El pasado quince de octubre escribimos en Valor Añadido “Guerra sucia: el petróleo vive la madre de todas las batallas”, al calor del desplome del 25% que acumulaba el crudo desde máximos de junio.
Aunque entonces no estaban del todo claras las razones de la caída, el tiempo se encargaría de demostrar nuestra tesis principal: que se trataba de un movimiento de Arabia Saudita con el fin de proteger cuota frente a la emergente producción de shale oil en Estados Unidos.
Así, señalamos entonces que:
Pues bien, nueve meses más tarde, lo que inicialmente parecía una victoria de calle de saudíes, que lograron llevar la referencia Brent 40 dólares más abajo en apenas tres meses hasta los 46 por barril, se ha tornado en un empate técnico que puede ser la antesala de la victoria final de los estadounidenses.
A esta conclusión llega, con la concisión y elocuencia de la que siempre hace gala, Sober Look, que utiliza, para ello, los siguientes argumentos.
1. Al final, es verdad que con la inundación del mercado de crudo por parte de los árabes, la industria del fracking en Estados Unidos se ha resentido. Ha habido cierre de pozos y cancelación de proyectos con el consiguiente impacto para el empleo y la actividad de las zonas productoras y la viabilidad financiera de los promotores más apalancados, un proceso que fue más acelerado al principio pero que, sin embargo, ha perdido mucho fuelle en los últimos meses, como acredita el siguiente gráfico.
2. Sin embargo, no es menos cierto que esta presión en el precio de venta de la materia prima y en la rentabilidad de las explotaciones ha facilitado la desaparición de las más ineficientes, bien porque era escaso el output que de ellas se obtenía, bien porque las circunstancias orográficas encarecían en demasía operarlas, bien porque su estructura financiera las convertía en carne de cañón o bien, sencillamente, porque estaban mal gestionadas. Los pozos supervivientes son los más productivos y eficaces, lo que, a su vez, se traduce en que necesitan menores niveles de WTI o Brent para alcanzar su break-even.
3. No sólo eso. La paulatina reducción de los costes de puesta en funcionamiento y la mejora exponencial que se ha producido en la velocidad de perforación pueden situar ese umbral de rendimiento positivo en escalones aún más bajos de los 60 dólares por barril, por lo que a los árabes les habría salido el tiro por la culata por partida doble: por una parte, no llegaría la reducción de producción de Estados Unidos necesaria para recuperar los precios, algo con lo que seguro contaban; y, por otra, habrían puesto en bandeja la racionalización y ajuste suave de lo que podía haber sido una burbuja de dimensiones épicas en la primera potencia del planeta destinada a acabar regular. Mal asunto.
Las dinámicas de oferta y de demanda pueden condicionar –y de qué manera– el desenlace final de esta contienda. Jugadores como China por el lado de la demanda o Irán por el de la oferta tienen aún mucho que decir. Y nada invita a pensar en una recuperación sólida de la cotización del crudo. Más bien lo contrario. Sin embargo, en el minuto y resultado de la madre de todas las batallas, nada es de momento lo que parecía en un principio. Algo que la convierte, si cabe, en más apasionante todavía.
Seguiremos informando.
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