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domingo, 12 de abril de 2015

EL SALARIO DEL TRABAJADOR


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¿QUIÉN ES UN TRABAJADOR?
En contraposición al capitalista el trabajador es la persona que obtiene la mayor parte de sus ingresos de la prestación de un servicio a un capitalista, es decir trabaja para otra persona o grupo de personas que le pagan un salario.
Aunque siempre se ha considerado en cierto modo el trabajo como una esclavitud lo cierto es que un trabajador es libre de trabajar para quien desee o simplemente no trabajar. La objección obvia es que si no trabaja no podrá comer por lo que en realidad está obligado a trabajar. Sin embargo no es menos cierto que el capitalista también está obligado a producir lo que la gente quiera o no obtendrá beneficios por su capital, o incluso lo perderá. Diferente cuestión es la cantidad de dinero que ganen unos y otros pero todos, trabajadores y capitalistas, están obligados a hacer aquello que demanden los compradores.
Pero la obligación de trabajar no incluye una ocupación determinada, ni un jefe determinado, ni un lugar determinado; en un mercado libre el trabajador puede optar por diferentes trabajos para diferentes patronos en diferentes sitios. Muchas veces se disfraza como una supuesta obligación trabajar para determinado capitalista o en un determinado lugar, pero lo que se esconde en realidad es que el trabajador no está seguro de que pueda obtener mejor salario con otros jefes, en otras empresas o en diferentes lugares.
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¿DE QUÉ DEPENDE EL SALARIO DEL TRABAJADOR?
Exactamente igual que en el caso del capitalista el salario del trabajador dependerá de la demanda de trabajadores. Siempre se dice que el capitalista está en una posición de fuerza respecto al trabajador, pero eso es falso. El capitalista demandará trabajadores no en función de su propia voluntad sino en función de la demanda de los bienes que tenga. El capitalista contratará el mínimo trabajadores que pueda (por unidad producida) y les pagará lo mínimo que pueda, igual que tratará de producir usando el mínimo de materias primas o energía posible (por unidad de bien producida) y las más baratas.
Si el capitalista demanda muchos trabajadores es únicamente porque la demanda del bien que produce necesita mano de obra y porque esa demanda es elevada y obtiene beneficios con la producción de los bienes que vende.
Una cosa es lo que desea pagar el capitalista a los trabajadores que quiera contratar y otra muy distinta es la que tenga que pagar que siempre va a depender de la demanda de los bienes que venda el capitalista. Es absurdo hablar de que en un libre mercado los trabajadores obtendrían salarios de subsistencia, porque los demandantes de bienes no saben cual es el coste de los bienes que compran y su demanda sólo depende del grado de satisfacción que les producen los bienes que compran, del precio de estos y de su renta.
Resumiendo puede decirse que el salario de un trabajador va a depender de la demanda del bien que el trabajador sepa y pueda realizar o producir. Es decir el salario de un montador de automóviles va a depender de la demanda de automóviles, el capitalista lo único que va a hacer es, si existe una elevada demanda de automóviles, buscar el mayor número posible de montadores de automóviles, si no hay demasiados no le quedará mas remedio que pagar mucho a los que haya en el mercado, siempre, claro está, que obtenga beneficios.
El salario del trabajador se comporta como el precio de cualquier factor de producción, si su demanda para producir los bienes que demanda el consumidor es elevada su precio o salario subirá y si sucede lo contrario bajará. El capitalista siempre intentará pagar lo menos posible al trabajador del mismo modo que siempre intentará obtener sus materias primas, sus máquinas o la energía al precio más barato posible.
Nadie considera que el petróleo esté “desprotegido” porque su precio lo regule el mercado pero parece que si los salarios los fija el mercado estos van a ser muy bajos, analizaré más detenidamente este punto más adelante.
.EL CAPITAL BENEFICIA AL TRABAJADOR.
El salario del trabajador está limitado, además de por su demanda, por su productividad. Aunque parte de la productividad depende de la habilidad del trabajador al realizar su trabajo otra parte muy importante depende de la cantidad de capital que el capitalista ponga a su disposición. Un trabajador puede ser muy hábil realizando una tarea manualmente pero si el empresario pone a su disposición una máquina, es decir capital, su productividad se multiplicará. El aumento de productividad que genera el capitalista al poner a disposición del trabajador una determinada cantidad de capital va a desencadenar un proceso en el que ineludiblemente el trabajador será beneficiado, ya sea por precios más bajos ya sea porque los capitalistas al competir por contratar trabajadores podrán ofrecer salarios más altos puesto que los trabajadores ahora generarán mayor producción y beneficios.
El salario de un trabajador será más alto cuanto mayor sea la demanda del bien que sepa producir y cuanto más capital ponga a disposición el capitalista del trabajador con el consecuente aumento de productividad. Y será más bajo cuando ocurra lo contrario.
EL MITO DE LA LUCHA OBRERA.
Para explicar la cuantía del salario de los trabajadores se ha recurrido muchas veces al mito de que la lucha de los trabajadores por sus “derechos” ha conseguido que los capitalistas destinen más dinero al pago de los salarios.
Si los capitalistas hubiesen destinado el dinero que destinan hoy a pagar salarios hace cien o ciento cincuenta años simplemente sus pérdidas habrían sido tan enormes que no hubiese quedado empresa abierta. El capital acumulado se habría dilapiddo y se habría vuelto a la Edad Media.
Ha sido el aumento de la productividad, paralelo en el tiempo aunque sin relación alguna con la “lucha obrera”, lo que permite los salarios y condiciones de trabajo actuales. De hecho los trabajadores en una nación desarrollada disponen de lujos que, hace cien años, la mayoría de los capitalistas no disfrutaban.
Ha sido la acumulación de capital por parte de los capitalistas, y el consecuente aumento de la productividad, lo que ha llevado a que los capitalistas, en su competencia por obtener trabajadores, puedan pagar salarios cada vez más altos.
El hecho de que coincidan en el tiempo la revindicación de mayores salarios y la subida de sueldos no implica causalidad. Sin un aumento de la productividad los capitalistas que aumentasen los sueldos por encima de lo que determinase el mercado pronto entrarían en pérdidas y serían expulsados del mercado.
Otras veces se producen aumentos de salarios en determinados sectores, donde la productividad no ha aumentado o incluso ha disminuido, debido a la presión de los trabajadores. Pero esto no significa en ningún modo que todos los trabajadores se beneficien sino que lo que ocurre es que determinados trabajadores se benefician de la utilización de la fuerza y de la coacción mientras que el resto tendrán que pagar un precio más alto por los productos que producen estos trabajadores o mayores impuestos. Es decir unos trabajadores se enriquecerán a costa de los demás.
Del mismo modo que los capitalistas van a tratar de formar grupos para manipular el mercado y obtener mayores beneficios los trabajadores también van a intentarlo, la única diferencia es el nombre: las asociaciones de capitalistas (para manipular el mercado) se llaman cárteles y las asociaciones de trabajadores (para manipular el mercado) se llaman sindicatos.
Los trabajadores y los sindicatos que logran estos “derechos” o “avances sociales” sostienen que no se consiguen a costa de otros trabajadores sino a costa de los capitalistas que obtendrían menos beneficios, pero los capitalistas, igual que harían con cualquier otro aumento de costes, repercutirán estos aumentos del coste de los salarios en el precio de sus productos y en consecuencia disminuirán el poder adquisitivo de los trabajadores.
Muchos economistas sostienen que parte del aumento de los salarios debidos a la presión de los trabajadores correrá a cargo de los capitalistas pero lo hacen desde un análisis matemático en el que obvian otros factores relevantes como el efecto de la disminución de beneficios en las inversiones, los cambios en las preferencias de los consumidores y lo más importante: los efectos a largo plazo. En efecto: todos los análisis del tipo que cito anteriormente no tienen en cuenta los efectos a lo largo del tiempo de una manipulación de los precios de la mano de obra.
Esta transferencia de costes de unos trabajadores a otros es enmascarada muchas veces porque el aumento de productividad compensa con creces estas pérdidas de poder adquisitivo para unos trabajadores, debidas a las presiones de los sindicatos en otros sectores o empresas.
Pero es fácil de ver que sin un aumento de la productividad mejoras significativas en los salarios, disminuciones en la jornada laboral o las vacaciones pagadas no hubieran sido viables.
En cambio, el aumento de la productividad fruto de la acumulación de capital permitió todos esos “derechos”, que no son sino aumentos de la remuneración de la mano de obra, sin que los capitalistas disminuyesen sus beneficios, antes al contrario.
EL MITO DE LAS LEYES SOBRE EL TRABAJO.
Otro mito común es que sin unas leyes laborales: salario mínimo, convenios colectivos, leyes que potegen a los sindicatos, leyes de seguridad en el trabajo… el trabajador quedaría desprotegido ante el capitalista.
Como ya he dicho antes, el trabajador para el capitalista no es sino otro factor de producción igual que una máquina o una materia prima (salvando las obvias diferencias). Como cualquier otro factor de producción el capitalista intentará obtener la mano de obra al precio más barato, pero eso en ningún caso quiere decir que lo vaya a conseguir al precio que ellos quieren.
El trabajador tiene que comer además de otros gastos básicos (vivienda, ropa, ), el trabajador tiene una experiencia en una actividad específica y no le es fácil cambiar de profesión, el trabajador tiene establecida una residencia, y la de su familia, en una determinada ciudad o región y cambiar le conllevaría costes e incomodidades. Pero el capitalista también tiene su dinero invertido y cada dia que tenga su inversión parada está perdiendo dinero, tampoco es fácil cambiar una inversión una vez hecha. El capitalista puede vender su participación en una empresa pero la empresa sigue ahí y no por cambiar de manos cambia el objeto de su producción. Sin embargo la necesidad de alimentarse a sí mismo y su familia del trabajador parece mucho más perentoria que las posibles ganancias del capitalista.
Pero el trabajador también tiene la opción de cambiar de capitalista al que vender su trabajo. Si existen varios capitalistas que necesitan trabajadores con similar cualificación para producir productos parecidos, los trabajadores descontentos con el capitalista al que venden su trabajo pueden ofrecerse a estos otros capitalistas poniendo a su anterior capitalista en la situación de que su competencia puede ofrecer el producto que ahora no puede producir por falta de trabajadores y llevándole a la ruina.
Del mismo modo se dice que los trabajadores de las empresas pequeñas o las mujeres cobrarán menor salario en un sistema de libre mercado. Pero si tuviesen la misma productividad entonces el capitalista que contratase trabajadores de una pequeña empresa, de una determinda raza o mujeres tendría menores costes y podría echar del mercado a sus competidores o en cualquier caso obtener mayores beneficios.
No tiene ningún sentido que un capitalista pague más a trabajadores menos productivos que a otros más productivos y en cualquier caso en un sistema de libre mercado acabaría obteniendo menores beneficios que sus competidores.
La interiorización de que el poder en el mercado laboral está en manos de los capitalistas es tal que a nadie le parece mal que un trabajador deje una empresa y se vaya a otra porque consiga un mejor salario, mientras que si una empresa cambia su localización porque en otro lugar puede encontrar mano de obra más barata se le acusa de “deslocalización” con marcado sesgo negativo.
También cuando en épocas de fuerte crecimiento económico los salarios, especialmente en determinados sectores, suben con fuerza a nadie le parece mal, todo lo contrario que los beneficios empresariales.

LA LEY DEL SALARIO MÍNIMO.
Hay una ley especialmente absurda de todas las que controlan el mercado laboral y es la de salario mínimo. Si el salario mínimo es inferior al salario que pactarían líbremente trabajador y capitalista entonces es inoperante, y si es superior entonces, sólo obligando al capitalista a aceptar un salario superior al que pagaría en libertad, el salario mínimo sería efectivo. Pero si el capitalista piensa que no será rentable contratar un trabajador a un salario igual o superior al salario mínimo simplente no lo hará y el trabajador se quedará en el paro.
En el fondo todas las leyes laborales son leyes del salario mínimo con características particulares y todas tienen las mismas consecuencias en forma de mayor desempleo. Si lo que realmente se quiere es aumentar los salarios (de forma generalizada) la única manera de hacerlo es aumentando la productividad del trabajador.

EL PARO FRICCIONAL Y EL PARO FORZOSO O ESTRUCTURAL.
En cualquier caso el mercado laboral es un mercado muy complejo. De hecho podría decirse que cada persona busca en una muy reducida parte del mercado laboral su puesto de trabajo. Habitualmente un carpintero sólo buscará oficio de carpintero y en un radio de unos pocos kilómetros alrededor de su hogar. Se podría hablar de multitud de mercados laborales que impiden que el mercado laboral sea tan eficiente como otros. Fruto de esta ineficiencia existe lo que se llama paro friccional (cifrado entre un 3% y un 5% de la poblacion activa.)
El paro friccional es el resultado de que algunos trabajadores tienen ahorros que les permiten subsistir durante un tiempo a la espera de un trabajo que se adapte a sus deseos y que, a veces, le hace rechazar trabajos que no considera adecuados. Otras veces el paro friccional se debe a que el trabajador está adquiriendo nuevas habilidades para optar a un trabajo mejor pagado o en mejores condiciones o simplemente diferente del que tenía. El paro friccional no tiene nada de malo siempre que el trabajador lo elija libremente y tenga suficientes ahorros para subsistir durante el periodo en que no tiene trabajo es decir sea realmente voluntario.
El paro forzoso o estructural, al que dedicaré un capítulo, es el que sucede cuando el trabajador no puede encontrar trabajo a pesar de que tiene una cualificación razonable, no exige unas condiciones laborales demasiado elevadas y ha terminado sus ahorros. El paro estrucural, aunque siempre va a existir en una mínima cantidad es algo absolutamente indeseable en una sociedad ya que condena al trabajador a la miseria y a la frustración de que, aunque lo desea, no encuentra comprador para su trabajo. En el capítulo donde analizo el paro estructrural explicaré como es posible que en determinadas naciones el paro estructural se haya vuelto algo normal durante décadas.
De hecho la objeción clásica que se hace a todo mi anterior análisis proviene de la idea de que de manera permanente existen muchos trabajadores en paro forzoso mientras que existen pocos capitalistas dispuestos a contratar trabajadores, a consecuencia de dicho desequilibrio los trabajadores están también permanentemente indefensos y necesitan protección. Pero el desempleo forzoso o estructural no es en absoluto un hecho natural sino que es consecuencia de intromisiones en la economía por parte del Estado o de manipulaciones del mercado por alguno de sus participantes.
La cuestión no es si hay que intervenir para “proteger” al trabajador sino lo que hay que hacer o lo que hay que dejar de hacer para que la situación de desempleo estructural o forzoso desaparezca.
EL CAPITAL DE LOS CAPITALISTAS Y EL CAPITAL DE LOS TRABAJADORES.
Aunque la demanda del bien que produce un trabajador puede ser determinante en el salario que percibe, en términos generales va a a ser la cantidad de capital del trabajador en forma de conocimientos y experiencia adquirida y la cantidad de capital que pone en manos del trabajador el capitalista lo que determinen su salario.
Serán los capitalistas los que, a través de la creación y destrucción de empresas en busca del beneficio, regulen que la cantidad demandada de bienes que produce cada trabajador sea suficiente para pagarles el sueldo y obtener beneficios. Como en el caso de los capitalistas los trabajadores pueden beneficiarse o sufrir súbitos cambios de demanda que les hagan conseguir mejores salarios o ir al paro, pero con el tiempo estas ventajas o desventajas lo más probable es que desaparezcan.
En un mercado libre el mejor salario (o las mejores condiciones laborales) serán obtenidas por el trabajador más productivo para el puesto de trabajo y por el puesto de trabajo que alcance la mayor productividad, que será normalmente el que exija de mayor capital.
De igual manera una sociedad tendrá mejores salarios cuanto mayor sea la cualificación de sus trabajadores, mejor sepan adaptarase a los cambios en la demanda de bienes y mayor sea el capital acumulado por los capitalistas.
Ni las leyes, ni el poder sindical, ni el tipo de sistema político van a cambiar a medio plazo los salarios. Puede que a corto plazo consigan aumentarlos pero a medio y especialmente, largo plazo serán contraproducentes puesto que acabarán destruyendo capital.
Intentar desvirtuar el sistema de libre mercado con leyes o coacciones provocará que tanto trabajadores como capitalistas, en defensa de sus intereses particulares, desarrollen toda un serie de comportamientos que destruirán el capital.
Si los trabajadores pueden conseguir mediante leyes y/o coacciones lo que no consiguen produciendo bienes al final dejarán de interesarse por ser productivos y producirán menos o incluso nada. El capitalista se encontrará con dos posibilidades para mantener su beneficio: o sube los precios de los bienes que vende o disminuye progresivamente su inversión. El primer caso produce inflación con la consecuencia de que si los trabajadores intentan mantener lo conseguido con las leyes y la coacción se producirá una espiral inflacionista que acabará en hiperinflación y en la destrucción de la sociedad.
Si no se quiere caer en la espiral inflacionista entonces se deberán controlar los precios y en consecuencia se deberá acabar con la libertad de los capitalistas. Pero los capitalistas en defensa de sus intereses pueden considerar que en esas condiciones no merece la pena invertir (tanto como antes) y eso llevará a un aumento del paro, en definitiva a la aparición del paro estructural o indeseado. De esta forma los trabajadores menos productivos o menos “protegidos” por las leyes se quedarán en el paro.
Cuando se empiezan a introducir leyes o se coacciona a los capitalistas para que paguen salarios mayores que los que pagarían líbremente al final se tiene que llegar a la imposición del socialismo puesto que los capitalistas intentarán en defensa de sus intereses seguir obteniendo el mismo rendimiento de sus capitales y sólo con una progresiva limitación de sus libertades se conseguirá limitar sus beneficios.
Sólo la acumulación de capital tanto la de los capitalistas como de los trabajadores (que provocan a su vez una elevada productividad) hacen posible que la riqueza de los trabajadores, el salario, sea elevado.
Nota importante: obsérvese que tanto si se trata de la riqueza de las naciones, como del beneficio de los capitalistas y ahora del salario de los trabajadores lo determinante es la acumulación de capital de todo tipo.

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