¿Por qué la intervención en Arabia?
(The Free Market, Noviembre de 1990. Incluido en Making Economic Sense)
Entre el casi universal bombo y platillo por la intervención masiva del presidente Bush en la Península Arábiga, unos pocos observadores serios han apuntado la curiosa falta de claridad en el objetivo estratégico de Mr. Bush: ¿Es defender a Arabia Saudita (y está su reino realmente bajo ataque)? ¿Echar a Iraq de Kuwait? ¿Restaurar lo que Bush ha llamado extrañamente el “gobierno legítimo” de Kuwait (hecho “legítimo” por qué proceso)? ¿Deponer o asesinar a Saddam Hussein (y reemplazarlo por quién o qué)? ¿O bombardear a Iraq hasta que vuelva a la edad de piedra?
Sin embargo ha habido aún menos discusión acerca una cuestión algo distinta e incluso más enigmática: ¿exactamente por qué estamos de repente hasta el cuello en Arabia Saudita? ¿Por qué la histeria? ¿Por qué la mayor intervención militar masiva desde Vietnam y la ubicación de casi todo nuestro ejército, fuerza aérea, armada, marines y parte de reservas en este único punto del planeta donde no hay siquiera una obligación por un tratado para EEUU?
(1) Tipo grande, tipo pequeño. Lo que nos resulta enigmático a algunos, está clarísimo para el general H. Norman Schwarzkopf, comandante de las fuerzas de EEUU en la “Operación Escudo del Desierto”. Cada vez más irritado con las preguntas de los medios, el general replicó: “¿No leéis los periódicos? Todas sabéis por qué estamos aquí. Un tipo grande pegó a un tipo pequeño y estamos aquí para detenerlo”.
El general estaba evidentemente utilizando la metáfora de la acción policial. Un tipo grande está pegando a un tipo pequeño y el policía de la esquina interviene para detener la agresión.
Por desgracia, en un análisis más detallado, la metáfora de la acción policial plantea más preguntas de las que responde. Aparte del problema evidente: ¿por qué es EEUU el policía internacional autonombrado? Los policías, viendo al malo huir y perderse en el barrio no rodean ese barrio con fuerza masiva y hacen pasar hambre a todos los vecinos por culpa del malo. Mucho menos bombardean la zona esperando que el malo muera durante el proceso. Los policías funcionan bajo el principio crucial de que no mueran o se vean abatidos civiles inocentes al tratar de aprehender al culpable.
Otro punto crucial: los gobiernos no son como personas. Si un tipo grande ataca a uno pequeño, el agresor está vulnerando el derecho de la víctima a su persona y propiedad. Pero no puede asumirse que los gobiernos sean personas inocentes que posean justos derechos de propiedad en su territorio. Las fronteras del gobierno no son adquisiciones productivas, como la propiedad privada. Son casi siempre el resultado de agresiones y coacciones previas por parte de gobiernos en ambos lados. No podemos suponer que todo estado existente tenga el derecho absoluto a “poseer” o controlar todo el territorio dentro de sus fronteras generalmente arbitrarias.
Otro problema con el supuesto principio del policía de EEUU defendiendo todas las fronteras, especialmente las de estados pequeños: ¿qué pasa con la propia invasión de gran gobierno de EEUU de la decididamente pequeña Panamá hace muy poco tiempo? ¿Quién pone las esposas a EEUU? La respuesta habitual era que EEUU estaba “restaurando” las elecciones libres en Panamá. Una extraña manera de justificar sin embargo las intervenciones contra Iraq, ya que Kuwait y Arabia Saudita son ambas oligarquías reales absolutistas que están lo más alejadas posible de la “democracia” o las “elecciones libres”.
(2) Saddam Hussein es un hombre muy malo, el “carnicero de Bagdad”. Por supuesto, pero era tan carnicero anteayer mismo cuando era nuestro gallardo aliado contra la terrible amenaza planteada en el Golfo por los fanáticos chiitas de Irán. Los fanáticos chiitas siguen allí, por cierto, pero ellos (así como el dictador de Siria, Hafez el-Assad, el carnicero de Hama) parecen haberse transformado mágicamente en nuestros gallardos aliados contra Saddam Hussein.
(3) Pero algún día (en tres, pero más probablemente en diez años) Saddam Hussein puede adquirir armas nucleares. ¿Y qué? EEUU tiene cantidad de armas nucleares, consecuencia de su última Guerra Fría con la URSS, que también tiene un montón de armas nucleares y las tuvo durante las décadas en las que fue nuestro implacable enemigo. ¿Por qué hay entonces mucha más histeria contra Saddam de la que hubo nunca contra la Unión Soviética? Aparte de esto, Israel ha tenido armas nucleares desde hace mucho tiempo e India y Pakistán están cerca de una guerra por Cachemira y ambas tienen armas nucleares. ¿Por qué nos preocupamos por ellas?
La apelación a altos principios no va a tener éxito como explicación coherente para la intervención estadounidense. Por tanto, muchos observadores se han dirigido hacia la economía como explicación.
(4) La guerra del petróleo. Saddam, al invadir Kuwait y amenazar al resto de Arabia, plantea el peligro, como dice una persona de los medios de comunicación, de ser el “rey del petróleo del mundo”. Pero la explicación del petróleo se ha planteado invariablemente como EEUU defendiendo al consumidor estadounidense frente a un aumento astronómico de los precios del petróleo por Iraq.
Sin embargo hay también problemas con la explicación del precio del petróleo. El mismo establishment que ahora se preocupa por los mayores precios del petróleo como una “amenaza al modo de vida estadounidense”, trataron a la OPEP cuando cuadruplicó los precios del petróleo a principios de la década de 1970, cuando éramos mucho más dependientes del petróleo del Golfo que hora, con calma y fortaleza. ¿Por qué no hubo entonces invasión de Arabia Saudita por parte de EEUU para rebajar el precio del petróleo? Si había tanta preocupación por el consumidor, ¿por qué tantos políticos deseaban añadir un impuesto enorme de 50 centavos el galón al precio de la gasolina?
En realidad, está claro que el poder de la OPEP, como el de todos los cárteles, está estrictamente limitado por la demanda del consumidor, y que su poder para aumentar el precio del petróleo es mucho menor que en la década de 1970. Las mejores estimaciones son que Saddam Hussein, incluso conquistando todo el Golfo, no podría aumentar el precio del petróleo por encima de los 25$ el barril. Pero EEUU, con su embargo, bloqueo y continuas amenazas de guerra, ya ha conseguido aumentar el precio del crudo a ¡40$ el barril!
De hecho, sería más factible suponer que el objetivo de la masiva intervención de Bush ha sido aumentar el precio del petróleo, no rebajarlo. Y considerando la visita vicepresidencial de Bush a Arabia Saudita específicamente para pedirles que aumenten precios, esta larga conexión con el petróleo de Texas y las grandes petroleras en general, así como el declive de Texas en años recientes, esta sospecha empieza a parecer demasiado creíble.
Pero la explicación más probable de la intervención de Bush no se ha planteado en absoluto. Esta opinión se centra, no en el precio del petróleo, sino en su oferta, y concretamente en los beneficios a obtener de esa oferta. Pues indudablemente, como ha destacado Joe Sobran, Saddam no pretende controlar el petróleo para destruir su oferta o a los clientes mundiales que espera que compren dicho petróleo.
Los intereses de Rockefeller y otras grandes empresas petroleras del oeste han tenido lazos íntimos con las realezas absolutas de Kuwait y Arabia Saudita desde la década de 1930. Durante esa década y la Segunda Guerra Mundial, el rey Ibn Saud de Arabia Saudita concedió un monopolio sobre todo el petróleo bajo su dominio a Aramco, controlada por Rockefeller, mientras que los 30 millones de dólares en pagos de royalties por la concesión los pagaba el contribuyente de EEUU.
El U.S. Export-Import Bank influido por Rockefeller pagaba atentamente otros 25 millones a Ibn Saud para construir un cómodo ferrocarril desde su palacio principal y el presidente Roosevelt realizó una apropiación secreta de los fondos de la guerra de 165 millones de dólares para que Aramco construyera un oleoducto que cruzara Arabia Saudita. Además, el ejército de EEUU se le asignó educadamente construir un aeródromo y base militar en Dhahran, cerca de los campos petrolíferos de Aramco, después de lo cual la base, con un coste de varios millones de dólares, se entregó, gratis, a Ibn Saud.
Es verdad que Aramco fue “nacionalizada” gradualmente por la monarquía saudí durante la década de 1970, pero eso equivale únicamente e un cambio en los términos de esta amigable sociedad: más de la mitad del petróleo saudí sigue entregándose al antiguo consorcio de Aramco como corporación gestora de la venta al mundo exterior. Además, Mobil Oil, de Rockefeller, además de ser una parte clave de Aramco, tiene nos empresas compartidas con el gobierno saudí: una refinería y un complejo petroquímico que cuestan cada uno más de 1.000 millones de dólares.
Había que construir oleoductos y refinería y la Standard Oil de California (ahora Chevron), parte de Aramco, trajo a su antiguo socio, Bechtel, desde el principio a Arabia Saudita a realizar las construcciones. La bien relacionada Bechtel (que ha proporcionado los secretarios de gabinete George Schultz y Casper Weinberger al gobierno federal) está ahora mismo ocupada en construir Jubail, una nueva ciudad industrial con un coste de 20.000 millones de dólares, en el Golfo Pérsico, así como varios otros proyectos en Arabia Saudita.
Respecto a Kuwait, su emir concedió un monopolio de concesión petrolífera a Kuwait Oil Co., una sociedad de Gulf Oil y British Petroleum, en la década de 1930 y ahora mismo la inmensamente rica familia Sabah de Kuwait posee una buena parte de British Petroleum y también mantiene enormes y muy bienvenidos depósitos en el Chase Manhattan, en la órbita de Rockefeller, y Citibank.
Iraq, por otro lado, ha sido desde hace mucho un país petrolero que va por su cuenta, en el sentido de estar fuera del ámbito de Rockefeller-Wall Street. Así que cuando estalló la crisis el 2 de agosto, los grandes bancos de Wall Street, incluyendo Chase y Citibank, dijeron a los periodistas que prácticamente no tenían préstamos y ni depósitos en Iraq.
Por tanto, bien puede ser que la guerra de Mr. Bush sea una guerra por petróleo, pero no en el sentido de una heroica batalla a favor de petróleo barato para el consumidor estadounidense. George Bush, antes de ascender a l vicepresidencia, fue miembro del comité ejecutivo de la poderosa Comisión Trilateral de David Rockefeller. La propia empresa de explotación petrolífera de Mr. Bush. Zapata, fue fundada por la familia Rockefeller. Así que esta Guerra del Petróleo puede ser en su lugar un trabajo poco noble a favor del control de Oriente Medio por Rockefeller.
¿Por qué la guerra? La conexión kuwaití
(The Rothbard-Rockwell Report, Mayo de 1991. Incluido en The Irrepressible Rothbard)
¿Por qué fuimos exactamente a la guerra en el Golfo? La respuesta sigue siendo turbia, pero tal vez podamos encontrar una explicación examinando la fuerte y ominosa conexión kuwaití en nuestro gobierno. (Estoy en deuda con un excelente artículo en un oscuro tabloide de Nueva York, Downtown, por Bob Feldman, “The Kissinger Affair”, del 27 de marzo). La Sabahklatura que dirige el gobierno de Kuwait es imensamente rica, en tono de cientos de miles de millones de dólares, derivados del botín de impuestos/”royalties” obtenidos de los productores de petróleo simplemente porque la tribu de los Sabah reclama “soberanía” sobre esa valiosa porción de tierra desierta. La tribu de Sabah no tienen ningún derecho legítimo sobre los ingresos del petróleo: no hizo nada por ocupar o mezclar su trabajo o cualquier otro recurso con el petróleo crudo.
Es razonable suponer que la familia Sabah está dispuesta a usar una porción modesta de esa riqueza inmerecida en comprar defensores y abogados en los poderosos Estados Unidos. Ahora centramos nuestra atención en la siniestra pero casi universalmente querida figura del Dr. Henry Kissinger, un eterno portavoz, consejero y servidor del Imperio Mundial Rockefeller. De hecho, Kissinger es tan querido que siempre que aparece en Nightline o Crossfire, lo hace solo, ya que parece lesa majestad (o incluso blasfemia) que alguien contradiga las declaraciones teutónicas banales y ponderadas del Grande. Solo un puñado de gruñones y descontentos de la extrema derecha y la extrema izquierda perturben este plácido consenso.
En 1954, el Kissinger de 31 años, un científico político de Harvard y admirador de Metternich, salió de la oscuridad académica para convertirse en eterno consejero de política exterior para el gobernador de Nueva York, Nelson Aldrich Rockefeller. El Doctor K continuó en ese augusto papel hasta que asumió la dirección de la política exterior durante las administraciones de Nixon y Ford. En ese papel, Kissinger desempeñó un papel importante en prolongar y extender la Guerra de Vietnam y en el asesinato masivo de civiles que conllevaron los bombardeos terrorista de Vietnam, el bombardeo secreto de Camboya y la invasión de Laos.
Desde que dejara el cargo en 1977, el Dr. Kissinger ha continuado desempeñando un papel muy influyente en la política de EEUU, en los medios de EEUU y en el imperio mundial de Rockefeller. Fue Kissinger, junto con David Rockefeller, quien fue decisivo en la desastrosa decisión del presidente Carter de admitir al recientemente derrocado sah de Irán, antiguo amigo y aliado de los Rockefeller, en Estados Unidos, una decisión que llevó directamente a la crisis de los rehenes de Irán y a la caída de Carter. Hoy, Kissinger sigue sirviendo como representante del poderoso Rockefeller Brothers Fund, como consejero del Chase Manhattan Bank, de los Rockefeller, y como miembro de Comité Consultor Internacional del Chase. La influencia de Kissinger en los medios de comunicación es evidente por haber servido en el consejo de CBS, Inc. y haber sido consultor pagado tanto para NBC News como para ABC News. Eso se ocupa de las tres redes.
Pero el principal y más lucrativo papel de Kissinger se ha producido como jefe de Kissinger Associates en Nueva York, fundada con un préstamo obtenido en 1982 de la empresa bancaria internacional de E.M. Warburg, Pincus and Company. Nominalmente, Kissinger Associates (KA) es una “empresa de consultoría internacional”, pero “consultor” encubre muchos pecados, y en el caso de KA, esto significa tráfico de influencias políticas internacionales por sus aproximadamente dos docenas de importante clientes corporativos. En el reportaje más completo sobre KA, Leslie Gelb, en la revista del New York Times de 20 de abril de 1986, revela que, en ese año, de 25 a 30 grandes empresas pagaron a KA entre 150.000$ y 420.000$ al año por influencia y acceso político. Como dice suavemente Gelb: “Los consultores internacionales superestelares [en KA] eran indudablemente gente que conseguía que sus llamadas telefónicas fueran respondidas por altos cargos del gobierno estadounidense y que también eran capaces de conseguir que los directivos se reunieran con líderes extranjeros”. Me atrevo a decir que podía conseguirse mucho más que un simple acceso. Las oficinas de KA en Nueva York y Washington son pequeñas, pero contienen un grupo poderoso. (¿Es mera coincidencia que las oficinas centrales de KA en Park Avenue estén en el mismo edificio que la oficina local de la filial del Chase Manhattan Bank, el Commercial Bank of Kuwait?)
¿Quiénes eran esos “consultores internacionales superestelares”? Uno de ellos, que en 1986 era el vicepresidente de KA, es nada menos que el general Brent Scowcroft, antiguo consejero de seguridad nacional bajo el presidente Ford y, desempeñando exactamente el mismo papel bajo George Bush, actuando como principal arquitecto de la Guerra del Golfo. Uno de los principales clientes del general fue la Kuwait Petroleum Corporation, propiedad del gobierno de Kuwait, que pagó a Scowcroft por sus servicios al menos de 1984 a 1986. Además, Scowcroft se convirtió en director de Santa Fe International (SFI) a principios de la década de 1980, no mucho después de que SFI fuera adquirida por la Kuwait Petroleum Corporation en 1981. Junto a Scowcroft en el consejo de SFI estaba su antiguo jefe, Gerald Ford. Una de las actividades de SFI es perforar pozos de petróleo en Kuwait, una operación que, por supuesto, tuvo que suspenderse después de la invasión de Iraq.
Está claro que Brent Scowcroft ha disfrutado de una conexión kuwaití duradera y lucrativa. ¿Es una coincidencia que fuera la presentación de Scowcroft al Consejo de Seguridad Nacional del 3 de agosto de 1990 la que, según el New York Times (21 de febrero) “cristalizó el pensamiento de la gente y galvanizó el apoyo” para una “dura respuesta” a la invasión iraquí de Kuwait?
Por cierto, que Scowcroft no agota la puerta giratoria de las administraciones republicanas en Kissinger Associates. Otro importante cargo en KA, Lawrence Eagleburger, subsecretario de estado bajo Reagan, ha vuelto a un alto cargo después de un periodo en KA como vicesecretario de estado bajo George Bush.
También son vitales en KA los miembros de su consejo de dirección. Un director es T. Jefferson Cunningham III, que es asimismo director del Midland Bank de Gran Bretaña, que ha sido también cliente de KA. Lo fascinante en este caso es que el 10,5% de su banco valorado en 4.000 millones de dólares lo posee el gobierno de Kuwait. Y a Kissinger, como jefe de KA, por supuesto le preocupan los intereses de sus clientes, que incluyen al Midland Bank y por tanto al gobierno de Kuwait. ¿Tiene algo que ver esta conexión con la opinión de ultra-halcón de Kissinger sobre la Guerra del Golfo? Entretanto, Kissinger sigue estando en el Consejo Consultor de Inteligencia Exterior del presidente Bush, lo que le da, no solo un canal para dar consejos, sino asimismo le da acceso a información de seguridad nacional que podría resultar útil para clientes corporativos de KA.
Otro cliente de KA es la Fluor Corporation, que tiene un interés especial en Arabia Saudita. Poco antes de la invasión del 2 de agosto, Arabia Saudita decidió iniciar un proyecto de 30.000 a 40.000 millones de dólares para expandir la producción de petróleo y concedio dos contratos petrolíferos gigantescos a las empresas Parson y Fluor. (New York Times (21 de agosto)
Un miembro del consejo de dirección de KA es el presidente de ARCO, Robert O. Anderson; ARCO, también uno de los clientes de KA, se dedica a exploraciones y perforaciones petrolíferas e la plataforma continental de China junto con Santa Fe International, la filial del gobierno de Kuwait.
Otros miembros del consejo de KA son William D. Rogers, subsecretario de estado en la administración Eisenhower y durante mucho tiempo principal republicano de Dewey-Rockefeller en Nueva York; el antiguo presidente de Citibank (Rockefeller), Edward Palmer y Eric Lord Roll, economista y presidente del consejo de la cámara bancaria internacional de Londres de S.F. Warburg.
Quizá el miembro más interesante del consejo de KA sea uno de los personajes más queridos del movimiento conservador, William E. Simon, secretario del tesoro en las administraciones Nixon y Ford. Cuando Simon dejó el cargo en 1977, se convirtió en consultor para la Bechtel Corporation, que había tenido grandes contratos de construcción masiva de refinerías y ciudades en Arabia Saudita. Además, Simon se convirtió en consejero de Suliman Olayan, uno de los hombres de negocios más ricos de Arabia Saudita. Durante mucho tiempo socio cercano de la familia real saudí, Olayan había servido bien a Bechtel consiguiéndole el multi-mil-millonario contrato para construir la ciudad petrolera de Jubail. Además, en 1980, Olayan contrató a William Simon para que fuera presidente de dos empresas de inversión de propiedad conjunta suya y del influyente príncipe saudí Khaled al Saud.
Bechtel, los Rockefeller y la familia real saudí han tenido desde hace mucho una íntima conexión. Después de que los saudíes concedieron al consorcio petrolífero Aramco, dominado por Rockefeller, el monopolio del petróleo en Arabia Saudita, los Rockefeller trajeron a sus colegas en Bechtel para los contratos de construcción. La Bechtel Corporation, por supuesto, también contribuyó a que George Shultz y Cap Weinberger llegaran a altos cargos en las administraciones republicanas. Para completar el círculo, el antiguo jefe del director de KA, Simon, Suliman Olayan era, en 1988, el principal accionista en Chase Manhattan Bank, después del propio David Rockefeller.
El patrón está claro. Un viejo lema de la Nueva Izquierda decía que “no necesitas un hombre del tiempo para que te diga cómo sopla el viento”. De la misma manera, no necesitas ser un “teórico de la conspiración” para ver lo que está pasando. Todo lo que hay que hacer es querer usar los ojos.
Publicado el 7 de enero de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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