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domingo, 19 de julio de 2015

No es justo ni equitativo. ¿Será eficaz?

 



¿Acto de revancha y humillación innecesaria y peligrosa?¿Simple aplicación del principio de realidad? ¿Cómo leer el acuerdo que el Consejo Europeo ha ofrecido al Gobierno de Grecia para tener acceso a un tercer rescate financiero que le salve de salir del euro? Y otras dos cuestiones quizás más importantes. Primera, ¿será eficaz el programa de ajuste y reformas que se le impone a los griegos? Segunda, ¿cuáles serán los efectos a medio plazo sobre el euro y sobre el proyecto de unión europea?
El acuerdo se parece, en su proceso y contenido, a muchas otras negociaciones entre acreedores y deudores que se han hecho en el pasado. En este tipo de negociaciones ambas partes acostumbran a jugar al llamado “juego del gallina”. Recuerden la película Rebelde sin causa, de Nicolas Ray, protagonizada por James Dean en la que los dos protagonistas hacían una carrera de coches hacia el precipicio para ver cual se asustaba antes y frenaba. A algo así han jugado Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis, por un lado, y por otro, Wolfgang Schäuble y Angela Merkel.

Al final, Tsipras ha retrocedido ante las primeras consecuencias: cierre de los bancos, corralito que impide a los griegos sacar sus ahorros y cobrar sus pensiones y suspensión de la circulación de capitales que bloquea la importación de los productos más indispensables. Y ha dejado caer a Varoufakis.Probablemente Varoufakis creía tener cartas para intimidar a Schäuble en su particular juego de póquer. Primera: Creer que el miedo a la rotura del euro haría ceder a los europeos. Segunda: Pensar que a Grecia le podía ir mejor fuera que dentro del euro. Tercera: Suponer que flirteando con Putin haría que los estadounidenses presionasen a la Unión Europea para evitar tener un Estado fallido en el sur de Europa. Y una cuarta carta escondida en la manga: el referéndum. Schäuble y Merkel aguantaron el envite.
La segunda propuesta es más dura que la que se había ofrecido antes del referéndum. ¿Revancha y humillación por la afrenta? ¿La vieja pedagogía de “si no quieres caldo, dos tazas”? No lo sé. Lo cierto es que la economía griega se deteriora a tal velocidad que cada día que pasa Grecia requiere más ayuda. Y, de acuerdo con las reglas de juego del euro, eso lleva aparejada la condición de un programa de ajuste y reformas más exigente. Pero, para muchos ciudadanos griegos y europeos, ese programa es injusto.
Vayamos a las otras dos cuestiones. ¿Funcionará ese programa para impulsar el crecimiento, el empleo y lograr la corrección de los desequilibrios fiscales y comerciales de Grecia? Probablemente no. La razón no es sólo técnica, en el sentido de que el contenido del programa intensificará la recesión. Es fundamentalmente por razones sociales y políticas. La experiencia recopilada por el FMI señala que este tipo de programas sólo son eficaces cuando los gobiernos nacionales se implican y los lideran. Y cuando la población, mal que bien, los comprende y apoya. No es éste el caso.
'Las consecuencias económicas de la paz', de Keynes, debería ser lectura obligatoria para los políticos europeos.
La investigación académica apunta en este mismo sentido. Dos prestigiosos economistas, Daron Acemoglou y James Robinson —autores de la exitosa obra Por qué fracasan los países— han demostrado que el éxito de las reformas económicas depende de la segunda derivada. Es decir, no de sus efectos económicos en el PIB, sino de los efectos de segunda ronda en los equilibrios políticos entre los diferentes grupos sociales dentro del país. Cuando las reformas alteran ese equilibrio político en favor de los grupos más favorecidos acaban fracasando por pérdida de legitimidad social. Y parece que este va a ser, de nuevo, el caso griego. Las reformas económicas que se perciben como injustas acaban no funcionando. No son eficaces. El problema es que muchos economistas y políticos reformistas ignoran esta lección. O la olvidan interesadamente. Vaya usted a saber.
Por último, ¿qué efectos acabará teniendo este drama griego sobre el futuro del euro y de Europa? Pueden ser tanto positivos como negativos. En la medida en que el euro es una moneda sin Estado, carece de los instrumentos propios del dólar o la libra para hacer frente a crisis: un banco central como Dios manda, una Hacienda propia que le respalde y un mecanismo de rescate bancario. Esto hace que en situaciones como las que estamos viviendo el euro actúe como una camisa de fuerza sobre los más débiles. La esperanza es que el drama griego lleve al euro a ir más allá de su actual lógica. No será fácil ni rápido. Pero hay que tener esperanza.
Los negativos vienen del sentimiento de injusticia, humillación y rabia que sienten muchos ciudadanos, no sólo griegos. Puede propiciar corrientes nacionalistas antieuropeas. El precedente es el Tratado de Versalles que puso fin a la pesadilla de la guerra. Disconforme con la dureza de las indemnizaciones que los aliados querían imponer a Alemania, John Maynard Keynes, miembro de la delegación británica en la conferencia de paz de París, escribió un alegato premonitorio de la nueva pesadilla que esas duras condiciones traerían para Alemania y Europa: Las consecuencias económicas de la paz. Debería ser lectura obligatoria para los políticos europeos.

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