El gentrificador
La gentrificación tiene una mala prensa. Parecería ser que el gentrificador (aquel que se involucra en la gentrificación) es un explotador maligno, un bully, alguien que toma ventaja de los débiles y los pobres. Y estas son las cosas lindas que se dicen sobre él.
¿Cuáles son las razones en contra de esta práctica? Antes que nada, esto obliga a los residentes previos a salir de sus hogares. Estas personas podrían haber estado viviendo en estos vecindarios por años. Podrían ser la tercera o cuarta generación ocupando estos lugares, pero cuando alguien viene, presumiendo de mucha pasta, el juego está terminado: los inquilinos tienen que desocupar el lugar. ¿Cuáles son los medios mediante los cuales los gentrificadores realizan sus acciones malignas? Ellos simplemente tratan de comprar bienes raíces en el área objetivo, o intentan rentar una habitación ahí, así que de este modo provocan un aumento en los precios de renta y venta, mucho más grande que si de otra manera se hubiera dado. Los lugareños no pueden competir con estas tarifas en aumento, y se ven forzados a retirarse. ¿A dónde van? ¿Quién sabe? Pero dondequiera que sea, ahora ocupan menos de los bienes raíces preferidos. Nosotros sabemos esto dado que si a ellos les hubieran gustado sus nuevos domicilios más que sus anteriores, ellos ya hubieran mudado ahí, sin ninguna presión puesta en el mercado por los gentrificadores. Y no son solo casas lo que pierden aquellos que son forzados a retirarse. Estas casas son parte de vecindarios, comunidades y asociaciones. Tienen una historia ahí. Sus hijos son alejados de sus amigos.
Este es el argumento usual que plantean aquellos que se oponen a la gentrificación.
Hay graves problemas al respecto con esta versión. Antes de que empecemos con nuestro análisis, consideremos hacer una importante distinción, aquella entre los que son dueños y aquellos que rentan en el área objetivo. Los primeros están en una mucho mejor posición que los segundos. Si, cuando este proceso ocurre, ellos, también dejaran los vecindarios con los que han empezado a encariñarse a lo largo de los años, pero esto será “voluntario”. Esto es, que ellos tendrán tanto dinero que ellos preferirán sus nuevas casas a sus viejas casas. De otra manera, ellos se quedarían, y no serían “corridos” por los que apenas llegan. Comunidad, unión, historia, cultura, vecindario, no son la única cosa y el objetivo de la vida, como los oponentes a la gentrificación nos han hecho creer. Al menos algunos dueños en áreas objetivo se consideran a sí mismos afortunados de haber sido comprados a precios elevados.
Los arrendatarios se encuentran en una situación mucho más precaria. Cuando el costo de las rentas es alto, los precios que pide el propietario se dispararan lejos de su alcance. Serán forzados a abandonar, les guste o no. Así que, consideremos concentrarnos en aquellos que rentan bienes raíces en el área objetivo y no en aquellos que han tomado posiciones de propietarios ahí.
Para que podamos poner esto en contexto, consideremos otras áreas además de los bienes raíces. Pues, algo muy parecido a la gentrificación ocurre a través de toda la economía. Tomemos a los automóviles como ejemplo. Los ricos obtienen las opciones y los pobres lo que dejan. Los primeros se van, o mejor dicho, viajan, en carros como el Mercedes, el Rolls Royce, el Cadillac; los segundos, tienen que conformarse con los muy inferiores Fords, Chevrolets, Hondas y Toyotas. La única diferencia entre este caso y el anterior es que los pobres nunca fueron desalojados de sus lujosos vehículos, y forzados a tomar los inferiores. En primer lugar, nunca tuvieron los mejores carros. De otra manera, la historia es la misma, los ricos viven lujosamente, los pobres no. Lo mismo con la comida: es langosta y filete para los ricos, spaghetti y crema de maní para los pobres.
Pero, ¿es esto injusto? Ciertamente no. Supongamos que los ricos obtuvieron su riqueza de una manera honesta, no a través de subvenciones gubernamentales o privilegios especiales, subsidios, rescates financieros, como en el capitalismo clientelista, si no por el capitalismo laissez faire. De este modo ellos han contribuido más a todos los demás que los pobres. Si hay algo que sería injusto, sería que el acomodado tuviera que tomar los restos y aquellos sin muchos recursos obtenidos de manera honesta obtuvieran la mayor parte. Otra seria también, que todo fuera dividido de manera equitativa. Podemos observar que la oposición a la gentrificación es al menos en parte una demanda de igualdad disfrazada. Pero esto viene con una extraña gracia de aquellos, que por ejemplo, tienen dos ojos. Si estuvieran dispuestos a donar uno de ellos, perderían percepción de profundidad. Esto se desvanece en la nada comparado con los beneficios de una vista imperfecta sobre alguien que no la tiene en lo absoluto. Y, aun así, estos igualitarios tienen el valor de decir tonterías acerca de la desigualdad en la distribución del ingreso.
Hay también algo más que solamente un poco de analfabetismo económico relacionado con las razones en contra de la gentrificación. Primero que nada, la libertad económica, como Adam Smith claramente vio en 1776, crea la riqueza de las naciones. Aquellos tan preocupados de los pobres y con la erradicación de la pobreza, tal como todos deberíamos estarlo, deberían darse cuenta de que la oposición a la gentrificación es un ataque en el mercado. Al grado de que la gente no es libre de comprar y vender. El hacer trueque es el grado en el cual la economía es empobrecida más de lo necesario. La economía libre está en continuo estado de flujo. La gente es sobrepujada cada día por recursos, incluyendo las viviendas en la que de otra manera hubieran preferido quedarse. Declaremos ilegal la gentrificación y si somos lógicamente consistentes, debemos prohibir el proceso entero de pujas por bienes y servicios, que implica, si, sobrepujar a algunos, desproporcionadamente a los pobres.
Es lo mismo con una persona que renta un departamento. Su larga estancia ahí no le vale nada en términos de justicia, si el propietario quiere subir la renta y sustituir a un rico inquilino por él. Lo contrario, también sería verdad. Si un inquilino que lleva una larga estancia desea partir hacia un mejor lugar, el propietario no lo podrá obligar, bajo la ley, a quedarse en donde está.
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