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miércoles, 24 de febrero de 2016

Los costos de producción no determinan los precios


Presidente del Consejo Académico, Libertad y Progreso

      
          
Es importante insistir que el empresario exitoso en un mercado abierto y competitivo es aquel que tiene talento para detectar oportunidades en cuanto a sus conjeturas respecto a la subvaluación de los costos en relación a precios finales y saca partida del arbitraje correspondiente.

Si acierta obtiene ganancias y si yerra incurre en quebrantos. El cuadro de resultados va marcando la buena o mala administración de los siempre escasos recursos disponibles al efecto de atender las necesidades del prójimo. Esta situación se diferencia sustancialmente de los empresarios prebendarios que viven a expensas de los demás debido a los privilegios que reciben del gobierno de turno a los que se vinculan en alianzas siempre espurias.

En esta nota quiero centrar la atención en las desafortunadas declaraciones del actual presidente de la Sociedad Rural Argentina al subrayar que el consumidor no debe dejarse estafar por las cadenas de supermercados. Esta falacia la basa en el hecho de que algunos costos de ciertos productos como, por ejemplo, la carne que cuando a veces ha bajado de precio en Liniers sube en las góndolas.

Este razonamiento pasa por alto todas las contribuciones de los últimos tres siglos en materia económica para retrotraerse a la teoría paquidérmica del costo de producción como determinante del precio. Si la sumatoria de los costos determinara el precio del producto final, no habría tal cosa como quebrantos. Dada la situación monetaria, el precio es consecuencia de las valorizaciones cruzadas entre compradores y vendedores. Los costos pueden ser mínimos o muy elevados pero el precio responde a lo anterior. El precio del oro puede ser elevado aunque el que lo vende lo haya encontrado en una isla desierta en cuyo caso todo el costo es agacharse a recoger el metal aurífero o cierto bien puede demandar costos altísimos y, sin embargo, se vende a precios muy reducidos.

Si al presidente de la Sociedad Rural o a otros les parece que hay una diferencia injustificada entre el costo y el precio de la carne o de lo que fuere, que instalen un supermercado y compitan (si no cuentan con los recursos necesarios pueden vender el proyecto en el mercado local o internacional y si no logran el cometido es porque su emprendimiento no está bien sustentado).

El tema de los intermediarios no está bien comprendido. Los únicos que son inexorablemente parasitarios son los que se imponen con el apoyo de la fuerza, en casi todo lo demás todos somos intermediarios entre un área y otra. Si alguien en una sociedad abierta no le gusta determinado intermediario que actúe en consecuencia haciendo algo distinto.

Como en otras ocasiones, reitero que no se trata de un asunto personal sino de debatir ideas. Lo mismo decimos respecto a los gobernantes del momento que en esta materia vuelven a cometer errores del pasado, arremetiendo contra el termómetro en lugar de limitarse a intensificar el trabajo contra la infección. No es del caso el desgastarse con disputas ocasionales y sectoriales sino, sobre todo, de eliminar funciones y no simplemente personal con la intención de administrar lo inconcebible en un sistema republicano, un lastre insoportable para la gente.

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