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miércoles, 27 de abril de 2016

Del PP de Aznar al Partido Socialdemócrata de Rajoy



Viernes, 19 de octubre de 2012. Los primeros ministros de la UE están desde el día anterior en Bruselas para atender las sesiones del Consejo Europeo que ese fin de semana se celebra en la capital belga (“El Consejo ha reiterado en el día de hoy su firme compromiso de actuar de forma decidida para afrontar las tensiones financieras en los mercados, restaurar la confianza y estimular el crecimiento y el empleo”). A media mañana de ese viernes, en uno de los recesos, Angela Merkel coge por banda aMariano Rajoy y, traductor mediante, le espeta en un aparte: “Tengo entendido que estás esperando al lunes [22 de octubre de 2012] para pedir el rescate de tu país, porque el domingo 21 tienes elecciones en Galicia y hacerlo aquí y ahora te perjudicaría en ese trance… ¿Es correcta mi información? Porque eso nos preocupa mucho”, y Mariano, repuesto del susto inicial, desmiente la especie, “no es verdad; no vamos a pedir el rescate, al menos no de momento”, y que había que esperar, que las presiones eran muchas, pero que estaba convencido de pasar el trance sin tener que hacer uso de medida tan extrema.

Quien lo cuenta es Cristóbal Montoro, quizá el mejor amigo y leal escudero del presidente del Gobierno. “Y Mariano aguantó; fue él quien lo hizo, no el Gobierno, ni mucho menos yo. Él, quien soportó las presiones, porque había que ver la procesión de notables, de banqueros, de grandes empresarios que venían a llorarnos, a este despacho mismo, que tenemos vencimientos al caer, decían, y no vamos a poder renovar la deuda, que hay que pedir el rescate, tenéis que hacerlo ya, mejor hoy que mañana…” Entre ofendido y perplejo, el ministro en funciones cree que el español medio, la sociedad civil, los medios de comunicación, no se han percatado de la importancia, no reconocen los méritos, no valoran como merece esa decisión de resistir. “¿Que evitamos el rescate…? No, lo que evitamos fue la quiebra de España y al tiempo la del euro, porque eso era lo que estaba en juego con una economía del tamaño de la española, la quiebra del euro".
Todos tienden a imitar el discurso de Podemos y su puesta en escena. Todos se reclaman representantes de los más pobres
El titular de Hacienda no tarda en pronunciar la expresión talismán del Gobierno Rajoy: “Lo social. Este es un Gobierno concernido por lo social, que ha pasado su política económica por el tamiz de la preocupación por los más desfavorecidos”. Seguramente no se ha estudiado como merece, tal vez por la falta de la adecuada perspectiva, la influencia que la aparición de un partido como Podemos ha ejercido en el panorama político español. La formación de Iglesias ha provocado un terremoto no solo en la estética del resto de partidos, sino, lo que es más importante, en la ideología. Todos tienden a imitar su discurso y su puesta en escena. Todos se reclaman representantes de los más pobres, de los esquilmados por la crisis. Lo cual ha causado un corrimiento hacia la izquierda radical del PSOE que, evidente en Pedro Sánchez, no lo es menos en gran parte de una militancia que sueña con emular a las bases de Podemos.

Más llamativo es el efecto que ha surtido también sobre un Partido Popular que ya venía muy ayuno de doctrina, muy falto de equipaje ideológico. En el caso del PP, al tsunami Podemos hay que añadir la paralela aparición en escena de un competidor como Ciudadanos en los caladeros de voto del centro y centro izquierda, que es donde se ganan las elecciones. El resultado es que el PP de noviembre de 2011 se parece muy poco al de abril de 2016. Casi como un huevo a una castaña. Siempre temerosos de ser tachados de “socialdemócratas sin paliativos”, en la propia Moncloa definen al PP como “un partido liberal moderado”, con lo que ello quiera decir en caso de que quiera decir algo, añadiendo a renglón seguido que se trata de un partido “que reconoce la importancia del Estado y de las políticas de Estado para atemperar situaciones de crisis social ante las que el mercado a palo seco no sabría cómo reaccionar”.

Una columna vertebral socialdemócrata

Y la columna vertebral del Gobierno Rajoy, la que sostiene el propio Presidente con la ayuda de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, con Montoro a los mandos de la política fiscal, con Fátima Báñez a cargo del empleo, con un tipo antaño tan radicalmente liberal como Álvaro Nadal, jefe de la oficina económica del presidente, convertido hoy a las tesis de “lo social” que su jefa Soraya predica con entusiasmo, se expresa en términos acusadamente socialdemócratas [aunque probablemente conservadores en cuestiones morales], claramente instalada en lo económico en ese territorio del centro izquierda donde cabe mirar con la flexibilidad que el momento político requiera esas variables “macro” cuyo estricto control ha sido siempre el santo y seña de todo partido liberal que se precie. El Gobierno Rajoy no ha cumplido el objetivo de déficit en ninguno de los cuatro años de la legislatura, y cada vez son más evidentes los síntomas que apuntan a que no lo ha hecho porque no le ha dado la gana, porque se ha dado por “satisfecho” (sic) con haberlo reducido un punto por año, desde el 9,1% de diciembre de 2011 al 5,16% del PIB a finales de 2015, lejos del 4,2 comprometido con Bruselas.

Un Gobierno que responde satisfecho a las críticas que le llueven por las cuatro esquinas a cuenta de ese incumplimiento. “¿Por qué estamos creciendo más del doble que la media de la UE con la misma política monetaria?”, se pregunta Montoro. “Porque hemos desarrollado una política fiscal que lejos de haber estrangulado el crecimiento lo ha estimulado, y con ello la creación de empleo. Hablamos de un mix de políticas que te permiten crecer y reducir el déficit al tiempo. Aunque pocos se acuerden ahora, todo el mundo pronosticaba que el crecimiento se iba a resentir en el último tramo de 2015. ¿Cómo contrarrestamos esa amenaza? Con una bajada de impuestos de 7.500 millones (6.000 de los cuales vía IRPF), que metió dinero en el bolsillo de la gente haciéndole ganar poder adquisitivo y, en consecuencia, propulsando el consumo”. Una decisión consciente de echar leña a la caldera, que presuponía dejar de cumplir el objetivo de déficit. ¿Puro cálculo electoral? Por supuesto, pero también reflejo de esa mutación ideológica que se ha operado en el partido de la derecha española.
El nuevo objetivo de déficit significa que este año el tesoro público tendrá que pedir prestado a los mercados cerca de 40.000 millones
“Necesitamos seguir creciendo como el comer para crear empleo. Un país como España, con las tasas de paro que soporta, no se puede permitir no crecer y hacerlo a buen ritmo”, de donde se infiere que mantener ese crecimiento a finales de 2015 justificaba, en opinión de Hacienda, el incumplimiento del déficit. “Las políticas fiscales que restrinjan el crecimiento no son admisibles en la actual coyuntura; hay que crear empleo, hay que volver a los 20 millones de españoles trabajando y cotizando a la Seguridad Social como ocurrió en 2006. Ese va a ser el gran lema electoral del Gobierno Rajoy de cara al 26J: volver a los 20 millones de empleos la próxima legislatura”. Es el mismo Gobierno que ha fijado, sin acuerdo cerrado con Bruselas, un objetivo de déficit del 3,6% para 2016, un guarismo que muy probablemente tampoco se cumplirá en caso de que el PP consiga volver a gobernar (mucho menos si lo hiciera la gran coalición PP-PSOE, y no digamos ya si la fórmula elegida fuera ese “frente popular” que aspira a presidir Sánchez). Y no se cumplirá porque ello supondría recortar el gasto en no menos de 16.000 millones, una meta casi imposible teniendo en cuenta un crecimiento que se va a reducir en medio punto, hasta el 2,7%, lo que a su vez va a ralentizar la creación de empleo, en un entorno, por lo demás, en que no hay margen para nuevas subidas de impuestos.

Mimetizarse con el ambiente

Solo un ajuste en toda regla que no dudara en meter la tijera en las grandes partidas estructurales del gasto permitiría recortar aquella suma, algo que un Gobierno presidido por Rajoy o por la candidata en la sombra a sustituirle jamás acometería, así de sencillo, porque la columna vertebral del PP actual ha dejado de sentir como un partido de centro derecha para, seducido por la podemización del ambiente, convertirse en una especie de ecléctico y pragmático Partido Socialdemócrata Popular (PSP), cuya aspiración consiste en mimetizarse con el ambiente. Para hacer más evidente sus intenciones, el Gobierno en funciones acaba de anunciar la devolución en la nómina de mayo de la mitad de la paga extra de Navidad de los funcionarios pendiente desde 2012. Si la potente rebaja de impuestos en IRPF de la segunda mitad de 2015 ayudó al partido a conseguir sus 123 diputados el 20D, este nuevo gesto electoral podría ayudarlo a revalidar victoria el 26J. Cosa distinta es saber quién pagará la cuenta de ese exceso de gasto al que nadie está dispuesto a poner freno. El nuevo objetivo de déficit significa que este año el tesoro público tendrá que pedir prestado a los mercados cerca de 40.000 millones, cifra que pasará a engrosar casi linealmente una deuda pública cuyo pago los españoles de hoy, entre la miopía y el egoísmo, están transfiriendo a las nuevas generaciones. Es lo que hay.

El enfrentamiento que el ex presidente Aznar mantiene en los últimos tiempos con el dúo Rajoy-Montoro, agudizado, además, por la decisión de Hacienda de meter la mano en la cartera, ¡con la pasta hemos topado!, al señorito del bigote (“No puedo creer que los míos me hagan esto”), ejemplifica a la perfección la distancia ideológica que hoy separa a uno de otros. “Yo estoy en política por él, pero no puedo admirar a alguien que ahora se dedica al business y a dar lecciones desde fuera. Esto es como el quirófano: no moleste, estamos operando. Aznar, que dirige una Fundación financiada con los PGE, tiene que pagar impuestos como todos los españoles”. Sin contrincante de peso a la vista, el PP de Rajoy pretende echar sus redes en el inmenso caladero que va desde el centro izquierda a la extrema derecha. Falta por ver si su votante tradicional disculpará o incluso aceptará este viraje conceptual e ideológico, y qué decisión tomará el votante de centro derecha urbano que lo abandonó hastiado de la corrupción para engrosar las filas de Ciudadanos. La política de comunicación no ha sido nunca el punto fuerte del PP. 


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