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viernes, 20 de noviembre de 2015

Seis malas críticas a la teoría austriaca del ciclo económico



Seis malas críticas a la teoría austriaca del ciclo económico (parte 1)


Juan Ramón Rallo 
Lord Keynes, autor del blog Social Democracy for the 21st Century, publica un resumen de seis razones por las cuales la teoría austriaca del ciclo económico es inválida. Las resumo:
  1. No existe ningún tipo de interés natural en el sentido wickselliano y por tanto tampoco existen tiposartificialmente bajos.
  2. La teoría austriaca parte de la base de que existe pleno empleo de los recursos y carece de sentido toda vez que en la realidad existen factores ociosos.
  3. Los bienes de capital no pueden clasificarse perfectamente en órdenes y el grado de sustitutividad entre ellos es alto.
  4. Los tipos de interés no coordinan adecuadamente las decisiones de nuevo ahorro y de nueva inversión porque también son el resultado de las operaciones en el mercado secundario referidas a decisiones pasadas de ahorro e inversión.
  5. Los austriacos asumen una tendencia hacia el equilibrio y hacia la ecualización de las tasas de ganancia que no existe en el mundo real, caracterizado por la complejidad, las expectativas cambiantes y la incertidumbre.
  6. La mayoría de los precios de una economía son rígidos, por lo que no pueden existir falsos beneficios extraordinarios derivados de un aumento ilusorio de los precios ante un incremento de la demanda: la mayor demanda con cargo al crédito se traslada a aumentos de la producción y el empleo.
Ninguno de los seis motivos me parece válido, por lo siguiente:
  1. La teoría austriaca del ciclo económico no necesita asumir la existencia de un, en efecto, irreal tipo de interés natural wickselliano. Le basta con explicar la expansión artificial del crédito con cargo al arbitraje de las curvas de rendimientos: esto es, le basta con mostrar que existe una descoordinación entre el plazo y el riesgo de las inversiones que están dispuestos a financiar los ahorradores marginales y el plazo y el riesgo asociados a las inversiones que se están efectuando en la economía (descalce de plazos y riesgos como base de las malas inversiones cíclicas).
  2. La teoría austriaca no necesita asumir la existencia de pleno empleo de los recursos, pues el problema es que los patrones de producción se expanden de manera desproporcionada, generándose cuellos de botella localizados (carestía de factores productivos específicos difícilmente sustituibles) y una insuficiente provisión de los bienes demandados por los ahorradores en el momento demandado por los ahorradores. Los flujos intertemporales de producción no coinciden con los flujos intertemporales de consumo deseado, y eso no es algo que se pueda remediar echando mano de recursos ociosos, pues esos recursos ociosos sólo podrán contratarse con un inexistente capital (predisposición a posponer el consumo) presionarán todavía más al alza la demanda de bienes de consumo.
  3. Que los bienes de capital no puedan clasificarse en órdenes específicos es irrelevante. La cuestión es la velocidad de rotación del capital del conjunto de las estructuras productivas: es decir, la rapidez o lentitud con la que los adelantos de capital se transforman en bienes de consumo (o, dicho de otro modo, la rapidez o la lentitud con la que se amortizan las estructuras productivas y pueden reconvertirse sin merma de valor en otras nuevas). Obviamente, si se asume un alto grado de sustitutividad entre bienes de capital, el problema es mucho menor. Pero la sustitutividad es mucho menor a la que asume Lord Keynes: no porque un bien de capital individual no pueda recolocarse en otras empresas, sino en el sistema capitalista lo realmente valioso son las estructuras de bienes de capital (dentro de una empresa y entre empresas), de modo que el valor que se destruye cuando una de ellas se rompe no puede ser tan fácilmente recreado en otras. Básicamente, los bienes de capital no son de plastilina y eso tiene indudables implicaciones sobre el ciclo.
  4. Los tipos de interés no buscan coordinar las decisiones de nuevo ahorro con las decisiones de nueva inversión, sino el conjunto de los perfiles temporales y de riesgo de los ahorradores con el conjunto de los perfiles temporales y de riesgo de los inversores. Eso incluye no sólo las decisiones de nueva inversión sino también la refinanciación de las decisiones de inversión pasada: básicamente, el nuevo ahorro puede ir dirigido a financiar nuevas estructuras productivas o a liberar al ahorrador que financió pasadas inversiones productivas y que desea comenzar a consumir (yo le vendo a un ahorrador el bono de una empresa que había adquirido porque quiero irme de vacaciones y ese nuevo ahorrador pasa a convertirse en el nuevo agente que sufraga las inversiones que todavía no han madurado de la empresa que había emitido el bono). Fritz Machlup explica perfectamente el proceso en los capítulos III y IV de su libro The Stock Market, Credit and Capital Formation.
  5. No es necesario asumir ninguna tendencia hacia el equilibrio o la ecualización de la tasa de ganancias y Lord Keynes lo sabe porque ha leído a Lachmann. Lachmann es un subjetivista radical que niega cualquier la posibilidad de una tendencia general al equilibrio, encajando la teoría austriaca dentro de ese marco (capítulos 2 y 10 de su libro Capital and its Structure). Ahora bien, lo que resulta difícil de negar es que, como explica aquí Jonathan Finegold Catalán, sí existe un ímpetu individual hacia la coordinación, por disruptiva (y descoordinante) que resulte en un entorno dinámicamente cambiante.
  6. Que una mayor demanda no se traslade en mayores precios sino en mayor producción no significa que esa mayor producción no sea insostenible. Los (falsos) beneficios de una empresa pueden aumentar porque incrementa sus precios manteniéndose las ventas fijas (o disminuyendo menos que el aumento de precios) o porque aumenta la rotación de sus mercancías manteniéndose los precios fijos (o disminuyendo menos que el aumento de las ventas). Es el abecé de la teoría de la utilidad marginal decreciente: para conquistas a compradores submarginales deberé rebajar el precio. Si las empresas pueden ampliar sus ventas sin bajar precios (gracias a la demanda extraordinaria derivada de un crédito artificialmente expandido), pueden amasar beneficios ficticios por mucho que los precios no suban y sí lo haga su producción. En suma: construir continuamente 800.000 viviendas al año en España era una mala inversión aun cuando los precios de la vivienda no hubiesen aumentado un ápice.
Como vemos, críticas que a primera vista podrían parecer verosímiles pero que, tras examinarlas un poco, no atacan ni mucho menos los fundamentos de la teoría austriaca

Réplica a Lord Keynes sobre la teoría austriaca del ciclo económico (parte 2)

Publicado el 04 agosto 2013 por admin
Lord Keynes ha tenido la gentileza de replicar a mi réplica de su reciente post contra la teoría austriaca del ciclo económico. Abusando de confianza, voy a seguir escribiendo español pues, hasta el momento, no ha habido grandes problema de comprensión y obviamente me siento mucho más cómodo con esta lengua que con el inglés. No obstante, si viéramos que resulta indispensable que cambie de registro para terminar de apuntalar la comprensión, trataría de hacerlo.
Dicho esto, voy a articular mi respuesta del siguiente modo. Primero resumiré en cada uno de los puntos la postura de Lord Keynes y, subsiguientemente, incluiré mis diversas críticas a cada uno de sus puntos:
1. Lord Keynes: Reconocer que la tasa de interés natural es un elemento innecesario dentro de la teoría austriaca es oponerse frontalmente a las versiones más extendidas sobre la misma (Mises, Hayek, Rothbard, Garrison, Huerta de Soto). Además, reconducir la problemática del ciclo a los descalces de plazos y de riesgos presupone la validez de la teoría pura de la preferencia temporal, que Lord Keynes rechaza.
1.1.    Sí, afirmar que el tipo de interés natural de Wicksell no tiene mucho sentido equivale a criticar parcialmente las versiones clásicas de la teoría austriaca del ciclo económico. ¿Y? Economía no es exégesis y la tradición austriaca no comienza con Mises ni termina con Rothbard. La tradición austriaca es mucho más amplia y diversa, y por supuesto que permite efectuar correcciones de calado a aquellos autores que han invertido más tiempo (y han cosechado más éxitos hasta la fecha) en desarrollarlo.
1.2.    El tipo de interés natural wickselliano es un elemento extra-austriaco  incorporado por Mises y Hayek a la teoría austriaca. En particular, consiste en dar por buena la idea wickselliana de que el tipo de interés de equilibrio, en ausencia de perturbaciones monetarias, equivale a la productividad marginal de esperar, lo que, por un lado, supone abandonar el mucho más rico (aunque no perfecto) marco teórico de Böhm-Bawerk  y, por otro, conduce inexorablemente a terminar suscribiendo ideas neo-ricardianas del interés como el residuo del excedente físico.
1.3.    Ahora bien, que no exista “un” tipo de interés natural de referencia no significa que no puedan producirse movimientos de los tipos de interés que descoordinen intertemporalmente los planes de los agentes. Cada ahorrador tiene una senda prevista de consumo futuro que, en agregado, debe coincidir con la senda de producción futura planeada por los productores/inversores. Si ambas no coinciden (en sus perfiles temporales y de riesgo) aparecerán descoordinaciones intertemporales.
1.4.    La manera de intentar coordinar (reducir las descoordinaciones tanto como resulte posible) los planes de ahorradores con los de los inversores es a través del arbitraje entre el tipo de interés mínimo exigido por el ahorrador a cada plazo y nivel de riesgo (coste de capital o wacc) y la rentabilidad media ofrecida por el inversor para cada plazo y riesgo (TIR). En una economía de giro uniforme (ERE), la TIR por plazo y riesgo siempre es igual al wacc por plazo y riesgo: en el mundo real, nunca salvo de modo muy tendencial.
1.5.    El arbitraje entre un wacc con un determinado perfil de plazo o riesgo y la TIR con otro perfil de plazo o riesgo da lugar a descoordinaciones intertemporales: el inversor está captando financiación con un determinado perfil temporal y de riesgo para destinarla a inversiones con otro perfil temporal más prolongado o con otro perfil de riesgo más agresivo. No es necesario que todo desajuste entre plazos y riesgos concluya mal, pues las refinanciaciones por parte del ahorrador son posibles y hasta cierto punto habituales, pero el ahorrador, sin ser consciente de ello, está renunciandoforzosamente a la prima de liquidez implícita en el interés que le abona el inversor; prima de liquidez que se ahorra (se apropia) el inversor.
1.6.    Creo que no es demasiado complicado comprender cómo el marco anterior casa perfectamente con las intuiciones clásicas dela teoría austriaca del ciclo económico: siempre que haya un desajuste entre plazos o riesgos de la inversión, se estará invirtiendo a un mayor plazo o con una mayor inclinación al riesgo que el deseado por los ahorradores (quienes estarán ahorrando forzosamente por más tiempo o asumiendo más riesgos de los que querrían).
1.7.    Por resumirlo: se producirá una reducción artificial de los tipos de interés siempre que la curva de rendimientos se aplane como consecuencia del arbitraje de los tipos de interés (entre el largo y el corto plazo, o entre el bajo y el alto riesgo).
2. Lord Keynes: Es posible que la teoría austriaca del ciclo sea compatible con la existencia de recursos ociosos, pero sólo dando por válida la teoría pura de la preferencia temporal.
2.1.    Me gustaría efectuar un comentario adicional sobre la relación entre la teoría austriaca y el pleno empleo de los recursos. Lord Keynes –muy en línea con el auténtico Lord Keynes– asume la existencia de una amplia disponibilidad de recursos ociosos que, en consecuencia, permitiría incrementar la producción tanto como lo requiera la demanda. Ahora bien, dejemos bien claro que para que semejante conclusión sea cierta, deben darse dos condiciones a cada cual más inverosímil: a) existencia de recursos ociosos de todos los factores heterogéneos de producción necesarios para escalar el nivel de producción actual, pues en caso contrario aparecerán cuellos de botella que estrangularán la expansión de la producción; b) existencia de capacidad ociosa entre las industrias de bienes de consumo para satisfacer la demanda de bienes de consumo derivada (vía efecto multiplicador) de la contratación de los factores productivos anteriormente ociosos, pues en caso contrario se desatará el famoso Efecto Ricardo de Hayek (por resumirlo un tanto imprecisamente: revalorización relativa del precio de los bienes de consumo sobre los bienes de capital).
2.2.    Otra manera de expresar las dos condiciones anteriores es decir que se presupone a) la existencia de suficientes bienes de capital de cada clase heterogénea, b) la existencia de suficiente capital (entendido como tiempo de espera o voluntad para asumir determinados niveles de riesgo en los procesos productivos).
2.3.    Pensar que lo habitual es que se den simultáneamente las condiciones a) y b) supone o negar que el desempleo sea posible o caer en una contradicción.
2.3.1. El desempleo sería imposible allí donde los trabajadores desempleados (o los dueños de otros recursos ociosos) estuviesen dispuestos a esperar indefinidamente o a asumir ilimitados riesgos en relación con su consumo futuro. En tales casos, los trabajadores parados sólo tendrían que agruparse en forma de cooperativas para producir los bienes que ellos mismos necesitan o para producir los bienes que otros trabajadores parados (y con posibilidad de organizarse cooperativamente) necesitan.
2.3.2. Si los trabajadores no están dispuestos a asumir los riesgos o los tiempos de espera necesarios para rentabilizar un plan de negocios, deberá ser algún capitalista quien los asuma. Pero puede darse el caso de que ningún capitalista decida asumirlos si la rentabilidad esperada de las inversiones de la que tiene constancia no superan el coste de capital mínimo que exige para renunciar a la disponibilidad de bienes presentes durante un tiempo o con un nivel de riesgo determinado. Es decir, lo que estaríamos admitiendo en este caso es que al capitalista no le compensa renunciar a la disponibilidad de ciertos bienes de consumo o de ciertos bienes de capital y que, sin esa renuncia, es imposible financiar proyectos empresariales que den empleo (y sufraguen el gasto) de los recursos ociosos. Por tanto, estamos admitiendo que las condiciones a) y b) no se dan.
3. Lord Keynes: No es irrelevante que los bienes de capital no puedan clasificarse claramente en órdenes bien distinguidos, pues si un mismo bien de capital puede estar usándose simultáneamente en distintos órdenes, el concepto austriaco de alargamiento de la estructura productiva adquiere sentido.
3.1.    La estructura mengeriana de orden de los bienes es sólo una forma de ilustrar que la producción de bienes de consumo tiene lugar a lo largo del tiempo y en medio de la incertidumbre económica que deriva de transformar unos bienes (de orden superior) en otros (de orden inferior). El número de etapas en las que subjetivamente se divida ese tiempo y esa incertidumbre es irrelevante porque sólo es una forma simplificada de describir los planes productivos de los agentes económicos.
3.2.    En ese sentido, es evidente que una misma clase de bien puede ocupar simultáneamente numerosos órdenes distintos o, si lo queremos, puede estar presente simultáneamente en numerosos planes empresariales que se hallan a distancias diferentes del consumo final. Pero nada de esto cambia el hecho de que los factores productivos se sigan inmovilizando para producir bienes de consumo en distintos momentos futuros y con determinados niveles de riesgo. En la medida en que las alteraciones de las curvas de rendimientos modifiquen los perfiles de inversión de los agentes económicos de un modo inconsistente con los perfiles de ahorro (por ejemplo, dirigir los factores productivos a planes empresariales que consumen más tiempo o son más arriesgados), las dinámicas propias del ciclo económico austriaco se reproducirán por mucho que no se pueda clasificar de un modo bien acotado el orden de cada bien de capital.
3.3.    De hecho, la imposibilidad de clasificar rígidamente cada bien de capital dentro de un determinado orden sólo sería problemático si entendiéramos por ello que todos los bienes de capital pueden reubicarse inmediatamente en todos los sectores de la economía, es decir, sólo sería relevante si entendiéramos que los bienes de capital son de plastilina. En la medida en que existan heterogeneidades e inconvertibilidades, los perfiles de producción programada no podrán readaptarse ipso facto a los cambios de los perfiles de consumo deseado, dándose la necesidad de dolorosas reajustes de la estructura productiva. Dicho de otra manera, que el hierro pueda ser simultáneamente un bien de primero, segundo, tercero y cuarto orden, no significa que todos los bienes de cuarto orden (por simplificar: bienes de capital alejados del consumo) puedan convertirse de inmediato en bienes de primer orden (bienes de capital muy cercano al consumo) o, todavía peor, que únicamente transfiriendo hierro de cuarto orden en hierro de primer orden, la producción de las industrias cercanas al consumo se podrá incrementar de manera proporcional.
3.4.    Por último, el uso más intensivo del capital puede darse sin necesidad de que se reduzcan los tipos de interés: los ahorradores pueden optar por diferir su consumo para emprender nuevos proyectos empresariales con una mayor duración o un mayor nivel de riesgo si es que su rentabilidad esperada se ha incrementado.
4. Lord Keynes: No se entiende mi crítica a su punto número 4 (los tipos de interés no sirven para ajustar el nuevo ahorro con la nueva inversión), pues aparentemente rechaza la teoría austriaca tradicional.
4.1.    Voy a intentar explicarme mejor. Los tipos de interés sirven para coordinar en cada momento todo el ahorro con toda la inversión: no sólo la nueva formación de bienes de capital sino también el mantenimiento de las estructuras de bienes de capital ya formadas.
4.2.    La aparición de un mayor volumen de ahorro puede dirigirse o a incrementar la capitalización de la economía (implementar nuevos procesos productivos)  o a evitar que la capitalización de la estructura productiva se reduzca (subrogarse en la posición de un ahorrador que quiere dejar de serlo y presiona para liquidar sus inversiones antes de tiempo).
4.3.    Simplificando un poco el asunto, podemos decir que los mercados primarios de valores sirven para canalizar el nuevo ahorro hacia nuevas inversiones, esto es, para incrementar la capitalización de la economía (como digo, estoy simplificando: puede haber nuevas emisiones de valores simplemente dirigidas a refinanciar los vencimientos de otros valores).Los mercados secundarios, por el contrario, sirven para canalizar el nuevo ahorro hacia nuevas inversiones que desean ser liquidadas preventivamente: “yo soy propietario de una empresa y deseo consumir hoy el valor presente de su producción futura, de modo que la intercambio contra el ahorro (el no consumo) de otro capitalista que está dispuesto a subrogarse en mi posición de ahorrador)”.
4.4.    Los tipos de interés, obviamente, han de arbitrarse entre los mercados primarios y los secundarios. Si muchos capitalistas quieren liquidar sus negocios, los tipos de interés tenderán a subir por una mayor preferencia temporal (los capitalistas no siguen dispuestos a esperar tanto como antes para disponer de bienes presentes), a menos que simultáneamente aparezcan otros capitalistas que les sustituyan en su posición de ahorro (es decir, otros capitalistas que renuncien a consumir para que puedan hacerlo los primeros capitalistas). No tendría mucho sentido que los tipos de interés sólo permitieran coordinar la nueva inversión y no los procesos de desinversión deseados.
4.5.    Nada de ello enmienda la plana a la visión austriaca tradicional. Como ya dije: ver Machlup.
5. Lord Keynes: Es un error apelar a Lachmann para estudiar los efectos de la incertidumbre y de las tendencias desequilibrantes sobre la teoría austriaca del ciclo porque el propio Lachmann negaba la existencia de teorías universales del ciclo económico. Por tanto, recurrir a Lachmann supone negar validez universal a la teoría austriaca. Además, no existe ímpetu equilibrante porque los precios no tienden a vaciar los mercado no y se da ninguna tendencia a igualar la tasa de rendimiento entre negocios.
5.1.    La primera cuestión a resolver es qué entendemos por teoría universal: si un conjunto tasado de procesos muy específicos que siempre se repitan uno tras otro o, más bien, un marco general dentro del que se puedan explicar distintas modalidades de ciclos económico. Lachmann, y un servidor, entendemos lo segundo: es evidente que la crisis deflacionista actual no sigue exactamente los mismos pasos que la crisis inflacionista de los 70 o incluso que la crisis deflacionista de la Gran Depresión. No es lo mismo que las familias y las empresas hayan llegado a un punto de saturación de su deuda que que posean margen para seguir endeudándose; no es lo mismo que tengamos patrón oro que que tengamos papel moneda inconvertible; no es lo mismo que se desconfíe de la solvencia de un Estado y de una economía que que no se haga. Todo ello son elementos contingentes a cada ciclo económico pero que deben ser capaces de integrarse en una teoría más amplia –y universal– de las  fluctuaciones financieras: en este caso, la teoría austriaca del ciclo económico pulida de los errores (o carencias) que sin duda tiene. Ésta era justamente la perspectiva de Lachmann: “It is certainly our task to indicate causes for downturn and upturn, and to analyse the cumulative processes of expansion and contraction. But on the evidence we have no right to believe that these causes will always be the same, nor to doubt that their relative force will vary from case to case. Similar causes will of course produce similar results. The dissimilarites we observe have then to be explained by the large number of potential causes not all of which become actual in each instance. The similarities are too many for the group of possible causes to be very large, but the dissimilarities are too many for it to be very small”. La universalidad se halla, precisamente, dentro de ese conjunto de causas similares, contemplando la posibilidad de que cada ciclo se manifieste de manera distinta en otros aspectos auxiliares.
5.2.    Sentado lo anterior, desequilibrio no es igual a caos, sino a ajuste continuado, dinámico y falible. La economía de mercado sirve para minimizar a lo largo del tiempo las incertidumbres asociadas a adaptar la división del trabajo, del capital y del conocimiento a las mutantes necesidades intertemporales de los consumidores, pero minimizar no significa que las incertidumbres sean bajas, sino que tiendan a ser las mínimas posibles (antifragilidad). La teoría austriaca del ciclo explica cómo uno de los instrumentos potencialmente coordinadores (la estructura de tipos de interés) salta por los aires y trae descoordinación persistente; esto es, explica por qué los errores vinculados a la distribución intertemporal de los factores productivos se generalizan y se vuelven recurrentes.
5.3 Los precios flexibles por supuesto que tienden a vaciar mercados, los inflexibles no porque son incapaces de adaptarse a lo cambios; pero que esto sea así no significa que todos los precios de mercado sean absolutamente flexibles, de ahí que haya que analizar los costes del proceso equilibrador y contraponerlo con las simultáneas circunstancias desequilibrantes. Si los precios no contribuyeran a vaciar el mercado, estaríamos diciendo que cualquier grado de subida de precios tiende a alimentar todo aumento de la demanda y que cualquier grado de bajada de precios sirve para rentabilizar todo proceso productivo, algo obviamente sin sentido.
5.4 Lo mismo sucede con la igualación de la tasa de ganancia entre industrias: no existe una única tasa de ganancias sino múltiples (atendiendo al riesgo de la inversión y a la rotación del capital) y éstas están continuamente cambiando según aparecen nuevos errores o nuevos aciertos empresariales en otras partes de la economía. Pero eso no significa que no se dé una tendencia al arbitraje entre todas ellas (de hecho, suele existir una tendencia hacia un arbitraje excesivo): en tal caso, los empresarios deberían rechazar invertir sus capitales disponibles en aquellos proyectos con una tasa de ganancia más alta en relación con proyectos de plazos y riesgos similares y optar por quedarse con los proyectos con una tasa de ganancia más baja. Otra forma de verlo es pensar que los empresarios estarán dispuestos a inmovilizar ilimitadamente su capital o a asumir ilimitados riesgos a una misma tasa de ganancia o que se negarán a inmovilizar cualquier capital por mucho que aumente la rotación del capital y se reduzcan los riegos: en las fases de boom artificial y de subsiguiente crisis se dan alguno de estos comportamientos, pero ni siquiera ahí de un modo irrestricto y persistente. Por tanto, rechazar la hipótesis de la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia (por plazo y riesgo) supone caer en conclusiones inverosímiles.
6. Lord Keynes: La existencia de falsos beneficios con precios administrados sólo tiene sentido asumiendo la ausencia de recursos ociosos. Además, mi presunta apelación a las burbujas como componente del ciclo austriaco está mal traída, pues las versiones clásicas no las incorporan.
6.1.    Me remito a los razonamientos expuestos en 2.1, 2.2 y 2.3 sobre la relación entre recursos ociosos y ciclo económico.
6.2.    Sin embargo, quiero reiterar un punto que Lord Keynes ha pasado por alto: pueden aparecer  falsos beneficios no sólo cuando  los precios suben más de lo que deberían subir sino también cuando no caen lo que deberían caer. En el caso que le interesa a la teoría austriaca del ciclo económico: los ingresos de una compañía pueden aumentar insosteniblemente cuando sus ventas se financian con un crédito artificialmente expandido (en el sentido tratado en los puntos 1.1 a 1.7), esto es, cuando se financia la adquisición de bienes presentes con cargo a bienes futuros sin que haya nadie dispuesto a aguardar la llegada de esos bienes futuros. En este caso, tendremos crédito artificial e incremento de los ingresos de una empresa con independencia de que hayan subido los precios o no (por cuanto los ingresos pueden subir con un mayor volumen de ventas a un mismo precio).
6.3.    No he pretendido analizar el papel que juegan las burbujas dentro de la teoría austriaca del ciclo económico. Puse como ejemplo el caso de las malas inversiones inmobiliarias en España: el ritmo de producción de viviendas era insostenible aun cuando no hubieran subido los precios; simplemente porque para colocar 800.000 viviendas nuevas cada año en España, los precios deberían haber bajado en ausencia del flujo artificial de crédito de que dispusimos.
Lamento la extensión del post, pero discutiendo con algo de detalle sobre un asunto tan amplio como los ciclos económicos, me ha sido imposible acortar.

Nueva réplica a Lord Keynes: preferencia temporal y tipos de interés (parte 3)

Publicado el 04 agosto 2013 por admin
Nueva réplica de Lord Keynes a mis contestaciones. En este caso, he visto problemas de comprensión más serios que en el anterior, probablemente atribuibles al español. Paso a replicar. Como antes, primero resumo la crítica de Lord Keynes y luego efectúo mi exposición:
1. Lord Keynes cree entender que reconozco la victoria de Sraffa sobre los austriacos cuando reconozco la irrelevancia de las tasas naturales de interés y se opone, de un modo más desarrollado, a la teoría pura de la preferencia temporal. Su argumento en contra es básicamente el keynesiano (que critico más extensamente en mi libro contraLa Teoría General): más ahorro no implica más inversión, pues el ahorro puede canalizarse hacia el atesoramiento o hacia la adquisición de activos en el mercado secundario.  Esto implicaría, a su vez, que cada agente económico no tiene una senda de consumo programada, pues el ahorro presente no tiene por qué ser consumo futuro. De ahí que las variaciones en los tipos de interés no tendrían por qué reflejar las distintas preferencias marginales de los agentes económicos. Por último, Lord Keynes me acusa de equiparar el descalce de plazos con la reserva fraccionaria, siguiendo la versión más radical de Rothbard al respecto.
1.1.    Temo no haber concedido nada en relación con Sraffa. Que diga que el concepto de tasa natural sea irrelevante no significa que compre el argumento de Sraffa.Lachmann en ese punto tenía razón, pero aun así es poco relevante en una economía capitalista, que es donde se producen las fluctuaciones financieras: es decir, en un mundo con cálculo económico monetario donde sí existe una tendencia a la igualación de los tipos de interés por plazo y riesgo.
1.2.    Vayamos con el argumento keynesiano. De entrada, no es verdad que la oferta de nuevo ahorro pueda ir a parar o a nuevas inversiones, o activos en el mercado secundario o a saldos de tesorería: sólo puede ir a parar o a nuevas inversiones o a saldos de tesorería. Repito: si A tiene un bono a 20 años de una empresa y B, tras incrementar su ahorro, se lo adquiere, A dispone del capital líquido de B y deberá tomar una decisión: o consumirlo, o invertirlo, o atesorarlo o adquirirle un activo del mercado secundario a C (quien se volverá a encontrar en idéntica situación). Al final, pues, el ahorro de A o se transforma en consumo de otro agente (la inversión agregada no aumenta pero tampoco disminuye), o nueva inversión o en atesoramiento.
1.3.     Volvemos, pues, al tema central de Keynes: el rol que desempeña el atesoramiento de dinero dentro de un sistema capitalista. Desde una perspectiva individual, atesorar dinero es una forma de modificar mi cartera patrimonial deinversiones. Recalco inversiones porque los saldos de tesorería son un bien de capital esencial dentro del activo de cualquier empresa funcional (su cometido: hacer frente a disminuciones de ingresos o a aumentos de gastos imprevistos). Por tanto, desde una perspectiva individual es evidente que el atesoramiento de dinero no sólo es ahorro, sino también inversión: inversión en activos líquidos.
1.4.    Ligado con lo anterior: Lord Keynes afirma que quien atesora dinero hoy no tiene necesariamente por qué consumir mañana. La afirmación es controvertida: si con ella quiere afirmar que el ahorro que efectúa una persona (en saldos de tesorería o en cualquier otro activo) no tiene por qué ser consumido por esa misma persona, estoy de acuerdo: por eso existen las herencias. Ahora bien, si con ello queremos decir que la gente atesora dinero de manera ilimitada e irracional, no: atesorar dinero es una forma de protegerse frente a la incertidumbre. Pero, ¿incertidumbre frente a qué? Pues frente al riego de no poder efectuar consumos u otras inversiones futuras deseadas en el momento deseado (nota: no hablo de incertidumbre sobre los tipos de interés, que es el erróneo argumento de Keynes). Si la gente atesorara dinero para nada, se limitaría a vender ilimitadamente su trabajo y sus bienes… para nada (¿son regalos?). No, para nada no: para mantener sus opciones abiertas de cara al futuro, lo que implica poder consumir e invertir en otros activos cuando lo consideren más adecuado. Pero uno quiere mantener sus opciones abiertas no porque asuma que no va consumir o invertir nunca, sino porque desea hacerlo en el momento en que considere adecuado: ese es justo el significado de la soberanía del consumidor y del inversor.
1.5.    Hemos dicho que el atesoramiento de dinero sí es una inversión individual (inversión en saldos líquidos para mantener las opciones individuales abiertas). Pero, ¿y desde una perspectiva agregada? ¿Acaso no estamos ante un intento generalizado de querer coger la luna con las manos, como diría Keynes? No: atesorar dinero, con las presiones deflacionistas que acarrea, supone rentabilizar los procesos productivos dirigidos a fabricar dinero: es, por consiguiente, una inversión productiva en dinero (Hülsmann ve bastante bien este punto). El asunto discurre por circuitos naturales con patrón oro, pero no con papel moneda inconvertible, haciéndose necesaria la (potencialmente muy distorsionadora) actuación del banco central (punto 1.6 y 1.7).
1.6.    Y es que el deseo de atesorar dinero no sólo se traslada sobre los precios, sino también sobre los tipos de interés. Mi objetivo no es negar que las preferencias por la liquidez influyan sobre los tipos de interés, sino negar que son el único o el elemento principal que los determina. Por emplear terminología de Böhm-Bawerk: la existencia de tipos de interés se explica por la preferencia temporal, pero en su determinación intervienen muchos otros factores (productividad marginal de las inversiones o preferencia por la liquidez). Un aumento de la preferencia por la liquidez da lugar a un aumento del atesoramiento y, también, a una reducción de los tipos de interés a más corto plazo (pues las prima de liquidez por plazo y riesgo se disparan). Eso equivale a reducir el coste de capital para los procesos productivos más a corto plazo y menos arriesgados, esto es, para la producción de bienes de consumo en alta demanda. Por eso, ante un aumento del atesoramiento, el sistema bancario puede incrementar sus descuentos de pagarés o de letras de cambio comerciales, proporcionando a los ahorradores los saldos líquidos deseados (activos autoliquidables) y a los inversores la financiación necesaria para incrementar su escala productiva en las etapa más cercanas al consumo.
1.7.    El banco central también podría teóricamente efectuar esta operación de abastecimiento de la demanda de saldos líquidos mediante la monetización de activos autoliquidables (una de las propuestas de Keynes, aunque imperfecta incluso para él mismo debido a la trampa de la liquidez). Pero fuera del patrón oro (o de algún dinero que no sea pasivo de nadie más) y sin competencia interbancaria, no existe ningún mecanismo de realimentación que permita conocer si el banco central se limita al descuento de activos autoliquidables o está, por el contrario, emitiendo pasivos a la vista contra activos a largo plazo, profundizando en el descalce de plazos y en las malas inversiones (ver punto 6.2); el asunto quedó más o menos saldado en la controversia bullionista a comienzos del s. XIX, pero parece que todavía no hemos tomado buena nota de ello. Además, lo más común es que los banqueros centrales busquen deliberadamente profundizar en ese descalce de plazos (los quantitative easings de Bernanke son una buena muestra de ello).
1.8.    En definitiva, la preferencia por la liquidez influye sobre la forma de la curva de rendimientos, pero no explica la existencia de la curva de rendimientos (de tipos de interés). Sirve para modular si los procesos productivos deben volverse más o menos ilíquidos y cortoplacistas, esto es, con menor o mayor rotación del capital (imagino que no es necesario indicar cómo esto liga con la teoría del recalculation de Arnold Kling: los agentes buscan posicionarse en activos líquidos hasta que se sientan seguros para lanzarse a recomponer los patrones productivos de la economía). Pero no por eso puede negarse el papel esencial que juega la preferencia temporal a la hora de determinar los tipos de interés: si ello fuera así no habría carestías intertemporales en el uso y disfrute de los factores productivos y de los bienes de consumo (me remito a mi anterior punto 2). De hecho, déjenme ponerle a Lord Keynes un caso práctico muy sencillo.
1.9.    Supongamos que, en línea con los objetivos de Keynes, conseguimos anular los tipos de interés del dinero. En ese mundo, un empresario tiene que tomar una decisión entre dos procesos productivos: uno a 100 años con una TIR del 50% y uno a un año con una TIR del 5%. ¿Cuál debería adoptar? Sin tipos de interés (i.e. costes del capital: wacc), siempre adoptaríamos los procesos más rentables, por muy a largo plazo y muy arriesgados que fueran. Como es evidente que el ser humano no está dispuesto a diferir indefinidamente la disposición de bienes presentes ni a asumir riesgos ilimitados, eso sólo nos conduciría a descoordinaciones intertemporales… si no contamos con tipos de interés (costes del capital) que permitan orientar la asignación de capital. Me temo que Lord Keynes confunde preferencia por la liquidez con preferencia por atesorar dinero; pero la preferencia por la liquidez es mucho más amplia: es una preferencia por la disposición de bienes presentes. En un mundo con mucho dinero y con estructuras productivas muy ilíquidas e inconvertibles, los agentes no son líquidos. Por consiguiente, lo que debe resolver Lord Keynes es: ¿cualquier distribución intertemporal de los recursos es compatible con las necesidades de consumo de los agentes siempre y cuando los agentes vean satisfecha su demanda de dinero? Si la respuesta es que no –y obviamente lo es–, la teoría pura de la preferencia temporal no puede ser falsa.
1.10.Por último, supongo que no es necesario señalarlo pero: no veo la reserva fraccionaria como un fraude. Ni siquiera el descalce de plazos (que el descalce de plazos sea desestabilizador no significa que sea fraudulento). No sé por qué Lord Keynes confunde descalce de plazos con reserva fraccionaria: hay descalces de plazos sin reserva fraccionaria (operaciones repo de la banca de inversión) y hay reserva fraccionaria sin descalce de plazos (emisión de billetes de banco contra pagarés comerciales a la vista). Además, creo que Lord Keynes debería repasar a Rothbard, pues él pensaba que sí existía una tendencia sostenible hacia el arbitraje de los tipos de interés por plazo y riesgo (y, por tanto, una tendencia al aplanamiento de la curva de rendimientos).
2. Lord Keynes insiste en que la teoría austriaca no puede darse con recursos ociosos, pero sin criticar ninguno de mis puntos anteriores. Simplemente los descarta porque doy por válido la teoría pura de la preferencia temporal.
2.1.    Me remito a los puntos 1.1 a 1.10 en mi discusión sobre el papel que juega la preferencia temporal y la preferencia por la liquidez en determinar las curvas de rendimientos.
2.2.    Que haya desempleados y capacidad ociosa durante las depresiones no significa que la teoría austriaca no sea válida. Repito: si hay desempleo y recursos ociosos para ocupar a los parados, éstos podrían salir del desempleo montando su propia cooperativa. ¿Por qué no lo hacen? Si no lo hacen porque los factores complementarios de producción que necesitan (incluyendo el consumo que desean efectuar antes de que completen su producción) los están atesorando los capitalistas que no desean invertirlos, lo que sucede es, justamente, que los procesos productivos que los capitalistas conocen no son lo suficientemente remunerativos como para compensarles el período de inmovilización de su capital o la asunción de riesgos: motivo por el cual la estructura productiva se tiene que readaptar (que es justo lo que explica la teoría austriaca, especialmente si añadimos la demanda de dinero y el recalculation).
3. Lord Keynes cree que mis críticas a su visión de los bienes de capital como bienes muti-orden supone insistir en que, en su opinión, lo bienes de capital son homogéneos.
3.1.    No, lo que digo es que es irrelevante que los bienes de capital sean multi-orden salvo que por bienes de capital multi-orden entendamos “ estructura productiva perfectamente reconvertible”. Si por bienes de capital multi-orden no entendemos eso (y no digo que Lord Keynes entienda eso), entonces la crítica es irrelevante: lo importante es que los bienes de capital forman estructuras productivas con distintos ritmos de producción de bienes de consumo futuros, y en la medida en que esas estructuras sean rígidas y no puedan altearse a placer, habrá descoordinaciones potenciales entre las sendas de consumo deseado y las sendas de producción planificada.
3.2.    Copio parte de mi anterior párrafo 3.3 para no reescribir la misma idea: “En la medida en que existan heterogeneidades e inconvertibilidades, los perfiles de producción programada no podrán readaptarse ipso facto a los cambios de los perfiles de consumo deseado, dándose la necesidad de dolorosas reajustes de la estructura productiva. Dicho de otra manera, que el hierro pueda ser simultáneamente un bien de primero, segundo, tercero y cuarto orden, no significa que todos los bienes de cuarto orden (por simplificar: bienes de capital alejados del consumo) puedan convertirse de inmediato en bienes de primer orden (bienes de capital muy cercano al consumo) o, todavía peor, que únicamente transfiriendo hierro de cuarto orden en hierro de primer orden, la producción de las industrias cercanas al consumo se podrá incrementar de manera proporcional”.
4. Podemos prescindir del antiguo punto cuatro, porque Lord Keynes remite a su crítica a la teoría pura de la preferencia temporal tratada en el punto 1. Yo tampoco tengo nada más que añadir.
5. Lord Keynes entiende mi punto 5 como una admisión de que la teoría austriaca del ciclo económico no es universal pero sí relevante al explicar descoordinaciones intertemporales (conclusión inválida atendiendo a su punto 1).
5.1.    Justamente, lo que digo es que la teoría austriaca es una teoría que explica descoordinaciones intertemporales (y de perfiles de riesgo) entre los agentes económicos y eso le confiere universalidad. Las descoordinaciones pueden plasmarse de modos e intensidades muy distintas, pero la esencia común es idéntica.
6. Lord Keynes no responde a mi crítica de que es posible que existan beneficios falsos por un aumento de las ventas de la empresa (manteniéndose constantes los precios) y opta por cargar contra mi expresión “expansión artificial del crédito”. Además, señala que no entiendo cómo el dinero se crea endógenamente en un sistema financiero.
6.1.    Como ya he explicado, cuando he hablado de “expansión artificial del crédito” he querido dar a entender “descalce de plazos y de riesgos”. El descalce de plazos y de riesgos supone dirigir ahorro a corto plazo (o de bajo riesgo) a inversiones a largo plazo (o de alto riesgo): por tanto, incrementa la provisión de financiación a largo plazo o de alto riesgo en contra de las preferencias temporales o aversiones al riesgo de los ahorradores (en ese sentido es artificial). Nada de esto tiene que ver con la reserva fraccionaria.
6.2.    En efecto, la banca puede crear pasivos a la vista que se emplean como medios de pago. Pero, ¿cómo los crea? Monetizando activos de muy distinto plazo y niveles de riesgo. Por tanto, la creación endógena de pasivos bancarios puede, a su vez, ser sostenible o insostenible: si los bancos emiten pasivos a la vista contra activos autoliquidables, no hay expansión artificial del crédito por muchos pasivos que endógenamente se generen; si, en cambio, se emiten pasivos a la vista contra activos a muy largo plazo o de muy alto riesgo, hay creación endógena de medios de pago ydescalce de plazos (o riesgos) expansión artificial del crédito. Precisamente, esto fue lo que Keynes no entendió cuando afirmaba que la inversión generaba endógenamente el ahorro necesario para financiarla: ¿una inversión a 30 años genera endógenamente un ahorro (i.e., un deseo de diferir el consumo) durante 30 años? Obviamente no: y por ello, la creación endógena de pasivos bancarios a la vista es el principal motivo detrás de las fluctuaciones financieras.

Otra réplica a Lord Keynes: atesoramiento, capital y recursos ociosos (parte 4)

Publicado el 04 agosto 2013 por Juan Ramón Rallo
Nueva réplica de Lord Keynes a mis comentarios en el post anterior. Sólo lamento que se estén abriendo nuevos temas sin cerrar temas antiguos: básicamente, no encuentro respuesta a muchas de las objeciones y contestaciones que le he planteado a sus argumentos. Pero bueno, en parte es comprensible debido a la barrera idiomática. Dicho esto, paso a responder:
1. Lord Keynes afirma que Murphy refuta la crítica de Lachmann a Sraffa, demostrando que no existe un tipo de interés natural.
1.1.    Lachmann no pretende demostrar que exista un tipo de interés natural y único en el mercado con independencia del numerario, sino que, gracias al arbitraje entre los tipos de interés internos de cada mercancía, se alcanza un equilibrio intertemporal entre las distintas mercancías, aunque los tipos de interés propios de cada mercancía sean distintos. Cito a Lachmann en “Austrian Economic under Fire”: “If the wheat rate were the highest and the barley rate the lowest of interest rates, it would become profitable to borrow in barley and lend in wheat. Inter-market arbitrage will tend to establish an overall equilibrium in the loan market such that, in terms of a third commodity serving a numeraire, say steel, it is no more profitable to lend in wheat than in barley. This does not mean that actual own-rates must be equal, but that their disparities are exactly offset by disparities between forward prices (…) In overall equilibrium it must be impossible to make gains by switching commodities as currencies”. Por supuesto, el tipo de interés con respecto al numerario cambiará, pero eso no impide que eso vacíe el mercado intertemporal. Lachmann no pretende demostrar que el tipo de interés en un mundo sin dinero coincida con el tipo original miseano.
1.2.    Murphy demuestra que no existen tipos naturales wicksellianos. Bien está: como digo, semejante concepto es ajeno a la tradición austriaca y es innecesario para la teoría del ciclo. El ciclo austriaco es un ciclo financiero y, por tanto, presupone la existencia de precios monetarios.
1.3.    Nada de lo anterior significa, además, convalidar la teoría del interés de Sraffa frente a la teoría pura de la preferencia temporal, pues, como digo, el proceso de arbitraje descrito por Lachmann expone cómo las distintas preferencias temporales tienden a extenderse por todo el mercado. No hay divergencias entre los precios de los bienes presentes y los bienes futuros para un mismo numerario.
2. Lord Keynes afirma que la visión del atesoramiento de dinero como una cobertura contra la incertidumbre es un argumento postkeynesiano que carece de fuerza contra él. A su vez, afirma que es absurdo negar que un atesoramiento excesivo provocaría una contracción enorme de la actividad y enormes problemas macroeconómicos.
2.1.    Nadie ha negado que los postkeynesianos hayan hecho, hasta ahora, mucho más hincapié que los austriacos en el análisis de la demanda de dinero. Mal por los austriacos. Pero eso tampoco significa que no pueda haber un análisis austriaco de la demanda de dinero que supere al postkeynesiano: de hecho, es fácil reconocer los errores del análisis monetario postkeynesiano sin necesidad de negar la crucial influencia de la demanda de dinero y de la preferencia por la liquidez sobre el sistema económico.
2.2.    En ese sentido, mi punto no es que un atesoramiento excesivo no pueda causar problemas macroeconómicos, sino que:
2.2.1. Una preferencia por la liquidez excesiva es resultado de un desajuste muy grande entre los deseos de los ahorradores y los procesos productivos de los inversores. Los ahorradores pueden desear, por ejemplo, estructuras productivas mucho más seguros (menos arriesgadas) que las actuales por cuanto su aversión al riesgo se haya disparado: en tal caso, las estructuras productivas deberán readaptarse y la vía de forzar su readaptación es el atesoramiento. Esto claro que es contractivo: de repente, una enorme cantidad de procesos productivos pierden su financiación y hay que reconvertirlas. La única forma de evitarlo sería mediante ahorro forzoso e imponiéndoles a los capitalistas costes de capital que ellos no están dispuestos a asumir (es decir, forzándoles a acometer intercambios intertemporales que no juzgan beneficiosos).
2.2.2. Buena parte de los efectos contractivos del atesoramiento excesivo se ven contrarrestado por producción de dinero o de bienes de consumo en alta demanda (como consecuencia de la creación de sustitutos monetarios  vía monetización de créditos comerciales autoliquidables).
2.3.    Hay, además, un error muy común en la literatura keynesiana y es asumir que el elemento que suele desequilibrar la oferta y la demanda agregada en las economías capitalistas suele ser el atesoramiento de dinero. No: el atesoramiento de dinero desempeña una influencia ínfima en un mundo donde el multiplicador bancario está en funcionamiento (y donde además los bancos no pueden caer en suspensión de pagos por vaciamiento de reservas). Los grandes procesos deflacionarios no se dan porque la gente atesore dinero, sino porque se destruyen medios de pago bancarios, y los medios de pago bancarios se destruyen por insolvencia de los deudores de la banca. Básicamente, durante los booms, la banca es capaz de financiar el gasto presente convirtiendo el valor presente de la producción futura en medio de pago. Pero, ¿qué sucede si la estructura productiva resultante hace inviable que esa producción futura llegue a existir? Pues que se generalizan los impagos y la contracción de los pasivos bancarios… a menos que otros agentes de la economía vuelvan a endeudarse. Claro que, a su vez, ese nuevo endeudamiento puede estar sólo postergando el problema, dando lugar a nuevos patrones de producción que se mostrarán inviables más adelante. Es como querer comprarlo todo permanentemente a crédito difiriendo siempre el momento del pago (real, que no monetario) de ese crédito.
3. Lord Keynes afirma que la rapidísima reconversión productiva tras la II Guerra Mundial ilustra a la perfección que la teoría austriaca del capital es irreal: si los bienes de capital fueran tan inconvertibles como se afirma, EEUU debería haber vivido un colapso económico y no un boom de prosperidad.
3.1.    Todo bien de capital puede terminar reconvirtiéndose (poseyendo el mismo o mayor valor que antes) con la suficiente inversión en a) transformarlo o b) crear bienes complementarios de capital. Es decir, todo bien de capital puede reconvertirse exitosamente si se cuenta con tiempo. Y el tiempo lo proporciona el ahorro. La posguerra fue, precisamente, un período de altísimo ahorro público y privado.
3.2.    Además de lo anterior, los bienes de capital también pueden ponerse en valor cuando surgen nuevas oportunidades para emplearlos (recordemos que el valor de un bien de capital depende del valor de mercado de su producción futura). La posguerra fue, en ese sentido, una época extraordinaria: los mercados mundiales volvieron a abrirse con la paz, el progresivo desarme arancelario y la estabilización monetaria. Las empresas más beneficiadas, claro, fueron las estadounidenses, especialmente capitalizadas (a lo largo de dos décadas) para atender esa renovada demanda mundial.
4. Lord Keynes se extraña de mi afirmación de que la reserva fraccionaria no tiene nada que ver con el descalce de plazos: por ejemplo, si un banco ofrece depósitos a la vista y concede préstamos a plazo, eso es reserva fraccionaria. A su vez, rechaza mi crítica a la visión postkeynesiana sobre la creación endógena de dinero bancario, pues afirma que las economías capitalistas modernas requieren de un enorme volumen de dinero bancario orientado a promover la inversión.
4.1.    Repito lo que ya dije: reserva fraccionaria y descalce de plazos no son lo mismo. Hay reserva fraccionaria sin descalce de plazos (un banco descuenta un pagaré a la vista creando depósitos a la vista) y hay descalce de plazos sin reserva fraccionaria (un banco concede un préstamo a 30 años mediante la creación de un depósito a plazo de un mes). Es más, existe descalce de plazos fuera del sector financiero. Por eso, querer reconducir toda la problemática a la reserva fraccionaria es errar el tiro. Mi “nada de esto tiene que ver con la reserva fraccionaria” no debe entenderse como una forma de negar que muchos descalces de plazos no adoptan la forma de reserva fraccionaria, sino como una manera de desvincular los debates.
4.2.     Las economías capitalistas modernas necesitan de muy elevados volúmenes de inversión, sí, pero esa inversión pueden cosecharla de fuentes muy diversas, no sólo del crédito concedido por la banca que descalza plazos o riesgos. Lo que Lord Keynes tiene que demostrar, en cambio, es por qué las economías capitalistas presuntamente necesitan basarse en fuentes de financiación que Minsky llamaría “especulativas” o incluso “Ponzi”, y no en fuentes de financiación cubiertas donde haya una armonía entre el perfil del ahorrador y el perfil del inversor. O dicho de otro modo: lo que Lord Keynes tiene que demostrar es por qué las economías capitalistas necesitan que haya mucha más inversión a largo plazo o de alto riesgo en perjuicio de la inversión a menor plazo y de menor riesgo (que es la que prefieren los ahorradores).
4.3.    Supongo que su respuesta será que puede haber de las dos, porque no hay pleno empleo de los recursos y, por tanto, pueden crearse simultáneamente múltiples patrones productivos a muy distinto plazo. Pero, primero, eso no quita que, descalzando plazos, parte de los bienes futuros de esa economía llegarán más tardíamente de cuándo los demandan los ahorradores: es decir, esto sigue sin resolver por qué es necesario incrementar la inversión en los proyectos empresariales a más largo plazo en lugar de multiplicarla mucho más intensamente en los proyectos empresariales más a corto y medio plazo. Y, segundo, la apelación a los recursos ociosos sigue sin resolver la duda que llevo rato planteando: ¿por qué los factores productivos desempleados no se organizan en forma de cooperativas para dejar de estar desempleados? Y la respuesta, obviamente, es que carecen de capital para ello: pero no de capital monetario, sino de a) disponibilidad de todos los factores productivos complementarios necesarios o b) bienes de consumo disponibles en el momento en que los partícipes de la cooperativa quieran consumirlos (esto es, insuficiente ahorro propio como para capitalizar la empresa). Si hubiese capacidad ociosa universal, un mínimo incremento del gasto en alguna parte de la economía (un mínimo déficit público, por ejemplo) desataría un efecto multiplicador expansivo, pues comenzaría a poner en valor procesos productivos que podrían explotarse con la mera autoorganización cooperativa y que, tras explotarse, constituirían la fuente de nuevas demandas que pondrían en valor otros procesos productivos. Pero obviamente, nada de esto sucede: muestra de que hay grandes fricciones en el proceso.
4.4.    Sólo un ejemplo más para finalizar: Lord Keynes afirma, como prueba de que existen enormes recursos ociosos en todo el mundo, que las economías actuales están abiertas al comercio internacional. Con esto imagino que quiere decir que los bienes de capital o de consumo que una economía (por ejemplo, España) pueda necesitar para reconvertir su estructura productiva, pueden conseguirse de manera inmediata y sin necesidad de ahorrar. Sin embargo, este ejemplo pasa por alto el verdadero ahorro que se está produciendo: si la economía española importa grandes cantidades de bienes de consumo y de capital desde China, pero no les exporta inmediatamente otras grandes cantidades de bienes de consumo y de capital a China, es China la que está financiando (proporcionando capital) a España: por el momento, China le vende a España pero se queda sin cobrar. Dicho de otro modo: por muy abiertos que estemos al comercio internacional, el ahorro sigue siendo necesario.  ¿Están dispuestos los países en desarrollo a financiar la reconversión de todos los aparatos productivos de todo el planeta? Primero, no tienen capacidad para ello, pues es evidente que existen notables cuellos de botella en la economía mundial (materias primas, por ejemplo). Segundo, antes de inyectar capital en una hiperendeuda España, España deberá dar muestras de que podrán devolverlo en el futuro sin quitas (desapalancamiento).


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