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jueves, 16 de julio de 2015

Innovación y competitividad: ocasión perdida

 
El rescate de España habría supuesto cargas imposibles

 
 
La economía española tiene importantes signos de recuperación. El PIB crece y la renta disponible de las familias también: un 13% en el primer trimestre, según el Banco de España; lo que ya se nota en el consumo. Las reformas emprendidas por este Gobierno, aunque de alguna manera incompletas, van dando sus frutos. Entre ellas, hay que destacar la reforma del sistema financiero. En 2012, como consecuencia de las alegrías financieras, la burbuja inmobiliaria y la politización extrema de las cajas de ahorro, el 50% del sistema, al menos, estaba en quiebra. Hoy ya nadie habla de los test de estrés de los bancos españoles: es historia pasada. Va para un año, que este tema ya no es un problema, ni dentro, ni fuera. Los préstamos europeos, que duda cabe, ayudaron y mucho a salir del paso, pero hay que reconocer que la medida fue valiente y oportuna por parte del actual Ministerio de Economía y Competitividad. La otra opción, el rescate global de la economía española, habría supuesto cargas imposibles para los españoles. Eso sí, fue preciso nacionalizar parcialmente el sistema, y se tardará aún bastantes años en dejar limpio ese capítulo, siempre que los cambios políticos no nos lleven por la senda de un nuevo desorden económico, cosa no descartable, vistos los escenarios que nos presenta el caso catalán y los desafíos populistas en marcha.

Sin embargo, si la reforma del sistema financiero podemos apuntarla en la cuenta del haber del citado Ministerio, cuando se considera la innovación, que también depende de él, hay que hacer lo contrario y apuntarlo en el debe. Se ha perdido, desgraciadamente, una gran oportunidad. Lo cual, si bien los buenos datos de las exportaciones, con la práctica ausencia de una política integral de innovación en España se ha venido a restar importantes capacidades a la economía española. Un tren perdido, de alguna manera, que se tardará tiempo en encontrar de nuevo, siempre que se busque.
 
Mirando a la competitividad, nuestro país está en el puesto 36 en el Índice de Competitividad Global publicado por el World Economic Forum (The Global Competitiveness Report 2014-2015), e incluso ha descendido respecto del informe anterior. Países como Puerto Rico, Chile, Islandia, Tailandia e, incluso, Estonia, están por encima de nosotros. Siempre habrá alguno que diga que estar en la posición 36 de un total de 144 países (con Guinea en esta última posición) no está tan mal, pero no es discutible que durante estos ya casi cuatro años de legislatura del PP, el Ministerio de Economía y Competitividad ha olvidado prácticamente el 50% de sus responsabilidades. A lo que ha ayudado, y mucho, la ausencia de una política industrial definida por el lado del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, que parece que no ha atendido sino a las dos terceras partes de su cometido: la energía y el turismo. España, eso sí, se llena de turistas, a la vez que tiene descabalado el sistema energético, con la energía eléctrica más cara de Europa. Aquí, España, y esto hay que apuntarlo también a este Ministerio, tiene el honor de ocupar el cuarto lugar de los países europeos con la factura de luz más alta, detrás de Dinamarca, Alemania e Irlanda, según los últimos datos publicados por Eurostat. Suponemos que esto es lo que ha motivado al Gobierno ha hacer el guiño de rebajar los precios de la electricidad un dos%. Una medida de última hora que no tendrá grandes efectos en la competitividad de la industria española. Todo ello, sin saber quien correrá con la rebaja, si las cuentas públicas o las eléctricas. Un nuevo conflicto en un sector clave, que hoy carece de una interlocución clara con el Ministerio.
 
Volviendo a la innovación, este es el capítulo que nos parece más relevante. En su día se decidió abolir el anterior Ministerio de Ciencia e Innovación, pasando parte de su primer capítulo al actual Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y dejando el segundo de sus cometidos en manos de una nueva Secretaría de Estado, que tiene el complejo nombre de Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación. Todo ello alejado de la industria y, por ende, de la capacidad de dotar de mayor competitividad a la misma, con organismos como el CDTI a caballo entre unos y otros. Se ve que, desde el principio, el foco se puso en la macroeconomía, sin darse cuenta que el comportamiento de la macro tiene mucho que ver con la micro, y que no todo es el emprendimiento como parece que ahora se trata de potenciar.
 
No hay que ser, sin embargo, muy creativo. Basta ver lo que hacen otros que pretenden tener un papel relevante en la escena global. Ahí está, por ejemplo, el Gobierno francés que, ante las amenazas de los países más innovadores, ha puesto en marcha un plan de innovación para dotar a su economía una mayor competitividad en la escena global. En este sentido, Emmanuel Macron, ministro de Economía francés, tiene en marcha una nueva ley cuyo objetivo se dirige a eliminar los tres males que, según él, aquejan a la economía francesa: desconfianza, complejidad y corporativismo. Quizás males no muy alejados de los nuestros.



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