JOSÉ ANTONIO NAVAS
Por tierra, mar y aire. El Gobierno se ha maliciado hasta la saciedad durante las últimas semanas para impedir a toda costa el nombramiento de Amparo Moraleda como consejera de Airbus. El tiro ha salido finalmente por la culata y la antigua presidenta de IBM, vieja amiga de Zapatero y que un día llegó a soñar con desbancar a César Alierta del trono de Telefónica, ha conseguido salirse con la suya hasta convertirse en la primera dama española dentro del máximo órgano directivo del consorcio aeronáutico europeo. Todo ello en contra y a pesar del criterio representado por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) y el Ministerio de Defensa, que son los encargados, se supone, de proteger los intereses patrios en todas aquellas cuestiones donde los planes logísticos de las Fuerzas Armadas se mezclan con los grandes negocios empresariales.
Las especiales circunstancias derivadas del luctuoso siniestro de Sevilla han terminado de arruinar la operación que venía siendo diseñada desde hace tiempo por Pedro Morenés en su afán de colocar a alguien de su cuerda en el seno de Airbus. El ministro de Defensa ha tenido que concentrar sus esfuerzos en presidir funerales y reclamar las consabidas investigaciones de rigor, de manera que sus otras gestiones sólo han servido para suscitar nuevas tensiones con la dirección del grupo multinacional. La palma se la lleva en todo caso el ex ministro Josep Piqué en su calidad de antiguo consejero español en Airbus y principal valedor en el nombramiento de su sucesora, pero lo cierto es que la bronca institucional ha puesto en evidencia la escasa calidad de una labor diplomática que carece del mínimo conocimiento del medio y que pretende ganar batallas empresariales disparando fuego de artificio con recursos al pataleo.
Piqué comunicó su dimisión al consejo de administración del gigante aeronáutico el 20 de febrero subrayando que sus nuevas obligaciones como consejero delegado de OHL le impedían compatibilizar el cargo. En el Gobierno consideran que el ex ministro ha actuado por su cuenta y riesgo sin informar de la vacante que provocaba su salida de Airbus, aunque lo cierto es que el entorno de Morenés sabía desde hace un año que Piqué no podía continuar por mucho tiempo en el consorcio europeo. Sea como fuere, el Ministerio de Defensa y la SEPI han estado todo este tiempo ocupados en las típicas discusiones entre galgos y podencos facilitando que Amparo Moraleda encontrara su Pigmalión ocasional para escarnio del propio Rajoy y algunos ‘dirigentes/as’ populares que esperaban hacer carrera compartiendo sillón conJean-Claude Trichet, Michel Pebéreau o Lakshmi Mittal en un empleo retribuido por lo demás con cerca de 150.000 euros anuales. Sin duda alguna, una bicoca muy apetecible en los tiempos que corren y más teniendo en cuenta los muchos estómagos agradecidos que habrán de ponerse a dieta tras la debacle electoral del 24-M.
En un exceso de celo político inútil y a destiempo, el Gobierno ha votado en contra de Amparo Moraleda y culpa de su nombramiento al ex ministro Piqué
El ex ministro y portavoz del Gobierno con Aznar cuenta por fallidos sus distintos acercamientos políticos con la tropa de Rajoy. Piqué rechazó hace cuatro años la invitación del presidente para formar parte de su gabinete y desde entonces viene padeciendo una especie de síndrome de Casandra en sus roces con Pedro Morenés y Cristóbal Montoro sobre el papel que debe jugar España como socio con derecho propio en el capital de Airbus. La última desavenencia ha sido la petición a destiempo, expresada formalmente desde la SEPI, para que reconsiderase su dimisión irrevocable como consejero de la multinacional aeronáutica. Un favor del todo punto inviable porque la renuncia de Piqué fue ratificada inmediatamente por el consejo de Airbus y estaba comunicada formalmente desde el 15 de abril a la Comisión de Valores.
Fue a partir de esta última fecha cuando el Gobierno tocó zafarrancho de combate en busca de un imposible. En un alarde de improvisación, Defensa pretendía que el representante español siguiera amarrado al duro banco del consorcio europeo el tiempo mínimo para que a Moraleda se la pasara el arroz y el suficiente para encontrar un head hunter dispuesto a rubricar la nominación de otro candidato, por supuesto afín a los intereses del Partido Popular. Los nombres de Eduardo Serra primero y Belén Romana después han encabezado las nominaciones procedentes de las distintas facciones oficiales que trataban de arrimar el ascua a su sardina. Una estrategia muy poco efectiva más allá de las fantasías animadas que genera el vértigo de poder y un desafío de la lógica empresarial que pone de relieve el desconocimiento de algunos dirigentes políticos sobre el modo y manera en que se manejan las grandes corporaciones en los mercados globales.
La asamblea general celebrada este miércoles en Amsterdam por Airbus bien puede engrosar la lista de los mejores esperpentos nacionales con un Gobierno en descomposición, tratando de salvar los muebles e invocando un pacto de accionistas a nivel de Estado con Francia y Alemania para, ahí es nada, testimoniar ante la opinión pública mundial el voto en contra de la nueva representante española. Todo ello de cara a la galería porque a Moraleda no hay ya quien la mueva del sillón y encima podrá ejercer su presunta independencia sin tener que pagar ningún tipo de lealtad a la SEPI ni al Ministerio de Defensa. Los platos rotos del despropósito van destinados duros y a la cabeza de Piqué, considerado a partir de ahora como ‘persona non grata’ dentro del Partido Popular y a quien pocos arriendan las ganancias incluso como máximo ejecutivo de OHL.
Una crisis larvada hace cinco años
Aparte de mostrar la crisis de identidad que padece el gigante europeo, la batalla societaria provocada por España no es más que el lógico desenlace de una historia permanente de frustraciones que se iniciaron a principios de 2009 cuando el entonces responsable en nuestro país, Carlos Suárez, tuvo que dejar la empresa tras un enfrentamiento a cara de perro con el ahora consejero delegado de Airbus Group, Tom Enders. El conflicto derivaba de la propia visión del negocio impuesta por la multinacional, que ha limitado las fábricas de la antigua Construcciones Aeronáuticas (CASA) a una mera función de montaje sin mayor valor añadido para la economía nacional. A cambio, los ministros de turno han salido airosos en la foto cada vez que se hacía la entrega oficial de un pedido internacional, paseando un trofeo que en realidad sólo ha servido para adornar la vitrina de las apariencias.
La dirección de Airbus redujo hace años el papel de las fábricas españolas a labores de montaje y entrega de aviones sin valor añadido para la industria nacional
La industria española trata de presumir de tacón cuando lleva años pisando con el contrafuerte y el celo político exhibido con pinturas de guerra en la designación no deseada de la nueva consejera española de Airbus debería haberse ejercido hace muchos años como garantía de la imagen de marca que corresponde a España en los grandes proyectos de cooperación empresarial en Europa. El Gobierno lamenta ahora con lágrimas de rabia lo que no ha sabido defender en el terreno operativo donde se ventilan día a día las verdaderas decisiones estratégicas. Hace tiempo que nuestro país es un mero convidado de piedra dentro del consorcio aeronáutico, obligado a trabajar a uña de caballo y exigido hasta el punto de afrontar vuelos de prueba en fines de semana para cubrir como sea los más exigentes objetivos de producción. Todo ello con el riesgo de quedar retratado como responsable final para el caso de que algo salga mal, como ocurió hace tres semanas en Sevilla.
Los lamentables incidentes de la junta accionistas de Airbus no son nada en relación con el trágico accidente del A400M pero en ambos casos se pone de manifiesto la obligación de cambiar el paso dentro del consorcio aeronáutico y, sobre todo, de identificar un nivel realmente válido de interlocución institucional. El desmadre producido en julio del pasado año con la segregación de los derechos políticos y económicos en el seno de todas las empresas públicas de ámbito militar ha otorgado galones al Ministerio de Defensa en detrimento de la SEPI. A la postre, el uno por el otro y la casa sin barrer en un ejemplo más de un Gobierno diletante, propio de esa España berlanguiana confiada a un Míster Marshall que pasó de largo hace más de sesenta años. Una vez desatados los truenos ya sólo quedar esperar el socorro de Santa Bárbara.
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