Hoy por hoy, Arabia Saudí es de los pocos capaces de competir con la revolución del fracking y no morir en el intento. Y lo sabe…
El precio del petróleo ronda hoy los 60 dólares por barril,
muy lejos de los 100 alcanzados no hace mucho tiempo. Su cotización
internacional se ha desplomado casi un 50% desde el pasado verano y, por el
momento, nada indica que se vaya a producir un repunte a corto o medio plazo.
Más bien al contrario. La propia Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP) acaba de reconocer que el mercado ha entrado en una nueva etapa de
precios bajos, cuyos efectos se harán notar, y mucho, en las finanzas de las
principales economías productoras. En concreto, el cártel descarta que el barril
vuelva a superar los 100 dólares en los próximos diez años, incluso llega a
pronosticar un precio inferior a los 45 dólares en 2025, en el escenario más
pesimista.
La débil demanda, tras la desaceleración de China, y la revolución del
fracking (fracturación hidráulica), liderada por Estados Unidos, son
las causas que explican tal tendencia, según la OPEP. De hecho, en caso de que
se produzcan variaciones significativas, serán a la baja. La razón no es otra
que la posible retirada de las sanciones comerciales al régimen de
Irán por parte de las grandes potencias occidentales, tras la reciente,
aunque todavía provisional, luz verde otorgada por Washington al programa
nuclear de los ayatolás. Según la Agencia Internacional de la Energía, Irán, uno
de los mayores productores de crudo, extrae cerca de 2,8 millones de barriles al
día, pero tiene capacidad para generar 3,6 millones en el plazo de un año si,
finalmente, se levantan los embargos impuestos por Occidente. Esos 800.000
barriles extra, en un mercado en el que la oferta ya está en niveles máximos,
con cerca de 30 millones diarios de la OPEP, podría hundir el precio del
petróleo hasta los 20 dólares a medio plazo, tal y como advierten diversos
analistas, o, como mínimo, mantenerlo entre los 50 y los 70 dólares en 2016,
según las últimas
previsiones de la Agencia de Energía de Estados Unidos (EIA).
Ahora bien, por el momento, ese escenario no
parece inquietar lo más mínimo a Arabia Saudí, uno de los actores
más influyentes en el complejo escenario geopolítico del oro negro. En pleno
proceso sucesorio, tras la muerte del rey Abdalá y el ascenso al trono de
Salman, su política petrolera no parece que vaya a cambiar, al menos a corto
plazo. Los saudíes seguirán bombeando crudo a ritmo récord, de modo que muy
posiblemente la OPEP mantendrá su nivel de producción tras la reunión que
celebrará en junio. Su estrategia consiste, básicamente, en debilitar a sus
principales competidores aprovechando la guerra de precios que ha declarado
abiertamente alfracking, su auténtico rival a largo plazo. En el fondo,
lo que pretenden los saudíes con esta política de precios bajos es mantener e
incluso incrementar su cuota exportadora a largo plazo, a costa de tumbar a
otros países productores con una capacidad financiera para aguantar el embate
muy inferior.
En los dos últimos meses, las reservas de divisas del Banco Central de Arabia
Saudí han bajado en cerca de 36.000 millones de dólares, casi el 5% del total,
pues Riad ha tenido que tirar de ahorro interno para mantener su gasto público y
sus grandes proyectos de inversión, debido a la caída de los ingresos
procedentes del petróleo. Pero la cuestión clave es que pocos países productores
cuentan con reservas de divisas como las saudíes, próximas a los 700.000
millones de dólares, que les permitan soportar a largo plazo esa disminución de
recursos. En este sentido, hay que tener en cuenta que, desde 2012, las
economías de la OPEP –sin Irán– acumulan unas pérdidas de 200.000 millones de
dólares como consecuencia de la depreciación que registró el petróleo en la
segunda mitad de 2014, y que el agujero podría superar los 500.000
millones este mismo 2015, en caso de que el precio medio se mantenga en
torno a los 53 dólares por barril, según la
EIA. Y todo ello en términos reales, es decir, descontando la inflación.
En concreto, los ingresos netos de la OPEP procedentes de la exportación de
crudo bajarán desde los 917.000 millones de dólares (reales) en 2012 a unos
380.000 este 2015, lo que supone un descenso próximo al 60%. Si
se mide en términos per cápita, esto significa que los ingresos petrolíferos
caerán de 2.857 dólares por habitante en 2012 a 1.113 en 2015.
Arabia Saudí fue el país que más dinero perdió en 2014, con cerca de 36.000
millones de dólares, casi un 13% interanual menos, ya que sus ingresos netos por
exportaciones de crudo bajaron de 282.000 a 246.000 millones. Sin embargo, su
cuota de mercado se mantuvo intacta, en el 33,7% de los ingresos totales, y ésta
es la tendencia que pretende mantener e incluso reforzar Riad en los próximos
años. Gracias a sus cuantiosas reservas de crudo y, sobre todo, a sus bajos
costes de extracción y producción, el margen de beneficios de los saudíes sigue
siendo muy amplio en comparación con el de los demás países exportadores en esta
nueva era de precios bajos. Dicho de otro modo, hoy por hoy, Arabia Saudí es de
los pocos capaces de competir con la revolución del
fracking y no morir en el intento. Y lo
sabe…
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