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domingo, 31 de mayo de 2015

Adiós capital, adiós empleo

CARLOS CUESTA




No es la primera vez que se grita el «sí se puede». Ni será la última vez que se arroje la frase al resto de ciudadanos, como si no creer en promesas suicidas fuese delito. Y no lo será, pese a que los defensores del populismo nunca jamás han calculado previamente los efectos de sus promesas. Ni han admitido a posteriori el desastre económico y social originado. Quienes hoy vuelan sobre nuestras ciudades montados en las alfombras de la utopía aseguran haber aprendido de Venezuela. Pero ¿qué es lo que han visto allí?
La historia reciente de aquel país no es ningún calco de la nuestra. Pero sí tiene puntos en común. Porque la Venezuela de finales de los 90 era un país cosido a corrupción, con partidos desacreditados y dificultades económicas y sociales. Con grados y motivos distintos a los nuestros, cierto. Pero no tan lejanos en su génesis. Y claro que se puede aprender de lo ocurrido allí. Para evitarlo con todas las fuerzas. Venezuela era y es una de las potencias petroleras con mayores reservas del mundo. Uno de los centros que debería haber atraído capital extranjero con total facilidad. Y así lo debió creer Chávez cuando decidió manosear el sector energético y establecer un férreo control de cambios allá por 2003. 'Yo controlo las fuentes de riqueza y el resto de empresarios ni se mueven' debió pensar. Pero obviamente ocurrió lo contrario.
Chávez limitó la libertad de empresa, la salida de dividendos y hasta los precios finales. Exactamente igual que hoy reclama el populismo en España. Incrementó el crédito público, forzó a la banca privada a seguir su ejemplo y paralizó inversiones 'neoliberales', tal y como hoy piden los seguidores de Podemos. Y, todo, con el objetivo de suavizar el coste de los productos básicos y evitar la salida de dólares, los mismos que hoy gritan algunos de nuestros recién elegidos cargos. Pero Chávez logró exactamente lo contrario. Mientras que en Venezuela ingresaron entre 1998 y 2012 cerca de 14.000 millones de dólares, Colombia recibió 64.000 millones, Perú 66.000 millones y Brasil 405.000 millones. Y mientras que otras economías vecinas lograban pelear contra la fuga de capitales, Venezuela registraba en esos 14 años una salida de capitales de 177.500 millones. ¿No lo recuerdan nuestros genios de la promesa? ¿O es que todo daño vale con tal de cumplir su sectario sueño de poder?




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