Autor: Peter St. Onge
Uno de los debates económicos más interesantes en el último par de décadas es por qué la economía se está ralentizando.
Desde 2000, el crecimiento del PIB por cabeza en EE. UU. ha sido del 0,9% anual, comparado con el 2,3% anual en los cincuenta años precedentes. Es una gran diferencia: con un 2,3% anual doblamos riqueza cada generación. Al 0,9% nos lleva casi un siglo doblar. Entonces, ¿por qué la ralentización?
Incluso el jovencísimo blogger Ben Bernanke entra en el juego con su nuevo blog, mientras que Tyler Cowen ha escrito un pequeño libro sobre el tema, llamado The Great Stagnation.
Una cosa con la que la mayoría de los economistas, a derecha e izquierda, están de acuerdo es en que hace falta inversión para hacer más productiva una economía. Así que, naturalmente, los economistas se centran en las tasas de inversión. Que de hecho han bajado en todo el mundo industrial, igual que en la cifras de EE. UU. anteriores.
Miedos inapropiados de atesoramiento y deflación
Para los keynesianos, cualquier problema es un problema de demanda: es su único martillo para resolverlos todos. Así que la postura de Bernanke, Summers y el omnipresente Krugman es, con pequeños ajustes, que hay demasiado ahorro pululando en este mundo, en lugar de siendo invertido. Ese ahorro actúa como un peso muerto sobre las mejoras de productividad.
“Ahorro”, tanto para keynesianos como para austriacos significa dinero no gastado en consumo. Pero los keynesianos no ven que se pueden hacer dos cosas muy distintas con los ahorros: se pueden atesorar o se pueden invertir. Atesorar significa que se guarda, lo que aterroriza a los keynesianos. Invertir significa que en realidad se gasta el dinero en algún bien o servicio productivo.
Cuando el keynesiano se queja sobre dinero muerto, quiere decir que hay demasiado atesoramiento. Pero esto entiende explica completamente mal cómo el ahorro atesorado afecta a la inversión. Un dólar que no se gasta equivale a eliminar temporalmente ese dólar de su existencia. Es lo mismo que si se hubiera enterrado. Esto significa que todos los dólares restantes aumentan de valor.
Para explicarlo, supongamos que tenemos 100.000 millones de dólares en la economía y quemamos 25.000 millones. ¿Qué ocurre? Los restantes 75.000 millones hacen el trabajo de los 100.000 originales. Lo que significa que cada dólar aumenta en valor un 33%. Pero si en lugar de quemarlo se atesora, el impacto es el mismo: los dólares restantes en circulación aumentan de valor. Se obtiene deflación. Seguimos consiguiendo gastar 100.000 millones, solo que lo logramos con menos pedazos de papel.
Así que atesorar simplemente transfiere poder adquisitivo a dólares aún en circulación. Lo que significa que la pesadilla keynesania del “empacho de ahorro” no tiene ningún impacto en la inversión. Ya que el atesoramiento se cancela a sí mismo mediante el ajuste del poder adquisitivo.
El papel de la regulación
¿Qué está causando entonces la ralentización? Cowen, que está entre los pocos economistas ortodoxos con formación real en economía austriaca, se acerca más a lo que yo pienso que es la verdadera causa, cuando mira a los problemas del lado de la oferta. Aun así, pienso que olvida lo evidente. Cowen afirma que hemos arrancado la fruta que cuelga bajo (exceso de tierra en la frontera, educación básica de los niños) y ahora tenemos que aguantarnos y acostumbrarnos a lo nuevo normal.
El problema aquí son los plazos. La frontera se “cerró” hace más de un siglo, en realidad antes del mayor salto en el crecimiento económico de EE. UU. (la “edad dorada”). Los niveles de alfabetización, se estabilizaron también un siglo demasiado pronto. Sospecho que un análisis estadístico diría que, por pura coincidencia, se produjo exactamente lo contrario: el crecimiento económico creció una vez se cerró la frontera y se estabilizaron los niveles de alfabetización.
¿Qué está causando entonces la ralentización? Bueno, necesitamos algo que realmente ocurriera en el plazo correcto. Para mí que el problema es bastante obvio: la creciente regulación. Es difícil cuantificar el impacto de las regulaciones: ¿cómo medimos una regulación con respecto a, por ejemplo, vender comida en la valle o hacer trenzas sin licencia? Así que necesitamos usar indicadores.
He aquí un gráfico del número anual de páginas en el Registro Federal. Es un indicador de cuántas normas llegan, lo que a su vez es un indicador de la carga regulatoria. Esta dio un enorme salto desde la década de 1970, interrumpida brevemente por la actividad desreguladora de Carter, reanudando luego su alza desde la década de 1980.
Comparando los números de productividad con las páginas de regulación, estos se ajustan bastante bien: antes de 1971, el PIB real era del 2,4%. Desde 1971, va al 1,8%. Aun así, la gran caída desde 2001 no se explica simplemente por las páginas: no hubo un gran salto en 2000 en las páginas del Registro Federal.
Así que los plazos no son perfectos, pero hay otras comparaciones que también deberíamos hacer. En concreto, tenemos que mirar a otros países porque nuestra visión de la ralentización cambiará dependiendo de si todos los países están experimentando o no una ralentización, o solo ciertos países.
Tanto la teoría del empacho de ahorro de Summers-Bernanke-Krugman como en la explicación de la fruta que cuelga bajo de Cowen, se está proponiendo algo que debería estar afectando al menos a los países ricos. En la explicación de la regulación, esperaríamos distinto daño dependiendo del celo regulatorio de países concretos.
Los datos apoyan la explicación (regulatoria) del país concreto, simplemente porque todavía hay países ricos que están creciendo. La ralentización no está afectando a todos. He aquí un gráfico de rendimiento durante el llamado estancamiento de los cinco mayores países en libertad económica, clasificados por el Índice de Libertad Económica 2015 de Heritage:
Lo más interesante son los tres países que realmente superaron a EE. UU. durante el supuesto estancamiento mundial: Singapur, Australia y Suiza. Singapur solo pasó a EE. UU. en renta por cabeza en 2011, Australia en 2010 e incluso Suiza tenía la misma renta que EE. UU. en 2000 (y ahora es casi un 50% más rica).
¿Qué tienen entonces de especial estas economías? En general, no hay nada que tengan en común, por ejemplo, Australia, Singapur y Suiza: idioma, tamaño del país, estructura de la economía, tipo de gobierno. Sin embargo, lo que sí tienen en común es una carga regulatoria baja, gobiernos limitados, estado de derecho. De hecho, tanto Suiza como Singapur se ven habitualmente amenazados por EE. UU. por ser refugios fiscales.
Si, de hecho, es esta actitud relativamente amistosa con los negocios la que deja que algunos países escapen del supuesto Gran Estancamiento, tenemos todavía otra razón para dudar de las prescripciones políticas de la postura de Summers-Bernanke-Krugman. En lugar del papel expandido del gobierno en el préstamo o el pesimismo de Cowen, la solución está clara: hacer tanto esfuerzo para eliminar peso muerto regulatorio y fiscal como ponemos para crear nuevas cargas.
Publicado originalmente el 19 de mayo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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