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lunes, 2 de noviembre de 2015

Latinoamérica no levanta cabeza: Venezuela, Brasil, Argentina y... ¿Colombia?


Crecerá al menor ritmo de los últimos años con una inflación creciente, una moneda devaluada y una balanza por cuenta corriente en números rojos. El panorama del país se antoja complicado

Foto: El presidente colombiano, Juan Manuel Santos. (EFE)
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos. (EFE)


No ganan los emergentes para disgustos.
 
La crisis es generalizada y hay pocas economías que se salven, por no decir ninguna. Peor aún, mientras las más relevantes se llevan (justificadamente) la fama, caso de Brasil o China, otras cardan la lana de un deterioro menos notorio pero no por ello irrelevante. Un buen ejemplo sería Colombia.
 
La nación latinoamericana subió el viernes sus tipos de interés de referencia 50 puntos básicos hasta situarlos en el 5,25%, el nivel más elevado desde 2003. El movimiento, objeto de discrepancia interna en el seno de su banco central, ha pillado por sorpresa a los analistas, que esperaban que el repunte se limitara a un 0,25%.
 
 
Con él, las autoridades monetarias pretenden poner freno a una inflación creciente, cuyo último dato reflejaba un 5,35% interanual de aumento del coste de la vida, el mayor en seis años y muy por encima del 3% fijado como 'target'. La subyacente -excluidos los elementos más volátiles, como gasolina o alimentos- no se alejaba mucho de la anterior y se quedaba en el 4,9%.
 
A razones de oferta, como una mala climatología que ha afectado a las cosechas, limitando el suministro de determinados bienes, se une el encarecimiento de las importaciones por la debilidad del peso. La moneda se ha depreciado casi un 30% en los últimos 12 meses, ocupando el tercer puesto en el indeseable 'ranking' de divisas más devaluadas, solo por detrás de Rusia y Brasil. Mal asunto.
 
Por más que la decisión del Banrep haya venido acompañada de la subida, por parte del banco central, de su estimación de crecimiento de la economía del país para este año 2015 del 2,8% al 3% -con una horquilla de variabilidad que sitúa entre el 2,4% y 3,4%, casi nada-, no son pocas las voces que advierten del riesgo de un acelerado debilitamiento de las condiciones financieras de Colombia, algo que parecen descartar las últimas estadísticas de confianza del consumidor o producción industrial, mejores de lo esperado.
 
Uno de los más agoreros es BofA-ML que, en su último informe GEms Macro Monthly, denominado ‘Growthbusters’, señala que el aumento del PIB del Estado sudamericano estará más bien en la parte baja del rango este año y el siguiente, mientras los precios seguirán disparados, más en este ejercicio, cierto es, que en 2016. La demanda interna se resentirá y el déficit por cuenta corriente se cobrará un peaje aumentado por la caída del precio del crudo, del que es exportador. De hecho, recuerdan, los diferenciales de su deuda ya descuentan una rebaja de, al menos, dos escalones en su 'rating', de BBB a BB+, ya en territorio de bono basura.
 
 
Los analistas no dudan en desmontar el optimismo gubernamental sobre la base de que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. La suma de factores negativos no puede dar lugar a un desenlace macropositivo, por más que algunos 'aventureros económicos' locales se empeñen en ello. Una reflexión que los estrategas del banco de inversión hacen extensiva a Perú y Chile, naciones ambas que se ven afectadas, cada una a su manera, de los mismos males que afectan a los colombianos -ambas han subido tipos en septiembre y octubre, respectivamente-.
 
Una cosa sin duda es la macro y otra la micro. Lo señalamos el pasado viernes cuando hablábamos de la relativa relevancia del informe 'Doing Business' del Banco Mundial. Sin embargo, no es menos cierto que la primera suele influir de manera decisiva en la confianza, base para el funcionamiento de la segunda. A día de hoy, la Colombia a pie de calle está lejos de una crisis. Sin embargo, lo que se avecina, si nos atenemos a los principales indicadores, puede ensombrecer radicalmente el panorama.
 
Gracias a Dios, nunca será Venezuela, ni siquiera la imposible Argentina que han dejado los Kirchner.
 
Pero aun así.
Tendrá que pasar su particular calvario.
Esperemos que salga airosa.
 

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