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martes, 25 de noviembre de 2014


LA VENTANA DE Fundación Bankinter / Ripple Labs

Listos para cambiar


GREG KIDD

La primera revolución de internet fue cambiar la forma en que trasladamos información y la segunda, cambiar cómo desarrollamos/usamos nuestras redes sociales. Hasta hace tan solo unos años, la forma de registrar, enviar y gastar dinero era muy similar a como se hacía en la era previa a internet. Es verdad que la aparición del comercio electrónico y PayPal permitió a los usuarios usar el dinero de su cuenta bancaria a través de la web, pero esas mejoras eran poco más que una adaptación de la vieja guardia a las nuevas formas de acceso. Los bancos, las redes de tarjetas y los bancos centrales que les sustentaban seguían siendo los «carriles» de los que dependía el dinero. El dinero seguía funcionando a través de agentes centrales del estado-nación, y unos pocos emisores centralizados de programas de puntos o créditos de Facebook.
Los antiguos medios de comunicación consiguieron cargarse Napster, un negocio rompedor (si bien centralizado) para compartir archivos, al ver amenazado su control sobre el copyright. Sin embargo, los protocolos entre pares (descentralizados) que surgieron permitieron que la gente, en su más amplia definición, compartiera archivos sin el permiso de los poderes fácticos.
'Lo más rompedor: proponer que ningún gobierno, empresa o institución sea necesaria en el nuevo sistema monetario'
El razonamiento tras la tecnología P2P era que aunque era ilegal compartir material cuyos derechos de reproducción estaban protegidos, había otros usos legítimos que podían y debían existir. El razonamiento era en gran medida teórico hasta que irrumpió una solución P2P para emitir e intercambiar dinero como parte de una solución novedosa al problema del «doble gasto» de emitir dinero digital en internet. El resultado de aplicar los protocolos P2P a la criptografía fue la posibilidad de un libro global de contabilidad del valor a prueba de «dobles gastos» en cualquier lugar del mundo-y sin necesidad de un administrador central.
Hay algo que es aún más rompedor que P2P y la tecnología criptográfica: proponer que ningún gobierno central, empresa o institución organizativa sea necesaria en este nuevo sistema monetario. La ausencia de un control centralizado es una característica (no un fallo) de las nuevas formas digitales nacidas de internet, a diferencia del dinero autorizado tradicional.
Por supuesto que algún gobierno puede intentar restringir o castigar a las personas que utilicen una tecnología nueva-pero es muy difícil «desinventar» un protocolo que funciona sin que haga falta un punto de control centralizado. Un protocolo no tiene beneficios ni cuentas bancarias que incautar o gravar. Un protocolo simplemente existe y cumple con un objetivo, sea con más libertad si se le permite florecer, o más lentamente cuando se trata a los usuarios como delincuentes por rechazar la prerrogativa de quedarse en el status quo.
Hace 40 años, en el mini-tratado de 1976 «La desnacionalización del dinero», Fiedrich Hayek imaginó un mundo sin monopolios en el control de divisas. Ideó un mundo en el cual la competencia por distintas formas de dinero daría como resultado nuevas divisas no-estatales que la gente adoptaría o rechazaría según su rendimiento. Hayek no veía la utilidad de los monopolios estatales que limitaban las opciones de la gente a la hora de llegar a sus propias conclusiones sobre la utilidad de una forma de dinero u otra. Al igual que con internet, que los mismos usuarios pudieran elegir lo que valía la pena podía y debía definir quién ganaba y quién perdía en la carrera por ser el símbolo del dinero.
Aunque la tecnología P2P y la criptografía podrían no resultarle familiares a Hayek hoy día, la carrera resultante entre las innovadoras formas de dinero le sería perfectamente familiar y adecuada, dada su profética visión sobre cómo el dinero no tiene que estar respaldado por un estado nación para ser útil o incluso superior. Este experimento no ha hecho más que empezar, nos encontramos probablemente en el momento equivalente a la década de 1990 para internet, antes incluso de que empezara la world wide web.
El tiempo dirá dónde nos puede llevar, y nos llevará, el nuevo dinero.

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