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domingo, 24 de mayo de 2015

Cómo la medición del PIB distorsiona nuestra visión de la economía

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El PIB pretende medir la actividad económica mientras se aleja en buena medida de la calidad, rentabilidad, profundidad, anchura, mejora, avance y racionalización de los bienes y servicios proporcionados.
Por ejemplo aunque un barco (construido con grandes gastos) navegara sin pasajeros, pescara sin éxito o viajara sin carga contribuiría sin embargo al PIB. Rentable para los inversores o encallado en la arena, sumaría en el PIB. Surcando los mares o corroyéndose en una concha de color naranja, el PIB de la nación crecería.[1]
Dicho de otra manera, el PIB no evalúa apropiadamente el valor de bienes y servicios proporcionados ni estima el nivel de vida de una sociedad. Es una regla con marcas irregulares y un reloj con tictacs erráticos.
Como pruebe, observad este absurdo: en 1990, el PIB soviético equivalía a la mitad del PIB de EE. UU., según el CIA Factbook de 1991. Nadie que visitara la Unión Soviética en 1990 creería que su economía se acercara al 50% de la calidad y cantidad de los bienes y servicios producidos en Estados Unidos. La producción definida por el PIB puede haber sido fuerte, pero construir carreteras a ninguna parte, fundir acero inutilizable y hornear pan apenas comestible exagera la definición de “producción”. Y esto describe los bienes que se producían de verdad- No hay contabilidad de los costes de oportunidad de bienes y servicios esenciales perdidos.
¿Cómo puede ser esto? ¿Por qué refleja malamente el PIB el tamaño económico y su vitalidad? La culpa se encuentra en buena parte en tres conceptos falaces incluidos en las “mediciones” del PIB:
(1)   Los bienes intermedios (por ejemplo, el acero) deben eliminarse para evitar “contabilizarlos dos veces”.
(2)   Los gatos públicos consisten en de actividades viables.
(3)   Las importaciones deberían restarse de las exportaciones.

La sobrevaloración del consumo

¿Qué transacciones deberían incluirse dentro del PIB? Como la mayoría de los productos constan de otros productos, los diseñadores del PIB tratan de evitar “contabilizar dos veces” transacciones incluyendo en buena parte solo bienes y servicios finales producidos. Con sus métodos, la fabricación de un coche se contabiliza (como un aumento en inventario), pero el metal, caucho y plástico comprados en su creación, no. Pero las reglas detrás de lo que hace “final” una transacción son arbitrarias. La lógica podría igual de fácilmente justificar incluir la venta de un automóvil a un consumidor y descartar su producción previa. Además, cualquier transacción “final” durante un periodo concreto no incluye necesariamente bienes intermedios producidos ene se mismo periodo: matal, caucho y plástico comprados hoy probablemente sean para un coche distinto fabricado o vendido en un periodo (futuro) distinto.
Independientemente de la naturaleza arbitraria de la determinación de las ventas finales y a pesar del problema de ajustar temporalmente los bienes intermedios con sus ventas finales asociadas, la exclusión de ciertas transacciones “intermedias” simplemente excluye volúmenes masivos de actividad económica. Así, el PIB infravalora la economía en su conjunto sobrevalorando burdamente su componente de consumo en relación con la inversión empresarial. Una mejor medición de la producción general se creó en 2014, cuando el Departamento de Comercio de EE. UU. empezó a publicar la Producción Bruta, que incorpora las transacciones intermedias. Utilizando la Producción Bruta, las estadísticas de consumo comúnmente citadas que equivalen al 70% de toda la actividad económica caen rápidamente a un mero 40%.

El tratamiento de los gastos públicos como productivos

Si el PIB pretende medir la actividad económica que beneficia a la sociedad, la inclusión del gasto público es dudosa. El PIB “producido” en la Unión Soviética no es distinto del PIB “producido” por cualquier gobierno: la diferencia es solo de escala. Todo gasto público es en alguna medida mala inversión, pues, como señalaba Rothbard:
Gastar solo mide el valor de la producción en la economía privada, porque ese gasto es voluntario por servicios prestados. En el gobierno, la situación es totalmente distinta (…) su gasto no tiene relación necesaria con los servicios que podría estar proporcionando al sector privado. De hecho, no hay forma de medir estos servicios.
La ausencia de acción voluntaria hace impotentes a los precios y sin descubrir los precios reales no pueden evaluarse los beneficios. Esto no significa que todos los bienes y servicios proporcionados por el gobierno dejen de existir, sino que alguna producción (por ejemplo, hospitales, escuelas, carreteras, etc.) revertirían al sector privado. En la medida en que el gasto público en bienes y servicios se produjera en el mercado libre, la contribución pública al PIB puede ser positiva, pero sobrevalorada ( se aproxima actualmente al 20% del PIB de EE. UU.). Una expresión más ajustada de la actividad económica reduciría, si no eliminaría, la contribución de los gastos públicos. O quizá, como argumentaba Rothbard, la mayoría delas facturas o gastos públicos deberían en realidad deducirse del PIB, ya que “todo gasto público es una calara devastación en lugar de una suma” para la economía.

Los problemas de restar las importaciones de las exportaciones

Como ha señalado varias veces Robert Murphy, la totalización de importaciones frente a exportaciones a la hora de determinar el PIB infravalora seriamente la contribución del comercio a la actividad económica general. O sea, una economía que exporta 1$ e importa 1$ tendría la misma contribución al PIB (cero) que una que exporta 100.000 millones de dólares e importa 100.000 millones de dólares. Evidentemente, a la segunda economía le iría mucho peor con la cesación repentina del comercio.
Un elemento del PIB es la mentalidad mercantilista de tratar positivamente las exportaciones y negativamente las importaciones. ¿Por qué se suman las exportaciones al PIB mientras que se restan las importaciones? Si el objetivo del PIB es medir los bienes servicios proporcionados a la gente dentro de una región geográfica, las importaciones (no las exportaciones) son el beneficio. Las exportaciones no son sino el pago por las importaciones. El problema y la confusión derivan de que el cálculo del PIB excluye irrealistamente otras formas de pago: debería suponer una diferencia si las importaciones se financian con niveles crecientes de deuda o si los fondos se acumulan de años previos de exportaciones compensadas. Si China convirtiera más de 1 billón de dólares en instrumentos de deuda de EE. UU. en importaciones de bienes y servicios estadounidenses, su gente se beneficiaría hoy, pero, bajo la contabilización del PIB, el impacto negativo de las importaciones compensarían un mayor consumo o gasto público (el aumento en el PIB se produjo previamente en los años en que las importaciones crearon un superávit comercial).

El PIB está pensado para avanzar en el programa keynesiano

Simon Kuznets (1901–1985) revolucionó la econometría y estandarizó la medición del PIB. Después de pulir su artefacto estadístico en la Rusia bolchevique, se mudó a Estados Unidos, donde continuó su investigación que acabó culminando en su libro de 1941, National Income and Its Composition, 1919–1938. Aunque no era exactamente un keynesiano, la naturaleza y momento de su investigaciónalimentó la revolución keynesiana, ya que la planificación centralizada requiere estadísticas económicas. Como señalaba Murray Rothbard:
Las estadísticas son los ojos y oídos del burócrata, el político, el reformista socialista. Solo por estadísticas pueden sabe, o al menos tener un idea de lo que está pasando en la economía. Solo por estadística pueden saber (…) quién “necesita qué en la economía y cuánto dinero federal debe canalizarse en qué dirección.
Lod fundamentos teóricos defectuosos del PIB y su aceptación motivada políticamente distorsionan el rendimiento y la naturaleza de una economía al tiempo que no estiman satisfactoriamente el nivel de vida una sociedad. De hecho, Kuznets entendía esto en parte. En su primer informe al Congresod e EE. UU. en 1934, Kuznets dijo: “el bienestar de una nación difícilmente [puede] inferirse de una medición de la renta nacional”. Pero persiste el uso miope del PIB. Que su permanencia y persistencia solo sirva a las políticas keynesianas de mayor gasto de consumo, mayor gasto público y mayores exportaciones por medio de devaluación de la moneda no de vería considerarse una coincidencia. Por desgracia, el estancamiento económico, la acumulación y la inflación de precios resultantes son tan inevitables como predecibles.



[1] A partir de diciembre de 1991, la Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de EE. UU. destacaba el producto interior bruto (PIB) por encima del producto nacional bruto (PNB) como una medición de la producción dentro de EE. UU. La diferencia en PIB y PNB se encuentra en el tratamiento de las rentas de origen exterior: el PNB mide el valor de los bienes y servicios producidos por los nacionales de EE. UU., mientras que el PIB mide el valor de los bienes y servicios producidos dentro de las fronteras de EE. UU., independientemente de la nacionalidad del propietario. Para lo fines de este artículo, las diferencias entras cada medición no son importantes y por tanto “PIB” se utiliza como sinónimo de PNB.

Publicado originalmente el 15 de mayo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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