Contemporizar y procrastinar sólo fomenta el desapego y horada los frágiles cimientos en los que se asienta la Unión Europea. Hace falta una determinación y un liderazgo inexistentes
Ocurra finalmente o no, el mero debate del Brexit y las cesiones realizadas por la Unión Europea a David Cameron para que el referéndum que va a plantear a su ciudadanía sea favorable a la permanencia del Reino Unido en la Unión, van a dejar herido de muerte el proyecto europeo. Es de todos sabido que lo que no avanza, retrocede. Cuánto más cuando los propios políticos comunitarios, en su permanente intento de nadar y guardar la ropa, alientan soluciones de conveniencia que, paradójicamente, ayudan a los más diletantes con el proceso de integración y perjudican al resto.
Quizás, quien mejor ha explicado lo sucedido en la Cumbre Europea de hace un par de fines de semana ha sido el siempre provocador Wolfang Münchau en sus dos últimas columnas de los lunes de 'Financial Times'. En su opinión, el fruto de esa cita ha sido, precisamente, la concreción de lo que durante los peores años de la crisis del euro se quiso evitar, al menos formalmente: la aparición de dos Europas. Con un ‘pero’ adicional. Entonces la cuestión se abordaba desde un punto de vista monetario y fiscal, mientras que ahora es la propia esencia del proyecto común la que se cuestiona, al establecer exenciones permanentes para uno de sus ¿miembros?
Fuente: The Economist.
La posibilidad de que los demás avancen por su lado, señala el analista, es una quimera. La verdad verdadera es que, al calor de lo acordado ‘para evitar males mayores’, no solo una potencial convergencia monetaria de Reino Unido se abandona definitivamente sino que incluso la libre circulación de personas se ve potencialmente alterada con las concesiones realizadas, ventajas a las que sin duda apelarán otros estados miembros, ahora con la excusa de los refugiados. Siendo este como es uno de los pilares en los que se sustenta el proyecto único, es fácil percibir el impacto del daño.
Se ha abierto la caja de los truenos sin ni siquiera la certeza de que sirva para algo. De nuevo el corto plazo primando sobre las consecuencias a largo de determinadas decisiones… Cambiar las reglas de un club en beneficio de uno de sus integrantes, el que precisamente incumple sistemáticamente las normas de etiqueta, suele provocar más división que concierto entre los que lo forman. Lo que ocurre en la vida real tiende a tener su reflejo en la misma política. Vaya que si lo tiene.
Fuente: The Economist.
¿Ha perdido Europa una oportunidad? Probablemente sí.
Solo en los momentos en los que los pilares del edificio comunitario han estado realmente en peligro, han sido los dirigentes europeos capaces de dar pasos encaminados a difuminar aún más las fronteras propias y ceder soberanía a organismos supranacionales. No hay que olvidar el origen de la Unión Bancaria y de la supervisión única por parte del Banco Central Europeo o de los mecanismos de rescate aprobados cuando la cuestión helena. Brexit y los refugiados deberían haber sido/ser una buena ocasión para profundizar aún más en ese camino. Podar para crecer suele ser algo necesario las más de las veces. Pero nuestros mandatarios ya ni se sienten entre la espada y la pared.
Volviendo a la imagen del club a la que acabamos de hacer referencia, 'The Economist' recuerda como los ‘estadistas’ europeos prefieren debatir sobre el alcance de su poder antes que ejercerlo. Una frase lapidaria que encierra una gran verdad. La hoja de ruta de la UE se pierde desde 1957 en el eufemismo de ‘una mayor unión’ sin que tal desiderátum tenga hitos concretos y plazos acotados. Es en esa ambigüedad en la que los problemas particulares encuentran no sólo acomodo sino respuestas ad hoc. En la medida en que el número de participantes se amplia, hasta 28, y la oposición interna al papel de Bruselas en muchos estados crece, la posibilidad de que esa dispersión crezca se multiplica exponencialmente.
Fuente: The Economist, gráfico interactivo accesible aquí.
La Unión Europea puede estar certificando, sin apenas enterarse, su sentencia de muerte, algo a lo que contribuye la ausencia de liderazgo en su seno. Ahora es más necesario que nunca un calendario de unión fiscal, judicial y política, por este orden, que establezca una senda de inexorable cumplimiento para los países que conforman la UE. Contemporizar y procrastinar sólo fomentará el desapego y horadará los frágiles cimientos en los que se asienta. Pero, ¿quién es el guapo que enarbola esa bandera?
Buena semana a todos.
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