En España hay tres cosas sobre las que entiende todo el mundo sin necesidad de haber trabajado en ello o tener formación alguna al respecto: el fútbol, la psicología y los mercados financieros
Con ocasión del “crash” bursátil del 29, el banquero e industrial norteamericano James D. Rockefeller dijo: “cuando el limpiabotas te pregunte que valores comprar, vende”. Ocurre como con los refranes: en unas líneas resumen un montón de sabiduría. En este caso, sobre el funcionamiento de los mercados.
En España hay tres cosas sobre las que entiende todo el mundo sin necesidad de haber trabajado en ello o tener formación alguna al respecto: el fútbol, la psicología y los mercados financieros.
Lo del fútbol no suele tener consecuencias graves. Lo de “yo es que tengo mucha psicología” puede tenerlas, sobre todo para el “asesorado”. Pero lo que definitivamente las tiene es que lo de que para invertir basta con hacer un cursillo o leer la prensa económica. Las consecuencias pueden ser desastrosas para el bolsillo.
Vaya por delante que tengo clientes y amigos que son excelentes profesionales de la inversión sin haber estudiado economía. Pero es que tienen años de experiencia y/o un buen asesor para contrastar opiniones o pedir información. Si me apuran, mejor los que no han estudiado económicas, porque así son más receptivos a uno de los principios básicos de la inversión, que es que los mercados tienen sus propias reglas. Y una de ellas es que ni se mueven de forma paralela a la economía - más bien se adelantan, acertadamente o no – ni siguen todas sus reglas.
En España hay tres cosas sobre las que entiende todo el mundo: fútbol, psicología y mercados financieros
También es cierto que hay analistas, asesores y gestores de patrimonio mejores y peores – aunque habría que analizar si es que se han equivocado una vez o lo hacen habitualmente– y que los hay que cometen errores que no debería cometer alguien que conoce el mercado.
Pero de lo que no hay duda es que la persona sin experiencia y sin asesoramiento que se pone a invertir es carne de cañón. Y debería tomar nota de la frase de Rockefeller. Y de lo que acaba de pasar con el oro.
Cenaba el otro día en casa de unos amigos y me explicaban que ahora se vende oro en un formato muy parecido a una tableta de chocolate, pero mucho más fino, de forma que, por ejemplo, la abuela pueda regalarles un trocito a sus nietos para que vayan ahorrando. O intercambiarse entre colegas. Al ser oro muy fino, la tableta se puede partir y repartir a mano, como si fuera una tableta de chocolate.
Ahora se vende oro en un formato muy parecido a una tableta de chocolate, pero mucho más fino
Aparte de lo surrealista del tema –aunque sin duda una estupenda idea comercial-, lo primero que hace poco recomendable invertir en oro de forma física es que se paga IVA. El más alto. Por algún motivo no se considera el oro un producto de primera necesidad. Puestos, hay formas mucho mejores de invertir en oro sin necesidad de ir cargado de lingotes. Salvo que se esté intentando evitar al fisco y meterlo debajo del colchón.
Pero luego llega la cuestión del mercado. Pequeño detalle: el precio del oro, como el de casi cualquier activo, se fija en los mercados. Afortunadamente nunca olvido las grandes lecciones de los grandes inversores, como pueden comprobar si lo desean en mi artículo de abril de 2013 titulado “El Dorado (Tonto el último)”. Lo tuve claro en 2012 por el “calentón” de precio y mucho más en 2013 cuando vi lo de las máquinas de vending.
Pero no fueron sólo las máquinas. Es que, además, quien tiene cierta experiencia o ha estudiado los mercados –ya ven, de algo valen ambas cosas- sabe que los aliados del oro son la inflación y el miedo. La inflación ni está ni se la espera. Y motivos para tener miedo siempre hay, pero el que le viene bien a la cotización del oro es el de verdad, el miedo con cierto componente de pánico. Y, ahora mismo, afortunadamente, de ese no hay. Lo de Grecia da para muchos titulares y mucha tertulia televisiva, pero cualquiera que haya estudiado economía –de nuevo las ventajas de tener cierta formación– debería saber que la importancia de Grecia en la economía global es de “cero coma”. Está muy bien decir en una tertulia que se va a hundir el mundo, pero ya ven: aquí estamos. Y estaríamos. Aunque se hubiera ido Grecia del Euro.
Así que, en ausencia clarísima de inflación, sin conflictos geopolíticos o “crashes” bursátiles por en medio, y con el dólar fuerte (no me meto a explicarles eso para no liarles más, pero, creanme, no es bueno para el oro ni las materias primas), el oro era como un motor sin gasolina.
Pero lo que de verdad me convenció de que estaba haciendo lo correcto cuando empecé a retirar el oro de mis recomendaciones de inversión fue la noticia de que uno o varios hoteles de Madrid habían puesto unas máquinas de “vending” – como las que despachan refrescos – para vender oro.
No daba crédito. Pero, recuperado del impacto inicial, lo primero que me vino a la mente fue el comentario de Rockefeller. Y recordé como ese comentario también me ayudó a evitar la explosión de la burbuja inmobiliaria –vean mi artículo de la Vanguardia de abril de 2007 titulado “España es un hedge fund Inmobiliario"– porque mi mujer me dijo que pensaba comprar un piso sobre plano, a crédito para darle luego el “pase”. A medias con la vecina. Porque “lo hacía todo el mundo”. Recuerdo perfectamente que me estaba afeitando y, según me hizo la consulta, ese mismo día decidí recomendar a todos mis clientes salir del ladrillo. Llevaba tiempo dándole vueltas, especialmente cuando gente sin experiencia inversora de ningún tipo me decía lo de “es que el ladrillo nunca baja”. Y no eran pocos. Más bien al contrario. Pues parece que sí, que baja.
Podemos aprender mucho del ladrillo, de Rockefeller, y de las máquinas de “vending” que despachan oro. Cuando todo el mundo compra algo, o se masifica la inversión, malo. Significa que quedan pocos por comprar el activo en cuestión. Si hay pocos compradores, se seca la demanda, el precio deja de subir –en el mejor de los casos– o incluso puede caer ante la mínima contrariedad.
Cuando todo el mundo compra algo, malo. Significa que quedan pocos por comprar el activo en cuestión
La puntilla se la han dado las autoridades económicas chinas. Compradores habituales de oro, han tenido que apagar un fuego parecido, el del Casino de Shanghai – a esa bolsa no se le puede llamar bolsa – en la que estaba generándose una locura peor que la del oro. Y han reducido drásticamente sus compras de oro porque tenían que comprar acciones – si se les puede llamar así – para evitar el desplome del mercado. No hacía falta más. Si el oro ya estaba sin aliados, ahora va y se queda sin su mejor cliente.
¿Qué va a pasar con el precio del oro? Lo siento por los miles de inversores que han comprado onzas, lingotes o ETF. La cosa pinta mal. En mi artículo de hace dos años y medio ponía como “suelo” 1.000 dólares la onza. Me temo que podría perforar ese nivel porque otra desventaja de utilizar lingotes –u oro físico en general– es la liquidez. Cuando hice la predicción pensé sólo como analista, no en términos operativos específicos del oro. Pero el proceso que hemos visto hasta ahora es el de las ventas de profesionales, que no utilizan oro físico, sino ETFs, una especie de certificado de propiedad, en este caso de oro– explicación “sui generis” para que se entienda -, pero ahora vendrán los que tratan de vender sus lingotes y se encuentran con que los compradores son pocos y tacaños. Y como empiecen a venderse muchos ETF, peor, porque cada vez que se vende un ETF, tarde o temprano hay que vender el equivalente en oro físico en el mercado. No. No tiene buena pinta.
En fin: si tiene oro va a tener que tener paciencia. O “cubrirlo”, que es como asegurar un precio para evitar males mayores. Hay muchas formas y no es complicado. Pero, sobre todo, utilice el error para no repetirlo. Todos cometemos errores, especialmente en al mundo de las finanzas. La diferencia la marca que uno sepa aprender de la experiencia. Como comento en mi libro “¿Y yo, que hago con mis ahorros?”, los dogmas son para le fe, no para el mercado. Lo de que el oro es un valor seguro es un dogma. Y, encima, equivocado. Tanto como lo de que el ladrillo nunca baja o que los sellos nunca fallan. Y si ve que todo el mundo compra algo, no lo interprete como que ese es necesariamente el camino correcto. Hay un refrán estupendo para esta cuestión, pero no lo puedo poner aquí porque es un poco bestia – va de moscas -, así que les sugiero se queden con mi explicación, más larga y pesada que el refrán, pero que viene a decir lo mismo.
En esta ocasión no sólo les deseo que pasen un buen fin de semana, sino también unas buenas vacaciones, porque eso es exactamente lo que tengo previsto hacer a partir de la semana que viene. Ha sido un verdadero placer escribir para Uds. y aprovecho la ocasión para agradecerles, una vez más, su apoyo e interés.
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