El FT, Münchau y por qué la quita de
Podemos no es la solución
No ha tardado la izquierda mediática en hacerse eco del último artículo publicado por Wolfang Münchau en el Financial Times este lunes (FT, “Radical left is right about Europe´s debt”, 23-11-2014). En él se hace eco de las tesis de Podemos –y de otros partidos de corte similar en Europa- y defiende una quita de la deuda como solución a buena parte de los males que afligen a las depauperadas economías europeas y fórmula para evitar un estancamiento estructural de la región; en sus palabras, un “invierno nuclear”. Tan inesperado refrendo ha hecho del “¿lo ven?” grito de guerra de quien necesita de eslóganes para suplir la falta de viabilidad de una parte sustancial de sus propuestas.
Sin embargo, no es la solución. O, mejor dicho, no es la única solución.
Para poder analizar de forma correcta los planteamientos de Münchau, hay que tener en cuenta su trayectoria reciente: el proceso de radicalización de su pensamiento hacia postulados de política monetaria y fiscal más cercanos aKrugman que a la línea de análisis dominante en su país de origen. Basta con ver los titulares y contenidos de los posts por él publicados en el rotativo británico a la vuelta del verano. Su desesperación ante la inacción, la tibieza, el politiqueo y la falta de liderazgo en la Eurozona, que es difícil no compartir, ha dirigido sus postulados hacia posiciones más heterodoxas. Precisamente por eso extrapolar sus conclusiones al conjunto del medio que las recoge es falaz.
Dicho esto, vayamos a lo mollar del texto.
Sus dos planteamientos iniciales son correctos. Uno, la configuración del euro fue errónea y ha creado unos problemas de competitividad en los países de la periferia que difícilmente se podrán resolver sin un replanteamiento de la moneda única en su conjunto. A lo largo de estos años de crisis han surgido múltiples iniciativas sobre el particular pero no es lo que nos ocupa hoy. En segundo término, la verdad de las verdades: la crisis europea es de deuda, de exceso de deuda, pública y privada -esta última en severo proceso de ajuste- y, por tanto, sólo actuando sobre ella podrá Europa algún día ver la luz. En ambas premisas estamos, pues, de acuerdo.
Sin embargo, centrándonos ya en EL Problema, en el objeto de su controvertida entrada, lo que no se puede hacer es construir la casa por el tejado, esto es: tratar con ligereza de un impago de lo debido sin antes abordar aquello que puede evitar que se tenga que volver a aplicar una solución tan radical en el futuro. Uno puede poner en riesgo su credibilidad ante los acreedores una vez, pero no jugar permanentemente de farol si quiere que le sigan financiando. El caso de Grecia es paradigmático: tampoco es necesario irse muy lejos para encontrar ejemplos de la ineficacia de la idea si no viene acompañada de otras medidas que involucren de manera decidida a todo un país. Nadar y guardar la ropa es imposible.
Tradicionalmente una coyuntura de exceso de apalancamiento soberano se resuelve por cinco vías: crecimiento, que requiere de reformas estructurales que lo facilite en una situación de precariedad presupuestaria que limita la acción de la administración; recortes de gasto, muy condicionados por las servidumbres del estado del bienestar; inflación, que se trata de un impuesto encubierto extraordinariamente regresivo; el impago, que es la solución ofertada por Podemos y Münchau; y la represión financiera, que supone utilizar al banco central para mantener los tipos de interés artificialmente bajos con el fin de liberar renta a los deudores, para que puedan consumir e invertir, y a los estados para que puedan ir repagando lo debido a la vez que asumen una carga financiera más ligera.
Pues bien, proponer de forma aislada la cuarta de las alternativas, como hacen los partidos más radicales de izquierda, sin atender al resto de las posibilidades, es peligroso. Hacerlo de manera simultánea a otras decisiones que agravarían el problema, suicida, como ha quedado acreditado en numerosos regímenes populistas. Y, no obstante, esa es su hoja de ruta: frente a la liberalización e iniciativa privada, intervención; contra la optimización de los recursos escasos, mayores impuestos auspiciando fuga de talento y emprendimiento. La ilusión de un control monetario que permita la expansión del balance estatal sin consecuencias es ridícula. Pretender una quita sin, uno, limite al endeudamiento público, y, dos, propuestas sensatas para una mejora sostenida de las necesidades de financiación de Moncloa, regiones y municipios, insuficiente.
El problema de verdad, el porqué de que estas propuestas parciales e ineficaces ganan predicamento, se haya precisamente en que quien tendría que ofrecer las soluciones complementarias o sustitutivas, verdaderamente efectivas, no lo hace. Al contrario, con la única excepción de Alemania, incluso los gobiernos más liberales han caído en la socialdemocracia más recalcitrante. La táctica electoralista les ha hecho intentar la cuadratura del círculo, incapaces de interpretar que así no ganarían ni un solo voto sino que perderían hasta los suyos. Como ha sido el caso. Ahora cualquier reacción, incluso la de una Gran Coalición con líderes tan mediocres como Rajoy y Sánchez, llega tarde. Es la hora de la inmolación, como última posibilidad de rescatar España de las locuras de quienes están por venir (VA, "Rajoy, haga un último favor a España: ¡inmólese!", 13-11-2014). Como último cartucho contra esos que prometen esperanza para hoy y garantizan miseria en el mañana.
Justo lo contrario de lo que la ortodoxia económica es capaz de generar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario