Autor: Arthur Foulkes
Los alumnos de quinto grado miraban hacia arriba mientras colocaba un regalo en cada uno de sus escritorios. Cada estudiante recibió al azar un objeto pequeño, como un caramelo, una caja de crayones, un truco de magia, o un libro de historietas.
Después de dar a cada niño un regalo, les dije a los estudiantes que podían intercambiar -si así lo deseaban- con la persona sentada a su izquierda o derecha. Varios realizaron intercambios; otros no. Después les dije que tenían libertad para caminar por la habitación e intercambiar sus regalos. En un instante el aula estaba llena de niños emocionados haciendo intercambios.
Cuando se sentaron, les pregunté cuántos de ellos habían intercambiado. Casi todos lo habían hecho. ¿Cuántos sienten que su situación ha mejorado luego de su intercambio? Pregunté. Todos se sintieron de esa forma.
Estaba tratando de enseñar a estos alumnos de quinto grado un poco sobre la magia del comercio- la forma en que nos permite mejorar nuestras vidas y al mismo tiempo mejorar la vida de otros. Mientras que las personas que intercambian lo hagan de forma voluntaria, el comercio es siempre un asunto de ganar-ganar.
Pero el comercio es mucho más mágico que esto. En la clase de quinto grado, todas las cosas que se comercializaron fueron simplemente regaladas, gratis. Nada tenía que producirse. En el mundo real, las cosas deben ser producidas, es decir, la gente tiene que dedicar tiempo, esfuerzo y otros recursos produciéndolas.
Aquí es donde encontramos la verdadera magia del comercio: dirige a las personas a las áreas de trabajo y producción en las pueden producir más al menor costo. Eso incrementa la cantidad total de riqueza para todos.
Piénsalo de esta manera: si vives en un clima cálido y soleado, como Florida, puedes cultivar naranjas con bastante facilidad. Si vives en el norte, puedes cultivar trigo con bastante facilidad. Si quieres cultivar naranjas en el Norte, necesitarás un invernadero (por lo menos). Todos los recursos que utilizaste para hacer crecer una sola naranja podrían haber sido utilizados para el cultivo de acres y acres de trigo. En otras palabras, tu “costo de oportunidad” de crecer naranjas es muy alto. En el Sur, cultivar trigo sería igualmente costoso.
Cuando somos libres de comerciar, somos libres de deducir las cosas que podemos producir al costo de oportunidad más bajo. Esta es la ley de la ventaja comparativa de David Ricardo. Indica que existirán oportunidades de comercio entre las personas y grupos, incluso cuando un lado es absolutamente más eficiente en todo que el otro. (Un abogado que gana $500 la hora, que es también un excelente mecanógrafo, contratará a un mecanógrafo de $ 10 por hora, porque cada hora que el abogado dedica a escribir es una hora en la que podría haber hecho mucho más dinero abogando.)
Cuanto mayor sea nuestro ámbito de comercio, más nos podemos beneficiar de los dones y habilidades productivas de los demás. El libre comercio entre el Norte y el Sur tendrá como resultado el Sur produciendo naranjas y el Norte produciendo trigo, un montón de ambos para todos. Si las personas no fueran libres de comerciar, el Norte no tendría naranjas y el Sur trigo, o tendrían mucho menos de las dos.
En resumen, la generación de riqueza requiere recursos de productivos, como el trabajo, el capital y la tierra. El libre comercio promueve el descubrimiento de los mejores usos de los recursos productivos escasos para producir la mayor cantidad de bienes y servicios.
A pesar de sus claras ventajas, el libre comercio está siempre bajo el ataque de los que se benefician directamente de su restricción. Actualmente, el gobierno de Obama está tratando de promover la “energía limpia”, como la eólica y la energía solar, en los Estados Unidos. Esas industrias están recibiendo grandes subsidios y piden más. Al mismo tiempo, irónicamente, la administración está abofeteando con aranceles las celdas solares y torres de viento chinas, argumentando que injustamente se benefician de subsidios del gobierno chino. Las empresas de energía solar y torres eólicas nacionales dicen que no pueden competir con los productores chinos, que son capaces de vender sus productos a un costo menor.
Es obvio que estos aranceles perjudicarán a los consumidores mediante la reducción de la oferta y el aumento de los costos domésticos. También perjudican a los exportadores estadounidenses, ya que el comercio es una calle de dos vías: para que los chinos puedan comprar productos estadounidenses, necesitan dólares americanos. Menos importaciones significan menos exportaciones. Y los aranceles perjudican a todos los demás al prevenir que los recursos productivos encuentren sus usos de mayor rendimiento y de menor costo.
El libre comercio es realmente necesario para una que una economía crezca y prospere. Según el Índice 2012 de Libertad Económica publicado por la Heritage Foundation y el Wall Street Journal, los países con mayor libertad comercial (como Hong Kong, Suiza y Canadá) tienen un mayor PIB per cápita, menor incidencia de hambre, menores tasas de desempleo, y ambientes más limpios que los países en la parte inferior de la escala de libertad de comercial, como Corea del Norte, Bangladesh y Zimbabue. Y los países que trataron durante décadas de ser autosuficientes, como la India, pagaron un alto precio en el estancamiento del crecimiento y la pobreza.
Además, el libre comercio entre las naciones es una forma de promover las relaciones internacionales pacíficas. Cuando los individuos son libres de comerciar a través de fronteras políticas, son más propensos a ver los “extranjeros” positivamente. Los beneficios mutuos del comercio, en otras palabras, pueden promover la paz.
Ricardo, uno de los economistas más influyentes de todos los tiempos, fue uno de los primeros en comprender el gran valor del libre comercio. En sus Principios de Economía Política y Tributación (1817) resumió los beneficios del comercio internacional libre muy bien:
Bajo un sistema de comercio perfectamente libre, cada país, dedica su capital y trabajo a los empleos que le son más beneficiosos. Esta búsqueda de la ventaja individual está admirablemente conectada con el bien universal de la totalidad… distribuye el trabajo más eficaz y económicamente; mientras que, al incrementar la masa general de producciones, difunde el beneficio general, y une a toda, a través de un lazo común de interés y comercio, la sociedad universal de naciones de todo el mundo civilizado.
El libre comercio recibe una mala reputación de los productores domésticos y los proteccionistas de todo tipo. Pero no hay nada más importante para una economía creciente y dinámica que permitir el derecho humano básico de intercambiar libremente y en paz con los demás.
Publicado originalmente el 22 de octubre de 2012. Traducido del inglés por Andrés Pino para eslibertad.org. El artículo original se encuentra aquí.
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