La estructura del capitalismo español ha cambiado para adaptarse a la globalización
El suplemento Negocios arrancó en sus primeros números con una fotografía en su primera página de la inmensa familia Oriol en la casa del patriarca en El Plantío madrileño. Ese año había muerto José María Oriol y Urquijo, marqués de Casa Oriol, representante de las grandes compañías eléctricas (Hidroeléctrica Española), de los bancos (Banco Español de Crédito) y de innumerables industrias (entre ellas, Talgo). Familia muy vinculada al franquismo más oscuro, los intereses empresariales confirmaban a los Oriol como uno de los ejemplos tradicionales de la oligarquía nacional y del capitalismo familiar, tan hegemónico en aquellos tiempos.
Mucho han cambiado las cosas en estas tres décadas. Hidrola ya no existe; fue, junto a Iberduero, la matriz de la actual Iberdrola. Por su parte, Banesto, que en 1985 era el primer banco español por tamaño,fue engullido por las fauces del Banco Santander, que entonces era el sexto en el ranking de los tradicionales siete grandes (Banesto, Central, Hispano Americano, Bilbao, Vizcaya, Santander y Popular). La estructura económica del capitalismo español ha cambiado al mismo paso que la de otros países, adaptándose al nuevo marco de referencia de la época: la globalización.
Se pueden destacar tres características por encima de las demás en esa transición que se inicia con la entrada de España en las Comunidades Europeas, en medio de un clima de optimismo generalizado, y que ha llegado hasta hoy.
1) De lo familiar a lo financiero. La forma dominante del sistema productivo español, como el de otras partes del planeta, es hoy la del capitalismo financiero. Lo financiero manda sobre lo familiar, lo mercantil o lo industrial, que fueron las fases anteriores del capitalismo. Ello sucede con toda nitidez desde que se entró en la fase actual de globalización, que se inició en el año 1989 con la caída del Muro de Berlín. Esta globalización es deforme, en el sentido de que ha crecido mucho más su brazo financiero (libre movimientos de capitales), que el comercial (movimiento de mercancías) o la libertad de movimientos de las personas. Su gobernanza ha ido mucho más lenta que la propia globalización y le han faltado elementos de regulación y de supervisión adecuados, lo que está en el origen de las crisis económicas que desde entonces se han padecido. Con frecuencia, los colosos de la globalización financiera tienen más poder que los mismos Estados en los que nacen. Sirva de ejemplo actual BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo. En un reciente trabajo publicado en economiadigital.es se la describía del siguiente modo: “Gobiernos, fondos de pensiones soberanos, las principales fortunas del mundo, grandes compañías de todos los sectores imaginables —desde el armamentístico a los petrolíferos, pasando por la explotación de minerales en África—, fundaciones y universidades privadas y millones de planes de pensiones de particulares han convertido a BlackRock en la mayor gestora de fondos del mundo en apenas tres décadas. Si fuera un país sería la cuarta potencia económica del mundo, sólo por detrás de EE UU, China y Japón, y por delante de los grandes países de la Unión Europea, como Alemania, Reino Unido y Francia”.Se pueden destacar tres características por encima de las demás en esa transición que se inicia con la entrada de España en las Comunidades Europeas, en medio de un clima de optimismo generalizado, y que ha llegado hasta hoy.
Si la economía y su discurso se han globalizado, sus modos de regulación y supervisión no lo han hecho.
2) La etapa más volátil de la economía. Desde 1985, y especialmente desde 1989, la economía ha experimentado una volatilidad muy por encima de la media, desde que se creo el sistema de Bretton Woods al final de la Segunda Guerra Mundial. Una crisis ha sucedido a otra, con breves intervalos de tiempo, y con gran capacidad de contagio al resto del planeta: 1987, espectacular sacudida en las Bolsas de valores que en algunos momentos recordó al crash del veintinueve; 1997, los espasmos del sudeste asiático, de los tigres y de los dragones; 1998, suspensión de pagos de Rusia y extensión de los problemas a gran parte de América Latina; con el cambio de siglo la denominada nueva economía deja de ser el mito del final de los ciclos económicos y se destruyen centenares de miles de empresas puntocom que habían emergido en la irracionalidad de sus planes de negocio; en 2001, la caída reputacional de la América corporativa, con la quiebra de Enron y WorldCom, calificadas como “las Torres Gemelas del capitalismo”; y 2007, inicio de la Gran Recesión, una de las cuatro crisis mayores del capitalismo junto a la Gran Depresión y las dos guerras mundiales.
3) La fórmula neoliberal de capitalismo. Desde la caída del muro de Berlín y el triunfo de las ideas de la revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan el sistema adoptó la forma de capitalismo neoliberal. Este es una mezcla del antiguo liberalismo económico y de capitalismo de Estado: mientras se apela continuamente a las reglas de juego de la economía de mercado, la crisis económica iniciada en el verano del año 2007 salió del colapso con la mayor intervención pública de la historia, dedicando cantidades ingentes de dinero de los contribuyentes a salvar al capitalismo financiero (bancos, entidades de ahorro, empresas de seguros, compañías industriales fuertemente endeudadas con esos bancos, etcétera). De ese modo, y en una especie de bucle retórico, la crisis del mercado (y los fallos del mercado) se convirtieron en crisis del Estado y en crisis de la deuda soberana.
Esta combinación, muchas veces espuria entre lo privado y lo público (cuya máxima expresión fueron las privatizaciones del antiguo sector empresarial público), la dependencia del éxito en los negocios de una estrecha relación entre los empresarios privados y los funcionarios públicos, ha tenido su correlato en una nueva forma de capitalismo: el crony capitalism o capitalismo de amiguetes, que ha ayudado a sustituir aquel sector público empresarial por un sector privado empresarial gubernamental.
Joaquín Estefanía era redactor jefe de Economía de EL PAÍS cuando salió a la luz el suplemento Negocios
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