Publicado el 01 julio 2015 por Juan Ramón Rallo
Probablemente uno de los errores más extendidos acerca de la postura y del postureo de Syriza en su conflicto con el resto de Estados europeos sea que Tsipras y los suyos están defendiendo la soberanía nacional griega frente a las intromisiones imperialistas del IV Reich alemán. La dignidad de los griegos pasa, según esta interpretación, por ser dueños de su propio destino frente al dirigismo autocrático de una Troika que pretende imponer unilateralmente su voluntad. Pero tal narrativa dista de encajar con la realidad: Syriza no aspira a la independencia soberana del pueblo griego, sino a su sumisión subsidiada ante una Alemania dominante y hegemónica.
A este respecto, es de sobras conocida la tesis del ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, acerca de El minotauro global. Según Varoufakis, Estados Unidos se constituyó, tras la II Guerra Mundial, en el gran mecanismo de absorción de las sobreproducciones del resto del mundo en desarrollo: muy en particular, de Japón, Alemania y China. EEUU incrementaba la demanda del todos estos países y, como contrapartida, ellos reinvertían los beneficios que lograban por esas ventas en el mercado de capitales estadounidense: a cambio del desarrollo, de la paz y de la estabilidad mundial, los países con superávits exteriores le enviaban regularmente sus capitales a EEUU en forma de tributo, como si de tributos humanos con los que alimentar al minotauro cretense se tratara.
Varoufakis cree que ese minotauro global representado por EEUU se desmoronó con la actual crisis financiera y que no va a volver, motivo por el cual, desde su perspectiva, es necesario crear nuevos hegemones que reemplacen a EEUU. Dentro de Europa, la tesis de Varoufakis es que la hegemonía le corresponde a Alemania. En sus propias palabras: “Europa necesita una Alemania preparada y deseosa de convertirse en hegemónica y, de hecho, Alemania también lo necesita”. El objetivo último de Varoufakis, según él mismo declara, es avanzar hacia una Europa federal donde Alemania lleve la voz cantante a la hora de reindustrializar los países de la periferia europea: “Una Alemania hegemónica encontraría vías para canalizar sus enormes volúmenes de ahorro ocioso hacia inversiones productivas en la periferia donde podrían generar rentabilidades que amortizaran las deudas que estos países mantienen con Alemania y, a su vez, lograr que la periferia fuera competitiva dentro y fuera de Europa”.
Para lograr este objetivo, Varoufakis propone un nuevo Plan Marshall costeado por los contribuyentes alemanes a través del Banco Europeo de Inversiones. Es decir, Varoufakis apuesta por un desarrollismo estatal de Grecia teledirigido política y financieramente por el gobierno alemán: el nuevo hegemón regional. Varoufakis no apuesta por una política que otorgaría autonomía a Grecia al tiempo que promovería su desarrollo, a saber, un mercado libre europeo donde los capitales alemanes encuentren verdaderas y sanas oportunidades de inversión en Grecia. No: Varoufakis ambiciona un supraEstado europeo al cual se someta, como apéndice irrelevante pero bien subsidiado, el pueblo griego.
Por eso es falso que Syriza esté luchando por mantener la soberanía de Grecia frente a los tejemanejes alemanes: es justo al revés. Syriza quiere convertirse en una colonia alemana a cambio de que los sigan subvencionando con fondos del resto de Europa, y Alemania está intentando que Grecia alcance la autosuficiencia financiera (equilibrio presupuestario y equilibrio exterior) para que los griegos no necesitan depender de los créditos blandos que les proporciona la Troika y devengan, de este modo, autónomos a la hora de decidir soberanamente (y con su dinero, no con el dinero de los contribuyentes europeos) qué tipo de Estado quieren (como ya lo decide Finlandia, país alineado con Alemania y que tiene uno de los Estados de Bienestar más amplios del mundo).
Si Syriza verdaderamente deseara salvaguardar la independencia griega frente a la Troika, seguiría aplicando políticas de austeridad que le garantizaran la autosuficiencia. Pero no buscan eso: aspiran a seguir endeudándose a manos llenas aunque sea cediendo soberanía a Europa (esto es, a Alemania). Sus quejas actuales no proceden de que estén perdiendo soberanía, sino de que Alemania no quiere convertirse en su metrópoli a cambio de subsidiarlos permanentemente. Si la Troika les otorgara todo el crédito que reclaman para continuar gastando sin restricciones, no les importaría que las instituciones griegas estuvieran manejadas por eurócratas que fiscalizaran y teledirigieran todas y cada una de las operaciones que realizaran. No: el problema no es la soberanía, sino la pasta gansa. Otra cosa, claro, es que traten de vestirlo canallescamente con ropajes patrioteros para impostar indignación nacional. Pero no deberían engañar a nadie: los que se dan golpes en el pecho vindicando la soberanía del pueblo griego son los mismos que no han dudado en secuestrar a ese pueblo griego y a sus ahorros para utilizarlo como baza negociadora frente a Bruselas para conseguir una extensión del plan de rescate. No negocian la independencia, sino las condiciones financieras de la servidumbre.
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