Apenas minutos después de que China anunció los datos sobre el crecimiento de su economía en el tercer trimestre —que superó las previsiones—, una ola de escepticismo emanó de los economistas sobre la credibilidad de las cifras oficiales de expansión de 6,9%.
Las dudas se centran, al menos parcialmente, en la aparente incongruencia entre la cifra de crecimiento y los datos que deberían sustentarla. Las exportaciones y las importaciones cayeron en el tercer trimestre, y la producción industrial fue más débil de lo previsto. Las fábricas han enfrentado 43 meses consecutivos de disminución de precios y, a pesar de las inversiones del gobierno en infraestructura, la inversión en activos fijos se desaceleró en septiembre.
Las ventas minoristas y los servicios han tenido un desempeño aceptable, y las cifras de créditos en septiembre sugieren un repunte de la demanda, pero estos factores no son suficientes para contrarrestar el cúmulo de cifras negativas, dicen los economistas. “Cuando se ven todos los números, no es fácil ver cómo el crecimiento del Producto Interno Bruto fue tan robusto”, dice Klaus Baader, economista de Société Générale CIB.
Las débiles cifras de la economía china previas a la divulgación del PIB habían reforzado la impresión de que el país tendría serios problemas para alcanzar la meta de crecimiento anual de 7%, que de por sí sería la expansión más moderada de los últimos 25 años.
Los economistas recalcan que la segunda economía del mundo dista de colapsar, aunque un puñado cree que el crecimiento es uno o dos puntos porcentuales más bajo que lo que dice el gobierno.
Desde hace tiempo, las estadísticas oficiales de crecimiento han generado escepticismo. Aunque la metodología ha mejorado de manera exponencial desde los años de la campaña del Gran Salto Adelante de 1958 a 1961, cuando se inflaron las cifras de producción para complacer a Mao Zedong, muchos acusan al gobierno de concentrarse demasiado en alcanzar la meta de crecimiento, aunque las condiciones de la economía cambien.
El banco central, el Ministerio de Finanzas y la agencia oficial de estadísticas no comentaron al respecto de inmediato. La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, la principal entidad de planificación del gobierno, restó importancia a las críticas generadas por un crecimiento superior a 7% en el primer semestre, las que calificó de “demasiado arbitrarias”. El banco central indicó a principios de octubre que el país adoptaría un sistema estadístico más riguroso del Fondo Monetario Internacional con el fin de “seguir mejorando la transparencia, la credibilidad y la equivalencia de China”.
Un cable de un diplomático estadounidense filtrado en 2010 dijo que Li Keqiang, el actual primer ministro de China, entonces secretario del Partido Comunista en la provincia de Liaoning, había señalado que las cifras de crecimiento eran fabricadas y que una mejor forma de evaluar la expansión podría ser monitorear los volúmenes de carga en ferrocarriles, el consumo de electricidad y los créditos de los bancos. Sus comentarios desataron una incipiente industria de indicadores alternativos de crecimiento, la mayoría de los cuales concluye que la expansión real de la economía se sitúa entre 4% y 5% anual.
La producción de electricidad, por ejemplo, cayó 1,3% interanual en el tercer trimestre y los volúmenes de carga marítimos crecieron 1,4% en igual período.
También hay signos de que la desaceleración está impactando los resultados de las empresas. La corredora de acero Sinosteel Co. estuvo muy cerca la semana pasada de ser la primera firma estatal en entrar en cesación de pagos en el mercado de bonos, antes de que un rescate de última hora le concediera un mes para hacer un pago de 2.000 millones de yuanes (US$315 millones). La calificadora de riesgo Standard & Poor’s Ratings Services anunció el lunes que la aparente intervención del gobierno genera interrogantes acerca del presunto compromiso de las autoridades de permitir que el mercado juegue un papel más preponderante en la economía.
La consultora Capital Economics, que estima que China se expande a una tasa de casi 4,5% al año, indicó que antes de 2012 el riesgo de que el PIB creciera menos que la meta era muy bajo. Ahora, la desaceleración de la economía ejerce mayor presión política sobre los encargados de estadísticas para que las cifras coincidan, según Capital Economics.
Los sistemas estadísticos de cualquier país tienen sus falencias y producen errores, pero en el caso chino tienden a ir en una sola dirección, de acuerdo con Capital Economics. “En China, a menudo generan una exageración del crecimiento”, señaló la firma. “En la actualidad, cuesta encontrar a alguien que crea que las cifras del PIB de China puedan ser tomadas por su valor aparente”.
Una señal de alerta para los economistas es la falta de grandes fluctuaciones en las tasas de crecimiento chino de un trimestre al otro. Cuando a los datos de crecimiento chino se le aplica la Ley de Benford —un método de análisis digital para detectar anomalías en un conjunto de estadísticas—, surgen claros indicios de atenuación, dice Huw McKay, economista de Westpac. Los estudiosos aplicaron el mismo método a los datos de Grecia en 2011, lo que apoyó una investigación previa de la Comisión Europea que encontró escandalosas alteraciones de los datos.
Mientras las tasas de crecimiento nominal de China, las que no toman en cuenta la inflación, tienden a ser confiables, las tasas de crecimiento real pueden ser más problemáticas, en parte debido al uso de deflactores —herramientas para ajustar la medición del crecimiento a las variaciones de precios—, dicen los economistas. Westpac ha definido las estimaciones de crecimiento de China como “elásticas” debido a que contemplan deflactores que a menudo divergen drásticamente de los datos oficiales de inflación.
China también tiene antecedentes de descontinuar estadísticas sin explicación, lo que socava la consistencia y la transparencia, dicen los economistas. Durante una década, el gobierno dejó de difundir el Coeficiente de Gini, un indicador de desigualdad de los ingresos en una sociedad, cuando la brecha entre ricos y pobres pareció ampliarse, y luego reanudó su publicación en 2012, sin dar explicaciones. Muchas estadísticas medioambientales, como las que miden la “pérdida económica” producida por la contaminación, fueron publicadas hasta 2010, luego descontinuadas cuando la clase media adquirió mayor conciencia sobre el impacto del crecimiento desenfrenado en el medio ambiente, según los economistas.
Detrás del enfoque chino sobre las estadísticas están los remanentes de la planificación centralizada que es parte del ADN del Partido Comunista de China, además de un deseo de proyectar confianza, señalan los economistas.
El crecimiento de 7% interanual en el segundo trimestre, divulgado tras el desplome del mercado bursátil, podría haber alentado a los consumidores a abrir sus billeteras y a las empresas a seguir invirtiendo, dice McKay, el economista de Westpac. “Eso puede hacer que el liderazgo gane tiempo”, señala.
Los analistas advierten que las estadísticas imprecisas les pueden ofrecer a los líderes del país información deficiente y las metas infladas impulsan políticas de estímulo que perjudican la capacidad de la economía para reducir los niveles de endeudamiento y los excesos de capacidad de producción.
Los economistas indican que China sigue desarrollando y mejorando sus métodos estadísticos y está inmersa en una complicada transición hacia un crecimiento liderado por los servicios y el consumo, ambos más difíciles de medir que las manufacturas y la inversión estatal.
Muchos analistas prevén que China cumpla la meta de crecimiento de 7% en 2015, aunque los fundamentos de la economía no luzcan tan robustos.
“El conejo va a salir del sombrero con un collar de 7%”, vaticina Frederic Neumann, economista de HSBC. “No me cabe la menor duda sobre la capacidad de China de reportar la cifra que estimen apropiada”. WSJ
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