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sábado, 29 de noviembre de 2014



Ética y confianza, los retos de la banca


Ahora que España está cerrando el rescate bancario y sus entidades han aprobado con buena nota los test de estrés, la banca debe reinventarse para superar su mala imagen y su reputación, tras ser acusada de provocar una de las mayores crisis económicas y, sobre todo, tras haberse alejado de las necesidades reales de sus clientes.

Necesitamos una nueva banca más ética, transparente, sólida, flexible, justa e innovadora. Ya en los años 60, los pacifistas norteamericanos promovieron acciones al darse cuenta de que, mientras reclamaban a los gobernantes el abandono de la Guerra de Vietnam, parte de sus ahorros la estaban financiando.

Pese a todas las actuaciones reprochables que le podemos atribuir a la banca, sigue siendo un activo esencial en el crecimiento económico. Es innegable que en nuestro país muchos ahorradores han sufrido importantes reveses a las expectativas que tenían puestas en sus inversiones. Pero no es menos cierto que el sector bancario tiene una imagen más deteriorada de la que se merece por lo que tiene un arduo trabajo reputacional por delante .

Cuando cunde el pánico, al pequeño inversor sólo le preocupa el capital y olvida que en tiempos de bonanza sólo pensaba en el interés. Cuando en España sólo oíamos a nuestros gobernantes que todo iba bien, la gran mayoría de los clientes escuchaban poco a su gestor y mucho a las proyecciones de rentabilidad.

La situación de bonanza económica, junto a la falta de cultura financiera de la mayoría de inversores y la ausencia de formación específica en buena parte de los empleados bancarios, desencadenó un torbellino de políticas orientadas a la venta de ciertos productos. Seamos francos, lo que todo inversor quiere es rentabilidad, solvencia y liquidez, pero esta no es una relación directamente proporcional.

Mientras los depósitos dieron rentabilidades que superaban la inflación con la garantía del Fondo de Garantía de Depósitos, no había mucho que pensar. Pero el mundo se mueve y la rentabilidad fácil de estos productos ya es historia. Esta situación provoca que, para obtener rentabilidades que superen al incremento de los precios, tengamos que tomar decisiones de inversión que requieren conocimientos financieros más complejos.

La nueva normativa de regulación de los mercados financieros MiFID II incorpora, entre otras medidas, la protección al inversor mediante los test de idoneidad que clasifican a los clientes en perfiles según su adversidad o tolerancia al riesgo.

Estamos entrando de lleno en una nueva situación y ello propicia el crecimiento de las sociedades gestoras de instituciones de inversión colectiva independientes, así como de agencias de valores independientes y de EAFIS, dotados de plantillas con una amplia formación financiera, orientados totalmente a los intereses del cliente, al estar desvinculados de productos propios.

También la banca habla de orientación al cliente y está impulsando la formación de gestores especializados. A mi entender las entidades tienen por delante, entre otros, un reto importante, como es el de superar la desconfianza de los clientes y, paralelamente, la de buena parte de sus plantillas que viven la animadversión y la incertidumbre en la que hoy está inmersa el sector.

Creo que las entidades que mejor y más rápidamente recuperarán esa confianza perdida serán las que además de una buena comunicación, dispongan de claras estrategias de orientación al cliente, buscando cubrir sus necesidades reales y que den apoyo de coaching para ayudar a sus mandos intermedios a que abandonen la dirección convencional, basada en el orden y control a favor de un liderazgo por valores que influya y oriente, con el objetivo de recuperar la confianza de sus gestores. Son estos gestores los que trasladan la confianza a los clientes y pienso que es fundamental que primero la recuperen ellos y eso entiendo que lo conseguirán con buena formación y sintiéndose valorados.

Jordi Calsina, EFPA España (Asesores Financieros).



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