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miércoles, 25 de noviembre de 2015

El conservadurismo de Hayek



"Un número no despreciable de los que aceptan la etiqueta de libertarios en relidad no lo son desde un punto de vista ideológico, sino que son conservadores a secas que responden a otro nombre" (1) Russell Kirk
 
En el epílogo a su gran obra The constitution of Liberty (1960) explicaba Friedrich Hayek las razones por las que él no había sido nunca conservador (2). No es mi intención contradecir al genial pensador austríaco, y menos en un tema como este. Nada de eso. Sería arrogante tratar de decirle a alguien, contra su propio criterio, qué es lo que piensa él en realidad. Ello no obstante, resulta innegable, para quien esté familiarizado con su obra, que el liberalismo de Hayek está impregnado de un fuerte tinte conservador. Aunque Hayek nunca fue propiamente un conservador, es el suyo un liberalismo muy conservador, como tendremos ocasión de exponer a continuación. Permítaseme, para ello, que haga una brevísima exposición del pensamiento de Hayek.
 


Su aportación fundamental al pensamiento político es la concepción de las instituciones sociales, tales como la moral, el derecho o el mercado, como órdenes espontáneos, esto es, «estructuras ordenadas que son fruto de la acción de muchos hombres aunque no el resultado de un proyecto humano» (3). 
 



Estas instituciones no tienen su origen en un plan deliberado del ser humano, contrariamente a lo que sostienen el contractualismo, el socialismo y todas las formas de lo que Hayek denomina «racionalismo constructivista», y, por ende, tampoco pueden ser alteradas según un plan específico, sino que deberá permitirse que sea el mecanismo de la evolución que les dio origen, el que continúe con su desarrollo. Al ser estos instrumentos básicos de la civilización resultado de un proceso impersonal de selección natural, tampoco podemos aspirar a su plena justificación racional, sino que debemos, simplemente, aceptarlos como aquello que permite mantener la civilización actual y el nivel actual de población, aunque sólo parcialmente podamos entender por qué esto es así. Escribe Hayek: «El hombre no sólo jamás inventó sus instituciones más útiles, como el lenguaje, la moral o el derecho, sino que aún hoy sigue sin comprender por qué tiene que mantenerlas inalteradas aunque no satisfagan sus instintos ni su razón. Los instrumentos básicos de la civilización –lenguaje, moral, derecho y dinero- son fruto de un desarrollo espontáneo y no de un producto intencional»(4).

Por todo ello, Hayek concede una enorme importancia a la tradición, a las normas consuetudinarias heredadas de nuestros antepasados que, de manera indeliberada, han dado lugar a la propiedad privada, el mercado libre y la libertad individual como hoy los conocemos. «Puesto que debemos el orden de nuestra sociedad –escribe Hayek- a una tradición de reglas que sólo imperfectamente conocemos, todo progreso debe basarse en la tradición» (5).
 
 



 

Pero este tradicionalismo hayekiano – si se me permite la expresión- no lleva al austríaco a considerarse a sí mismo un conservador, pues aunque comparte con él un mismo aprecio por la tradición, el conservador, según Hayek, se opone a que esa tradición siga su curso y continúe evolucionando. «Lo típico del conservador -dice Hayek- es el temor a la mutación, el miedo a lo nuevo simplemente por ser nuevo». Sin embargo, y aún cuando en ocasiones esto pueda ser así, no creo que sea esa una postura inherente a todo conservadurismo. La posición conservadora con respecto al cambio es, normalmente, la prudencia, mas no el inmovilismo. Es significativo, a este respecto, lo que dice el más eminente pensador conservador y uno de los padres intelectuales de Hayek, el gran Edmund Burke: «Debemos obedecer a la gran ley del cambio. es la ley más poderosa de la naturaleza, y quizá el instrumento de su conservación. Todo lo que nosotros, y la humana sabiduría, podemos hacer es procurar que el cambio se produzca por cambios insensibles» (7).

Resulta sorprendente que quien, como Hayek, se proclama discípulo del ya mencionado padre del conservadurismo moderno, Burke, pueda rechazar con tanta vehemencia como lo hiciera Hayek el apelativo de conservador, máxime si tenemos en cuenta que llegó al punto de afirmar: «soy tan poco conservador como lo fuera Edmund Burke» (8), lo que cualquiera interpretaría como una auténtica confesión del más radical conservadurismo.

Es cierto que Burke fue siempre un “viejo whig y que, por lo tanto, nunca fue nominalmente conservador. Es probable incluso que, como dice Hayek, «se habría horrorizado ante la posibilidad de que alguien le tomara por tory» (9). Pero no es menos cierto que los escritos y discursos de Burke y, especialmente, sus Reflexiones sobre la Revolución francesa han pasado a la historia como los más encendidos alegatos en defensa de la tradición y el orden jamás escritos, y que Burke ha sido considerado unánimemente, «el más grande pensador conservador moderno»(10).
 

Al final, es probable que todo esto no sean sino vanas discusiones terminológicas que a nada conducen. En efecto, Hayek puede ser conservador o no dependiendo del contenido que demos al término conservador. Si consideramos que las notas esenciales del conservadurismo son la defensa de la propiedad, la libertad y la tradición, entonces Hayek, por mucho que le duela, debe ser considerado conservador. Si, por el contrario, sostenemos que tales ideas son privativas del ideario liberal, entonces Hayek forzosamente ha de ser calificado de liberal. Pero si es cierto, como él sostenía, que no era conservador, al menos resulta indudable que estaba muy cerca de serlo, y de ello es buena muestra el hecho de que tuviera que publicar un escrito desmintiendo su conservadurismo. Es un hecho incontrovertible que el pensamiento de Hayek está mucho más cerca del de pensadores habitualmente considerados conservadores como el propio Burke, Russell Kirk o Michael Oakeshott, que de las ideas excéntricas de liberales como Ayn Rand, Murray Rothbard o incluso Ludwig von Mises.

Llámesele conservador, liberal o liberal-conservador, lo que importa es la causa que defendió, que no fue otra que la de la libertad individual, y lo hizo con una brillantez y tenacidad por las que merece, sin duda, nuestro rendido homenaje y, sobre todo, ser contado entre los grandes pensadores del pasado siglo.

 

(1) Rusell Kirk, Valoración desapasionada de los libertarios, conferencia pronunciada en 1992 y publicada en el libro Qué significa ser conservador (Madrid, 2009).

(2) F.A. Hayek, The Constitution of Liberty (Londres y Chcicago, 1960)

(3) F.A. Hayek, Law, legislation and liberty (Chicago, 1976)

(4)  Ibid. La cursiva es mía.

(5) Ibid.

(6)  F.A Hayek, The Constitution…

(7)  Citado por Russell Kirk en A Program for Conservatives (Chicago, 1954)

(8) F.A. Hayek, The fatal conceit. The errors of socialism (Chicago, 1988)

(9)  F.A Hayek, The Constitution…

(10) Rusell Kirk, The conservative mind (Chicago, 1953)
 

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