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martes, 26 de mayo de 2015

Hacia la libertad monetaria

 El 'hayek' será la primera criptomoneda que permitirá a los ciudadanos de países con alta volatilidad monetaria proteger sus ahorros de la pérdida de valor que generan las medidas de sus dirigentes
Foto: (Reuters)
 

I think we can forget about existing money and existing banks, and gradually open a system of accounts which will displace the government money.
 
                                                                                                                            FA Hayek (1984)
 
Históricamente, la primera misión de un banco central fue la de financiar las guerras. En 1668 nació el primero con funciones de emisión, el Sveriges Riksbank de Suecia, para financiar la de Rusia. Años después, en 1694, el de Inglaterra, para financiar la de Francia. En 1782 el de España, para financiar la guerra de independencia americana, y en 1800 Napoleón hizo lo propio en Francia para financiar sus campañas. Tanto los Gobiernos sueco como el británico obligaron a sus bancos a respaldar la moneda con oro para evitar las inflaciones galopantes que provocaban. Con el tiempo, todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo, acabaron por adoptar un sistema bancario basado en un prestamista de último recurso, con privilegio de emisión de moneda y funciones adicionales que van desde la histórica de control del valor de la moneda (en todos los casos) a la más moderna de apoyo a la creación de empleo, tanto que no se establece como objetivo formal de la Reserva Federal norteamericana hasta 1977, sólo seis años después de que Richard Nixon cerrase la ventanilla del oro.
 
Así pues, salvo los panameños que puedan leerme y que siguen, a fecha de hoy, sin el paraguas de un banco central, prácticamente nadie en el mundo desarrollado habrá tenido la experiencia de vivir sin uno de ellos. El banco central, como los impuestos y la muerte, parece hoy inevitable.
 
Imagine que sale a comprar el pan y el panadero le entrega, por su euro, tres cuartos de la barra que le dio ayer. Le parecerá intolerable, se quejará y buscará otra tahona en la que su dinero compre lo mismo que ayer. Bueno, pues eso es exactamente lo que debería ocurrir con el banco central. Ante recortes de la capacidad adquisitiva, desgraciadamente, el contribuyente no puede escoger otra moneda, otro emisor, otro banquero en el que confiar. La razón es clara: los bancos centrales tienen otorgado el derecho exclusivo de emisión de moneda. Moneda que es de curso legal y poder liberatorio ilimitado (la facultad que tiene la moneda de permitir al deudor de liberarse de sus deudas con el acreedor mediante el pago), pero que es un simple medio de pago al carecer de la capacidad de actuar como reserva de valor. Por supuesto, eso ocurre con el único respaldo en la confianza que los agentes, los ciudadanos, las empresas y demás instituciones sociales. “Esto vale lo que yo le digo que vale”. Porque esa es la clave del actual sistema monetario capitalista, ese que defiende el libre mercado para todo –menos para la moneda–.
 
El 'hayek' será la primera criptomoneda respaldada físicamente por el metal amarillo. Cada unidad tendrá un gramo de oro como salvaguarda
 
Sin entrar en cómo sería un mundo con competencia monetaria entre los bancos, respaldada o no la emisión por algún activo físico (como expongo en mi libro Retorno al patrón oro, considero que la existencia de un patrón de salvaguarda, como históricamente han sido la plata y sobre todo el oro, tendría muchas más ventajas, pero acepto que la libertad de elección por el ciudadano pudiera llevarle a algún otro, como la mera confianza), parece evidente que la capacidad de elegir también ahí nos llevaría a un nivel superior de libertad.
 
Lejos hoy está esa posibilidad, pues los Gobiernos no quieren renunciar a los enormes beneficios que les aporta ese organismo independiente; sin embargo, los ciudadanos tenemos un sistema alternativo, aún en ciernes, de recuperar parte de esa libertad. Se trata de las criptomonedas, monedas digitales o monedas virtuales (no son equivalentes, pero a efectos del artículo evitaremos detalles). Desde el digicash de Chaun en 1990 (centralizado) hasta el bitcoin de Nakamoto en 2011 (primera de ellas totalmente descentralizada), el litecoin (2011 también) o el peercoin (2012), la mayor parte de ellas buscan un doble objetivo: “saltarse” la tutela de los bancos centrales y proteger el valor de los ahorros del usuario.
 
Más allá de los problemas de seguridad de esta y cualquier moneda (el “inviolable” bitcoin recibió un terrible golpe cuando su principal mercado de intercambio, Mt. Gox, cerró la web en abril de 2014 y presentó bancarrota; alrededor de 850.000 bitcoins se esfumaron, por un valor de más de 450 millones de dólares), uno de los principales defectos que personalmente observaba en ellas era su ausencia de respaldo. Esto es, detrás de todas ellas no hay nada físico, nada que se pueda pesar, nada que se pueda intercambiar, nada a lo que recurrir en el caso de quiebra de la confianza. Este problema se resuelve con la introducción del hayek, la primera criptomoneda respaldada físicamente por el metal amarillo. Cada unidad tendrá un gramo de oro como salvaguarda, de forma que el poseedor de un hayek tiene en su poder un gramo de oro. Al menos eso garantiza Anthem H. Blanchard, creador de esta moneda y director general de Anthem Vault, un fondo de compra-venta de metales preciosos que mantiene reservas físicas de metales preciosos de sus clientes en Salt Lake City, Utah.
 

Dos razones adicionales apoyan al hayek. La primera, permite a los ciudadanos de países con alta volatilidad monetaria proteger sus ahorros de la pérdida de valor que generan las medidas populistas de sus dirigentes. Argentina o Venezuela son sólo dos ejemplos en los que el respaldo de sus monedas nacionales por el oro hubiese impedido inflaciones criminales como las que han padecido, y aún padecen. Ante la imposibilidad de tal respaldo, el ciudadano podría comprar oro físico (con el riesgo de expropiación y/o robo) o hayeks. De esta forma protegería el fruto de su trabajo de la rapiña gubernamental. La facilidad de transferencia y pago del hayek son una ventaja añadida.
 
La segunda proviene de la descentralización, y es compartida con el bitcoin. Todos los sistemas de pago actuales están centralizados, bien en bancos, bien en los servidores de las entidades de crédito. Un ciberataque masivo DDoS (Denegación de Servicio Distribuida, según sus siglas en inglés) colapsaría el sistema financiero internacional. Esto no es una posibilidad teórica; en 2012, el 64% de los principales bancos del mundo sufrió un ataque de este tipo en algún momento; en diciembre de 2013 el Royal Bank of Scotland padeció uno que dejó a más de un millón de clientes sin posibilidad de operar durante alrededor de una hora; según informó la Sra. Litan, vicepresidenta y analista de Gartner Research, al menos tres bancos fueron víctimas en los primeros meses de este año de ataques DDoS de “baja potencia” que causaron la pérdida de millones de dólares en estas entidades. El CEO de la empresa de seguridad informática Kaspersky considera que el ciberterrorismo es una de las mayores amenazas a las que se enfrenta el mundo en la actualidad; los sistemas de transporte, las redes de energía o el sistema financiero serían objetivos prioritarios, de acuerdo con este experto. Esta empresa evaluó los daños sufridos por una empresa atacada entre los 50.000 y los 450.000 dólares, dependiendo del tamaño.
 
El sistema de seguridad del hayek, así como el del bitcoin, evita este problema mediante la descentralización del sistema de confirmación del pago; de esta forma, la posibilidad de inutilización del hayek sería casi imposible.
 

Por cierto, la frase de Friedrich August von Hayek que abre este post la pronunció en una conversación con James U. Blanchard III, recogida aquí. Entre otras curiosidades, Jim Blanchard era el padre de Anthem H. Blanchard, cuyo primer nombre proviene de la novela homónima de Ayn Rand, y la hache del segundo… del premio Nobel de Economía de 1974. A la afirmación de Hayek, Blanchard padre, muy serio, observó: “Quizá la unidad de cuenta, algún día, se conocerá como el ‘Hayek’”. No se me ocurre un mejor homenaje para ambos. La posibilidad de cambiar de tahona porque el pan cada vez es más pequeño puede convertirse en realidad. El camino hacia la libertad monetaria se escribe con iniciativas como esta.
 
Nota: ayer, 25 de mayo de 2015, se lanzó el hayek.




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