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viernes, 29 de abril de 2016

¿Pagaste tu “parte justa” el “día de los impuestos”?



En años recientes, afirmaciones de que los “ricos” no pagan su “parte justa” de los impuestos se han repetido incontables veces. Pero esa excusa para gravarles más para ajustarlos a los bolsillos de otros se ha destrozado siempre que se ha informado sobre las cargas altamente desproporcionadas del impuesto de la renta que soportan los que más gana. Como titulaba un reciente artículo del Wall Street Journal, “El 20% de los declarantes paga el 84% del impuesto de la renta”. De hecho, el 1% superior de los declarantes estadounidenses gana alrededor de un sexto de la renta total, pero paga casi tanto impuestos de la renta como todos los demás juntos.

En lugar de abandonar la electoralmente valiosa falsa premisa de que esas cargas desproporcionadas están justificadas, la izquierda política, sin embargo, apoya esta causa. Tratan de rescatarla afirmando que otros impuestos son regresivos, así que los impuestos no son en realidad tan claramente injustificables como revelas las cargas del impuesto de la renta. Los actores protagonistas de la obra son los impuestos a las ventas y excepcionales estatales y locales y los impuestos de la Seguridad Social. Por desgracia, esos impuestos también se presentan incorrectamente para defender explicaciones incorrectas de “partes justas”.

El columnista Michael Hiltzik ilustraba la maniobra estatal y local en un artículo del “día de los impuestos” recogiendo acusaciones de que sus impuestos especiales y a las ventas “golpean desproporcionadamente a los contribuyentes de rentas bajas”, con esa supuesta regresividad compensando la injusticia del impuesto de la renta.

Esa afirmación se produce porque aquellos con rentas más bajas medidas actualmente gastan una mayor proporción de ellas en esos impuestos. Sin embargo, como ha señalado Edgar Browning, “en relación con la renta a lo largo de la vida, hay muy poca diferencia en el porcentaje de renta consumida entre clases rentistas”. Como consecuencia, la aparente regresividad utilizando rentas actuales se muestra por el contrario como “proporcional en general” para las rentas en el más apropiado contexto de toda la vida. Las familias con renta baja actual a menudo consumen un múltiplo de su renta, en buena parte financiadas con pagos sociales del gobierno excluidos de las mediciones de renta. Esto exagera más la porción de sus rentas yendo a esos impuestos.

El ángulo de la Seguridad Social fue ilustrado en un reportaje del Washington Post unos pocos días antes. Argumentaba que como los impuestos de la Seguridad Social solo e aplican a rentas percibidas hasta 118.500$, “cuanto más dinero ganes, menos efectivo es tu tipo fiscal de Seguridad Social, haciendo a este impuesto tan regresivo el más regresivo posible”. Sin embargo, la Seguridad Social trata a los trabajadores de rentas bajas mucho mejor que los de rentas altas.

En lugar de ser regresivos, los impuestos de la Seguridad Social son proporcionales a la renta percibida hasta el tope fiscal. Así que, para la enorme mayoría de los estadounidenses que caen dentro de ese rango, lo impuestos aumentan al tiempo que la renta. Por encima del tope, las ganancias no están sometidas al impuesto. Así que para esos perceptores sus tasas impositivas medias caen con mayores rentas. Solo para ellos puede afirmarse que a pesar de pagar más en impuestos de Seguridad Social, pagan un porcentaje menor.

Cuando se incorpora el hecho de que una buena parte de la renta de familias de rentas bajas con transferencias públicas que no se consideran renta oficial sujeta a impuestos de la Seguridad Social, el panorama cambia. Hace años, la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) descubrió que incorporando esa renta no medida en realidad hacía progresivos los impuestos de Seguridad Social para todos excepto el 20% más alto de perceptores.

Más importante aún, la supuesta regresividad de la Seguridad Social se refleja solo en sus impuestos. Pero generan prestaciones de jubilación y la evaluación debe incorporar ambos. Hacerlo revela que la Seguridad Social es progresiva.

Por ejemplo, para un perceptor que se jubilara a los sesenta y cinco años en 1993, la Seguridad Social abonaba el 59% de la renta gravada para la gente con menor renta, un 44%  para gente con rentas medias, pero solo un 25% para alguien por encima del máximo. Los perceptores de rentas mayores recibían un retorno bastante menor de sus contribuciones que los perceptores medios y menos de la mitad de los más bajos. Gravar las prestaciones de jubilados con rentas superiores aumenta ahora esta diferencia. En términos de prestaciones netas a lo largo de la vida, en dólares de 1992, una persona con rentas bajas jubilada en 2000 percibiría 27.983$ netos del sistema, un perceptor medio, 14.833$, pero un perceptor de alta renta perdería 23.129$.

Ambas aproximaciones demuestran que la Seguridad Social no beneficia a los perceptores superiores a costa de los inferiores.  En realidad distribuye renta en sentido contrario.

Alegaciones de que la gente con rentas más altas no pagar su “parte justa” de impuestos son una mala representación básica de la izquierda política. Y cuando hechos como la carga del impuesto de la renta se interponen en el camino, se encastillan con una defensa que expone mal también los impuestos estatales y locales y la Seguridad Social. Por desgracia, eso ilustra lo importante que es tomar dinero de la gente para su programa y lo poco importante que es la verdad para avanzar en él.

Publicado originalmente el 24 de abril de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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