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martes, 13 de octubre de 2015

Bernanke: "Tenía la impresión de tener en mis manos una granada a punto de explotar"

 
 
 
Desvela en su libro como vivió los momentos más duros de la crisis
El que fuera presidente del mayor banco central del mundo en el momento de la crisis financiera más grave desde hace un siglo publica «Memorias de crisis», donde cuenta desde dentro los episodios más relevantes de esta tempestad. Patrón de la Fed americana desde 2006 hasta 2014, describe el brazo de hierro con los banqueros al borde del abismo, las tensiones con el Congreso, la obsesión del índice Dow Jones, el laberinto de los organismos supervisores de las finanzas en Estados Unidos.
 
Expone asimismo su visión poco agradable de los errores de la zona euro. Este antiguo profesor de Economía que cuenta actualmente con 61 años de edad, especialista en la Gran Depresión de los años 1930, pretende por supuesto defender su "Courage d'agir" (Valor de actuar) y su balance a la cabeza de la Fed.

Nacimiento de una vocación
 
Masia era cálida y extrovertida -era la abuela con la que todo chico hubiera soñado-. Durante las suaves tardes de verano de Charlotte, pasaba horas debatiendo con ella bajo el porche. Pienso que mi devoto interés por la depresión se remonta a sus relatos sobre la vida en Norwich a principios de los años 1930. La familia estaba orgullosa de poder comprar cada año sandalias nuevas a los niños, gracias al empleo de Herschel en una tienda de muebles. Otros niños acudían a la escuela con zapatos gastados e incluso a veces, según mi abuela, con los pies descalzos. Cuando yo le preguntaba por qué sus padres no les compraban unos nuevos, ella me contaba que estos habían perdido su empleo cuando las fábricas de calzado habían cerrado. ¿Por qué habían cerrado las fábricas? La paradoja estaba al alcance del entendimiento de un muchacho, y pasaría buena parte de mi carrera profesional intentando comprender mejor las causas de las grandes depresiones económicas.
 
Un consejo muy útil
 
Fue preciso aprender sobre la marcha, a veces de manera dolorosa. Muy pronto, durante un desayuno en el comedor del presidente de la Fed, pedí a Greenspan que me revelara todas las pequeñas recomendaciones que se le ocurrieran. Con el rostro serio, pero con una chispa en los ojos, me dijo que cada vez que estuviera en la mesa con un invitado oficial, debería arreglármelas para sentarme en un lugar donde pudiera ver la hora.
 
El callejón de Lehman Brothers
 
Muchos observadores han sostenido que Lehman hubiera podido salvarse, al igual que lo había hecho Bear Stearns y después AIG, y que abandonar al primero de los tres constituía un error estratégico importante. Sin embargo, la Fed y el Tesoro no eligieron deliberadamente dejar que Lehman quebrara. Si el banco de inversión no fue reflotado es porque los métodos que empleamos en otros salvamentos no valían en este caso. Mientras que teníamos un comprador para Bear Stearns, no lo teníamos en el caso de Lehman -ningún fondo de inversiones era capaz de garantizar las deudas de la institución y de asegurar a los mercados su viabilidad con el paso del tiempo-.
 
El Tesoro no disponía de capitales para inyectar, con la aprobación del Congreso, como en el caso de Fannie o Freddie. Al contrario que AIG, que disponía de garantías suficientes para conseguir el aval de la Fed para un préstamo, Lehman no tenía ni plan verosímil de estabilización ni las suficientes garantías para que se le concediera un préstamo de la magnitud necesaria para impedir su liquidación. Y, según el informe del auditor de la quiebra, redactado en 2010, Lehman se encontraba probablemente en un estado más grave de lo que se anunció en ese momento.
 
Aprendíamos de este modo que el banco recurría a asientos contables dudosos destinados a hinchar su ratio de fondos propios en activos. Asimismo, había sobrevalorado la liquidez a su disposición para reembolsar a sus acreedores. Por último, tras la liquidación, los titulares de bonos solo percibirían en torno al 27 por ciento de lo que se les debía, y sus otros acreedores no garantizados solamente el 25 por ciento. Para los acreedores, la pérdida total se estimaba en unos 200.000 millones de dólares.
 
Salvar a Citigroup ante todo
 
La lentitud exasperante con la que Citigroup respondía a nuestros requerimientos de información no ayudaba en nada, ya que minaba aún más nuestra confianza en la dirección del grupo. En algún momento, Sheila Blair, (presidenta de la FDIC, agencia federal que garantiza los depósitos bancarios) me envió este e-mail: Imposible obtener las informaciones que necesitamos. Este buzón tiene un desorden total. ¿Cómo es posible garantizar nada cuando Citigroup no es ni siquiera capaz de identificar sus activos?
 
Trichet, el moralista
 
Aplaudí su notable trayectoria y le expresé mi agradecimiento públicamente, en agosto, durante la conferencia de Jackson Hole. Trabajamos juntos en estrecha relación, con otros gobernadores del banco central, para frenar la crisis. No compartía su voluntad de apoyar la austeridad y el endurecimiento de la política monetaria en Europa. Puesto que no era economista de formación, en mi opinión se mostraba demasiado a favor de la política macroeconómica, que defendían muchos europeos del norte del continente, y rechazaba con demasiada rapidez las medidas políticas orientadas a reforzar la demanda global en los periodos de recesión económica. Pero era hábil, y contaba con la diplomacia necesaria que en ese momento tanto necesitaba la Europa en crisis. Era muy respetado en el Viejo Continente y en todo el mundo.
 
Los límites de la Fed
 
La Fed puede apoyar un movimiento global de crecimiento del empleo durante una recuperación económica, pero no tiene ningún control sobre la calidad de la educación, el ritmo de la innovación tecnológica y los demás factores que determinan si el empleo creado es buen empleo acompañado de salarios elevados.
 
Autocomplacencia
 
A pesar de haber sido el epicentro de la crisis de 2007-2009, en Estados Unidos se produjo la mayor recuperación de todas, porque la Fed flexibilizó su política monetaria de manera más incisiva que los demás grandes bancos centrales, y porque la política presupuestaria americana se mostró menos restrictiva que en otras partes.Una parte del mérito se debe también a las pruebas de estrés que impusimos a los bancos, estas contribuyeron a encauzar el sistema bancario americano por la vía de la rehabilitación temprana durante la recuperación. Los mediocres rendimientos de la zona euro, especialmente su índice de inflación muy por debajo del objetivo del BCE, se debió en parte a políticas monetarias más estrictas de lo que requería la situación económica.
© Les Echos



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