[Es el Capítulo 4 de la segunda edición (2006) del libro Economía y ética de la propiedad privada.]
Primero presentaremos una serie de tesis que son el fundamento de la teoría marxista de la historia. Veremos que son en esencia correctas, pero que han sido derivadas de una premisa incorrecta. Luego mostraremos que la teoría libertaria (el austrianismo en la tradición Mises-Rothbard) puede dar una explicación correcta de tales tesis.
1. La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases entre una minoría de opresores y una mayoría de explotados. La forma básica de explotación es económica. La clase opresora expropia parte de la producción de los explotados y la usa para sus propios fines.2. La clase opresora está unificada en su interés común de mantener su posición explotadora y de maximizar su explotación. Nunca ceden a sus intereses voluntariamente sino por conflicto con la clase explotada. La resistencia y lucha de los explotados depende de su toma de conciencia como clase explotada.3. Las diferencias de clase se manifiestan a través de la asignación de derechos de propiedad [relaciones específicas de producción, en terminología marxista]. Para proteger esas relaciones de producción, los explotadores crean y están a la cabeza del Estado que es un aparato de coerción. El Estado ayuda a mantener las relaciones de clase y asiste en la creación de una superestructura ideológica que mantenga a los explotados dormitados de su conciencia de clase.4. Internamente, la competencia dentro del Estado tiende a la concentración de poder en cada vez menos manos. Externamente esa concentración lleva a imperialismo, guerras entre Estados y la expansión del territorio explotado.5. Con su tendencia a la concentración de poder a nivel mundial, la explotación se volverá incompatible con la evolución y mejoramiento de las fuerzas productivas. Las crisis económicas serán cada vez más comunes y crearán las condiciones para la aparición de una conciencia de clase entre los explotados. La situación será propicia para la aparición de una sociedad sin clases, sin Estado, sin explotación del hombre por el hombre y por tanto una situación de prosperidad nunca antes vista.
Todas estas tesis pueden ser justificadas de forma satisfactoria, como mostraré más adelante.
Lamentablemente, el marxismo ha descreditado estas tesis al hacerlas partir de un punto errado: la teoría de la explotación.
La teoría marxista de explotación
Según Marx, los sistemas pre-capitalistas como el esclavismo y el feudalismo estaban caracterizados por la explotación. Cierto. En ambos sistemas los intereses del explotado y el explotador son antagonistas. El esclavo no puede ganar en un intercambio que no es libre, y por tanto el beneficio del explotador es la pérdida del explotado [un juego de suma cero]. Lo mismo se puede decir del señor feudal que extrae rentas de las tierras que el campesino legítimamente se apropió con su trabajo. Las ganancias del ‘lord’ son las pérdidas del campesino.
Y es claro que ambos sistemas impedían el desarrollo de mejores formas productivas. El esclavo y el siervo no eran tan productivos como hubieran podido serlo en ausencia de tales sistemas. Si al esclavo le hubieran ‘pagado’ según su productividad, entonces hubiera trabajado con más ganas.
Pero Marx sigue creyendo que las condiciones no han cambiado en el capitalismo. En el capítulo 24 del Capital —”Sobre la Apropiación Originaria”— Marx da un recuento histórico de cómo el capitalismo emergió a partir de conquistas, robos y asesinatos. De la misma forma, en el capítulo 25, “Sobre la Teoría Moderna del Colonialismo”, la invasión del tercer mundo es fuertemente enfatizada. Todo eso es correcto, nadie puede negar la conquista imperialista. Pero no tiene nada que ver una invasión violenta con intercambio voluntario [Capitalismo].
En este punto Marx entra en un juego lógico. A través de recuentos históricos y apelando a la indignación de los lectores frente a la forma en que unas riquezas capitalistas fueron creadas, Marx mueve la discusión en su favor con un tema que no era su tesis básica. Marx no explica el origen de la propiedad ‘limpia’, es decir, la propiedad que fue adquirida por apropiación originaria cuando un hombre cultivó una tierra antes no poseída por nadie. Marx simplemente describe el robo de propiedad, pero no el origen. No habla de la propiedad que no fue robada a nadie. Según Marx, el hombre que adquirió propiedad limpiamente —porque antes no había sido poseída por nadie— sigue siendo un explotador sin importar que ahora las transacciones sean voluntarias entre hombres libres.
Esto me hace recordar la famosa afirmación de Proudhon de que la propiedad es robo. Eso es una contradicción porque todo robo presupone propiedad.
¿Cuáles son las ‘pruebas’ que Marx presenta para demostrar que el capitalista sigue siendo un explotador? [Y Marx consideraba esto su mayor aporte al análisis económico].
Su prueba de esto es que el salario es menor que el precio de venta del producto. Por ejemplo, si el obrero crea valor trabajando por 5 días, sólo recibe el valor de tres días de trabajo. El resto del valor creado -la plusvalía- es apropiado por el capitalista, luego —según Marx— se prueba que hay explotación. Esa explicación es incorrecta.
¿Qué está mal en ese análisis?
La respuesta es clara cuando uno se pregunta: ¿por qué el obrero acepta tal oferta?
Para esta sección necesitamos los conceptos básicos de Acción Humana desarrollados por los austriacos:
La acción humana y las categorías de acción.
Hay una característica que todos tenemos en común, y esa es la característica que nos hace hombres.
El hombre es el ser que puede comparar su situación actual con una situación futura más deseada, y que dado esto, el hombre es capaz de distinguir entre los medios disponibles que tiene que le permitirían alcanzar tales fines. El hombre no puede dejar de ‘imaginar’ mejores situaciones, el hombre no puede dejar de actuar.
Esta proposición de Acción Humana no puede ser demostrada falsa, porque el mismo intento de querer demostrarla falsa implica el uso de tales facultades. Si un filósofo quiere probar que el hombre no actúa, sólo por el simple hecho de querer demostrar eso, el filósofo está demostrando que él, como hombre, actúa por sus propios motivos [de alcanzar una situación mejor, de demostrar que él está en lo correcto].
Según los austriacos, siguiendo a Mises, ése es el fundamento de las ciencias sociales. Las leyes de economía pueden derivarse lógicamente de ese axioma. La Economía es una ciencia cómo la lógica, que parte de verdades axiomáticas.
Y los mismos axiomas de Acción Humana nos permiten hacer el análisis Lucha de Clases.
Basados en ese axioma de Acción con motivos, podemos derivar otras conclusiones.
Como ya hemos mencionado, el hombre no puede dejar de actuar. Y a esto se suman motivos biológicos. El hombre no puede dejar de alimentarse por varios días. El hombre, desde el momento que bajó del árbol, nunca ha dejado de imaginar mejores situaciones para él.
El ‘interés’
El interés es una categoría de acción humana.
Cuando el hombre actúa, el hombre no sólo demuestra que busca una situación mejor, además demuestra que prefiere más a menos. El hombre siempre quiere más de eso que considera bienes; no puede pedir lo opuesto. Pero, muy importante, también debe considerar cuándo alcanzará esa situación más deseada. Imaginemos un hombre que vive sólo de recolector de frutas y bebiendo agua de un río que queda lejos de su casa. Tal hombre se da cuenta que puede desviar el río para que llegue cerca de su casa. Y el hombre decide iniciar sus tareas de ingeniería para desviar el río. El hombre tiene dos alternativas:
1- Si deja de recolectar frutas y dedica todo su tiempo a desviar el río, entonces puede terminar su proyecto en un mes, y
2- Si recolecta una cantidad mínima de frutas para mantenerse vivo, y emplea todo el tiempo restante el desviar el río, entonces terminará su proyecto en 3 meses.
El hombre prefiere más a menos, cierto. Pero el hombre está restringido por su consumo para mantenerse vivo. Si el hombre no respetara este último asunto y sólo prefiriera más a menos [más bienes a menos bienes], entonces eso significaría que el hombre dejaría de comer un mes completo, y eso es imposible. La primera alternativa es inviable [el modelo se puede completar con la introducción del ‘ahorro’, pero es básicamente lo mismo].
Entonces, dado que el hombre no puede dejar de consumir, sólo estará dispuesto a renunciar a parte de ese consumo presente cuando pueda recibir algo más en el futuro.
Nadie que tiene la comida contada dejaría de comer un pan hoy para recibir un pan dentro de un mes. Y así aparece la categoría de interés. Es una característica propia de la acción humana. El hombre no puede dejar de pedir interés, el hombre no puede de dejar de pensar en el futuro, no puede de imaginar situaciones beneficiosas para él.
El ejemplo que hemos planteado anteriormente es un ejemplo del tipo ‘Robinson Crusoe’, es decir, es un ejemplo de un hombre solo, sin sociedad. Y por tanto al no existir otro ser humano cerca, nuestro Robinson Crusoe no puede estar explotando a nadie. De la misma forma hemos demostrado que ‘el interés’ es una característica natural del hombre, incluso sin sociedad.
La tasa de interés es positiva para todos los hombres.
Si el hombre no quisiera producir para el futuro y quisiera consumir todo hoy, entonces la tasa de interés sería muy alta porque nadie estaría dispuesto a renunciar a su consumo presente.
En sociedades con mucho ahorro, las tasas de interés tienden a ser más bajas que en sociedades primitivas donde la gente a penas tiene para consumir en el presente.
La diferencia en el precio de venta de un producto y el costo de los factores para producirlo siempre será —y tiene que ser— positiva dada la preferencia de consumo en el tiempo.
Si el empresario no estuviera seguro de que puede recibir algo más en el futuro, simplemente no produciría nada.
De la misma forma, el obrero sabe que puede recibir más bienes en el futuro, pero lo que le interesan son los bienes en el presente.
El hombre tiene necesariamente que decidir cuánto consume hoy, y cuánto en el futuro —el hombre no puede dejar de actuar.
¿Por qué el obrero decide intercambiar?
El obrero, como el resto de hombres, decide intercambiar porque a través del intercambio mejora su situación.
Si tengo sed, y el vendedor de la esquina me ofrece una Coca-Cola por medio dólar, al comprar la Coca-Cola demuestro que saciar mi sed vale más para mí que el medio dólar. Mientras que para el vendedor mi medio dólar vale más que la Coca-Cola, que obviamente le costó menos de medio dólar. Al final ambas partes han ganado porque ambas partes han obtenido más por algo que valoraban menos. Si no hubiera beneficio para ambas partes el intercambio voluntario sería imposible. A partir de este ejemplo podemos observar también que ‘el valor’ se crea en la cabeza de los individuos.
¿Y por qué el obrero acepta intercambiar su salario —una cantidad menor de bienes- por una cantidad mayor de bienes— el fruto completo de su trabajo?
Por el tiempo que tardarán en llegar los bienes futuros.
Si el obrero quiere recibir el fruto completo de su trabajo, entonces necesita esperar más tiempo ya que al no aceptar el empleo, el obrero puede dedicarse a producir para él mismo. Y al final no recibiría tres días de paga salarial, sino que recibiría los cinco días de valor que le corresponde. Pero tiene que esperar más.
El obrero acepta porque el salario que recibe representa bienes de consumo presente, mientras que su trabajo representa bienes de consumo futuro.
¿Por qué el capitalista decide entrar en negociaciones con el obrero?
¿Por qué el capitalista está dispuesto a adelantar pagos salariales por un producto que estará listo mucho después?
Obviamente el capitalista, no pagaría $100 hoy para recibir los mismos $100 luego de un año. En ese caso sería mejor no entrar en negociaciones con nadie y tener absoluto control sobre los $100. El capitalista espera recibir más dinero en el futuro.
¿Por qué el capitalista no contrata más obreros si por cada obrero puede obtener más plata en el futuro? Porque el capitalista tiene que consumir hoy [el capitalista también está sujeto al interés]. El capitalista también es un consumidor y no puede dejar de serlo. Su inversión está restringida por su consumo. Su inversión está restringida por la cantidad de consumo que él considera necesario mientras dure el proceso productivo. Ese consumo presente es más valorado que todo el futuro valor de la producción.
Lo que está mal en la teoría de Marx es que el no comprende el axioma de “preferencia intertemporal” como una categoría básica de acción humana.
Que el obrero no reciba el valor completo de su trabajo no tiene nada que ver con explotación sino que es un reflejo de su preferencia intertemporal, la idea de que es imposible para el hombre recibir la misma cantidad de un bien hoy y dentro de 3 años a menos que esté descontada por un valor.
Es imposible para el hombre intercambiar bienes presentes y bienes futuros al mismo valor, sino que tiene que descontarlos.
Contrario a lo que ocurre en esclavitud donde el esclavista se beneficia a expensas del esclavo, la relación entre el capitalista y el empleado es mutuamente beneficiosa. El empleado entra al cuerdo porque, dada su preferencia de tiempo, él prefiere un monto menor de bienes hoy frente a un monto mayor de bienes en el futuro. Y el capitalista entra en el acuerdo porque, dada su preferencia intertemporal, él tiene una preferencia intertemporal en reversa y valora un mayor monto de bienes en el futuro más que una menor cantidad de bienes en el futuro. Los intereses no son antagonistas sino armoniosos. Si el capitalista no tuviese preferencia intertemporal, el empleado estaría peor, porque tendría que esperar más de lo que está dispuesto a esperar para recibir el fruto de su trabajo. Y si el empleado no tuviese preferencia intertemporal, el capitalista estaría peor porque tendría que recurrir a procesos más largos e ineficientes de producción. Pero con el intercambio ambas partes ganan.
El sistema capitalista no puede considerarse un impedimento para el desarrollo de las fuerzas productivas, como Marx afirma, porque si al empleado no se le permitiera vender su trabajo libremente, y al capitalista no se le permitiera comprar el trabajo, la producción sería menor porque la producción tendría que ser llevada a cabo con menores niveles de acumulación de capital.
De la misma forma, si el capitalista no tuviese control exclusivo sobre propiedad, y esta fuese propiedad colectiva, el empresario no esperaría que la producción al final del periodo sea mayor, sino que podría ser menor. Esto haría que la tasa de interés sea muy alta, porque nadie quiere ahorrar, y que la sociedad produzca con menores niveles de capital, y eso llevaría al empobrecimiento.
La teoría austriaca de explotación
Ahora pasaremos a describir la correcta teoría Autro-Miseana-Rothbardiana de ‘explotación’, y veremos cómo las tesis marxistas toman forma y sentido cuando parten de esta teoría.
Luego veremos las afinidades intelectuales entre la teoría marxista y la austriaca, partiendo de la convención común de que existe tal cosa como explotación y clase dominante.
El punto de partida de la teoría austriaca de explotación es claro y simple, como debe ser. Y ya lo hemos mencionado implícitamente en nuestro previo análisis marxista de clases.
Explotación caracterizaba la relación entre esclavo y esclavista, y entre el siervo y el señor feudal. Pero explotación no hay en un capitalismo ‘limpio’.
La diferencia básica aquí es el reconocimiento del principio de apropiación originaria: El campesino en el sistema feudal es explotado porque no tiene control exclusivo sobre la tierra de la que él se apropio legítimamente. De la misma forma el esclavo es explotado porque no tiene control exclusivo sobre su cuerpo. Las ganancias del esclavista son las pérdidas del esclavo —un juego de suma cero. Pero si al contrario, cada uno tiene control sobre su propio cuerpo, si cada uno es un trabajador libre, y todos actúan respetando el principio de apropiación originaria, respetando las reglas de propiedad, entonces no puede haber explotación. Es lógicamente absurdo que una persona que se apropió de bienes antes no poseídos por nadie y que emplea tales bienes en la producción de más bienes está explotando a alguien. Crusoe no explota a nadie. Nada ha sido tomado de alguien en ese proceso y al contrario, más bienes han sido creados.
Y sería igualmente ilógico argumentar que en un acuerdo voluntario entre propietarios hay explotación.
Explotación sólo existe con cualquier desviación del principio de apropiación originaria.
Hay explotación cuando una persona reclama —y logra— control sobre recursos de los que no es dueño originario, que no ha producido o que no ha intercambiado voluntariamente con el anterior dueño del recurso.
Explotación es la expropiación de los bienes de los dueños originarios por unos que llegan después que no son dueños originarios, que no son los productores o que no tienen un contrato con ellos.
Explotación es la expropiación de bienes de gente que se apropió de ellos legítimamente a través de su fuerza de trabajo por gente que simplemente ‘reclama’ propiedad basados palabras.
Explotación en este sentido es de hecho una parte integral de la historia humana.
Uno puede adquirir propiedad intercambiando voluntariamente, o robando. Ambos métodos son conocidos por toda la humanidad. Siempre han existido ladrones. Y de la misma forma que los empresarios pueden hacer compañías grandes para el intercambio voluntario de bienes, los explotadores ladrones también pueden crear compañías inmensas para explotar al resto: los gobiernos y los Estados.
La clase dominante es parte de esa compañía explotadora. Esa clase explotadora se adueña de un territorio y empieza a explotar a los que viven en ella.
La historia humana es de hecho la historia del conflicto entre los explotados y los explotadores. La historia es, correctamente entendida, la historia de las victorias y derrotas de los explotadores en sus ansias de maximizar su explotación, y las victorias y derrotas de los explotados en sus intentos de invertir esas tendencias. Es en esta interpretación de la historia que los austriacos y los marxistas están de acuerdo. Y hay un notable parecido intelectual entre las investigaciones históricas austriacas y marxistas. Para ambas escuelas la historia debe ser entendida en términos de libertad y explotación, parasitismo y empobrecimiento, propiedad privada y su destrucción. De otra forma la historia como ciencia es falsa. La historia no puede ser estudiada de forma ‘neutral’ sino que se necesitan juicios de valor.
Mientras las empresas productoras aparecen y desaparecen porque la sociedad así lo pide, la clase dominante nunca aparece porque la gente pide alguien que los domine, y tampoco desaparecen a pesar de que la gente les pide que desaparezcan.
Nadie puede decir que los dueños originarios y los contratistas piden ser explotados. Ellos deben ser forzados a aceptarlo.
La clase dominante adquiere su ingreso mediante transacciones no voluntarias y por eso no puede desaparecer con boicots que los consumidores puedan organizar, como sí desaparecerían las empresas productoras de bienes. Lo único que puede hacerla desaparecer es la masiva opinión pública, o en términos marxistas “la conciencia de clase”.
Un explotador crea víctimas, y las víctimas son enemigos en potencia.
Es posible que los explotadores logren dominar por fuerza a los explotados cuando numéricamente son similares. Pero se necesita más que fuerza física cuando hay que dominar poblaciones que son miles de veces más grandes que la clase dominante. Se necesitan ‘ideas’. Se necesita que los explotados acepten la explotación como legítima. Los explotados pueden ponerse del lado de los explotadores o ser pasivos frente a los abusos. Y de esta forma la mayoría deja de resistir la explotación. Mientras esa situación se mantenga, entonces habrá explotación.
Sólo cuando los explotados tomen conciencia de su situación y se unan con los otros miembros de la misma clase explotada a través de un movimiento ideológico, la situación será revertida.
Sólo cuando la mayoría de los explotados sean integrados y entren en oposición contra la clase explotadora ladrona, la explotación terminará.
El crecimiento capitalista anti-feudalista en Europa y Norte-América fue el resultado de una expansión ideológica del individualismo en la clase explotada. En esto, marxistas y austrians están de acuerdo.
Pero el incremento en explotación de los últimos 100 años —y en esto marxistas y austrians desacuerdan— fue debido a una pérdida de conciencia de clase. Y en este sentido, los marxistas deben ser culpados por esta pérdida de conciencia de clase por haber redireccionado equivocadamente a los explotados de la explicación correcta de la explotación.
La clase dominante y la constitución
La clase dominante protege su posición de clase explotadora con la creación de una Constitución que protege su funcionamiento. Por un lado, formalizando el funcionamiento de la clase explotadora sobre la clase explotada —”el presidente manda sobre todos los ciudadanos”, la constitución crea cierto tipo de estabilidad legal. Las leyes privadas más comunes que todos respetan son incorporadas en esas constituciones para que la opinión pública acepte la Constitución. Por otro lado, la constitución libra a la clase dominante de seguir el principio de apropiación originaria y le da status legal para adquirir propiedad de forma no-voluntaria. Y finalmente terminan superponiendo la ley pública sobre la ley privada.
No es, como Marx afirma, que el reconocimiento de la propiedad privada en las constituciones crea una justicia diferente para la clase dominante. Sino que la justicia ‘especial’ para la clase dominante es creada cuando se crea una ley pública que destruye las reglas de la propiedad privada.
El Estado no es explotador porque protege la propiedad privada, sino porque el Estado está exento [queda libre] de cumplir la reglas de la propiedad privada. Pero Marx interpreta correctamente al Estado como explotador. A diferencia de la Escuela Política de Public Choice [J. Buchanan] que cree que el Estado es como una firma cualquiera que produce bienes. Marx reconoce claramente las tendencias redistributivas del Estado.
La clase dominante siempre está interesada en que los explotados no tengan conciencia de clase. Y las políticas redistributivas son los instrumentos que usan la clase dominante para dividir a los explotados. Los ciudadanos pelean unos contra otros, en vez de luchar contra el Estado.
La clase explotadora redistribuye también el poder a través de la democracia, dándole a todo el mundo el derecho de ‘participar’ o votar por los empleados públicos, y de esa forma debilita la resistencia de los explotados. El Estado les promete ser partícipes del botín.
El Estado es también, como Marx reconoce, el centro ideológico de propaganda y mistificación. El Estado nos enseña que explotación es libertad, que los impuestos son ‘contribuciones voluntarias’, que constituciones no-firmadas son acuerdos ‘implícitos’, que nadie es gobernado sino que ‘todos nos gobernamos a nosotros mismos’, que sin el Estado nadie tendría seguridad y los pobres morirían, etc. todo eso es parte de la super-estructura ideológica creada para legitimizar a la clase dominante.
Y finalmente, los marxistas también están en lo correcto cuando notan la clara asociación entre el Estado y ciertas élites empresariales, especialmente la élite bancaria, pero su explicación es errada. No es que los burgueses apoyan al Estado para que les proteja sus derechos de propiedad, sino que las empresas quieren ser parte del gobierno para participar de la ley pública que les garantice un monopolio. La clase dominante está interesada en los bancos por su poder financiero. Como clase dominante, el Estado siempre está interesado en poder para falsificar dinero —crear dinero de la nada, crear dinero sin valor. Y ofreciendo a los bancos ser partícipes de las ganancias por falsificación de dinero —permitiéndoles emitir dinero sobre el falso dinero creado por el Estado con un sistema de reserva fraccionaria— el Estado logra tener dominio sobre el monopolio del dinero.
Conflictos entre diferentes clases dominantes, entre diferentes Estados, tiene una tendencia hacia la concentración, guerra e imperialismo. Sin embargo la errada teoría de explotación marxista encuentra la explicación en el lugar equivocado. Marx ve esa tendencia como natural en el sistema capitalista.
Pero como explica Rothbard, la idea de que el capitalismo lleva al monopolio no es correcta. Todo y así, imaginemos que esa idea es correcta, imaginemos que un grupo de hombres ricos se hacen dueños de todas las empresas. Todas las empresas en manos de los ricos. Eso implicaría la posesión de todos los recursos, integración vertical y horizontal completa. Si eso ocurriera, ese monopolio sufriría la misma falla del comunismo [el único caso histórico de monopolio y monopsonio]: imposibilidad de cálculo económico. La empresa sufriría inmensas pérdidas y tendría que desmembrarse. “Un gran monopolio” es inestable.
La explicación correcta del la concentración de explotadores es que la explotación estatal requiere un monopolio territorial y la competencia entre explotadores ladrones es eliminativa —un juego de suma cero. Los poderes del Estado se concentran cada vez más. En el caso norteamericano, por ejemplo, el Estado Federal destruyó la soberanía de los Estados individuales en la guerra civil. Y con la creación de los bancos centrales, los Estados lograron intervenir todo el sistema productivo de las naciones.
Por su naturaleza explotadora, los Estados tienen intereses contrarios entre ellos. Y dado que pueden hacer que los ciudadanos paguen por las guerras, los Estados siempre tendrán tendencias hacia la agresión entre ellos. El Marxismo, a diferencia del resto de escuelas, apunta correctamente el punto: hay una tendencia hacia el imperialismo en la historia. Y las Estados más imperialistas son de hecho las naciones más desarrolladas. Sólo los Estados que controlan muchos recursos pueden entrar en guerra. Y por esa misma razón los Estados destruyen la riqueza de los pueblos. Sólo la sociedad civil produce riqueza.
Pero la explicación marxista es errada, es el Estado quien es por naturaleza agresor, no el capitalismo.
Mientras más libre sea la economía, más rico el Estado, y más puede darse el lujo de entrar en guerras. Eso explica porqué los países más ricos, antes Inglaterra y hoy USA, son los más imperialistas. No es porqué la expansión de los mercados requiera explotación, sino porque la clase explotadora quiere extender su robo a otras naciones.
El Estado a través del Banco Central busca un imperialismo monetario, un banco central mundial, para crear dinero falso sobre otras monedas, y de esa forma expropiar recursos de otras naciones. Hoy el dólar como moneda mundial facilita al gobierno norteamericano crear inflación a nivel mundial, y por tanto expropiar riqueza a nivel mundial.
El incremento en la concentración de poder de la clase explotadora, su concentración económica monopólica lleva hacia el estancamiento de la producción e impide el desarrollo de las fuerzas productivas, y por tanto crea las condiciones objetivas para su auto-destrucción y el establecimiento de una sociedad sin clases —sin clase dominante— que será capaz de crear prosperidad económica como nunca antes.
Pero a diferencia de lo que Marx afirma, esto no es resultado de “leyes históricas” —no existen tales leyes—, no es tampoco que exista una tendencia decreciente en las tasas de ganancias con un incremento en la composición orgánica de capital, sino que los monopolios estatales empobrecen a todos. Y con eso el Estado crea su propio fin.
La ‘propiedad social’ colectiva de los medios productivos es imposible sin la existencia de un Estado que dirija, si asumimos de forma realista que todos los hombres no pensaran lo mismo sobre cómo asignar los recursos productivos, tendrá que aparecer un gobierno.
La abolición de la explotación es el establecimiento de una sociedad donde se respete la propiedad privada, y donde no exista ley pública, esto es: una sociedad anarcocapitalista.
Traducido del inglés por Dante Bayona. Tomado de aquí.
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