Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU.
Sorpresa general: la economía española alcanza una inesperada velocidad de crecimiento, mayor incluso que las de los países más productivos de la eurozona. La política aplicada por el Gobierno de Mariano Rajoy había sido declarada contraproducente por la mayoría de los economistas nacionales y extranjeros. En especial lo hizo el profesor Krugman durante su visita a España hace ya dos años, que afirmó que la crisis se debía a que la demanda total o agregada de la economía española era en exceso débil. Para él, si por falta de confianza la demanda privada es insuficiente, debe ser la pública la que acuda al rescate. Era necesario, concluyó, que España siguiera endeudándose para obtener fondos con los que lanzar una gran política de empleo público e inversión en infraestructuras. Una vez relanzado el crecimiento, aumentarían los ingresos fiscales y la deuda iría enjugándose.
Krugman ha vuelto a carga: primero en Argentina, donde puso por las nubes la política económica de la presidenta Kirchner, Dios les bendiga; y ahora en The New York Times, para condenar la victoria de Cameron y del Partido Conservador en las elecciones británicas. La ha motejado como “The victory of the unthinking” ("La victoria de los que no piensan"), porque no entiende que alguien pueda siquiera “pensar” que una política de austeridad pública resulte más eficaz para crecer que una política de endeudamiento y de gasto a la keynesiana. No le mueve de su postura ni el creciente éxito de aquellos países que en medio de la crisis han buscado reequilibrar las cuentas públicas con recortes, como Reino Unido, Irlanda y España.
Es verdad que la política de austeridad habría hecho más efecto si los recortes del gasto público no hubieran estado acompañados de grandes subidas de impuestos, que retardaron la recuperación, especialmente en España. En cualquier caso, la experiencia indica que la consolidación fiscal y la reducción del gasto público se han visto acompañadas una y otra vez por aumentos de la producción y de la demanda, aunque para los seguidores de Keynes esto pueda parecer contrario a la lógica y al sentido común.
Contracción fiscal expansiva
El profesor Tim Congdon acaba de publicar un confutador estudio en la revista Economic Affairs (vol. 35, nº1) con el título “Elogio de la contracción fiscal expansiva”, en el que examina críticamente la idea de origen keynesiano, sostenida por Martin Wolf desde su púlpito en Financial Times, de que el Gobierno de Reino Unido, al realizar una contracción fiscal tan dura como la llevada a cabo de 2010 a 2014, corría el peligro de ahondar en la recesión de la economía. Los recortes del ministro Osborne eran mucho mayores incluso que los de la señora Thatcher en los Presupuestos de 1981. Con esas medidas, ¿hundiría aún más el Gobierno de Cameron la economía y multiplicaría el abultado desempleo?
El plan de la señora Thatcher para consolidar los Presupuestos en plena recesión de 1981 provocó una carta de 364 economistas en The Times anunciando los males de la Apocalipsis si seguían adelante con sus recortes. Ocurrió lo contrario: la economía británica pudo gozar de doce años de inusitado crecimiento entre 1988 y 2000. La cuestión ha vuelto a plantearse en 2010. La alarma causada en los departamentos universitarios, entre los periodistas de relumbrón y en las huestes de la oposición es una repetición de la que provocó entonces el Gobierno de Thatcher. El resultado de la política de consolidación de Osborne ha sido otra vez el contrario del previsto: la economía británica está creciendo por encima del 2% desde 2010, precisamente después de que el Gobierno de coalición entre conservadores y liberaldemócratas pusiera en marcha la contracción fiscal. El paro ha caído al 5,6%, la población activa alcanza el 73,3% de la población adulta y los salarios reales comienzan a aumentar.
El mismo panorama de crecimiento es el que ofrece la economía de EE.UU. No es al caso entrar ahora en los detalles de la drástica contracción fiscal aplicada por el presidente Obama, cuyos planes de imprudente expansión del gasto público, sobre todo en Sanidad, son para el futuro. Sí hay que prestar atención a la política monetaria expansiva de ambos países, puesto que la compra de valores por sus bancos centrales o “expansión cuantitativa” (QE) es la que ahora empieza a aplicar el Banco Central Europeo (BCE). Primero, eso indica que, dentro de sus límites, la política monetaria en la que Keynes no tenía ninguna fe, es más eficaz que la política fiscal. Segundo, la QE ha servido para contrarrestar la inoportuna imposición a la banca de aumentos de su ratio de capital precisamente cuando fallaba el crédito.
Recuperación en España
La política de austeridad y las reformas estructurales son, precisamente, lo que explica gran parte de la recuperación de la economía española, de la que ya nadie duda. La salida de la crisis y la reducción del desempleo habrían sido más rápidas con un ministro menos recaudador que Cristóbal Montoro y una ministra aún más reformadora que Fátima Báñez. La preocupación se centra ahora en la caída de la productividad, que está tan desmayada como en Reino Unido, pero eso no es objeto de la política macroeconómica, sino de la política educativa, la de competencia y la de innovación.
El profesor Krugman no debería haber abandonado nunca el estudio de la economía internacional, campo en el que tan notables aportaciones hizo cuando era joven. Los Nobeles, en cuanto reciben el premio, empiezan a hablar de lo que no saben.
Este artículo fue publicado originalmente en Expansión (España) el 14 de mayo de 2015.
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