No mucho tiempo después de los terribles atentados de la semana pasada en Bruselas, los llamados expertos en seguridad empezaron a advertir que los europeos deben renunciar a más libertades para que el gobierno pueda mantenerlos a salvo de ataques terroristas. Pienso que no se espera que la gente se dé cuenta de que cada ataque terrorista representa un importante fracaso del gobierno y que recompensar los fracasos aplicando de nuevo las mismas políticas sólo traerá nuevos fracasos.
Estoy seguro de que una población asustada encontrará atractivas las promesas del gobierno de proporcionarnos una seguridad perfecta, y puede estar dispuesta a permitir que vigilen aún más sus vidas personales. Deberían pararse un momento antes de actuar y reflexionar sobre lo que sus gobiernos han hecho hasta ahora para mantenerlos “seguros”.
El gobierno francés, por ejemplo, ha sido particularmente agresivo con su política en Oriente Medio. El entonces presidente francés Sarkozy fue uno de los defensores más decididos del “cambio de régimen” en Libia. Esa operación dejó al país sumido en el caos, con gran parte del territorio controlado por el ISIS y al-Qaeda, que no estaban allí antes de la “liberación”. Como averiguamos la semana pasada gracias a los correos electrónicos de Hillary Clinton, a Sarkozy y al primer ministro británico, David Cameron, les preocupaba mucho más echarle mano al petróleo de Libia tras el derrocamiento de Gadafi. Crear un semillero de terrorismo que podría abrirse camino fácilmente hacia Europa no les parecía importante. Lo que ellos querían era asegurar negocios enormemente rentables para las empresas energéticas francesas e inglesas bien conectados.
Del mismo modo, los gobiernos europeos han participado activamente en el esfuerzo liderado por Estados Unidos durante cinco años por derrocar al gobierno de Assad en Siria. Este movimiento insensato ha dado un impulso tan grande al ISIS y al-Qaeda en Siria que casi invadieron el país a finales del año pasado. También ha provocado que millones de personas huyan de su país devastado por la guerra hacia una Europa que ha abierto sus puertas prometiendo generosos beneficios a cualquier persona que consiga llegar hasta ahí. ¿Acaso es extraño que cientos de miles de personas aceptasen la oferta? ¿Acaso resulta sorprendente pensar que en esta increíble avalancha de gente pueda haber más de unos pocos que estén interesados en algo más que en una vivienda gratuita y un cheque en asistencia social?
Los europeos deberían exigir saber por qué sus gobiernos provocan a la gente de Oriente Medio con sus políticas exteriores agresivas, y luego abren la puerta a millones de ellos. ¿Será que sus líderes simplemente carecen de sentido común?
Por lo general, los llamados expertos en seguridad que aconsejan más vigilancia gubernamental tras un ataque terrorista tienen un conflicto de intereses. A menudo se benefician cuando el estado de seguridad les da un mayor presupuesto. La inseguridad es el sustento de los “expertos” en seguridad. Pero ¿por qué después de un ataque terrorista, se recompensa a los gobiernos con presupuestos más grandes y más poder sobre la gente? ¿No deberíamos castigar sus fracasos en vez de recompensarlos?
Al igual que en los Estados Unidos, la crisis de seguridad en Europa es consecuencia directa de una mala política. Hasta que se cambie la mala política, ningún nivel de vigilancia, discriminación racial y acoso policial puede hacer que la población esté más segura. Los europeos ya parecen entender esto, y como hemos visto en las últimas elecciones alemanas, están empezando a abandonar los partidos que prometen que las mismas malas políticas producirán esta vez resultados diferentes. Esperemos que los estadounidenses también se levanten y exijan un cambio en nuestra política exterior antes de que una mala política traiga más violencia terrorista en nuestras costas.
Publicado originalmente el 28/03/2016.
Traducido del inglés por Verónica Santamaría, editoria de revista Libertario.es. El artículo original se encuentra aquí.
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