Han publicado resultados 86 empresas de 500 de Estados Unidos, y si quitamos las telecomunicaciones, todas presentan un notable empeoramiento. La enorme mayoría decrece
“Run to the hills, run for your life” Steve Harris
La temporada de resultados en EEUU ha empezado, y no es una de esas que muestren el optimismo y confianza que muchos mantienen sobre el estado de la economía en el país.
Ayer tuve le oportunidad de charlar con mi buen amigo Keith McCullough, de Hedge Eye, sobre el riesgo de España ante las elecciones (lean aquí) y posteriormente tuvimos la oportunidad de analizar la temporada de resultados.
Han publicado 86 empresas de 500. Si quitamos las telecomunicaciones, todas han presentado un notable empeoramiento, y la enorme mayoría un decrecimiento. Eso a nivel de beneficio neto, pero si miramos la cifra de ventas, es francamente decepcionante también.
Resultados EEUU
Los que se mantengan positivos pueden argumentar que es pronto y solo ha presentado resultados el 17% de las grandes empresas, pero también debemos tener en cuenta que la muestra siempre ha sido muy fiable.
No es una sorpresa que las empresas norteamericanas no estén mejorando beneficios como antes y empeoren de manera notoria.
Empecemos por entender qué factores no sirven como excusa:
- La ralentización global. El 55% de los beneficios del S&P 500 viene de EEUU; si la economía estuviese creciendo de manera fantástica, los beneficios empresariales no estarían bajando un 10-15% en el mercado doméstico con respecto a lo estimado en enero. Si añadimos el hecho de que el 13% viene de una Europa en recuperación, se hubiera generado un efecto positivo adicional.
- Un dólar 'fuerte'. Recuerden ustedes que la gran apuesta de los “toros de EEUU” para 2015 y 2016 era un aumento de los salarios reales, del consumo y de la inversión en los propios Estados Unidos. Si algo consigue un dólar fuerte, es afianzar el consumo de las familias y fortalecer el efecto riqueza, ya que los depósitos 'valen más'. Por otro lado, la mejora en los costes industriales y de energía para los sectores compensaría parte. A principios de año, se estimaba un efecto neutral del dólar gracias a los menores precios del petróleo, gas y costes de financiación.
Los beneficios del S&P 500 se han visto acompañados de un aumento muy relevante de los dividendos y la recompra de acciones
Tampoco sirve como excusa hablar del sector petrolero y energético como el problema. Como pueden ver en la tabla, cortesía de Hedge Eye, la caída es prácticamente generalizada.
El principal problema viene de la caída de la inversión productiva que hemos comentado en tantas ocasiones en esta columna. Los beneficios del S&P 500 se han visto acompañados de un aumento muy relevante de los dividendos y la recompra de acciones, pero la inversión se mantiene a niveles reales ¡de 1960!
Recordemos que menos del 21% de la subida de la bolsa norteamericana (S&P 500) se explica por la mejora de beneficios empresariales.
Estados Unidos ha creado más masa monetaria en los últimos siete años que en toda su historia previa, pero ese dinero no genera mayor confianza para invertir, ni por perspectivas globales ni locales. Y las empresas norteamericanas no se lanzan a gastar dinero sin un entorno inversor y de crecimiento atractivo. No debemos criticarlas por utilizar la caja para remunerar al accionista cuando no hay oportunidades interesantes suficientes para invertir. Debemos entender que la represión financiera -devaluar y bajar tipos- no imprime crecimiento, y no lanza a las empresas a acometer proyectos 'porque sí'.
Ahora que los beneficios empresariales están en retroceso, y los tipos de interés en proceso de normalización, no podemos contar con el 'premio' de aumentos exponenciales de dividendo y recompra de acciones. Y por ello es difícil contar con más expansión de múltiplos.
Steve Wynn y muchos otros CEOs de grandes empresas norteamericanas llevan alertando sobre el riesgo para la economía norteamericana de una administración entregada a la política monetaria como única solución. Y cualquier análisis medianamente serio nos lleva a entender que tirar más de la represión financiera no va a cambiar esta tendencia en los beneficios empresariales. No lo hizo el QE3, donde ya se mostraban las señales de alarma, y no lo haría repetir la política de empobrecer al vecino ('beggar thy neighbour'), de devaluar porque ya lo está haciendo todo el resto del mundo.
Es hora de políticas de oferta tras décadas de políticas de demanda. Con un poco de suerte, una Administración nueva dejará de confiar en el gas de la risa monetario y volverá a aumentar la renta disponible de los ciudadanos y mejorar las condiciones de inversión. Agradezcan a las empresas norteamericanas que no se hayan dedicado a gastar su dinero -el del accionista- en aventuras quiméricas y que hayan sido -correctamente- prudentes. Eso les permitirá acometer un futuro complejo con mayor fortaleza. Eso sí, no esperemos que los múltiplos se expandan.
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