[Este artículo apareció originalmente en The Quarterly Journal of Economics, Febrero de 1960, pp. 659-665. Reimpreso en Economic Controversies]
En el curso de su interesante explicación de “La política de los economistas políticos”, el profesor Stigler cuestiona la supuesta opinión de profesor Mises de que “las estadísticas económicas, o más en general, la economía cuantitativa, genera un punto de vista político radical”.[1] Stigler afirma que el estudiante empírico adquiere una “sensación real” del funcionamiento de una sistema económico y “ha hecho que las complejidades de la economía quemen su alma”. Sin ocuparnos de la cuestión del punto de vista preciso de Mises en este asunto, creo que es importante señalar que Stigler ha dejado de lado varias consideraciones fundamentales.
En primer lugar, las estadísticas se necesitan desesperadamente para cualquier tipo de planificación pública del sistema económico. En una economía de mercado libre, la empresa individual tiene poca o ninguna necesidad de estadísticas. Solo necesita conocer sus precios y costes. Los costes son en buena parte descubiertos internamente dentro de la empresa y no es a los datos generales de la economía a los que nos referimos normalmente como “estadísticas”.
Así que el mercado “automático” no requiere prácticamente ninguna recogida de estadísticas; por el contrario, la intervención pública, ya sea parcial o completamente socialista, no podría hacer literalmente nada sin una recogida masiva de montones de estadísticas. Las estadísticas son la única forma de conocimiento económico del burócrata, remplazando el conocimiento intuitivo y “cualitativo” del emprendedor, guiado solo por la prueba cuantitativa de la pérdida y la ganancia.[2] Consecuentemente, la deriva hacia la intervención pública y la deriva hacia más estadísticas han ido de la mano.[3]
La enorme expansión de la actividad pública en la recogida y diseminación de estadísticas en los últimos 25 años está indudablemente más coincidenatlmente relacionada con la expansión similar del papel del gobierno en regular y manipular la economía. Una de las autoridades principales sobre el crecimiento de los gastos públicos, lo ha expresado así:
El avance en la ciencia económica y las estadísticas mejoró nuestro conocimiento de las diferencias interestatales e intraestatales en necesidades y capacidades y puede haber ayudado a estimular el sistema de concesiones de ayudas estatales y federales. Reforzó la creencia en las posibilidades de tratar problemas sociales mediante la acción colectiva. Esto llevó a un aumento en las actividades estadísticas y de descubrimiento de otros hechos por parte del gobierno.[4]
No tenemos que detallar aquí el uso extensivo que se ha hecho de las estadísticas de renta nacional y producto interior bruto, así como otras mediciones estadísticas, en los intentos del gobierno federal de combatir los ciclos económicos o el desempleo.
Tampoco esta es una historia solo contemporánea. Un trabajo acreditado sobre el gobierno británico expone así el caso:
El papel menor del gobierno durante el siglo XIX refleja más la ausencia de trastornos económicos violentos, también refleja la infancia de las ciencias económicas y sociales. Comparado con décadas recientes, el volumen de información sistemática acerca de las condiciones sociales era muy pequeño, lo que significaba que la existencia de problemas era difícil de establecer de forma convincente. (…) Si se desconoce el volumen del desempleo, se duda de la gravedad del problema.
La acumulación de información factual sobre condiciones sociales y el desarrollo de la economía y las ciencias sociales aumentaron la presión para la intervención pública. (…) Encuestas como Life and Labor of the People in London, de Charles Booth revelaban condiciones que sacudieron a la opinión pública a finales de los ochenta y noventa. Al mejorar las estadísticas y multiplicarse los estudiosos de las condiciones sociales, la existencia continuada de esas condiciones quedó ante el público. Al aumentar su conocimiento aparecieron círculos influyentes y se crearon movimientos de clase trabajadora con armas factuales.[5]
Indudablemente el papel de los estudios empíricos sobre la industria de la Sociedad Fabiana a la hora de avanzar en la causa del socialismo en Gran Bretaña es demasiado conocida como para que haga falta destacarla aquí.
En el continente y en Estados Unidos a finales del siglo XIX, es bien sabido que los rebeldes contra el laissez faire y la economía política clásica reclamaban su reemplazo por la inducción a partir de la historia y las estadísticas económicas. Ese era el objetivo de la Escuela Histórica Alemana y su Verein für Sozialpolitikerein für Sozialpolitik y de los jóvenes exponentes de formación alemana de la “nueva política económica” de intervención pública en las décadas de 1870 y 1880.[6] Uno de sus líderes, Richard T. Ely, que llamaba a la nueva perspectiva el método de “mirar y ver”, dejaba claro que el objetivo de la recogida de hechos era “moldear las fuerzas en funcionamiento en la sociedad y mejorar las condiciones existentes”; creían que como economistas tenían una responsabilidad en “dar forma al carácter de la economía nacional”.[7]
Y no olvidemos al eminente sociólogo intervencionista Lester Frank Ward, cuya economía “científica”, “positivista” y planificada propuesta consistiría en “ingeniería social” basada en información estadística alimentada desde todas partes del país en una oficina central de estadísticas.[8]
Tampoco hubo solo especuladores abstractos que expresaran esas opiniones. Los propios estadísticos participaron en este movimiento. Ya en 1863, Samuel B. Ruggles, delegado estadounidense en el Congreso Estadístico Internacional en Berlín, declaraba que “las estadísticas son los mismos ojos del estadista, permitiéndole encuestar y ojear con una visión clara y completa toda la estructura de la economía del cuerpo político”. Uno de los fundadores de la Verein für Sozialpolitik era el famoso estadístico rnst Engel, jefe de la Oficina Estadística Real de Prusia.[9]
Y Carrol D. Wright, uno de los primeros comisionados de trabajo en Estados Unidos y un hombre muy influido por Engel, pedía la recogida de estadísticas de desempleo porque quería encontrar un remedio (presumiblemente a través de la acción del gobierno). Wright alababa a la nueva escuela alemana por incluir a hombres de todas partes “que buscaban por medios legítimos, y sin revolución, la mejora de las desgraciadas relaciones industriales y sociales”. Henry Carter Adams, alumno de Engel, que creó la Oficina Estadística de la Comisión de Comercio Interestatal, creía que “la creciente actividad estadística por parte del gobierno era esencial no solo para controlar sectores naturalmente monopolistas, sino también para el funcionamiento eficiente de la competencia donde sea posible”.[10] E indudablemente uno de los grandes estímulos hacia la creación de número de indicación en ventas al por mayor y otros precios fue el deseo de hacer que el gobierno estabilizara lo precios.[11]
Incuestionablemente uno de los fundadores principales de la investigación estadística moderna en la economía fue Wesley C. Mitchell. No cabe duda de que Mitchell aspiraba a poner los cimientos de una planificación pública científica. Así:
[Citando a Mitchell] “claramente el tipo de invención social más necesaria hoy es la que ofrezca técnicas concretas a través de las cuales pueda controlarse y operarse el sistema social con una ventaja óptima para sus miembros”. Para este fin [Mitchell] buscaba constantemente extender, mejorar y refinar la recogida y compilación de datos. (…) Mitchell creía que el análisis del ciclo económico (…) podría indicar los medios para el logro de un control social ordenado de la actividad empresarial.
Y
[Mitchell] pensaba en la gran contribución que podía hacer el gobierno a la comprensión de los problemas económicos y sociales si los datos estadísticos recogidos independientemente por diversas agencias federales se sistematizaran y planificaran de forma que pudieran estudiarse las interrelaciones entre ellos. La idea de desarrollar estadísticas sociales, no solo como un registro, sino como base para planificar, aparecen pronto en su propio trabajo.[12]
La explicación del gobierno federal del crecimiento de sus agencias estadísticas difiere poco de los ejemplos anteriores. La Oficina del Presupuesto, durante la no muy socialista administración del presidente Eisenhower, explicaba el continuo crecimiento de las estadísticas federales como sigue:
El crecimiento y la prosperidad nacionales exigían una conducta ilustrada de los asuntos públicos con la ayuda de información factual. La responsabilidad definitiva del gobierno federal en asegurar la riqueza de la economía nacional ha estado siempre implícita en el sistema estadounidense.[13]
Así, hablando de la era del New Deal después de 1933, la oficina añadía:
Crecía en el Congreso y en los altos círculos de la administración una comprensión de que propuestas sensatas y positivas para combatir la depresión requerían un análisis basado en información fiable. Como consecuencia (…) se reanudó la expansión estadística a un ritmo acelerado.[14]
Baste entonces con decir que una causa principal de la proliferación de estadísticas públicas es la necesidad de datos estadísticos en la planificación económica pública. Pero la relación también funciona a la inversa: el crecimiento de las estadísticas, a menudo desarrolladas originalmente por sí mismas, acaba multiplicando las vías para la intervención y planificación públicas. En resumen, las estadísticas no tienen que desarrollarse originalmente para fines político-económicos; su propio desarrollo autónomo, directa o indirectamente, abre nuevos campos para explotar por los intervencionistas.
Cada nueva técnica estadística, ya sea el flujo de fondos, la economía interindustrias o el análisis de actividad, adquiere pronto su propia subdivisión y aplicación en el gobierno. Un ejemplo concreto es el análisis de entrada-salida, que empezó como un intento puramente teórico de dar contenido empírico al sistema walrasiano de equilibrio general. Ahora ha evolucionado hasta el punto en el sus defensores los alaban por proporcionar
Una imagen integrada del mecanismo industrial. Creen que pueden medir con bastante precisión los cambios en las relaciones entre sectores que seguirían cambios asumidos en la “factura final de bienes”. En la práctica, el cambio más importante en la factura de bienes es la exigencia de un rearme a gran escala. Por tanto, no sorprende que la mayoría del desarrollo y la aplicación de los estudios de entrada-salida se hayan relacionado con la movilización industrial.[15]
Hay otra razón por la que los orientados estadísticamente tenderán a convertirse en intervencionistas. Para empezar, el estadístico económico tenderá a ser impaciente ante cualquier teoría a la que considerará “especulaciones de sofá” y por tanto tenderá a defender una planificación pública de tipo fragmentado, pragmático y de decisión caso por caso. Tal vez sea verdad, como declara Stigler, que pocos economistas empíricos han sido abiertamente socialistas o comunistas: esa visión sería demasiado teórica para ellos. Pero tampoco se convertirán en defensores del laissez faire; por el contrario, una aproximación ad hoc, caso por caso les llevaría por la vía del un intervencionismo público confuso.
No sé si, como afirma Stigler, “la rama más radical de los partidarios del New Deal no se distinguía por su conocimiento empírico de la economía estadounidense”. Pero indudablemente los Tugwell y los Stuart Chases y los seguidores de Veblen proclamaban a menudo su empirismo. Y los historiadores del New Deal generalmente los alaban por su aproximación flexible y pragmática.
Otra razón por la que congenian estadísticas y pragmatismo político es que la misma marca de la aproximación pragmática es empezar a buscar problemas o “áreas de problemas” en la sociedad. El pragmático busca áreas en las que la economía y la sociedad no llegan a ser el Jardín del Edén y estas, por supuesto, abundan. Pobreza, desempleo, ancianos con escorbuto, jóvenes con caries, la lista es realmente inacabable. Y como cada problema se multiplica bajo el cuidado de su ansiosa investigación, el pragmático reclama cada vez más estridentemente que el gobierno haga algo (rápidamente) para resolver el problema. Solo una teoría económica inflexible, deductiva y apriorista puede enseñarle acerca de fines y medios, asignación de recursos, coste de oportunidad y otros rigores de la disciplina económica.
Considerando la explicación anterior, no sorprende que los miembro conservadores del Congreso, en los días anteriores a ser adoctrinados en las sutilezas económicas modernas por el Comité Conjunto sobre el Informe Económico, sospecharan mucho de la aparentemente inocua expansión de las actividades estadísticas federales. Así, en 1945, el representante Frank Keefe, congresista republicano conservador por Wisconsin, estaba en el proceso de preguntar al Dr. A. Ford Hinrichs, jefe de la Oficina de Estadísticas Laborales, sobre la solicitud de este de mayores dotaciones. En el curso de las preguntas, aparecieron los recelos de Keefe como un grito desde el corazón, tal vez simples, pero al menos de un aire conservador coherente:
No cabe duda de que estaría bien tener muchas estadísticas. (…) Solo me pregunto si no nos estamos embarcando en un plan que es peligroso cuando seguimos añadiendo más y más a esto.Hemos estado planeando y consiguiendo estadísticas desde 1932 para tratar de atender una situación que era nacional en carácter, pero nunca fuimos capaces ni siquiera de responder a esa cuestión. (…) Ahora nos vemos implicados en una cuestión internacional. (…) Me parece como que dedicamos una enorme cantidad de tiempo a gráficos y estadísticas y planificación. ¿Qué interesa esto a mi gente, de qué va todo esto? ¿A dónde vamos y a dónde vais?[16]
Creo que podemos concluir que el meollo de la diferencia entre Stigler y yo es este: para él, un radical o no conservador es esencialmente un socialista o un comunista. Par mí, un no conservador es alguien que defiende la intervención en lugar del laissez faire. La diferencia está en el marco de referencia. Si definimos el conservadurismo como lo hace Stigler, entonces es verdad que la mayoría de los economistas son conservadores; si lo definimos como creer en el laissez faire, entonces la conclusión debe ser muy diferente. Pues entonces la clave no está tanto en la economía y[17] la no economía como teoría frente al empirismo. Los empiristas tenderán menos a ser socialistas completos, pero también derivarán generalmente hacia el intervencionismo.
Aun así, cuando se ha dicho todo esto, probablemente sea verdad que incluso la proporción de creyentes en el laissez faire sea mayor entre economistas que en otras disciplinas académicas y que el punto “medio” en el espectro ideológico en la economía esté considerablemente “a la derecha” de la media en otros campos de estudio. Parece que la disciplina económica, de por sí, impone una inclinación hacia la derecha en las creencias ideológicas. Y, después de todo, esto es lo principal del artículo de Stigler.
Publicado originalmente el 11 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[1] George Stigler, “The Politics of Political Economists”, Quarterly Journal of Economics 73 (Noviembre de 1959): p. 529.
[2] Sobre el tipo de conocimiento requerido del emprendedor en la economía de mercado, ver F.A. Hayek, Individualism and the Economic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948), chaps. 4 y 2.
[3] Con relación a esto, podemos señalar la distinción del profesor Hutchinson entre los fenómenos beneficiosos, no planificados e “irrefelexivo” de la sociedad de Carl Menger (que, por supuesto, incluye al libre mercado) y en crecimiento de la “autoconciencia social” y la planificación pública. Para Hutchinson, un componenteimportante de la “autoconciencia social” es la estadística social y económica. Terence W. Hutchison, A Review of Economic Doctrines, 1870–1929 (Oxford: Clarendon Press, 1953), pp. 150-151, 427.
[4] Solomon Fabricant, The Trend of Government Activity in the United States since 1900 (Princeton, N.J.: National Bureau of Economic Research, 1952), p. 143.
[5] Moses Abramovitz y Vera F. Eliasberg, The Growth of Public Employment in Great Britain (Princeton, N.J.: National Bureau of Economic Research, 1957), pp. 22-23, 30.
[6] Así, la nueva escuela “encontraba el método deductivo de razonamiento inadecuado para sus propósitos. Defendía el método inductivo. (…) Rechazaba todos los principios apriorísticos y buscaba en la historia y las estadísticas para proveer los hechos de la vida económica. Con la información así obtenida, los jóvenes economistas se aproximaban a los problemas económicos con un espíritu pragmático, juzgando cada caso por sus méritos individuales. De esta manera, buscaban impedir que la ciencia económica degenerara en unas pocas fórmulas abstractas, divorciadas de las realidades de la época”. Sidney Fine, Laissez-Faire and the General-Welfare State (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1956), p. 204.Ver también los principios de la nueva escuela presentados en Joseph Dorfman, “The Role of the German Historical School in American Economic Thought”, American Economic Review, Papers and Proceedings 45 (Mayo de 1955): p. 21.
[7] Fine, Laissez-Faire and the General-Welfare State, p. 207. Podríamos añadir que el economista francés de laissez faire, Maurice Block , atacaba a la Escuela Histórica Alemana y sus seguidores por “empiristas” que buscaban remplazar el principio por el sentimiento y sostener que “el estado (…) debería dirigir todo, gestionar todo, decidir todo”. Dorfman, “The Role of the German Historical School in American Economic Thought”, p. 20. Y recientemente el profesor Hildebrand ha comentado, sobre el énfasis inductivo de la escuela alemana, que “tal vez haya alguna conexión entre este tipo de enseñanza y la popularidad de las ideas en general de planificación física en tiempos más recientes”. George H. Hildebrand, “International Flow of Economic Ideas — Discussion”, American Economic Review, Papers and Proceedings 45 (Mayo de 1955): p. 37. Ver también F.A. Hayek, “History and Politics”, en Capitalism and the Historians, F.A. Hayek, ed. (Chicago: University of Chicago Press, 1954), p. 23.
[8] Fine, Laissez-Faire and the General-Welfare State, p. 258.
[9] Ver Dorfman, “The Role of the German Historical School in American Economic Thought”, p. 18.
[10] Joseph Dorfman, The Economic Mind in American Civilization (New York: Viking Press, 1949), 3, pp. 172, 123. Dorfman señala que el sistema de contabilidad de la Oficina ideado por Adams “sirvió como modelo para la regulación de los servicios públicos aquí y en todo el mundo”. Dorfman, “The Role of the German Historical School in American Economic Thought”, p. 23. También podríamos añadir que el primer catedrático de estadística en Estados Unidos, Roland P. Falkner, fue un alumno devoto de Engel y traductor de las obras del asistente de Engel, August Meitzen.
[11] “Uno de los mayores obstáculo que hay en la vía a la estabilización era la idea prevalente de que las cifras de los índices no eran fiables. Hasta que se pudiera superar esta dificultad, difícilmente podía esperarse que la estabilización se convirtiera en realidad. Para poner un poco de mi parte en la resolución de este problema, escribí The Making of Index Numbers“. Irving Fisher, Stabilized Money (Londres: George Allen and Unwin, 1935), p. 383.
[12] Lucy Sprague Mitchell, Two Lives (Nueva York: Simon and Schuster, 1953), p. 363. Las cursivas son mías.
[13] Declaración de la Oficina del Presupuesto, en Economic Statistics, audiencia ante el subcomité de estadísticas económicas del Comité Conjunto sobre el Informe Económico, 83º Congreso, 2ª sesión, 12 de julio de 1954 (Washington, DC: United States Printing Office, 1954), pp. 10-12.
[14] Ibíd.
[15] Raymond W. Goldsmith, “Introduction”, en Input–Output Analysis, An Appraisal (Princeton, NJ.: National Bureau of Economic Research, 1955), p. 5. Como dicen Evans y Hoffenberg: “Es debido a la necesidad de hacer un trabajo mejor en el análisis de la movilización industrial (…) por lo que están en camino la mayoría de las mejoras actuales en el campo de la economía interindustrial”. W. Duane Evans y Marvin Hoffenberg, “The Nature and Uses of Interindustry-Relations: Data and Methods”, ibíd., p. 102. Ver también ibíd., pp. 116 y ss. Y las críticas del análisis de entrada-salida de Clark Warburton y Milton Friedman, ibíd., pp. 127, 174.
Otro ejemplo del análisis de entrada-salida como estímulo para la recogida de estadísticas y la planificación pública: “aunque pueda haber un pensamiento sistemático entre los economistas acerca del análisis económico aplicado a regiones, pueden ofrecer poca guía para los políticos, salvo que estos están dispuestos a facilitar obtener material estadístico en bruto”, A.T. Peacock y D.G.M. Dosser, “Regional Input–Output Analysis and Government Spending”, Scottish Journal of Political Economy (Noviembre de 1959): p. 236.
[16] Department of Labor — FSA Appropriation Bill for 1945. Audiencias ante el Subcomité del Comité de Presupuestos de la Cámara. 78º Cong., 2ª ses., pt. 1 (Washington, D.C.: United States Printing Office, 1945), pp. 258 yss., 276 y ss.
[17] También hay razones epistemológicas profundas para el empirismo en las “ciencias sociales” que tienden hacia el estatismo. Esto incluye todo el problema del positivismo y el “cientifismo”. Sobre esto, ver F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science(Glencoe, ifi.: The Free Press, 1952).
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