, pero los tipos de interés tienen un efecto negativo. Esta afirmación va contra la teoría austriaca del ciclo económico, así que vamos a echarle un vistazo.
A pesar de que sus datos digan en realidad que tipos más bajos en realidad rebajan la inversión, Kothari et al. concluyen que hay “pocas evidencias” de una relación. Creo que tienen que decir esto porque, de otra manera, la gente se echaría a reír. ¿Por qué se reiría la gente? Porque si tus datos dicen que precios más bajos llevan a una demanda menor, o tienes malos datos o tienes demasiado ruido.
De todas formas, no es causal y podría serembarazosos decirlo. ¿Estoy siendo injusto con Kothari? ¿No producen los datos el fénix de la verdad, que renace de las cenizas de la superstición? Bueno, cuando los datos dicen algo que contradice la teoría elemental, hay tres alternativas para el investigador. Primero, quizá la teoría sea errónea. Según, verificar si los datos son erróneos: ¿demasiados ceros? ¿Están mal tabulados? (El famoso economista Thomas Piketty  podría haberse beneficiado de esto). Tercero, concluir que los datos tienen ruido. Por tanto no dicen lo que se piensa que dicen.
Bueno, la teoría de que un precio más bajo para un producto idéntico aumenta la demanda es bastante sólida: por eso las curvas de demanda son descendentes. Si no fuera verdad, yo compraría Coca Cola a un dólar y la vendería a diez y tendría un cola que daría la vuelta a la manzana.
Así que si la teoría es sólida, entonces las posibilidades restantes con que haya malos datos, ya sea por errores de tabulación o por ruido. No tengo razones para dudar de las cifras de Kothari et al. y el MIT está bien organizado. Así que probablemente no sean errores.
Así que nos queda el ruido. ¿Podemos pensar en factores ruidosos que rodeen la política de tipos de interés? Esperad, quizá hayáis oído hablar de algo llamado banco central.
Una afirmación bastante poco discutible es que los bancos centrales no aumentan o rebajan los tipos de interés al azar, como las fluctuaciones de la temperatura. No es un “camino aleatorio”, con Bernanke y Yellen lanzando monedas a la hora de comer. Por el contrario, los banqueros centrales mueven los tipos de interés en momentos concretos: los aumentan cuando piensan que la economía podría “recalentarse” y los rebajan cuando piensan que hay un riesgo de recesión.
Esto significa que los bancos centrales aumentan los tipos concretamente cuando esperan que la inversión sea fuerte (“Recalentamiento”). Y rebajan los tipos concretamente cuando esperan que las inversiones caigan (“recesión”).
Así que lo que olvidan Kothari et al. es que la inversión tiende a causar en realidad cambios en los tipos. Las expectativas de recalentamiento de los banqueros centrales causan tipos superiores y sus expectativas de recesiones causan tipos inferiores. Así que en realidad esperaríamos que la caída de la inversión esperada se asociaría con tipos más bajos, pero la causación aquí no tipos-respecto-inversión, sino inversión-respecto-tipos, con escala en la vívida imaginación de algunos banqueros centrales.
Así que tenemos dos relaciones causales. Primero, desde primero de economía, que los precios más bajos aumentan la demanda de productos idénticos: “los tipos bajos aumentan la inversión”. Luego podemos incluir la relación causal en la que una alta inversión asusta a la Fed de forma que esta aumenta los tipos: “si aumenta la inversión, aumentan los tipos”. Y ahora tenemos dos cadenas causales que se contradicen exactamente. Hemos visto nuestro ruido. Y ahora tenemos la explicación probable.
Como un estupendo añadido, ahora tenemos la explicación verdaderamente útil que debería eliminar las conclusiones de Kothari et al.: que los movimientos reactivos del banco central no suavizan los ciclos de auge-declive que ponen en marcha. Por supuesto, todos sabemos esto, ya que vivimos en el mundo real y observamos los ciclos económicos reales, a pesar de nuestros imaginativos y aparentemente ocupados banqueros centrales.
Kothari et al. pueden verse como una contribución para la confirmación de una afirmación austriaca clave, que los bancos centrales no pueden calmar las tormentas que desatan. Pero el trabajo sin duda no significa lo que creen sus autores: que los tipos de interés son espectadores inocentes en el ciclo económico.


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