Y es que el Gobierno de Dilma Rousseff espera que el PIB medido en dólares se derrumbe un 23%, cayendo de 2,3 a 1,8 billones de dólares. Semejante corrección agravará más aún la delicada situación que enfrentan las cuentas públicas, que ya en 2014 arrojaron un déficit presupuestario de casi el 7% del PIB.
Expresando la caída del PIB en divisa local, el ajuste igualmente será notable. Hablaríamos de un decrecimiento del 1,2%, la cifra más baja en los últimos veintinco años. En términos reales, el tajo sería del 9,37%, ya que al 1,2% de descenso del PIB habría que sumarle el aumento de la inflación hasta cotas del 8,17%.
En el plano laboral, las cosas van por los mismos derroteros. Las cifras de empleo para el pasado mes de abril son desastrosas. Por primera vez desde 1992, el cuarto mes del año arrojó una caída del empleo, con la destrucción de 100.000 puestos de trabajo estables a los que se sumaría la creciente depauperación de la economía informal en la que sobreviven millones de ciudadanos.
Tal y como apunta el economista Alberto Ramos, de Goldman Sachs, en declaraciones al Financial Times, "sabemos que los modelos populistas generan una falsa sensación de prosperidad en el corto plazo... Pero después llega el momento del ajuste, que consiste en replegar todas aquellas ilusiones de prosperidad que se habían generado falsamente".
Resaca económica
El diario británico entiende que Brasil sufre una resaca económica generada por la caída del precio de las materias primas y por la ausencia de austeridad en las políticas del Gobierno de Rousseff, "cuyo esfuerzo por prolongar la burbuja de crédito y consumo ha sido continuo durante los últimos años".
El Gobierno ha manifestado públicamente su voluntad de volver a políticas más responsables, hablando de alcanzar un superávit primario del 1,2% en sus cuentas, pero la credibilidad de Rousseff está bajo mínimos entre inversores y analistas, sobre todo tras las informaciones que han revelado el enorme despilfarro ligado a la organización del pasado Mundial de Fútbol.
La depreciación del real es otro factor que añade incertidumbre al escenario económico brasileño. Se espera que este año la moneda local haya perdido el 21% de su poder de compra frente al dólar, lo que rompe con la línea de estabilidad que había alcanzado el país suramericano bajo los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y Lula Da Silva.
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