El delicioso libro de Walter Block, Defending the Undefendable me introdujo en la Escuela Austriaca de economía. Su libro fue descubierto durante uno de esos momentos de casualidad. Estaba buscando por Internet un texto que no tenía nada que ver y me tropecé con el título. No puedo recordar el texto que estaba buscando, pero el resumen del libro de Block era demasiado estimulante como para resistirse.
Mi familiaridad con la Escuela Austriaca se limitaba a, bueno, nada en ese momento, pero era un converso a la espera. Antes de leer Defending the Undefendable, había leído Libertad de elegir, de Milton y Rose Friedman y la falsa cumbre de la exégesis del libre mercado, la obra magna de Adam Smith, La riqueza de las naciones. Pensaba que no había ningún sito más al que acudir. Qué equivocado estaba.
Block eliminó la maleza irracional y rudimentaria de mis propios pensamientos, junto con mi creencia en la buena fe del libre mercado de la Escuela de Chicago, con pasajes arrasadores que me abrieron paso hacia Rothbard, Mises, Hazlitt, Bastiat, y más Walter Block.
Defending the Undefendable es divertido porque es provocador y si hay escasez de algo en este mundo, es de provocadores. El planeta está plagado de conformistas narcisistas que merecen (no, deben) ser denunciados como los enclenques y prevaricadores cobardes que son. Una buena dosis de lógica robusta, que proporciona Walter Block en Defending the Undefendable, es el antídoto políticamente incorrecto para su veneno intervencionista.
Más que nada, Defending the Undefendable es estimulante: no puedes sino evocar ejemplos adicionales de los indefendibles que necesita una buena defensa. El evasor de impuestos y el contrabandista me vinieron inmediatamente a la mente: estoy seguro que usted tienen sus propios ejemplos.
Usar estereotipos es otro y han sido desdeñados en años recientes, particularmente en los salones de la educación superior, donde la emoción y la contemplación cada vez triunfan más sobre la lógica y la erudición. El uso de estereotipos se denuncia erróneamente como indecoroso, como estrecho de miras y reaccionario y, correctamente, como un prejuicio (cuando el juicio precede a la evidencia, estamos prejuzgando). Los estereotipos son a menudo negativos, pero ¿quién tiene la culpa: la persona que realiza una acción estereotipada negativa o la persona que interpreta un acto negativamente?
Los bienpensantes políticamente correctos nunca reconocen que el uso de estereotipos es una forma de razonamiento inductivo. Si vemos algo repetidamente, pero no necesariamente sin fallos, nos formamos una opinión, que se basa en cierto grado de verdad. Una parte de la raza humana, basada en la etnicidad, la inclinación o la geografía, vendrá a la mente después de leer cada una de las siguientes palabras: financiero, trabajo emigrante, azafato, corredor de NASCAR, sprinter.
Estoy seguro de que la mayoría de nosotros evocamos imágines similares. Sí, en injusto imponer una característica grupal a un individuo, pero lo hizo de todas formas. Por detallar lo evidente, cada uno de nosotros es un individuo, no un grupo. Cuando el estereotipo resulta falso para un individuo, deséchalo.
Pero si no lo es, no lo hagas. Los estereotipos dan razones para detenerse y pensar cuando se violan. Por ejemplo, si alguien declarase que es un trabajador inmigrante judío, se fruncirían ceños y labios. Muy bien podrían existir trabajadores emigrantes judíos, pero sospecho que pocos hayamos encontrado a alguno, así que naturalmente, y con razón, cuestionamos la afirmación ocupacional: viola nuestro estereotipo, que se ha desarrollado que se ha desarrollado de la experiencia. Es tan ofensivo replicar: “¿Cómo?”
El reciente escándalo del blog A Gay Girl in Damascus ejemplifica cómo cuestionar la violación de un estereotipo genera un sano escepticismo. De acuerdo con Wikipedia:
Amina Abdallah Arraf al Omari [la “chica gay”] era un personaje ficticio o falsa persona creado y mantenido por el pacifista y estudiante universitario Tom MacMaster. La identidad se presentaba como una blogger sirio-estadounidense, identificándose como una lesbiana en su weblog (…) y escribiendo en un blog en apoyo de un aumento de la libertad civil y política para los sirios.
Una causa noble, pero un fraude al fin y al cabo. Los escritos de la Srta. Arraf, o más bien el Sr. MacMaster, se detuvieron abruptamente un lunes hace unas pocas semanas y se produjo un giro propio de una comedia: En un post en A Gay Girl in Damascus, un “primo” escribía que Amina había sido detenida por agentes de la seguridad del gobierno. Las noticias de su desaparición se convirtieron en una sensación en Internet y los medios de comunicación de masas. El Departamento de Estado de EEUU empezó una investigación. Peter Beinart, iluso y antiguo editor del New Republic, importunaba: “La administración Obama debe hablar de esto. Esta mujer es una heroína”.
La autenticidad de la Srta. Arraf debería haberse cuestionado desde el principio, y tal vez lo fue, pero hacerlo enfrente de la masa errónea habría ofendido demasiadas sensibilidades delicadas. ¿Qué debería haber hecho aparecer el escepticismo? La fotografía de la Srta. Arraf violaba el estereotipo, pareciendo atraer más la fantasía de un varón heterosexual (tal vez el Sr. MacMaster) que la de otra mujer. Por supuesto, es estadísticamente posible que una mujer que prefiriese la compañía de otras mujeres fuera asimismo atractiva para la mayoría de los hombres heterosexuales, incluso en Damasco. Sería solo menos estadísticamente probable.
Un hombre de 40 años que pretende ser una chica gay en Damasco es un infantilismo inocuo. Sin embargo, hay un problema cuando la corrección política y la ilusión se superponen a la experiencia. Pensemos en el terrorista estereotípico: un hombre de Oriente Medio, fanáticamente religioso con piel oscura, pelo negro y vello facial. El estereotipo es muy real y muy lógico.
Indicaré de nuevo lo evidente: una minúscula parte de los varones de Oriente Medio son terroristas y un estereotipo no abarca toda una persona. Dicho esto, el subgrupo de mujeres septuagenarias de descendencia de Europa occidental que son terroristas es incluso más minúsculo, si existe en absoluto, razón por la que la abuela Walton no es un estereotipo de terrorista.
Es decir, no es un estereotipo de terrorista si eres un ciudadano privado. La TSA, en su deseo patológico de evitar toda apariencia de uso de estereotipos, categorizaría a la vieja señora como un posible terrorista, junto con su nieta de seis años, haciendo así de viajar algo más molesto para todos, incluyendo a los varones de Oriente Medio.
¿Y qué pasa con la economía de la Escuela Austriaca? Para sus defensores se usa el estereotipo de anacrónicos defensores intransigentes del libre mercado por parte de sus detractores. Me resulta indiferente este estereotipo, porque hay verdad en él. Sí, estoy a favor de los mercados libres (verdad). ¿Somos un anacronismo? Para la mayoría de los que nos etiquetan así, sí.
Por suerte, esta mayoría se está marchitando. Los estereotipos cambian al cambiar las percepciones y el estereotipo de los austriacos continúa cambiando a mejor a medida que crece nuestra influencia en los medios de la corriente principal (ver aquí, aquí y aquí). Sospecho que con el tiempo nuestro estereotipo evolucionará de un anacronismo del libre mercado a una moda del libre mercado.
¿Por qué ese optimismo? La verdad (ya sea la predicción de Mises del colapso del mercado o el inevitable descubrimiento del Sr. MacMaster) siempre prevalece. La verdad es que los mercados libres son siempre superiores a los mercados manipulados por actores extraños. La Escuela Austriaca no sigue los principios de la libertad, el gobierno limitado (o inexistente) y los derechos de propiedad por sí mismos. Son solo medios para un fin, y el fin es una sociedad más sana, rica, civilizada y equitativa. Sabemos que la intervención del gobierno y las violaciones de la soberanía individual producen invariablemente más costes que beneficios.
Nuestro trabajo, la verdad, es explicar cómo y por qué operan los mercados libres y revelar todas las desagradables consecuencias cuando se violan los mercados libres. Los economistas más interesados en la gloria personales y en recónditos falsos algoritmos que en la verdad son los realmente indefendibles que buscan una defensa y ni siquiera Walter Block puede ofrecer eso.
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