De todos los nombres de dioses antiguos que podía escoger el nuevo fondo de rescate bancario de Italia, Atlas es sin duda el más adecuado. Sobre sus hombros anchos y fuertes, Atlas sostuvo el mundo.
Perfecto para una institución pensada para evitar que el sistema financiero nacional se deslice hacia una catástrofe, aunque los más graciosos habrían optado por Clementia, la diosa del perdón, ya que sin duda habrá mucho de eso en juego, o incluso Jano, el dios de las dos caras, por el grado de decepción.
El fondo de 5.000 millones de euros está pensado para poner suelo a los precios de las acciones de los bancos de Italia, que se han hundido desde principios de año y arrojan dudas sobre la estabilidad de la tercera mayor economía de la zona euro y su principal deudor. Está por ver si lo conseguirá. El sistema financiero de Italia y su economía en general se encuentran en tan baja forma que es improbable que una tirita de 5.000 millones de euros baste para detener la hemorragia.
Pero el fondo es importante para la economía más allá de Italia, ya que en su esencia es un vehículo de rescate interno, en vez de externo. Desde la crisis de 2008, nos hemos acostumbrado a la idea de que los gobiernos rescaten al sector bancario, pero en Italia, otros bancos y entidades financieras han hecho fuerza y dado un paso adelante. De hecho, los rescates italianos los pagarán los accionistas y depositantes. Si eso puede imponerse en Italia, ¿por qué no en el resto del mundo? Lo cierto es que la próxima vez que haya un colapso financiero en el Reino Unido, EEUU, Alemania o cualquier otra gran economía, puede que no sea el gobierno quien lo rescate, seremos usted y yo.
El sector bancario italiano no se enfrenta exactamente a una huida a gran escala, aunque lleva soportando presiones desde principios de año. Los precios de las acciones entraron en caída libre a medida que aumentaban los nervios de los inversores sobre la salud del sector. En general, el índice bancario del país ha bajado un 30% desde enero.
El problema no es difícil de elucubrar. La machacante depresión económica del país (no hay otra palabra plausible cuando la producción nacional ya está por debajo de su nivel de 1999) ha conducido a un nivel en ascenso constante de deudas malas. Se calcula en 360.000 millones de euros la cantidad de préstamos incobrables que flotan en el sistema.
Hasta en el mejor de los casos podría ser un grave problema, pero la imposición de tipos de interés negativos por el Banco Central Europeo lo ha hecho todavía más crítico. Los tipos negativos fulminan la rentabilidad bancaria. Los bancos no pueden reparar sus balances de la forma normal, reteniendo más beneficios del día a día.
Al contrario, tendrán que recaudar más capital de fuera. Uno, el Banco Popolare di Vicenza, tendrá que conseguir 1.800 millones de euros en las próximas semanas. ¿De dónde va a venir el dinero? Si alguien quiere comprar acciones de un banco italiano, se lo está guardando muy bien.
¿La respuesta? El nuevo fondo Atlas llenará esa laguna. Bien armado por el Gobierno italiano, sin duda por la presión de la Unión Europea y el BCE, el fondo tendrá capital para ayudar a los bancos que pasen apuros, tanto mediante la compra de acciones en una emisión de derechos como absorbiendo deudas dudosas que no puedan venderse en otra parte. En efecto, será el comprador de último recurso, aunque dado el número de compradores potenciales ahí fuera de deuda incobrable italiana, puede que sea el comprador de primer recurso también.
La cuestión obvia es si 5.000 millones de euros serán bastante, dada la envergadura de la tarea. Hará falta mucha ingeniería financiera para que el dinero llegue tan lejos. No hay duda de que el Gobierno espera que la confianza agite su varita mágica. Si los inversores saben que hay un respaldo, pondrán a disposición su dinero. Es un truco que a veces funciona, aunque generalmente exige un margen más amplio de error que el que han implantado en Italia.
El país sigue siendo la octava mayor economía del mundo y con un índice de deuda/PIB del 138%, es uno de los grandes deudores, por detrás de Estados Unidos y Japón, que son países mucho más ricos. Por eso su recuperación importa al resto del mundo.
Menos obvio (aunque más interesante) es lo que implica para el sistema internacional. El fondo Atlas lo pagarán otros bancos, aseguradoras y fondos de pensiones. En realidad, el dinero vendrá de accionistas y ahorradores: cualquiera que tenga una cuenta bancaria o un fondo de pensiones, es decir, casi toda la población. En lugar de que el Gobierno o el banco central asuman la carga en sus balances, lo hará la gente común y cualquier foráneo con títulos italianos.
No es la primera vez que sucede; los rescates internos están cobrando fuerza. Fue un mecanismo utilizado en Chipre cuando el sistema financiero del país se hundió. Y hace poco se usó en Austria también, cuando se dijo a los titulares de bonos del banco Heta que asumieran parte de las pérdidas sufridas. No obstante, el ejemplo italiano representa la primera vez que se ha aplicado de forma exhaustiva en una de las mayores economías del mundo. Se sienta un precedente que los demás se verán tentados a seguir.
La lógica es comprensible. Cuando una empresa está en apuros, los accionistas y los clientes son los que se llevan el golpe. Aun así, es un gran cambio respecto a 2008. La próxima vez que un gran banco tenga problemas, usted y yo podríamos vernos obligados a pagar por él. Es una idea preocupante. Si le parece que los banqueros eran impopulares, espere a que se propaguen los rescates internos y la gente de a pie tenga que pagar sus errores.
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