Juan Ramón Rallo
Ciudadanos ha presentado esta semana la que es no sólo la cuarta parte de sus propuestas económicas sino, según sus propias declaraciones, la más importante se todas ellas. Estamos hablando de la reforma del sistema educativo. Dado que son muchos quienes adscriben a Ciudadanos dentro de la filosofía política del liberalismo, resulta pertinente analizar qué encaje guardan sus ideas y recomendaciones con los valores del liberalismo, tal como ya hiciéramos con el mercado laboral, la transformación del sistema productivo y el sistema fiscal.
¿Qué propone Ciudadanos en educación?
Ciudadanos ha lanzado un muy ambicioso programa de reforma de la educación española que, en esencia, pretende lograr la excelencia educativa en unos programas de formación orientados a capacitar al alumno para crear riqueza en el siglo XXI. Para ello, promueven esencialmente tres cambios:
- Mayor flexibilidad curricular: El currículo formativo que seguirá cada alumno a lo largo de su vida académica ni puede ser esencialmente igual para todos ni debe determinarse de manera centralizada; al contrario, cada estudiante ha de recibir una enseñanza lo más individualizada posible dirigida a potenciar sus habilidades naturales. Para alcanzar este objetivo, Ciudadanos propone, por un lado, la creación de itinerarios de calidad que permitan la especialización de cada alumno enfocada al mundo profesional (especialmente potenciando el modelo de FP dual, tan exitoso en Alemania) y, por otro, dotar de mayor autonomía a cada escuela para que ella misma pueda determinar qué materias no troncales desea instruir a los alumnos.
- Incorporar nuevas materias a los planes de estudio: Pese a que Ciudadanos defiende la ya mentada flexibilidad en los itinerarios formativos, también apuesta por incorporar a los planes de estudio nuevas disciplinas que actualmente están siendo soslayadas por el sistema educativo pese a su creciente importancia en la vida personal y profesional de cualquier persona. Entre ellas, el “aprender a aprender”, el uso de nuevas tecnologías, la oratoria, la enseñanza plurilingüe, el trabajo en equipo, el desarrollo del espíritu emprendedor o la formación social y emocional.
- Excelencia del profesorado: Para lograr que los programas anteriores sean transmitidos a los alumnos de la manera más eficiente posible, Ciudadanos apuesta por contar con un profesorado de primer nivel. Para ello, pretende modificar los métodos de acceso a la plaza de profesor (instaurando un MIR en educación, de modo que los futuros profesores aprendan a enseñar durante un año de residencia de los actuales profesores; y dotando de mayor autonomía a los centros para seleccionar a qué profesores quien contratar), así como los incentivos de permanencia (evaluaciones de rendimiento profesional y remuneración variable ligada a las mismas).
Las propuestas de Ciudadanos mejoran notablemente el sistema de educación público actual, caracterizado por su elevado coste y su muy baja calidad. Pero lo mejoran por un motivo esencial: porque lo acercan marginalmente a cómo funcionaría un sistema educativo libre. Sin embargo, esto mismo es lo que coloca a Ciudadanos en una posición ideológica más cercana a la de una socialdemocracia moderna (una socialdemocracia que acepta el fracaso de la planificación centralizada y que posee una visión favorable del mercado como mecanismo eficiente de asignación de recursos) que a la del liberalismo. Y es que lejos de querer devolverle la educación a la sociedad, pretenden retenerla en manos del Estado administrándola de un modo parecido a cómo creen que la gestionaría un mercado libre.
La reforma de la educación desde el liberalismo
El liberalismo promueve la libertad educativa no sólo por motivos de eficiencia, sino también por motivos éticos.
Los motivos éticos deberían ser evidentes: la libertad educativa es el marco dentro del que cada alumno puede formarse y desarrollar su pensamiento crítico sin verse coercitivamente adoctrinado por los valores y las ideas personales de los burócratas estatales o de las élites paraestatales que logran parasitar las estructuras administrativas. Todo alumno debería disponer de la libertad no ya para formarse en sus propios intereses personales y profesionales, sino para negarse a escuchar, estudiar y memorizar una catarata de argumentos que vayan en contra de sus convicciones morales. Al igual que veríamos descabellado que el Estado pudiera obligar a una persona a asistir todas las semanas a las ceremonias de una determinada confesión religiosa, tampoco deberíamos aceptar que el Estado pueda obligar a personas con un grado de madurez suficiente (o incluso con un grado de madurez insuficiente cuando así lo juzgan sus tutores legales) a someterse en contra de su voluntad a lo que él puede juzgar mero adoctrinamiento estatal.
Evidentemente no estamos afirmando que en un entorno de libertad educativa los estudiantes vayan a verse libres de la influencia de terceros: más bien estamos afirmando que nadie debería disfrutar del poder de obligar a todos los alumnos de un país a someterse a la doctrina que desee oficializar. O dicho de otra manera, se trata de que no exista un monopolio de la acreditación curricular manejado coercitivamente por el Estado, sino de que puedan aparecer múltiples instituciones que compitan entre sí por el prestigio de convalidar, orientar o diseñar las distintas etapas de formación de una persona (algo más parecido al modelo estadounidense de universidades que al español).
Los motivos de eficiencia coordinadora por los que el liberalismo defiende la libertad educativa no son, en muchos casos, demasiado distintos a aquellos que inspiran la propuesta de Ciudadanos. A la postre, la educación es un servicio más que debe ser proporcionado a sus usuarios (los estudiantes) y, por ello, padece dos problemas de coordinación básicos: problemas de información (qué, cómo, cuándo, dónde y a quién enseñar) y problemas de incentivos (cómo lograr que todos los agentes implicados en el sector de la educación se interesen continuamente por prestar el mejor servicio posible y por pensar en nuevas formas acerca de cómo mejorarlo).
El liberalismo, reconocido la inerradicable ignorancia del ser humano, propugna que el problema de información se resuelva mediante la competencia dentro del mercado: la competencia es un proceso de descubrimiento de los mejores modelos de organización, ya que combina las propuestas experimentales descentralizadas de múltiples instituciones educativas con la realimentación de los estudiantes al escoger unas (las que perciben mejores) y descartar otras (las que perciben peores). A su vez, dado que los centros que ofrezcan un servicio superior al resto serán los que atraerán a un mayor número de alumnos y los que cosecharán una mayor cantidad de beneficios, los propios centros estarán interesados en diseñar mecanismos internos que acicateen al personal a implicarse en la prestación de un servicio educacional de calidad (experimentando así diversas vías competitivas para solventar el problema de los incentivos).
La libre competencia, pues, termina alumbrando una pluralidad de ofertas educativas diversas que dinámicamente se van ajustando a las necesidades de los distintos perfiles de estudiante.
Dónde Ciudadanos se aleja de la propuesta liberal
Tal como hemos expuesto hasta el momento, Ciudadanos no defiende incrementar la libertad en el ámbito educativo, sino aproximar el funcionamiento de nuestra educación estatalizada a cómo se estima que funcionaría un sistema libre. Como es obvio, que intenten emularse algunas de las prácticas y de los resultados que previsiblemente conllevaría la libertad educativa tiende a mejorar nuestra situación de partida (pasamos de una socialdemocracia insensata a una socialdemocracia sensata en el ámbito educativo), pero esa mejora está lejos de confluir con el liberalismo.
Por el lado de la ética de la libertad educacional, es verdad que Ciudadanos abre la mano a que cada centro educativo conforme su propio currículo formativo y, por tanto, concede un rango de elección algo superior a los estudiantes y sus familias; sin embargo, al mismo tiempo también mantiene el requisito de la escolarización obligatoria para todos los estudiantes (olvidándose de la imprescindible libertad ciudadana de permitir que los niños sean educados en su propio hogar) y, sobre todo, mantiene un importante control centralizado sobre las líneas generales de ese currículo formativo común. Tan es así que el partido llega a proponer la inculcación obligatoria de valores cívicos y constitucionales a los estudiantes con el propósito de alterar sus convicciones morales: se parte de la base de que el actual modelo estatal, con escasas alteraciones, constituye el óptimo panglossiano del que ni podemos ni debemos movernos, motivo por el cual el monopolio educativo debe contribuir a apuntalar el régimen estatal inoculándoles a los alumnos todas aquellas ideas que ayuden a reforzarlo.
Por el lado de la eficiencia de la libertad educativa, es cierto que Ciudadanos incrementa la autonomía de los centros para que puedan competir entre ellos ofertando mejores programas a los alumnos y gestionando más inteligentemente sus recursos internos, pero todos los centros siguen en última instancia subordinados a una misma estructura estatal que actúa como un macrocártel que bloquea cualquier oportunidad de desviarse significativamente del resto. El sistema de escolarización forzosa no se cuestiona en sí mismo ni, lo que es más grave, se permite que sea cuestionado: las líneas maestras del modelo educativo decimonónico siguen en pie con poco más que un barniz de adaptación a los tiempos modernos. La verdadera competencia —aquella que promueve endógenamente innovaciones disruptivas que desplazan por entero los modelos de negocio anquilosados— ni está ni se la espera dentro del modelo educativo de Ciudadanos, pues el Estado no va a falsarse a sí mismo y tampoco parece probable que vaya a serlo desde fuera: en el programa de Ciudadanos no aparece ninguna propuesta significativa de liberalización de las rigidísimas regulaciones administrativas que actualmente maniatan la apertura y gestión de centros privados a todos los niveles educativos, impidiendo con ello las innovaciones disruptivas también en el sector privado.
Conclusión
Lejos de facilitar una muy necesaria revolución educativa, tanto en sus bases éticas subyacentes cuanto en el modelo de organización, Ciudadanos mantiene los fundamentos de nuestro fracasado sistema educativo pero actualizándolos a los nuevos tiempos. En la mayoría de aspectos se trata de un significativo avance con respecto a la política de parálisis o de involución que propugnan el resto de partidos, pero es un avance circunscrito al marco ideológico socialdemócrata en torno al cual también gravitan todas las restantes fuerzas políticas nacionales.
En este sentido, la educación española seguirá requiriendo de una revolución liberal asentada sobre dos pilares: la libertad de los estudiantes para seleccionar el objetivo y la modalidad de su aprendizaje (liberalización de la demanda educativa) y la libertad de los proveedores de educación para autoorganizarse con el propósito de atender del mejor modo posible las preferencias y necesidades de los estudiantes (liberalización de la oferta educativa). La ética y la eficiencia apuntan en una misma dirección: la libertad.
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