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martes, 21 de julio de 2015

Pekín no se fía: el yuan permanece en 'libertad condicional' diez años después

Hace justo 10 años, China accedió a levantar el anclaje que su divisa había mantenido con el dólar desde mediados de los 90. Una década después, la moneda aún no goza de libertad plena

Foto: Pekín no se fía: el yuan permanece en 'libertad condicional' diez años después
 
 
El 21 de julio de 2005, Pekín cambió el paso. Tras una larga década con su divisa, el yuan, anclada entre los 8,277 y los 8,28 yuanes por dólar, decidió que había llegado el momento de dejarlo navegar con más libertad. En Occidente, donde las presiones para que China fortaleciera su moneda eran crecientes, se recibió el anuncio con satisfacción. Casi con entusiasmo. Por fin, pensaban, el gigante asiático competiría con unas reglas parecidas a las de las potencias desarrolladas y dejaría de conducir -manipular, según algunos- el valor del yuan en favor de su sector expotador.
 
Justo diez años después, aquella histórica maniobra aún está en proceso de ejecución. O lo que es lo mismo, la anhelada flexibilización con la que soñaba Occidente todavía no se ha completado. El yuan no se mueve en total libertad, sino bajo un sistema de libertad condicional -o flotación sucia- en el que las autoridades chinas siguen manejando su cambio, siempre con el dólar estadounidense como principal referencia.
 
Aquel 21 de julio, Pekín revaluó el yuan en un 2%, hasta los 8,11 yuanes por dólar. Una década después, un dólar todavía compra 6,21 yuanes. O lo que es lo mismo, un yuan apenas compra 0,161 dólares, con lo que en estos 10 años se ha revalorizado un 30%, un balance más discreto del esperado por EEUU aquel julio de 2005. Eso sí, precisamente porque su marcha sigue vinculada a la del dólar, la fortaleza del billete verde produce un efecto arrastre sobre la divisa china. Es lo que le está pasando ahora en su cruce con el euro, que ya solo compra 6,72 yuanes. Desde 2005, y particularmente por la debilidad de la divisa europea desde mediados de 2014, el yuan se ha apreciado casi un 50% contra el euro.
 
Pero, más allá de la velocidad de su apreciación, lo relevante es que Pekín sigue conduciendo la marcha de su divisa. Conscientes de la dificultad que entraña su doble propósito de abrir la economía al exterior y de completar la transición de un modelo exportador -al que conviene un yuan más débil- a otro más basado en el consumo interno -al que favorece un yuan más fuerte-, las autoridades del gigante asiático prefieren no dotar de una libertad total al yuan. Temen el efecto desestabilizador que pudiera desencadenarse si adoptaran esa medida, sobre todo por la enorme expectación que existe entre los inversores con respecto a esta posibilidad, con lo que por ahora prefieren no asumir ese riesgo.
 
Ahora bien, Pekín va dando pasos hacia un mayor aperturismo. Ha ido ampliando el margen de fluctuación del yuan y concediendo que nuevas plataformas negocien operaciones y precios para su divisa, pero todo dentro de un orden. De este modo, y según el último informe del Banco Internacional de Pagos (BIS), la divisa china ya se encuentra entre las 10 más negociadas del mundo. Como el peso de China en la economía mundial será creciente con el paso del tiempo, el protagonismo del yuan también lo será, con lo que el camino hacia una divisa más libre resulta inevitable.
 
Es más, las autoridades chinas están muy interesadas en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) incluya ya al yuan en la cesta de monedas que tiene en cuenta para el cálculo y configuración de los Derechos Especiales de Giro (SDR, en sus siglas en inglés), que actúan cmo la moneda de esta organismo multilateral. Y saben que, a cambio, deberán conceder un mayor grado de autonomía al yuan para que su tipo de cambio lo determine cada vez más el mercado y cada vez menos China.

Entre el enfriamiento y el aviso de la bolsa

Sin embargo, y aun sabiendo que ese es el porvenir que le espera, Pekín asume que debe manejarse con tiento a la hora de liberar completo al yuan. Y ahora con más motivo. Primero, por el enfriamiento de su economía. Aunque los datos oficiales reflejan que el crecimiento chino aún se sitúa en el 7%, otras fuentes señalan que las verdaderas cifras se mueven en unas tasas comprendidas entre el 3 y el 4%. Es decir, su enfriamiento estaría siendo más pronunciado de lo previsto, y todavía lo sería más con una divisa más poderosa que pasara factura al sector exportador.
 
Y segundo, por la brusca corrección que está sufriendo la bolsa china. El desplome visto desde comienzos de junio, con caídas superiores al 20% en el índice CSI 300, ha refrescado los temores acerca de los problemas que arrastra el país, manifestados principalmente en una burbuja crediticia e inmobiliaria y un sector financiero vulnerable. Y no solo eso, sino que, sobre todo, lo que está pasando en los parqués chinos ha puesto en alerta a las autoridades, que están viendo que abrir las puertas al mercado puede provocar efectos secundarios que se escapan de la batuta gubernamental. Y eso, en un país como China, sigue siendo algo difícil de digerir.

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