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jueves, 12 de noviembre de 2015

Mi nombre es 'Señor Deflación'

Director de inversiones de Tressis SV
 
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Nunca estaré lo suficientemente agradecido a Joaquín Gómez, adjunto a la Dirección de elEconomista, por llamarme en su día Señor Deflación. Básicamente, porque apostar por un entorno desinflacionista ha sido clave en los últimos años para acertar en la asignación de activos en cualquier estrategia de inversión. Gracias a su cariñoso apodo, queda claro cuál ha sido la apuesta del que suscribe.

El temor a la deflación ha sido determinante en la decisión del BCE de bajar sus tipos de interés a cero y en la estrategia de estímulo monetario masivo. Ambos han hecho subir el precio de los bonos de la eurozona. También el de las acciones, pues los mercados descuentan que la inyección masiva de liquidez reduce los costes financieros de las empresas -lo que mejora sus cuentas de resultados- y ayuda a la recuperación de la economía. Esto último es discutible -de poco va a servir que haya crédito si los gobiernos no apoyan la demanda interna-, pero no lo es que al Eurostoxx 600 el 'QE' le sienta de cine. Por su parte, la deflación en los precios industriales en China ha sido el indicador que ha permitido ver más allá de las engañosas cifras oficiales y, además, ha enviado una señal de alerta clara sobre cuál podía ser la duración y profundidad de la caída en el precio de las materias primas y, en consecuencia, de los índices bursátiles de los países que dependen de ellas.
 
Mirando al futuro, me planteo si me gustaría que Joaquín me siguiera llamando Señor Deflación o si tengo que convencerle de que, después de cuatro años y dado el comportamiento cíclico de la economía, me gustaría cambiar de apodo. La respuesta es: "Joaquín, sigo siendo el Sr. Deflación". Sigo pensando que el cambio económico en China seguirá exportando deflación, que el BCE seguirá teniendo que compensar la inacción de los políticos, que esto último seguirá apoyando la subida del dólar -y, muy importante-: que la revolución digital en las que estamos inmersos está para quedarse. Y la revolución digital es desinflacionista.
 
Pese a lo que piensa mucha gente, que cambie el año no implica que cambien las tendencias de fondo en los mercados. Los ciclos financieros cambian cuando cambian las circunstancias económicas que los generaron, no el año en curso. El depositante seguirá viendo cómo le dan menos por su dinero; el exportador, cómo le beneficia la caída del euro; el director financiero, cómo caen sus costes de financiación y el inversor, cómo Draghi levanta -artificialmente o no, da igual- el valor de sus participaciones en fondos de renta variable europea. Business as usual.
 
También verá cómo la volatilidad se hace endémica, porque el despiste seguirá siendo mayúsculo ante un entorno totalmente nuevo en lo que a crecimiento e inflación se refiere. Y, en el caso europeo, la volatilidad contará con la ayuda habitual de los políticos. Aquí somos muy dados a complicarnos la vida. Desde Grecia, pasando por España y "sus cosas", siguiendo por el Reino Unido deshojando la margarita en plan "me quedo o no me quedo" en la Unión Europea. Y de paso negociando mejores condiciones.
 
Afortunadamente seguiremos disfrutando de la parte sana del nuevo entorno económico. Desde la energía barata pasando por las oportunidades que pueden presentarse en un momento de cambio, donde Internet es sólo el inicio de algo mucho más grande, algo que cambia los modelos de negocio de casi todos los sectores, especialmente la forma de ofrecer y dar servicios. Un mundo que, gracias a la tecnología, genera modelos de negocio mucho más eficientes, incluido el tradicionalmente inamovible sector energético. Y el de muchos negocios que confiaban su monopolio a la protección del "padre padrone" Estado y que, de repente, se encuentran con un competidor que tiene la sede al otro lado del mundo. Un mundo donde uno de los sectores más amenazados es -quién lo iba a decir- el todopoderoso sector bancario, asaltado por piratas digitales y márgenes de intermediación históricamente bajos como consecuencia de los bajos tipos de interés. Apasionante.
 
Las cosas importantes no van a cambiar porque cambie el año. De hecho, lo que va a pasar es que seguirán cambiando en la misma dirección. Por supuesto que el día menos pensado cambiará el viento. Los mercados son traicioneros y solo el que sepa muy bien qué terreno pisa sobrevivirá en un entorno que por inusual -hasta hoy ninguna generación de españoles ha vivido en deflación, por poner un ejemplo- resultará especialmente complicado. Lo que no significa en absoluto que no pueda ser rentable.

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